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Llegó a la vieja casa para hacer sus labores, como lo hacía todos los días, pero se sorprendió al ver a otra chica haciendo su trabajo. No parecía haberla visto antes.

-Desde mañana empieza tu entrenamiento- escuchó la voz de Travis a sus espaldas.

-¿Entrenamiento?- lo miró confundida.

-¿Creiste que pasarías estos 5 años sólo cocinando y limpiando?- rió el pelinegro- mañana te vienes directo aquí, no irás a clases- su rostro cambió de una risa a estar completamente serio- ni se te ocurra llegar un minuto tarde- diciendo esto, se sentó en el viejo sofá a tomarse una cerveza- Te puedes ir a tu casa, no harás nada hoy.

Así lo hizo Anna, volvió a su casa, ignorando a su hermano que se encontraba en la sala haciendo sus tareas. James ya tenía 17 años, había cambiado bastante. Ya no era un chico problemático, sus notas eran las mejores y era querido por la mayoría de profesores, pero aún sentía un remordimiento por Anna, su vida no le importaba, pensaba que sólo era un dolor de cabeza para su madre.

Al día siguiente, Anna se dirigió a aquel lugar. Aunque estaba asustada por faltar a clases, le temía más a Travis.

-Justo a tiempo, vámonos- dijo el pelinegro, saliendo de la casa y subiendo a un auto- Sube, no tenemos todo el día- gritó el chico al ver como Anna se quedaba inmóvil frente al auto.

Llegaron a un estacionamiento y caminaron unas calles hasta llegar a un barrio bastante pobre y oscuro. Entraron a un edificio abandonado, donde un hombre alto y lleno de tatuajes se acercó a ellos con una mirada penetrante, haciendo que Anna temblara del miedo.

-Toma el paquete- le ordenó Travis.

El sujeto extendió su mano con un paquete en ella en dirección a Anna, quien, aún asustada, lo tomó antes de que Travis se enojara.

Travis le extendió un nuevo paquete al hombre, quien sonrió y se alejó por el lugar de donde había venido.

Volvieron al auto y llegaron de nuevo a la vieja casa. Ya era algo tarde, a esta hora, Anna estaría saliendo de la escuela y viniendo a este lugar. Cuando pensó que todo había terminado, Travis la hizo bajar al sótano que, desde un principio, le habían prohibido. El pelinegro le arrojó el paquete a el jefe, que se encontraba fumando un cigarrillo, recibiendo uno nuevo pero más pequeño. Anna aún no entendía el misterio de todos estos paquetes y se sorprendió al ver a más chicos, entre ellos Mike, colocando un pequeñas pastillas en bolsitas transparentes. Salieron del sótano y luego de casa. Anna aún seguía a Travis sin saber a dónde iban.

Llegando a un lugar solitario, donde sólo eran iluminados por la luz de la luna, era el momento perfecto para Anna para preguntarle a Travis sobre su historia.

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