Haruno e Irene

¡Hola! ¿Cómo están? Casi nunca hago notas al principio de una historia, pero considero que es necesaria.

Antes de leer, les advierto que esta primera parte es MUY larga, así que, para que no les sea tediosa, les recomiendo leerla por parte o tomar un rato libre y leerlo, como gusten xd

Bueno, no interrumpo más y espero que les guste <3

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Poesía, canciones, cuentos e incluso petroglifos; eran uno de los tantos lugares donde perduraba la historia o cualquier suceso importante que haya ocurrido en ese pueblo. Además del propio canto, voz de los pueblerinos o las tradiciones de estos, verlo y palparlo era lo que impresionaba al estar ahí como turista que el solo escucharlo.

Si bien, antes de siquiera dar un paso más a la imaginación de estar dentro de aquella algarabía de la gente donde toda la cultura de ese pueblo residía, o siquiera estar dentro de ese lugar en sí; el último trayecto que guiaba a este se adornaba con varios monolitos de piedra azulada que se repartían a los lados del camino. Eso significaba que estaba muy cerca de llegar, y si se fijaba más hacia al frente o a su alrededor, monumentos similares se esparcían incluso a la lejanía o hasta donde sus ojos podían distinguir.

Quizá no eran tan grandes, pero eran tan hermosos que eran difíciles de ignorar.

Así, con paso muy lento sin despegar sus ojos del par que tenía a su derecha, la viajera fue bajando sobre el inclinado camino tentada en tocar lo que tenían grabado. Tendría todo el tiempo del mundo, o casi, pues faltaba poco para llegar a su destino y descansar del largo viaje dentro de alguna posada era el primer paso de su plan. No obstante, al toparse con esos monumentos su mente u objetivo de ese momento se vio opacado, si recordaba bien lo que había leído antes de llegar, esas piedras ligeramente brillantes, planas y de un tinte azulado eran parte de la atracción de esa zona, la primera de tantas. Y quería darse un momento para averiguar lo que estas contaban.

Talladas sobre la superficie de cada uno de ellos se preservaban fragmentos de la historia y leyendas de aquel lugar rodeado de agua y vegetación para no perderse con el paso del tiempo. Así, encantada y dando cada paso casi inconsciente de que lo hacía, pasaba por sus ojos dentro de aquellas letras talladas en la piedra. Tan desgastadas era aquel grabado que, a pesar de ser la variación de un idioma antiguo al parecer, casi alguna podía identificar. Si bien, debajo de cada una de estas se ubicaban los pequeños letreros de metal que traducían lo que podían a la lengua actual de ese país. Ahí se podía entender con mayor facilidad lo que relataban o casi, pues ella no manejaba completamente ese idioma y, aun así, le asombraba que estos letreros aun siendo más contemporáneos, se veían más deterioradas que esas piedras.

Era un material muy perecedero, al parecer.

Se percataba que estos iban en orden según los pasos que dabas, pues entre cada una solo era una diferencia de quince o diez pasos grandes, y para ella según entendía, lo que los monumentos contaban era algo sobre una leyenda muy lejana. O eso creía pues le parecía un tanto fantasiosa para ser parte de la historia real del pueblo.

Pensativa y atenta a las piedras, tentada estuvo en pasar los dedos sobre ellas, aunque no sabía si eso estaba permitido, a pesar de no visualizar ninguna advertencia de que prohibiera tocarlas.

Con eso en mente y extendiendo la mano lentamente, de pronto un dolor agudo en sus pies le interceptó rogando parar en lo que estaba haciendo, ocasionando que apartara su atención de los hermosos monolitos, y sus pensamientos dieran cuenta hacia su cansancio corporal. Y ciertamente, de eso ya estaba consciente, más quería admirar lo que tenía al rededor y más al saberse sola en ese camino quería tranquilidad. No por nada quería disfrutar cada rincón luego de tan largo viaje, pero parece que el agotamiento físico demandaba en sus decisiones por esa ocasión.

Bien, ¿Qué remedio tenía? El descanso siempre es importante.

Dándose un momento más para ver por última vez esa leyenda labrada, pronto su vista dio al frente y acomodándose mejor la mochila de viaje en su espalda, fue bajando queriendo llegar pronto al pueblo e ir a la posada más cercana con bastante prisa tratando de ignorar el dolor en sus pies.

Y, a decir verdad, también moría de hambre.

...

El sol ya comenzaba a ocultarse, y el cielo anaranjado pronto se volvía de un color morado indicando que rápidamente la noche cubriría con su manto todo el pueblo y sus alrededores. Por dentro, agradecía el haber hecho caso a su propio cuerpo agotado, pues quizá la oscuridad y el frio le habrían congelado a mitad del camino.

Y aunque estuviese por oscurecer, la gente parecía estar aún más animada que de día o eso suponía, pues el ajetreo que ahora presenciaba de verdad que no se lo esperó.

Parada justo debajo del arco de madera que indicaba la entrada del pueblo, y con las manos sujetando las correas de su enorme mochila; un tanto sorprendida veía gente yendo y viniendo como si el tiempo no fuera suficiente para ellos. Sin dejar su asombro, miraba a todos lados queriendo adentrarse y parecía que nadie la notaba, pues el apuro que tenían seguro era demasiado grande y terminar lo que sea que estuvieran haciendo era su única prioridad que ver a una viajera husmeando el todo el alboroto.

Y por lo que suponía, parecía era que terminaban de montar varios adornos, luces de varios colores, aunque en su mayoría de un color cálido, puestos de comida, juegos y más que no logró identificar. Personas de varias edades ayudaban, si bien notaba que los más pequeños jugaban entre ellos y los más ancianos se mantenían tranquilos observando a los otros.

¡Vaya! Parecía que celebrarían algo, sin lugar a dudas.

Apenas dio un paso dentro de ese pueblo y esa agitación entre la gente era todo un espectáculo según ella pensaba, parecía que había llegado justo a tiempo para algo grande y no planeó ver algo así.

Agradecía tener esa suerte, pues era buena oportunidad para ser parte de cualquiera que sea su tradición o de lo que celebrarían. Y ciertamente, desde un principio, ese era el objetivo de su viaje, sentirse integrante de algo y creía que en ese lugar podría sentir algo como eso; pertenecer.

Aspirando el aroma dulce de ese ambiente, metió y sacó aire de sus pulmones motivada. Entonces y sin querer perder tiempo, pues aún no se olvidaba del agotamiento en su cuerpo, buscó por algo parecido a una hospedería o lo que sea que le permitiera descansar que incluyera una cama y un baño. Y según había leído antes de siquiera ponerse la mochila para viajar, el pueblo contaba con una pequeña posada.

No estando segura, no lograba distinguir algo parecido a eso pues sólo lograba ver viviendas de una misma estructura, por lo que quiso preguntar a alguien que estuviera lo suficientemente desocupado. Y con apuro, visualizó y se acercó a una mujer muy mayor que se mantenía quieta sentada cerca de una de las tantas casas.

-Hola. – Con algo de pena, pues no dominaba del todo el idioma, llamó la atención de la mujer que de inmediato le miró con una sonrisa.

- ¿En qué te ayudo, jovencita? – Habló un poco con voz apagada debido a su vejez, pero la viajera pudo entender a la perfección.

-Disculpe que la moleste, pero estoy buscando la posada del pueblo, ¿Podría decirme dónde está? – Temiendo sonar quizá descortés en su forma de preguntar habló despacio, pero parecía no haber causado ninguna reacción negativa, por lo que la mujer mayor le respondió con amabilidad.

-No es molestia, princesa. Está justo detrás de mí, es la posada de mi familia. – Sorprendiendo a la joven, se fijó mejor en la casa que ahora sabía era la posada. Lucía como cualquier vivienda de ahí, más ya notaba el pequeño letrero de madera junto a la entrada que indicaba que aquel servía únicamente para hospedaje. – Pareces muy cansada, te garantizo que mi hijo te atenderá muy bien.

-Se lo agradezco mucho. Que tenga buena noche. – Agradeció y quiso irse lo más pronto, más sintió un gentil agarre en su mano izquierda que le detuvo y se volteó encontrando de nuevo a la mujer, que ahora ya estaba de pie mirándole con cierta alegría.

Eso la desconcertó.

-Es un gusto tenerte aquí, querida. Llegaste justo a tiempo, espero puedas quedarte el mayor tiempo que puedas y sentirte lo mejor cómoda posible. – Confundiendo a la viajera, sólo parpadeó un par de veces y supo que se refería a lo que estarían por celebrar o solo el hecho de que ella visitaba el pueblo, entonces imaginó que no solían tener tantos turistas. Sí, llegó a tiempo, eso mismo pensó en cuanto vio a la gente alborotada y por nada del mundo se lo perdería. Si bien, pronto sintió su mano cubriéndose con las dos palmas arrugadas de la anciana.

-Gracias, nunca olvidaré su amabilidad, señora. – Escuetamente, pues no sabía qué responder, se soltó con suavidad y nuevamente se volteó para adentrarse donde la mayor le indicó.

Eso fue un poco extraño, pensó. Y sin saberlo, a sus espaldas la anciana le seguía mirando con una gran sonrisa en sus arrugados labios.

Sin pensar en eso y estando por fin dentro teniendo sólo en su mente descansar un poco, pronto logró identificar lo que sería la recepción del lugar. Aliviada de que finalmente podría acicalarse, se acercó al hombre que estaba justo detrás del mueble de madera, quien de inmediato de igual manera se percató de la llegada de la viajera.

-Hola. – Saludando como sabía hacerlo en ese idioma, el otro pronto la atendió.

-Buenas noches, señorita, ¿Busca hospedaje? – Amable, le preguntó y la joven asintió con la cabeza. – Bien, le asignaré una habitación que da vista a la plaza, ¿Está de acuerdo? A menos de que quiera una estancia más tranquila donde no alcance el ruido.

Le sugirió con cierta rapidez, parecía que también tenía algo de prisa como todos los demás habitantes de ahí.

-No, la primera opción está bien para mí. – Contestó enseguida y el señor pronto le dio la espalda buscando en el gabinete de llaves, para luego regresar a su dirección sacando un pequeño papeleo y una pluma.

