IV
Hoy, la pequeña Anna, cumplía 12 años y sentía una gran alegría en su corazón. Rose había decidido que volviera a su casa, junto a ella y su hermano. Para Anna, esto borraba las preguntas en su cabeza, Rose no la odiaba, de otra manera no la dejaría vivir con ella. Aunque su hermano era otra historia, no le hablaba y procuraba estar siempre lejos de Anna. Pero ella tenía la pequeña esperanza de que algún día jugarían juntos, verían televisión juntos y comerían juntos. Esa pequeña esperanza mantenía con una sonrisa a Anna.
En la escuela todo era igual a sus primeros años. Anna se mantenía en el salón dibujando en cada recreo, no tenía amigos, eso la mantuvo deprimida por un tiempo. Hasta que conoció a Elizabeth. Al igual que Anna, amaba dibujar y eso las unió desde el principio. Ahora Anna ya no estaría sola, siempre tendría a Eli (como la llamaba ella) a su lado.
[...]
Un día, mientras salía de la escuela y caminaba a casa, observó a James rodeado de unos chicos casi de su misma edad. Al parecer estaban metiéndose con él, pidiéndole dinero con amenazas de golpearlo. Anna se apresuró a correr hasta él, no permitiría que le hicieran daño a su hermano.
-Dejen a mi hermano!- gritó Anna en medio de todos aquellos chicos.
-¿Y tú quién eres niña?- respondió un chico de cabello negro, tirandola al suelo.
-Es mi hermana- dijo James, tirando del brazo a Anna para que se pusiera de pie- Vete, esto no te importa- la empujó fuera del círculo de chicos.
-¿Qué quieren de mi hermano?- Anna volvió a integrarse en el círculo. No se daría por vencida.
-Nos debe dinero, ahora lárgate!- el pelinegro volvió a empujarla, esta vez sin que Anna terminara en el suelo.
-Lo pagaré por él- expresó aún valiente.- Todo lo que él deba, yo lo pagaré de alguna forma- dijo sin titubeos.
-Travis, el jefe quería una niña, podríamos llevarla a ella- le susurró un chico castaño al pelinegro.
Travis la observó por un momento con los ojos entrecerrados, miró a James, quien se encontraba sin expresión alguna ante la propuesta de su hermana menor.
-¿Vas a pagarnos o quieres que me lleve a tu hermanita?- preguntó el pelinegro con tono amenazante.
-No me importa- Respondió con un tono frío, dándose la vuelta y caminando a su casa.
Desde ese momento, Anna perdió cualquier esperanza con su hermano. Sus ojos se llenaron de lágrimas al verlo marcharse, mientras que los demás chicos la tomaban por la cintura para cargarla.
-JAMES!- gritaba una y otra vez, con sus ojos hechos un mar, esperando que el castaño se diera la vuelta y la ayudara. Pero no fue así.
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