IX

Ya había pasado un año. Anna era una persona totalmente distinta.

Sentía odio por su hermano, desde aquel accidente, no habían vuelto a cruzar una palabra. Peleaba constantemente con su madre, ya que la castigaba por no llegar a casa después de clases, aunque a Rose le daba igual, pero usaba eso como excusa para dejar sin comer a su hija.

Aunque seguía siendo amiga de Elizabeth, ya no hablaba mucho con ella. Solía juntarse con otros chicos que también pasaban sus días en aquella vieja casa.

Su vida aún no parecía tan mal, pero eso sólo era el principio.

[...]

-Anna, ven al frente y resuelve el ejercicio- dijo el profesor de Anna, que al parecer tenía cierto interés en ella.

-L-lo... lo siento, aún no lo entiendo- dijo Anna un poco apenada al recibir toda la atención de sus compañeros.

-Eres un poco lenta Anna- se burló el hombre- He escuchado que tu hermano es muy listo, ¿por qué no eres como él?- mostró una sonrisa que molestó a Anna.

-El no es mi hermano- le dio un golpe a su mesa con el puño cerrado- y no quiero ser como él- apretó la mandíbula.

-Te quedarás después de clases- sentenció el hombre con una mirada seria- y no te irás hasta que lo entiendas- frunció el ceño y volvio a su escritorio.

Todos empezaron a murmurar sobre lo que había sucedido. Anna tenía ganas de salir corriendo de ese lugar, quería golpear a alguien. Odiaba que la gente la comparara con su hermano.

-¿Quieres que te ayude?- la voz de su amiga la sacó de sus pensamientos. Miró a su izquierda, donde siempre estaba sentada Elizabeth y su sonrisa la tranquilizó- es muy fácil, y así no te quedas con el profesor.

-Gracias- respondió Anna, acercando su mesa a la de su amiga para que le explicase.

Algo en Elizabeth la hacía estar tranquila. La hacía olvidarse de todo y todos. Su olor le brindaba paz. No quería alejarse de ella.

Llegó el final de las clases y Anna ya había entendido gracias a su amiga. Le explicó la situación a su profesor, pero este no cedió a la petición de Anna para que se fuese a casa.

-Deberías estar agradecida de que tu profesor se tome el tiempo para darte clases privadas- tomó un mechón de cabello de Anna y lo pasó tras su oreja- Sólo quiero ayudarte- sonrió, pero Anna retrocedió. La sola presencia de ese hombre le incomodaba y que le tocara el cabello de esa forma sólo hacía que Anna se enfureciera.

-No necesito sus clases privadas- lo miró con odio- y no vuelva a acercarse a mi- tras estas palabras, dejó el salón a toda prisa. Su corazón latía muy rápido, la mirada de ese hombre le había hecho sentir indefensa, como el día en que aquellos chicos le quitaron su inocencia.

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