– Le pido que registre sus datos, los días que piensa quedarse y aquí le indica el precio de cada número de noches... – Así, le mostró cada punto del registro donde la viajera tenía que llenar, y está leyendo antes de anotar cualquier cosa, de inmediato escribió lo que tenía poner. Y notaba que el precio era muy accesible, definitivamente no recibían muchas visitas al pueblo.

Los servicios eran sencillos, pero era suficiente para ella y así lo consideró.

-Aquí tiene. – Terminó y empujó el papeleo sobre el mueble hacia el hombre quien lo recibió y revisó el documento antes de extenderle su llave, entonces le habló por su nombre.

-Bien, señorita Irene. Está es su llave, segundo piso casi hasta el final del pasillo esta su habitación. – La viajera recibió la llave de lo que parecía ser de bronce y el hombre sacó debajo del mueble un par de toallas – Cualquier cosa que usted necesite, por favor llámenos por el teléfono que está a un lado de la cama y le atenderé de inmediato, ¿Tiene alguna duda?

Habló velozmente el recepcionista, la joven poco se aturdió terminando de comprender lo que le había dicho, y entonces sólo asintió con la cabeza en agradecimiento. Si bien, estuvo tentada en querer resolver una duda que tenía desde que llegó.

-Sólo tengo una pregunta, señor. – Le dijo ya teniendo en sus manos el par de toallas que le tendió, el hombre la miró dispuesto a escucharla. – ¿Qué es lo que están celebrando?

Un tanto confundido el señor, le observó como si no entendiera lo que le acababa de decir, entonces Irene al notar que quizá había formulado mal su pregunta, quiso hablar de nuevo, pero el otro pronto le respondió.

-Disculpe, pensé que sería una pregunta sobre nuestro servicio. – Sabiendo que su silencio pudo ser incómodo para la joven, se disculpó. – Creí que usted venia aquí por la fiesta más importante de nuestro pueblo, los pocos turistas que recibimos vienen a conocer sólo nuestras ceremonias. Para el resto del año, no viene ningún extranjero. Contándola a usted, por el momento solo contamos con dos huéspedes, por si se pregunta de lo vacío que pueda sentirse la posada y probablemente sean los únicos extranjeros aquí.

No esperando eso, Irene sólo mostró impresión. Era una coincidencia que haya llegado justamente ese día importante que decía el recepcionista y dueño del lugar.

-No lo sabía. Yo vine sólo a conocer su cultura, supongo es una suerte que llegara justamente hoy.

-Bueno, es una extranjera, es normal que desconozca muchas cosas de aquí. Sea como sea, siéntase cómoda y si lo desea, comparta con nosotros de nuestra fiesta. Hay comida, juegos y espectáculos que incluso cuentan la historia de nuestros antiguos soberanos y el motivo de nuestra celebración. – Amablemente, le sugirió a la joven. Ella animada por la cortesía, asintió alegre.

-Claro, señor. Le agradezco toda la amabilidad. – Y sin decir más, finalmente se movió y su mirada fue a las escaleras que daban al segundo piso.

Cargando con su enorme mochila, llave y toallas; pensaba en la suerte que tenía, y, aun así, se sentía un tanto perdida de no haber leído ese detalle de ese pueblo que desde hace mucho había planeado viajar. Según ella se había informado bien, pero parecía que no. No obstante, lo consideraba emocionante y ansiaba llegar a la habitación para tomar un baño y salir a esa ansiada fiesta en la enorme plaza.

Tan ensimismada estaba en eso, que sintió su hombro y brazo izquierdo siendo interceptados por algo obstruyendo su paso, rápido supo que había chocado con alguien que iba a una dirección contraria a ella. Un tanto incómoda sintiendo que las toallas se iban a caer de sus manos, se supo sujetada por ese alguien sabiendo que esta se desbalanceó debido al leve colapso.

-Disculpa.

-Disculpe, señorita.

Ambos dijeron al unisonó y al sostener el equilibrio en sus cuerpos, se detuvieron mirándose por primera vez, o eso intentaron al no saber qué hacer en un momento tan repentino que ninguno previó. Si bien, Irene veía el brazo del otro sostener las toallas que hace poco el dueño le prestó, y que, quizá de no ser por ese brazo, se le habrían caído al suelo. Entonces puso un poco de atención a la persona que tenía en frente un tanto curiosa y también por la cordialidad de verle directamente al rostro, pues era lo menos que podía hacer luego de disculparse; un joven ligeramente más alto que ella, de cabellos negros y lacios, de una fisionomía muy diferente a la suya con ojos que no eran del todo occidentales.

Sí, eso fue lo primero que pensó.

-Perdóneme, iba distraída. – Habló Irene queriendo romper esa extraña tensión, y el otro no dejaba de mirarla, así como ella lo hacía con él.

-No, fue mi culpa. Noté que se iban a caer y me atreví en sujetarlas. – Mencionando las toallas, la viajera sólo sonrió sacando su jovialidad, transmitía una energía tranquila y cortés.

El joven también quiso sonreír, pero muy ligeramente sin dejar esa seriedad que mostraba desde un inicio a pesar de colapsar con ella.

Y así sin más, sus miradas se despegaron como también el joven apartó su brazo de ella, y cada uno siguió en su propio camino, pues no había nada más qué decir. Aunque, Irene de pronto tuvo la necesidad de voltear por un segundo a donde el otro iba, y pudo verlo estando ya un poco más lejos llegando a las escaleras, observando su espalda y en cómo este bajaba el primer escalón.

El dueño había mencionado que sólo había dos huéspedes en esa posada, seguro ese era el segundo que se refería, o más bien el primero, pues ella llegó después.

Con esa última conclusión sin desvanecer la curvatura en su boca, volvió a lo que estaba y apresurándose llegó a su puerta sin tener ninguna dificultad para abrir. Provocando el ruido de las llaves y el picaporte, aquello llamó de pronto la atención del joven de facciones orientales que volvía a mirarla, apreciando solo su perfil para pronto esta desaparecer, pues la joven ya se hallaba adentrándose a su propia habitación.

Y antes de que volviera a dirigir su mirada hacia donde antes se enfocaba y diera el siguiente paso al escalón, se quedó ahí parado viendo hacia donde había desaparecido Irene. Se mantuvo quieto como si pensara en algo, pero como si no tuviera absoluto interés en ella más que el segundo de curiosidad de hace un momento, quiso seguir su camino y así lo hizo resonando sus pasos en las escaleras de madera.

...

- ¡Por fin! Una cama. – Lanzando su mochila al suelo e Irene dejándose caer en la pequeña, pero muy mullida cama, rápido se abrazó con la única almohada que había ahí.

Con un gesto de alivio y felicidad creyó que luego de tumbarse ahí dormiría por dos días seguidos, pero pronto paró en seco y de inmediato se sentó pensando en que, si seguía ahí acostada, no podría ir a disfrutar de esa gran celebración del pueblo si se quedaba dormida, y que por cierto ya se escuchaba música.

Poniéndose de pie nuevamente y mareándose un poco debido al repentino movimiento, se dirigió a la ventana retirando las cortinas para después abrir los cristales enmarcados en madera. Sacando levemente la cabeza al exterior, recibió un ambiente totalmente diferente a como llegó; las personas ya no se veían apuradas y el bullicio ahora sonaba a festejo.

Su rostro y sus ojos se iluminaron ante el paisaje de la festividad teniendo un toque bastante rústico y cultural, y una gran sonrisa emocionada invadió su gesto motivándola en que debería estar ahí ya. Entonces, volviendo la cabeza hacia adentro y cerrando la ventana rápidamente casi azotándola; de inmediato giró y se fue quitando las botas, su chaqueta la cual azotó a la cama, y ya yendo al baño se fue desatando las trenzas y el par chongos de su cabello.

Sin tener el menor cuidado de dónde dejar la ropa que fue quitándose, pronto se halló dentro del baño sólo con su playera blanca y con sus calzones del mismo color. Ni siquiera se paró en verse al espejo o en cepillar su cabello antes, pues la llave del agua ya la abría y sin fijarse mucho si estaba caliente o fría, quitándose el resto de ropa por fin se metió a la regadera queriendo asearse lo más pronto posible.

Acomodándose el pelo hacia atrás que ya comenzaba a empaparse, sus músculos empezaron a sentirse más relajados al contacto con el agua tibia. Sí, definitivamente necesitaba un baño y ni siquiera lo había notado, pues su única intención había sido solo el quitarse el sudor y tierra de encima luego del largo recorrido para llegar al pueblo.

Si bien, se apresuraría pues solo pensaba en esa gran fiesta.

...

Irene no tardó, un par de minutos tan sólo le tomó para enjabonarse y enjuagarse para después estar cubierta con una sola toalla desde arriba del pecho hasta los muslos. Liberando el vapor que había dejado la ducha, abrió la pequeña ventana del baño y salió de ahí secándose el cabello de manera rebuscada.

No buscó mucho qué sería lo que se pondría, sólo un pequeño vestido blanco y unas sandalias bastantes sencillas; perfectas para una fiesta como esa. Si bien, lo que nunca debería faltar es su cámara digital, aquella que registraba de manera visual todo a su paso y conservar un recuerdo de manera más gráfica.

Sí, ese aparato significaba mucho y no sólo por la utilidad de esta, pues también era un regalo de sus padres en su último cumpleaños antes de que ella emprendiera ese viaje. Era como si los tuviera ahí con ella, quizá un sentimiento raro para una cámara digital, pero así lo sentía.

Un poco ensimismada lo tomó pensando en eso, pero pronto se disponía en ponerla a la vista hasta que terminara de cepillarse el cabello y arreglarlo como ella sabía. No quería hacer algo tan complicado y así se sintió muy cómoda.

Luego agarró la cámara para colgarse al cuello y luego el bolso color crema que usaría para esa fiesta, cargando con dinero y demás que sea necesario para esa noche.

Y así, sin más salió con cierta prisa sin encontrarse a nadie conocido por ese edificio hasta salir. Pareciera que ella era la única que faltaba en disfrutar esa celebración o así lo sentía.

...

Poniendo un pie por fin hacia afuera totalmente renovada y fresca con el agradable aire tocando sus cabellos aún húmedos, palpó de mejor manera el ambiente que hace un momento pudo ver a través de la ventana de su habitación.

Ahora viendo a las personas más calmadas y sonrientes, era algo que le invitaba a formar parte lo más pronto posible. Sin ninguna vergüenza, se acercaba a lo primero que le llamó la atención; un puesto de comida, más en específico de una que vendía una especie de pan o eso le indicaba el aroma que percibían sus fosas nasales, e igual un olor a chocolate le avivó el apetito sintiendo el estómago rugir pidiendo por algo de comida.

Y ciertamente ya tenía un rato que no probaba nada desde la mañana de ese día.

Con un paso bastante despacio, se quiso mover hacia ese puesto, pues la cantidad de gente y sobre todo niños, rodeaban esa zona pidiendo con emoción y con poco orden comprar uno de esos bizcochos.

Irene fue paciente y como podía se movía entre ellos, aunque por un momento temió en que si no llegaba rápido hasta el hombre que servía esos deliciosos panes detrás del stand no alcanzaría a comprar al menos uno. Jamás los había comido y tenía una gran necesidad de probarlos, si bien y antes de se rindiera pues los niños eran bastantes escandalosos y poco ordenados, sintió un par de toques en su hombro que poco la sobresaltó.

Un poco fuertes fueron esos pequeños golpes de ese dedo ajeno hacia su hombro, pero quizá era porque aquel que le hablaba estaba un tanto lejos de ella y con dificultad quiso hablarle, o eso pensó. Volteando automáticamente el rostro hacia ese llamado, se encontró con un semblante serio y cabellos negros lacios un tanto conocidos; era el joven de facciones orientales que había conocido varios minutos antes en la posada, y que, a pesar de estar un tanto lejos debido a la multitud de niños y uno que otro adulto, le gritó un poco para que pudiese escuchar lo que le tenía que decir.

El joven se hallaba más delante de ella a su izquierda, llegando casi al hombre que vendía esos bizcochos, curioso pues en ningún momento lo notó, parecía que estaba tan ensimismada en querer comer algo que no se percató del todo de su alrededor. No obstante, el de cabellos negros le seguía hablando alzando la voz, más no le entendió, pero al ver que este le extendía la mano solo pudo descifrar lo que quizá le quería decir.

Irene no estando segura, pronto sacó de su bolso algo que confundía al otro, y es que la viajera solo sacó un par de billetes y se lo dio al joven que aún mantenía su mano extendida hacia ella. El de cabellos negros solo sintió el papel del dinero y asimilando lo que ella había entendido, prefirió mejor hacer lo que ella pedía implícitamente.

Le compraría el bizcocho por ella, aunque él lo que quería en un principio era tomar su mano y jalarla hasta donde él estaba para que pudiese conseguir su propio pan. Aunque haya sido un plan distinto, cumplía el mismo objetivo y ciertamente hacerle ese favor no le molestaba, era lo mismo.

Entonces Irene quedándose quieta dejando que los niños demás gente siguieran moviéndose, pronto pudo ver como el de facciones orientales llegaba y pedía dos panes, aunque la viajera se quedó pensando, ¿Realmente eso era lo que le quiso decir, que le compraría el pan? O ¿Sólo la quiso ayudar a salir de ahí? Pues él realmente no sabía si ella estaba ahí para comprar esa comida.

La duda le invadió y un poco se avergonzó en que quizá él haya ido ahí a conseguirle su pan en contra de su voluntad. No obstante, pronto ese pensamiento se desviaba viendo de frente al de cabellos negros acercándose a ella con los dos biscochos en sus dos manos.

-Señorita. – El joven le extendió la comida y ella lo tomó con lentitud mientras que él sacaba de su pantalón los mismos billetes que le había dado hace unos momentos. – Toma.

-No, quédeselo. Usted compró los panes. – Irene quiso rechazar el dinero.

-Considérelo como una cortesía de mi parte, se encontraba un tanto desesperada allá en la multitud, y quise ayudarle. Así que tome su dinero. – Sin remedio, Irene lo recibió para después ver una diminuta sonrisa por parte del otro joven.

-Gracias, lamento la molestia. Quizá no era su intención comprarme el pan, no entendía muy bien lo que me quiso decir.

-No importa, a decir verdad, todos estábamos ahí para comprar uno de estos bizcochos. Son muy populares y más cuando se da esta fiesta, no era difícil de imaginar que usted quería probar uno, ¿O me equivoco? La vi y noté un poco su frustración, sea lo que yo le haya querido decir, mi intención fue ayudarla.

El joven le dijo lo suficiente para que Irene se convenciera en aceptar su amabilidad, y así lo hizo. Un poco apenada, pues realmente no se conocían y le hablaba con mucha sinceridad.

-Entonces, se lo agradezco mucho. – Agradeció una vez más y le devolvió la sonrisa al joven.

-No es nada. Disfrute de la celebración.

Así sin más, el joven apartó la mirada de su rostro y siguió de largo yendo a un camino contrario a donde la viajera veía. Aunque igual Irene volteó a verle la espalda que se alejaba mezclándose cada vez más con la multitud, tuvo un déjà vu, más sabía que eso le sucedía sabiendo que su primer encuentro con él la posada fue muy similar; le había ayudado y ahora le veía irse.

...

Casi por terminarse el delicioso bizcocho cubierto con chocolate, Irene se lamia discretamente los dedos mirando a su alrededor. Parecía que todas las atracciones que ofrecían eran más que nada para los niños, más incluso los adultos también se animaban a participar en esa clase de juegos, le parecía divertido de solo verlo y por un segundo se vio tentada en hacerlo igual, aunque no estaba segura si debía hacerlo, a pesar de que su inicial motivo de estar ahí era formar parte de lo que ellos hacían.

¿Sería solo la inseguridad de ser una extranjera? Seguramente y más por no dominar el idioma como un nativo. No obstante, algo llamó poderosamente su atención, los mismos niños que hace poco se amontonaban para comprar en ese puesto de comida, ahora iban y se agrupaban a donde se encontraban varias sillas acomodadas mirando hacia lo que parecía una especie de teatro infantil. Algunos padres los acompañaban y se sentaban junto a los pequeños, y con eso supo que ella también podría disfrutar de ese espectáculo como si fuese una niña más.

Sin pensarlo dos veces, se dirigió y como pudo sin incomodar a nadie, se halló un lugar bastante aceptable, estando en los lugares traseros para no obstaculizar la vista a ningún niño. Así, otros adultos también se sentaron por donde ella estaba y sin esperar demasiado, las luces decorativas que se hallaban por esa zona se fueron apagando dando a indicar que la función estaba por iniciar.

Un tanto oscuro, pero no lo suficiente como para no ver nada; un retumbar de tambores y música sinfónica que le erizaba la piel, hacia un espectacular ambiente en el pequeño escenario que remarcaba una tela blanca se fue iluminando simulando una pantalla. Dentro de ella, pudo ver el interponer de un par de objetos de entre la fuente de luz proyectando las sombras de lo que parecían ser los personajes y escenarios como el castillo que veía y un par de árboles rodeándole.

Irene al ver eso entendió que se trataría de una obra teatral de sombras y con títeres, no es que le gusten mucho ese tipo de espectáculos, pero le parecía lindo, y más para los niños que parecían estar emocionados y atentos a lo que el narrador de esa obra ya estaba contando.

Si bien, aun cuanto hayan comenzado con el relato a la par de los movimientos para agilizar la dinámica entre los títeres, por alguna razón no entendía del todo lo que este decía. Poco podía comprender por lo que los personajes hacían; solo veía un castillo, arboles, una princesa y lo que parecía ser un caballero, de ahí en adelante no comprendía nada.

El idioma de ese país a duras penas lo podía entender, y es que parecían que hablaban con demasiados modismos y muy rápido, eso le frustraba, pues realmente quería aprender y saber de ese pueblo incluyendo eso que parecía ser una leyenda o un cuento épico.

-Diablos, no puedo entender nada... - Hablando en susurro y para sí misma en su propia lengua, estando segura de que no sería oída por el narrador y la música, no evitó sacar una ligera maldición. Aunque sin esperarlo, un leve murmullo y un aliento cálido se acercó a uno de sus oídos sorprendiéndola.

- Fue hace más de diez mil años, según dice el narrador. La historia de un héroe ancestral con el deber de proteger a la princesa y al mismo tiempo, la mujer que ama... - Irene separándose un poco mirando al que le contaba lo que en la obra decían, pudo reconocer nuevamente ese rostro y esa voz sumamente seria, más el idioma que esta vez usaba no era el que llegó a escucharle cuando se conocieron o cuando le compró aquel pan. – Disculpa, ¿Te asusté? No fue mi intención.

- ¿Desde cuándo estás aquí sentado? – Procurando no hablar fuerte, le dijo nada más para el joven de ojos ligeramente rasgados.

-Desde un rato antes de que usted vinera a sentarse aquí, señorita. Usted fue la que se sentó a un lado mío, creí que sabía que yo estaba con usted. – Hablando aun en el idioma nativo de Irene, la viajera se sorprendió, pues no recordaba haberlo visto ahí sentado cuando ella llegó.

-Perdona, es solo que no lo vi y honestamente, si me asustó que me hablara así nada más al oído. – No lo dijo molesta, pero tenía que sincerarse de que eso fue un tanto extraño.

-Le ofrezco una disculpa, es solo que pensé que cuando dijo que no entendía nada me lo decía a mí. – Calmado se excusó, realmente se le veía un tanto apenado, pues a comparación de la expresión que tenia de las veces anteriores que se encontraron, esta vez mostraba un rostro abochornado; cejas más juntas y ojos más abiertos junto con una pequeña mueca preocupada.

-No, quiero decir; está bien, fue un mal entendido. No quise ser grosera ni nada por el estilo, también discúlpame, es solo que no lo esperaba. – Irene al ver ese aire angustiado por el error, le dijo en un tono más suave.

Entonces, hablándose más cerca uno al otro para no incomodar a los demás, el joven mostró un semblante más sereno.

-Si no le incomoda, puedo traducirle un poco de esta obra si es que realmente le preocupa saber sobre esta leyenda. – Ofreciendo su ayuda como debió ser desde un principio, caballerosamente le pregunto siendo más suave en su voz.

Irene encantada con ese gesto, aun cuando al inicio se sobresaltó, lo aceptó afirmando con la cabeza. Aunque antes quiso cerciorarse de que nadie se incomodara de que ellos dos se hablaran y no les dejaran oír.

Y tanto la viajera como el joven de ojos rasgados se fijaron si alguien más se detenía en verlos enojados quizá, pero parecía que no. El narrador de esa obra hablaba bastante fuerte y todos parecían muy atentos a las acotaciones escénicas y a los personajes que se movían y hablaban.

-Entonces, agradecería mucho si me ayuda a entender esta obra, por favor. – Sin querer decir más para apreciar cada escena, el de cabellos negros asintió y acercando su cuerpo un poco más a la de Irene, aproximó su boca a la oreja de la viajera sin que ambos dejaran de mirar la obra.

-El tiempo no pasa en vano aun sean diez mil años, según canta el viento de este país. – Comenzó hablándole lo más bajo posible, pero lo suficientemente entendible para Irene. – La historia de aquel héroe ancestral de cabellos dorados que simulaban los rayos del sol, que dedicaba su vida totalmente al reino y a la princesa de mítica belleza. – Un poco de música se podía escuchar al fondo, teniendo un ritmo de acuerdo a lo que sucedía y le contaba el otro. – El coraje y determinación del guerrero era el que brillaba entre todos los soldados de este reino, siendo entonces el elegido de escoltar siempre a la doncella heredera del prospero reino.

Irene entendiendo mejor el contexto de lo que veía, ahora podía ver con claridad las figuras de la princesa y el caballero que cargaba consigo una espada siguiendo a la dama de cerca.

-Se dice que se amaban en secreto, pero parecía que su amor era algo imposible pues el caballero no pertenecía a la nobleza. Pero muy a pesar de eso, juraban con el corazón serse siempre fieles sin importar que les depare el futuro. – En las siluetas, se podían ver el cómo ambos personajes se juntaban simulando un beso, pero a la vez, daban una imagen triste al no poder estar juntos como ellos quisieran. – Si bien, cuando parecía estar todo en paz en el reino y entre los enamorados, de pronto llegó aquella súbita oscuridad que opacó esos días soleados. Todos lucharon para vencer a los invasores quien anhelaban conquistar esas tierras y liquidar a los soberanos, pero en su mayoría caían.

En eso, la joven veía la representación de una guerra y a la princesa asegurada dentro del castillo.

-Pero eso no fue impedimento para el caballero, valientemente se enfrentó a toda esa masa invasora teniendo en mente la misión de proteger su tierra y a la mujer que ama. No le importaba si era el último en estar de pie, si su deber era ofrecer su vida hasta el final, entonces así seria. – Eso lo podía ver la viajera, el caballero parecía ser el último en enfrentar al enemigo. – Con osadía sus ropas, cabello e incluso su piel se desgarraban entre más soldados se enfrentaba, quizá para él era algo honroso si moría por su amada princesa, pero para ella no. Claro que no. – En las siluetas, se podía ver a la princesa bajar hasta llegar con el guerrero moribundo. – Sin importar el riesgo, la doncella piso el campo de batalla no aguantando la angustia y desolación de ver a su amor a punto de desfallecer, y estando a su lado sin importar ahogarse en las nubes de la muerte, sus delicadas manos sostuvieron el cansado cuerpo del guerrero.

El ambiente de tensión que manejaba dentro del espectáculo, pudo ver la silueta de la princesa entristecida cargando a su amado caballero a punto de ser atacados por los enemigos. Pero en ese momento, parecía que la doncella miraba a los invasores haciéndolos retroceder.

-Y ante tal prueba de amor, la soberana logró detenerlos, pero ¿Cómo? ¿De qué manera? Nadie sabe, más que la doncella y quizá su amado escolta personal. Y sin esperar a que la piel del héroe terminara de marchitarse, ambos desaparecieron misteriosamente. – Irene en ese momento pudo ver en cómo desaparecían repentinamente del escenario los dos protagonistas, además de ese ejército enemigo que abandonaba el campo de batalla derrotados y algunos morían ahí mismo. – Siendo así, gracias al amor legendario que frenó la destrucción de estas tierras ancestrales ahora es que vivimos en paz y con autonomía. No obstante, no termina ahí, pues bien se cree que de un pronto regreso de los enamorados y como recompensa de ese gran sacrificio; el espíritu del héroe resurgiría de entre estas ruinas con la llegada de su princesa. – En eso, lo que antes fue un castillo, ahora se convertía en escombros y mucha vegetación. – No se sabe cómo o cuándo, pero eso es lo que dice la leyenda desde hace diez mil años.

De pronto Irene dejó de sentir el aliento del joven en su oído a la par que las sombras de la pantalla blanca desaparecían y las luces se encendían nuevamente. En eso, el narrador dejó de oírse y de inmediato fuertes aplausos y los gritos emocionados de los infantes casi la ensordecieron, más esa fue una señal para rápidamente aplaudir al unísono junto con los demás y el joven.

Asimilando la historia que habían contado, le resultaba un tanto familiar, entonces recordó a aquellas piedras azuladas que se ubicaban en el camino que guiaba al pueblo, esos que quiso tocar y a duras penas pudo comprender al leer.

Entonces era esa leyenda.

-¿Y bien? ¿Qué le pareció? – Le habló ya en voz alta y sin necesidad de acercarse para que le escuchase. – Espero que mi traducción le haya sido lo suficientemente entendible y haya podido disfrutar del espectáculo. – Y aunque Irene le haya escuchado claramente, aun pensativa sobre aquella historia, le volteó a ver sin dejar de aplaudir y sin mostrar ninguna expresión diferente.

-Estuvo muy bien, gracias. – Respondiendo y agradeciendo casi en automático, terminó de comprender todo lo que había visto y escuchado, entonces pudo apreciar una tenue sonrisa en el joven de rasgos orientales, parecía orgulloso en su traducción o en el hecho de dominar ambos idiomas a la perfección, o eso es lo que supuso. – Quiero decir, excelente, todo me quedó muy claro.

-Eso me alegra. Por un momento creí que mi acento sería un problema.

-¡Para nada! Se lo agradezco de todo corazón y más por la molestia de traducirme cuando usted también vino a ver este creativo teatro.

-No hay problema, créame. Desde que llegué, no he dejado de escuchar esa historia, todos hablan de ella y no me perdí de nada realmente. Así que, quédese tranquila. – Con eso, la joven viajera se sorprende, pues no se imaginaba que fuera tan famosa, aunque debió suponerlo si incluso esa leyenda se encontraba labrada justo antes de entrar al pueblo. Y parece que además de cultura y tradiciones, su historia y leyendas las tienen muy bien arraigadas. Si bien, no tenía la intención de mencionar aquello, pues fue solo para sus adentros. Solo recibió una vez más la amabilidad del joven, pero luego, Irene de pronto sintió el lugar un tanto vacío y es que en ese momento se dio cuenta de que los dos eran los únicos que aún se quedaban sentados de entre tantos asientos vacíos. Todos aquellos que disfrutaban de la celebración se movían con cierta rapidez o así lo sentía. – ¿Le parece si seguimos disfrutando del festival? – El joven de cabellos negros implícitamente le invitaba a ponerse de pie, parecía que también había dado cuenta que casi se encontraban solos, entonces pronto se levantó y de inmediato le extendía la mano para pararse también.

Reconociendo su caballerosidad, la viajera la acepto y en cuanto estuvo casi a su altura, dejó de sostenerse de la mano ajena y sin preguntar ningún permiso para compartir la compañía del otro; ambos salieron de ese pequeño teatro infantil caminando reiteradamente de entre la gente sin tener la intención de separase, pues era meramente inconsciente el seguir hablando.

– ¿Usted vivió aquí? – Irene preguntó con curiosidad con la intención de querer saber sobre el de cabellos negros, mas aquello descolocó al otro, ¿Vivir ahí en el pueblo? – Lo digo por la facilidad que tiene de entender el idioma de este país. – Viendo su rostro, la viajera pudo interpretar su confusión, pero pronto el otro negó con cierta gracia.

-¡Oh no! Soy un turista como usted, quizá tengo facilidad de hablar esa lengua, y no es que quiera presumir, por supuesto. – Dijo con ironía y con cierta vergüenza, puesto que demostraba su modestia, cosa que sacó una risa a Irene y cierta ternura. Aunque si lo creía y no solo porque hablaba con fluidez y se sabía entender bien, pues este a pesar de haber salido de ese pequeño teatro donde le tradujo, aun le hablaba en el idioma que ella entendía, en su propia lengua materna. En verdad parecía una persona lista, además de reservada. – He estudiado el idioma desde hace tiempo y a decir verdad, he permanecido más tiempo aquí que usted, por lo que puedo suponer.

-Pues este es mi primer día aquí, o debería decir, mi primera noche. Tiene apenas unas horas que llegué aquí y admito que tampoco sabía que habría un festival por lo que en cuanto puse un pie al pueblo, ya era un caos. – Expresó encogiéndose de hombros.

-Este lugar suele ser muy poco visitado y poco conocido, pero vaya que es muy rico en cultura. Tiene la fortuna de estar aquí.

-Sí que lo es, es gracioso que antes de venir investigué sobre este país y este pueblo, y no puedo creer que no me haya enterado de esta fiesta tan importante. Debiste ver la cara del recepcionista en cuanto pregunté el motivo del festival.

-Puedo imaginarlo, si yo fuera residente de aquí también lo estaría supongo, pero no te apenes. No solo es el hecho de que los pocos turistas que vienen es casi solo por el festival. Para esta gente, este pueblo es todo su mundo y suponiendo la edad del señor recepcionista y que ha vivido toda su vida aquí, para él es impresionante. – Le dijo en modo tranquilizador, Irene no lo había pensado así, aunque el mismo hombre antes le había dicho que siendo una extranjera, era natural desconocer varias cosas de ahí.

-Sí, bueno, eso es verdad. A menos de que no sepa que sea un extranjero, supongo que si alguien me pregunta algo obvio para mí en mi propio país, quizá también me sorprendería de su ignorancia, no lo sé.

– Sinceramente lo dudo, aquí son más especiales en el sentido de que sus costumbres son muy arraigadas a ellos y es casi una ofensa el no respetarlas, claro su naciste aquí como mencioné antes. Pero fuera de eso pareces amable, no creo que sobrerreacciones por algo como eso.

-Y sincerándome también, me parece un poco exagerado. – Si bien, se rascó la mejilla un tanto sonrosada por cómo le refería. – Y gracias, qué lindo de tu parte que así me consideres, aunque no me conoces. – Parecía sarcasmo, pero no lo era. Simplemente Irene no sabía cómo responder a tan agradable cumplido sobre su persona y el otro viendo el bochorno en sus pómulos lo supo. – Pero preguntar nunca es malo, aunque los demás piensen qué tan tonto pueda ser. – Sintiéndose en confianza con el joven, ambos caminaban entre el cálido barullo. A pesar de ser tan serio, era abierto de alguna manera y gentil, y pensando en ello de inmediato sintió que algo faltaba. – Bueno, ya que te conté un pequeño dilema mío y me has ayudado ya varias veces. No nos hemos presentado. – En eso, Irene detuvo su andar parando también el del joven. – Me llamo Irene Cujoh. – La joven extendía la mano hacia él en forma de saludo luego de decir su nombre, el otro pronto correspondió transmitiendo formalidad.

-Haruno Shiobana, es un placer, Irene. – Por fin diciendo su nombre, la viajera se sintió más cómoda con eso de alguna forma, más le sorprendía la leve reverencia que hacia el joven luego de presentarse, que por un segundo creyó que este le besaría la mano.

-El placer es mío, Haruno. – Imitando su acción, ella también reverenció como si tuviese un vestido, pues levantaba delicadamente una de sus manos mientras que la otra aún era sostenida por el joven.

Cada uno reincorporándose, siguieron su camino juntos viendo y explorando cada atracción o stand de esa plaza, pero lo que no sabían, es que la gente que se hallaba cerca no dejaban de mirarlos y se detenían en ver cada paso que daban, y esa clase de saludo que ambos hicieron no pasó desapercibida por los lugareños.

-¿Sabe? Y disculpe mi atrevimiento, pero a pesar de tener un nombre y apellido oriental, su inglés parece nativo, aunque no americano. – Temiendo ser imprudente, pregunta con curiosidad, aunque Haruno no lo tomó así y responde sin ningún impedimento.

-Soy británico-japonés, por esa razón tengo la facilidad de hablar contigo sin importar mi acento tan marcado, que casi es una combinación de esos dos idiomas. – Encogiéndose de hombros, comentar su origen era algo muy simple para él, pero de cierta forma impresionaba a la viajera. – Actualmente vivo con mi madre en Japón, y aunque casi no convivo con mi padre, puedo entender a la perfección el inglés británico como mi segunda lengua nativa.

-Interesante, debe ser genial tener dos nacionalidades, pertenecer a dos mundos tan distintos. – En eso, Irene recordó a sus padres. – Mi madre también es así, es parte americana y parte italiana. Supongo que es obvio para ti que yo soy de Estados Unidos.

-No es nada fuera de lo normal, si te soy sincero, es algo simple. Desde que se es un bebé te acostumbras. Y, honestamente, no me he detenido en pesar en ello, de si eres americana o no, pero ahora que lo dices, es verdad, tienes esos modismos y acento que solo los estado unidenses tienen.

-Y no sólo eso, mi padre es mitad japonés también. – Y en esa ocasión, ahora fue turno de Haruno de impresionarse un poco. Y entonces, el joven se acercó más a la viajera analizando su rostro, cosa que la avergonzó un poco.

-A simple vista no lo pareces, pero es cierto, tienes rasgos parecidos a como yo tengo o a mi madre, pero solo un poco.

-Claro yo me siento más americana que otra cosa, pero al menos podemos decir que tenemos algo en común, ¿No crees? Además estar ambos aquí en un pueblo tan recóndito.

- Y de coincidir un mismo idioma, agradezco poder entendernos. Aunque pueda hablar la lengua de la gente de aquí, a veces no es fácil entablar una plática. No soy alguien que suela socializar mucho, pero estar aquí diez meses sin hablar con prácticamente nadie es un tanto tedioso. Me alegra que nos encontráramos.

Irene se animaba con tan lindas palabras, puesto que de algún modo se sentía similar. No obstante, se sorprendió por un detalle.

-Espera, ¿Diez meses? ¿Llevas casi un año viviendo en este pueblo? Me dijiste que eras un turista como yo. – Ahora podía cómo es que hablaba bien la lengua de los lugareños.

-Y no miento, resido aquí como turista pagando de cuando en cuando mi hospedaje en la posada. Sí, la mayoría de la gente puede que ya se hayan acostumbrado a mí presencia, pero no me quedaré para siempre. Es más, partiré de aquí en dos días de vuelta a Japón, tenía pensado irme una semana antes, pero decidí quedarme un poco más.

- ¿Y eso por qué lo decidió? ¿Cuál fue el motivo de tu viaje, Haruno? – Realmente curiosa y asombrada, no notaba que sus preguntabas tal vez eran un tanto bruscas o imprudentes, pues aun ya haya cierta confianza para platicar, aun eran un tanto desconocidos como para que husmeara así sobre sus motivos o decisiones. Haruno no lo tomó así ni nada similar, pero para ese momento, bajó la mirada apenado y pensativo.

- Lo siento, pero no puedo decirlo...– Se disculpó apenado y provocó un parpadeo confundido en Irene. – No lo tomes a mal, por favor. Es solo que es algo así como un secreto para mí, como algo muy personal.

Irene no esperó eso y se sobó el brazo disimuladamente apenada.

-Oh, yo... - Estaba descolocada y avergonzada, pero pronto se dio cuenta de su indiscreción, la impresión opacó su buena educación, no debió preguntar de esa manera o en demandar respuestas. – No, discúlpame a mí, no debí hacer eso, respeto su privacidad, Haruno. No fue mi intención.

-Tranquila, estamos conversando y preguntar ciertas cosas es parte de ello, y eso me agrada. No te sientas mal. Pero puedo decirte, que me siento enamorado de esta cultura y descubrir un poco más de este pueblo fue parte de mi decisión al estar aquí.

La joven escucha y no sintió más esa vergüenza en cuanto Haruno le pidió que no se sintiera culpable.

-Ya veo... – Eso fue lo que dijo, aunque miedo tenia de volver a ser indiscreta o inoportuna con sus preguntas, por lo que hubo un leve silencio entre ambos.

Haruno supo eso, entonces aun siguiendo en su andar dentro del festival, Haruno quiso tener el turno de indagar.

-Y usted dígame, Irene. – Volviendo a llamar su atención, ambos rostros volvieron a encontrarse mirándose a los ojos, en eso Haruno pudo apreciar una vez más, los rasgos tan mezclados de la viajera, un rostro hermoso consideró y que antes no pudo notar del todo. – Si no es indiscreción mía, ¿Cuál es el motivo de su viaje? No por nada creo que estas aquí, en un lugar tan pequeño y escondido como antes le referiste de este país y desde tan lejos.

A diferencia del joven de cabellos negros, la viajera tomó algo de aire antes de responder, como también inspiración para hablar, pues era algo personal e importante también para ella.

-Bueno, ciertamente he estado viajando por varios lados por un largo tiempo, casi diez meses, como tú al mismo tiempo que has estado aquí. Además de querer conocer otras culturas o personas, huh... – Un poco apenada, quiso continuar, pero pronto un rubor cubrió sus mejillas, Haruno no quiso entonces incomodarla, pero la joven continuó. – Podría ser un motivo tonto, pero estoy en busca de algo. Luego de mi cumpleaños y el regalo de mis padres, que es esta cámara. – Señaló el objeto colgando desde su cuello hasta el abdomen. – Decidí hacer este viaje. Y sí, he conocido mucho, varias regiones e incluso hice algunos amigos nuevos, pero por alguna razón, no me siento satisfecha. Y a veces cuando digo mis razones, la gente se burla o lo consideran como algo extraño. No sé si puedo darme a entender, quizá si sea algo raro, no sabría explicar esta sensación.

Luego, Irene se tomó el pecho con algo de aflicción, el otro escuchó atento y en su mente tenía un sentir que podía comprender lo que ella decía. Entonces empezó a negar con la cabeza y tomó su hombro en señal de apoyo, además de que acortaba la distancia entre ellos y se miraban más directamente sintiendo el calor del otro.

-Es admirable lo que haces, Irene. ¿Y qué importa lo que digan los demás? Ellos no saben lo que sientes y no lo comprenderían. – Haruno presionaba su hombro, pero sin lastimarla. Y así, hacían un contacto más íntimo que les acercaba cada vez más que incluso ya sentía su perfume, aunque eso no fue lo que le hipnotizó, sino su mirada llena de determinación que le contagiaba de seguridad. – Aunque muchos quisieran viajar como tú lo haces no pueden, incluso me parece muy valiente. No cualquier persona puede viajar por distintos lugares por diez meses. – Curioso quizá, pues Haruno lo decía como si supiera exactamente ese sentimiento de búsqueda.

La viajera poco comprendía una confianza en él que le conmovía y de alguna manera lograba hacerla sentir bien, pues esa mano que le sostenía el hombro, correspondió el tacto posando su palma sobre ella.

Luego, una enorme sonrisa y no solo con sus labios o dientes, sus ojos proyectaban agradecimiento y seguridad hacia Haruno, y el joven se contagió de esa energía curveando los labios un poco más de lo que antes ha demostrado.

-Admito que es la primera vez que alguien me dice algo como eso, siempre era sólo mi madre quien me motivaba a tomar cada boleto de avión, y aunque mi padre no este del todo de acuerdo, me ayuda de alguna manera. – Conmovida, recordó a sus padres que la apoyaban, aun desde tan lejos, los sentía cerca. – En verdad, agradezco mucho que alguien fuera de mi propio mundo pueda comprender y quiera animarme de seguir esto que siento. Mi viaje ha valido la pena, después de todo. – Con mucha elegancia, Irene expresó con sentimiento, raro tal vez, pues casi nunca suele hablar así, aunque el joven tenía una energía que le invitaba a ser así. – Y no se apure si no quiere decirme sus razones, lo entiendo, pero de igual forma, espero que pueda cumplir el objetivo de su viaje, sea lo que sea.

-También, te lo agradezco de corazón, Irene.

Haruno agradeció con sinceridad, escucharse y entenderse y no solo por el idioma, sino sentimentalmente les hacía sentirse animados e incluso seguros de alguna manera. Así, seguían sin separarse, había una conexión que no parecían extraños entre ellos, tan familiar se sentían que no temían en expresarse con el otro con la mirada o sus ademanes, no temían en abrirse, a pesar de tener unas horas de conocerse y de pertenecer a naciones tan dispares.

Y así mismo, esa familiaridad no lo sentían solo ellos dos. Como desde hace un buen rato, jóvenes y ancianos residentes del pueblo miraban al par, y no sabían si era porque sean extranjeros o turistas.

Algo en ellos les daban una sensación extraña, pero era agradable verlos pasar entre ellos...

...

La noche era oscura y algo fría, las nubes opacaban las estrellas y hacia un viento un tanto gélido que quemarían las mejillas, pero no afectaría en lo absoluto en esa fiesta que parecía interminable.

Irene y Haruno iban y venían a la vez que sudaban de tan agitada algarabía, en varios ratos las risas les hacían doblar el estómago de tanta diversión. Y el que antes se hallaba serio, demostraba mucho más regocijo que ni él se daba cuenta, pero claro era más serena a comparación de la viajera; que se sostenía y abrazaba al otro de cuando en cuando para no caerse debido a sus grandes carcajadas.

Se integraban muy bien con los residentes del pueblo, que además en varias ocasiones les invitaban a varios juegos y estos aceptaban como los demás niños.

Irene a veces se olvidaba y gritaba y maldecía en su propio idioma, aunque para los demás no importaba, ella realmente desprendía una jovialidad agradable y los que la rodeaban le aplaudían animándola a seguir participando. Haruno a su vez que se contagiaba de esa energía, procuraba que esta no se cayera ni nada similar, él era mucho más precavido y esa joven que acababa de conocer le incitaba a ese instinto de protección. Si bien, Irene no tropezaba y ni siquiera tomaba ni una gota de alcohol y parecía ir relativamente tranquila, quizá sea solo por mera precaución del de ojos rasgados, pues era una mujer que estaba sola, o así lo pensó.

Por supuesto comían de lo que los residentes ofrecían, los jóvenes aceptaban y retomaban aire de cuando en cuando eIrene aprovechaba cada ocasión para tomar las fotos que ella gustase, claroincluyendo a Haruno en ellas . El cansancio casi no parecía estar presente o al menos ellos no daban tanta cuenta de ello, las horas pasaron sin que se percataran hasta que varios bostezos los asaltaron hasta cierto momento y algunas carpas de stands cerraban.

-Parece que es hora de irnos, Irene. – Si bien, ambos sentados en una banca de madera, la joven parecía querer apoyar su rostro sobre el hombro de Haruno, pues casi cabeceaba a su lado y el joven por un segundo estuvo tentado en tomar tiernamente su cabeza para que por fin se decidiera en apoyarse sobre él, más no lo hizo.

-¿Qué? Pero si es muy temprano aún. – Con un leve bostezo, Irene dijo tallándose uno de sus ojos. – Sí quieres tú ve a descansar, yo me quedaré otro rato más.

-Pero si ya todos se están retirando, solo te quedarías aquí sola en medio del frio. – Queriendo motivarla a irse, Haruno se puso de pie y como hace mucho rato, volvió a ofrecer su mano hacia la viajera, que tan solo le miraba con los ojos cansados. En eso, Irene volvió a sentir ciertas punzadas en las plantas de sus pies, le dolían más que cuando llegó y aunque hubiese querido levantarse para irse, pues ya consideraba la idea, intentaría estar de pie sin aceptar la mano del otro por esta ocasión, puesto que se concentraba en no pensar en ese dolor.

No obstante, el joven con desconcierto vio cómo Irene intentaba apoyarse por sí misma y con las piernas un poco tambaleantes, ¿Estará muy cansada como para caminar? Si hace rato estaba muy bien, eso pensó. Aunque sus pensamientos se vieron interrumpidos de un momento a otro al ver que Irene perdió el equilibrio, y antes de que pudiera caer de rodillas, Haruno la sostuvo rodeándola con ambos brazos.

-Oye, ¿Estás bien? – Un poco preocupado, pudo ver que la joven se paraba de puntas y su expresión demostraba dolor. – ¿Irene?

-Sí, estoy bien, es solo que me duelen un poco los pies. – Y no sólo era un poco, le dolían bastante y no se sentía capaz de dar un paso. Y antes de que pudiera decir más, Haruno la cargó en brazos, y sin preguntar, empezó a caminar hacia la posada llevando a la joven.

-Ha-Haruno... - Sin haber esperado aquella repentina acción del otro, Irene apenas asimilaba que este la estaba cargando y se aseguraba a su cuerpo rodeándolo por el cuello.

-Si te preguntaba, seguro te habrías negado. – O eso creo, pensó el de ojos rasgados.

-Pues, efectivamente, seguro tú también estás muy cansado.

-Tómalo como otra cortesía, después de todo, hemos pasado toda la noche juntos, sería imperdonable dejarte caminar así nada más y menos te dejaría aquí sola. – Y para ese momento, Haruno le guiñó un ojo con una tierna sonrisa, cosa que le sacó un pequeño sonrojo a la otra. Y aunque haya sido tenue, fue muy notable para el de ojos rasgados.

Entonces sintiendo algo de frio, Irene se abrazó más sobre el regazo de Haruno sintiéndose más cálida, a su vez que el sueño ya se apoderaba cada vez más sobre ella.

...

El camino fue bastante corto, pero por alguna razón, Irene hubiera querido que fuera más largo o por lo menos haber estado así en su compañía más tiempo, y por eso quizá, era una gran razón por la que no quería terminar aquel festival y no había dado cuenta de ello en un principio.

Con los ojos cerrados y todavía en los brazos de Haruno, sintió el calor de la posada, ya estaban dentro y pronto tendrían que separarse.

Se sentía muy cómoda, como si un gallardo príncipe la cargara, casi como cuando lo hacia su padre con ella cuando era pequeña y desde hace tanto que nadie la acobijaba así en su regazo fuerte. Se sentía una princesa no queriendo despertar de un hermoso cuento, tal y como aquel contaron en aquel espectáculo de títeres y que recordaba con felicidad, que Haruno fue capaz de traducirle por cuenta propia.

Todo estaba silencioso y el recepcionista parecía no estar presente, y no se molestaría aun en abrir los parpados, se sentía muy bien así. Luego, los pasos del joven subían unas escaleras de manera tan lenta que creía que hacía para no despertarla o perturbarla de alguna manera; ya estaban en el pasillo y eso significaba que pronto se separarían.

-Irene... - En susurro muy quedamente al rostro de Irene que parecía estar dormida, aunque no lo estaba del todo, pero por un segundo quería pretender estarlo. – Irene, ya llegamos. Es hora de ir a la cama. – Y sin querer hacerle esperar tanto, por fin abrió los ojos pestañeando queriendo despabilarse un poco.

-Por un segundo, creí que estaba soñando... - Comentó para sí misma.

-¿Qué? – El joven no le alcanzó a escuchar, creyendo que le preguntaba algo.

-Nada... – Este sosteniendo uno de sus brazos y dejando que se pusiera de pie con cuidado, la acompañó hasta su habitación sabiendo que aún le dolerían los pies. – Gracias, Haruno.

- No hay de qué, fue un gran placer pasar esta noche contigo. A quien debería agradecerte es a ti.

-Por supuesto que no, hiciste tanto por mi hoy, eres muy atento.

-¿Te veré mañana? – Desvió ese lado de la conversación queriendo asegurarse de que la vería de nuevo. – Después de todo, mañana es mi último día aquí en el pueblo, incluso del país y...

-¡Seguro! Me encantaría pasar el día contigo desde temprano. – Totalmente dispuesta a tener otra noche y esta vez una mañana y tarde con Haruno, de inmediato aceptó, aunque quizá tenía un pequeño sentir de tristeza al saber que sería el segundo y último día con él ahí.

-Bien, entonces. Buenas noches, Irene. – Despidiéndose sin generar ningún otro tipo de contacto, pues el cansancio ya no lo podía sostener más, tan solo le regaló una diminuta sonrisa ante la adolorida viajera, que deseosa esperaba recibir un beso en la mejilla como solían saludar y despedir en ese país y muchos otros, más no sucedió.

-Buenas noches. – Fue lo único que dijo al ya ver su espalda nuevamente irse como varias veces antes, pero ahora tenía un significado distinto. Al saber que este ya no voltearía a verla, fue abriendo su propia puerta hasta adentrarse y cerrarla para ver que Haruno ya hacía lo mismo.

Irene luego de haber cerrado su puerta, se recargo en ella de espaldas y se aventó a la cama sumamente feliz, además de que sus pies por fin descansarían pues ya estaría por dormir, antes necesitaba sacar cierta energía que quería desde hace un buen rato.

-¡Es todo un caballero! – Abrazó una de las almohadas emocionada.

Bien, no se engañaría, le había encantado ese joven de cabellos negros y lacios de apariencia semi oriental. Aunque después pensó que era una pena que solo lo vería un día más y ya.

No importaba de todos modos, no era la única persona que ha conocido en todo su viaje, era normal y ciertamente, se había prometido enfocarse principalmente en su propio objetivo; el de encontrarse a sí misma. De igual forma, agradecía conocerlo, le ayudó mucho por ese día. Aunque en serio no evitaba sentirse encantada por él.

Con ese pensamiento, descolgó de su cuello su preciada cámara, antes de dormir quisiera tomar otro baño. Si bien, al tomar su aparato por un segundo para dejarlo sobre algún mueble, pensó de inmediato en todo lo vivido en ese festival incluso antes de toparse con Haruno.

Sin aguantarse, prendió la pantalla de su cámara, rápidamente quiso ver las fotos que había tomado esa noche en la feria; en su mayoría se veía a Haruno, pero también los mismos residentes, los niños y demás decoración. Veía cada una con detenimiento, como si quisiera memorizar aquellos momentos grabados para toda su vida y revivirlos ahí mismo. No obstante, la última que Irene tomó, veía al joven Haruno más de cerca y sentado con una mano apoyando su mejilla, ni siquiera ella recuerda haberla tomado del todo, y entonces casi inconsciente, quiso apreciarlo; si era apuesto, y a pesar de lo desordenado que se veía ahí, le parecía adorable.

Podría ser eso solamente lo que le llamó la atención esa foto específicamente, pero antes de que hubiese apagado la cámara, algo más captó sus ojos; algo detrás de Haruno resplandecía, un brillante azulado se hacía notar de entre toda esa penumbra gélida del paisaje de ese pueblo.

Aun viéndose a la lejanía, parecía un tanto grande, le parecía una estructura un tanto familiar, quizá antes lo haya visto en internet, folletos o alguna de esas cosas cuando investigaba de ese país.

Si ella había llegado a conocer ese lugar, ese sería uno de sus destinos, saber qué era esa cosa que brillaba debido a la luz de la luna.

Preguntaría al día siguiente definitivamente.

...

Al día siguiente

El aire soplaba una dirección diferente, la naturaleza se abría paso con sus ecos de una nueva mañana. Irene ya despierta y con el cuerpo más recuperado, desde hace rato que había abierto la ventana para luego apoyarse en el marco observando el tranquilo paisaje; la poca gente que se hallaba en la plaza era tan silenciosa que parecía no opacar en lo absoluto con el hábitat de toda esa área, como si aún se atrapase en el pasado de ese pueblo, tan rústico y hermoso.

Todo era tan tranquilo que suspiró bastante apacible, aunque aún un poco somnolienta y sin haberse quitado la bata de baño que le cubría luego de un agradable baño, todavía fijaba su vista a ciertas ruinas que desde anoche le llamó la atención gracias a esa fotografía que había tomado. Casi había jurado haber soñado con ese lugar y todo lo sucedido en el festival de la noche anterior, y ahora que lo veía con la luz del sol desemperezándose, lo observaba con mucha más claridad, y ciertamente no era el único, parecía repartirse más de estas ruinas por un par de rincones más, aunque ese que miraba era el más cercano según su perspectiva.

Tendría la intención de ir y averiguar si era posible ir por esos alrededores, si bien, conocer más sobre su historia era una de las partes importantes de su viaje.

Tiritando un poco por las ráfagas mañaneras, decidió por fin desapoyarse de la ventana y cerrarla. Su piel se erizaba por el frío y ahora sólo pensaba en tomar algo caliente. Y ahora que recordaba, ¿Haruno habrá despertado ya? Habían prometido pasar todo el día juntos y ella imaginaba que sería tomar el desayuno juntos.

Y para ese momento donde sólo era ella y sus pensamientos, un par de toques en su puerta la sobresaltaron, tenía en mente solo al joven de cabellos negros y ojos ligeramente rasgados, pero podría ser también el hombre que atendía esa misma posada.

Cubriéndose más con la bata de baño, rápidamente fue a la puerta y al abrió encontrándose a aquel que ahora creía que había invocado. Con el rostro sumamente serio, pero ahora mirándola y con una leve curvatura en sus labios, este la saludó.

-Irene, buenos días. – Haruno se mostraba elegante y sencillo en su manera de vestir, no como en el festival que vestía de manera holgada una camisa blanca y unos pantalones cafés.

-Haruno, ¿Qué tal? Buen día. – La joven lo observaba disimuladamente y sus ropas eran más sobrias e incluso elegantes, aunque no dejaba ese toque sencillo que combinaba bien con su personalidad reservada, y luego recodó que ella ni siquiera se había peinado, entonces entrecerró la puerta apenas asomando la cara. – Lamento presentarme de esta manera, deme unos minutos y en seguida salgo. – Y sin siquiera dejarle responder, cerró la puerta provocando el revoloteo de los cabellos de Haruno.

Este un poco sorprendido ni siquiera había notado que Irene aún no estaba lista, pero recordando en cómo este iba vestida, un leve sonrojó le asaltó al rememorar sus piernas que estaban en total desnudo y su pecho se veía muy al descubierto por la prenda ligera que usaba, ¿O era una bata de baño? Además de que su pelo parecía estar húmedo.

Tal vez fue inoportuno que le tocara la puerta, ¿Era muy temprano aun? La diferencia de horarios podría aun afectarle a la chica como a él cuando llegó, más que nada viviendo en continentes totalmente dispares y muy lejanos.

Entonces dejando de sentir el rostro caliente por la vergüenza, tal vez debería volver a su habitación y regresar más tarde, no quería apresurarla o incomodarla por su inesperada llegada. El estar todo el día en compañía del otro lo había tomado muy enserio.

¿Habría sido demasiado obvio? Pensó el joven y ahora se arrepentía.

Con esa idea, Haruno giró el cuerpo hacia su propia puerta amagando en encerrarse y esperar pacientemente por ella, pero pronto el ruido de la manija de la habitación de la viajera lo asaltó volviendo la mirada para ver que ya se abría mostrando a una mejor arreglada Irene.

Algo similar vestía como en la noche del festival, mas ahora era una falda, una blusa y su bolso. Eso había sido rápido, pensó el joven.

-Ya estoy lista, perdona la demora. – Dijo con más color en su piel y un brillo en sus ojos, el otro solo volvía a acercarse.

-Hace un momento pensaba en que tal vez vine muy pronto. – Fue sincero, pues la dama pareció estar apenada de que él la viera apenas con unos trapos encima, no obstante, ella negó pronto.

-No es eso, es solo que un poco antes de que tocaras mi puerta, veía el paisaje en mi ventana que me distraje después de tomar un baño. Quien se atrasó fui yo. – Aunque por dentro ella admitía para sí misma que no sabía en qué momento del día ellos dos se reencontrarían, y ciertamente le alegraba que fuera desde muy temprano antes de tomar el desayuno.

-De todas formas lo siento, no es propio de un caballero apresurar a una dama. – Con elegancia lo dijo, y eso alegró a Irene de alguna manera, era muy agradable.

Sea como sea, olvidaron el asunto y ambos salieron lo más pronto de la posada para tomar de una vez por todas su alimento, hacia hambre y algo de frio, entonces Haruno al ser quien ya conocía ese pueblo, sabía muy bien por dónde caminar e Irene le seguía además de asombrarse de cada rincón tan bonito de esos caminos empedrados.

Casi no hablaban y no es que se sintieran incómodos ni nada similar, la viajera parecía distraerse cada tanto y el joven le dejaba ser con su asombro, y ciertamente no era un camino largo, pues sus ojos aguamarina ya visualizaba cierto lugar llena de mesas y sillas, pequeño pero se veía bastante bien.

Irene pronto sintió las fosas nasales guiarse a un olor dulce que casi se sentía como un perrito hambriento apunto de babear, ella amaba las cosas dulces y por alguna razón, Haruno pudo adivinar que a ella le gustaría.

-Huele delicioso. – Un tanto sonrojada, quizá por el sol mañanero o por su emoción, Irene ya adelantaba el paso y Haruno le seguía de cerca.

-Buenos días, pasen, son bienvenidos. – Una joven mujer en cuanto vio al par los invitó a pasar con una bella sonrisa. Sabiendo que ambos eran extranjeros, aunque ya conocía a Haruno, habló en inglés de la mejor manera que pudo.

-Muchísimas gracias. – Respondió Irene alegre y tomando una mesa con solo dos asientos, el otro solo asintió amable e imitó a la viajera.

-Es un lugar bonito, ¿Verdad? – Y no solo refiriéndose al casi vacío restaurante, decía por lo emocionaba que estaba la joven desde que tomaron su camino hacia ahí mismo.

-¡Lo es! Cuando llegué ya era muy noche y apenas me había dado tiempo para arreglarme y disfrutar del festival, me sorprende lo tranquilo que es aquí, no como en la ciudad.

-Será muy rústico aquí, pero incluso está recomendado para las personas que necesitan ayuda terapéutica, el ambiente natural está muy presente por aquí, así que, te encantará toda tu estadía aquí.

-Hola, disculpen la demora, mi nombre es Atroe y por hoy seré quien les atienda. – Llegó educada y dulce la joven de ojos azul claro con un mandil. – ¿Quieren ordenar ahora mismo o solo quieren algo de tomar?

-Yo quisiera ordenar ya. – Sin pensarlo, Irene ya se sentía hambrienta y el desayuno era algo importante para ella.

-Yo también. – Respondió de igual manera Haruno.

-Bien, les puedo ofrecer... - En eso, la amable mujer joven sacaba una tabla de madera con un papel impreso encima, en ella se veía el menú que ofrecían, no era mucho como en otros restaurantes, pero era suficiente, incluso tenían un apartado de comida tradicional del lugar y del país en general.

Irene con detenimiento cada platillo ahí, y los precios no eran para nada excesivos, con eso le demostraba más quizá que efectivamente no recibían casi turistas.

Haruno sin demorarse, pidió una sopa y una bebida para ambos, un agua de sabor ambos estuvieron de acuerdo en pedir. Entonces la joven llamada Atroe anotaba con bastante calma.

-Bien, y ¿Y usted que quisiera comer, señorita? – Preguntando a Irene, ella no estaba segura, entonces pidió lo mismo que su amigo, pero además, una rebanada de pastel de chocolate, con eso, Haruno se supo feliz por alguna razón.

-Excelente, enseguida les traigo su pedido. – Sin querer retrasarte, la joven se retiró dejándolos solos, pues realmente no había nadie más que ellos y una pareja más al fondo pareciendo oriundos del pueblo.

-No sé por qué, pero casi estaba seguro de que escogerías ese pastel, es realmente muy bueno. – Comentó Haruno haciendo reír a Irene. – No soy muy fan de los dulces, pero los postres de aquí, tienen algo que no en todos los lugares tienen.

-Seguramente, y quizá lo supusiste por el pan que ayer me compraste. – Poniendo una mano en su mejilla, le sonrió.

-Podría ser... - Dijo también sonriente, y el viento mecía sus cabellos ambos mirándose sin percatarse de la ráfaga helada, sus narices enrojecían debido al frío, pero parecía no importar.

Era curioso tal vez, que apenas teniendo una noche de conocerse, se sentían cómodos, no se sentían obligados a platicar de algo profundo ni nada parecido. Podría ser que al ser los únicos extranjeros ahí, sentían que podían compartir algo por ese día.

-¡Disculpen! – Llegó la jovencita llamada Atroe de pronto interrumpiéndolos. – Ha habido muchos vientos últimamente, perdón si el viento los molestó. – En eso y ambos sin haberse dado cuenta, la ventana que se hallaba cerca de ellos pronto era cerrada por la joven empleada. Y sin querer, Irene pudo ver esas ruinas de nuevo, no las había notado tal vez por el hambre que ya tenía, entonces ese deseo de ir ahí le invadía de nuevo.

-¡Señorita, una pregunta! – Sin previo aviso exaltada llamó la atención de la otra también sorprendiendo a Haruno.

-¿Sí? – Acercándose más de cerca, la de ojos azules creyó que Irene tendría algún problema.

-Esas ruinas, ¿Qué son?

Sorprendiendo a los otros dos con la repentina pregunta, la joven llamada Atroe volteó a ver de nuevo a lo que se refería Irene, y luego volvió a verla.

-Se dice que son las ruinas de lo que antes fue el reino de nuestro pueblo. No sé qué tanto conozca sobre nuestra historia, pero hace diez mil años como dice la leyenda; era un reino enorme y este pueblo es apenas una pequeña parte de lo que fue la ciudadela. – Más curiosa ahora, Irene escuchaba atenta mirando de cuando en cuando lo que se hallaba a través de la gran ventana del pequeño restaurante. – También es una atracción turista ir allá, aunque se recomienda ir con algún guía. No se sabe realmente qué es lo que pueda haber adentro, algunos dicen que puede estar la princesa dormida o algún monstruo mitológico según cuentan los padres a los niños para que no duerman tarde o si no, el monstruo vendría por ellos. – Extrañada y a la vez divertida con ese dato, es una de las técnicas que utilizan los padres para con sus hijos, y es interesante que lo usen ahí conforme a su cultura e historias. – Claro, dudo que haya algo ahí adentro, más que más ruinas por supuesto, si está interesada en ir, aquí mismo tenemos información de algunos guías si usted quiere y pueda saciar su curiosidad. – Muy amable, terminó de contar la joven obsequiando una sonrisa encantadora a Irene.

-Muchas gracias, Atroe, te diremos si se requiere. – Haruno se adelantó en responder, pues ahora él parecía aún más interesado por la gran curiosidad que demostraba Irene sobre ese lugar cubierta de vegetación y piedras.

-Con permiso, ya les traigo sus pedidos. – La encargada asintió y se fue retirando.

Mirando en cómo se iba, Haruno volvió su atención en Irene y la joven parecía bastante ida, su mirada parecía perdida pero casi estaba seguro que su atención iba a lo que mostraba el cristal que guiaba a lo que quizá antes fue el castillo.

-No sabía que estuvieras tan interesada en ir allá. – Habló casi nada más para sacarla de su trance, entonces la viajera pareció apenarse un poco.

-No lo estaba realmente, es sólo que anoche veía las fotos que tomé en mi cámara, y es como si de pronto se iluminara, no sé, suena tonto. De todas formas, estoy aquí para aprender y conocer, estoy dispuesta explorar cada rincón, incluso yendo hasta allá y averiguar si realmente hay monstruo ahí adentro. – Con ironía, dijo riéndose de su propio chiste, Haruno le miró sólo un tanto divertido.

-Entonces iré contigo. – Con eso de pronto, Irene se sorprende y se sonroja por alguna razón.

-¿Qué? ¿De verdad?

-Sí, claro si no tienes problema que sea hoy. Es mi último día aquí y es el único lugar que no he visitado, a pesar de haber estado algún tiempo en este pueblo.

-De hecho, pensaba en ir hoy, claro, te lo habría preguntado antes, pues quedamos en pasar el día juntos.

-Tranquila, no tenía un plan en específico si te soy sincero. – Guiñándole un ojo de manera discreta, Irene se sintió muy feliz. – Le diré a Atroe que por favor nos dé la información de algún guía. – Haruno estaba a punto de levantar la mano y llamar a la joven mencionada, pero antes de que eso suceda, Irene le tomó su otra mano sujetándola con un poco de fuerza sorprendiendo al joven.

-Espera, no quiero un guía. – Algo seria desconcertó al de cabellos negros, quien de inmediato bajó la mano arqueando una ceja.

-¿Estas segura? Podría ser arriesgado, Irene.

-No vamos a atravesar una selva llena de tigres, aparte, la señorita dijo que solo era recomendable, no pretendo nada más que visitarla desde afuera y ya, eso es todo.

Soltándole la mano, Haruno se mantuvo pensativo, tal vez Irene quería una visita más íntima, y no se le haría tan raro si ella llegó desde tan lejos ella sola a ese país, a ese pueblo.

-No lo sé, tengo entendido que aun sean atracciones turísticas, sin alguien que nos guie podríamos perdernos.

-Pero si se ve tan cerca de aquí. Si quieres, podemos tomar un mapa o algo. – Irene dispuesta en convencerlo, sacó y buscó velozmente en su teléfono celular algo que le indique cómo llegar a esas ruinas. – Mira, tengo experiencia haciendo este tipo de viajes sin guía, siempre voy informada antes de ir a cualquier lugar. – Para eso, la joven le mostraba en su pantalla un camino, tiempo de llegada y rutas más cercanas. Haruno pudo ver que no les tomaba ni veinte minutos llegar ahí, y por algunas fotos, el camino era un tanto boscoso, pero lo suficientemente despejado para los turistas. – Sería algo así como un paseo en algún parque. – Un tanto rebuscado su ejemplo, de alguna manera logró convencerlo, él mismo buscaría información en su propio teléfono, pero aun así lo que Irene le mostró, parecía bastante sencilla la travesía que tomarían.

-Está bien, pero iremos con mucho cuidado y precaución. – Lo bueno es que Haruno la acompañaría, eso fue lo que pensó.

-¡Bien! Entonces, después de desayunar, nos preparamos y partimos hacia allá. – Determinó con una gran sonrisa, desde hace bastante que no viajaba con alguien, y aunque fuera hacia un lugar muy cercano desde donde estaban, le parecía lindo ir acompañada y más por un chico como lo era Haruno, a quien consideraba como un amigo de viaje, aunque sea por un día.

Luego, la joven mesera por fin llegó con la comida del par de extranjeros, Irene alegre comentaba lo deliciosa que se veía y estaba esa comida, en especial la rebanada de pastel tal y como antes le comentó Haruno. No obstante, el de cabellos negros ahora comía en silencio pensando en lo que llevaría para esa pequeña travesía con su amiga.

A decir verdad, esa intriga sobre esas ruinas se logró contagiarse, pero sobretodo, en la curiosidad y la manera intrépida de querer ir de Irene.

...

Bastante rato pasó e Irene se terminaba de acomodar las botas que le servirían para caminar y atravesar la vegetación que estaría pronto por adentrarse. En el marco de la puerta de su habitación dentro de la posada, Haruno esperaba a la viajera y recargado con los brazos cruzados ya listo y vestido casi de la misma manera que ella, además de cargar con una pequeña mochila por si era necesario usar algunas cosas.

Minutos antes había revisado aquella información sobre esas ruinas en su teléfono y decía justo que contratar un guía solo era una recomendación, que no era nada peligroso en sí, y un poco en regaña dientes, quiso creer en eso y en Irene.

-¡Estoy lista! Andando. – Como si el tiempo se le fuera a acabar, Irene ni siquiera esperó a que su ahora acompañante le respondiera o siquiera diera un paso adelante de ella, este pensó en que no imaginaba la emoción de la joven por ver ese montón de piedras, a él también le emocionaba, pero tal parecía que no se igualaba a la de ella.

-Sí, pero no vayas tan rápido, tenemos todo el día.

Siguiéndola de cerca, salieron nuevamente de la posada ahora a una dirección diferente. Yendo a la salida del pueblo que realmente tomó muy poco tiempo, pudieron ver un camino que justo daba al lugar deseado y tal como lo habían visto en internet, y ahora viéndolo mejor, para su suerte realmente no quedaba tan lejos o así lo pensaron desde su perspectiva ya estando parados ahí, al menos el monto de piedras que referían como ruinas que lograban ver era el más cercano, y justo lo que Irene quería ir a ver.

Alejándose del leve bullicio de la gente del pueblo y ahora escuchando solo la naturaleza más de cerca, percibían ciertos cantos de algunas aves y las hojas de los enormes arboles chocar entre si gracias al viento que ha estado haciendo. Un ambiente muy agradable sin lugar a dudas y también debido a los altos troncos, estos los cubrían del sol.

Muy ameno y sus cuerpos que tal vez se encontrarían tensos ya estaban bastante relajados por tan hermoso paisaje y agradable ambiente, y ahora Haruno pensaba que realmente no necesitaban de ningún guía, pues él era el más preocupado respecto a eso.

-Que agradable es aquí. – Irene quien iba delante de él, respiraba con tranquilidad el aire natural que se les permitía. Era fresco y se sentían como si no hubiera un pueblo o una civilización cerca, muy especial se sentía, como si solo fuese una ciudad en ruinas antes los vientos y los rayos solares en vigía de cada superficie que se deje resplandecer.

-¿Cómo es que no vine aquí antes? – Pensó en voz alta y llegó a la par que la joven. – Y parece ser que ya casi llegamos.

Advirtiendo Haruno, Irene miró hacia donde él refería y efectivamente, cada vez más se podía apreciar lo grande que en realidad era. Emocionada, siguió su camino sin pensar y sin esperar al otro.

-Irene, ¡Espera! – Por un segundo quiso tomar su mano o su brazo para seguir con cuidado, pero no advirtió que aceleraría el paso.

-¡Vamos, Haruno! – Como si fuese una niña obstinada, aunque obstinada si era por lo que podía ver. La siguió casi corriendo.

Al trotar y ver la espalda de Irene cada vez más cerca, creyó que esta podría tropezar con alguna piedra o algo parecido, ese deseo de protegerla lo asaltó de repente sintiendo una especie de déjà vu, ¿De qué manera? Ese aire dulce y aflorado chocando contra su rostro mientras que sus piernas esquivaban ágilmente cualquier obstáculo en su camino, junto con esa risa femenina que le inundaba y penetraba de una manera tan familiar, a la vez que se mezclaba con el sonido del viento, sentía que algo así ya había vivido, yendo detrás de una mujer de esbelta figura y emoción que se le contagiaba de cierta manera, aunque la preocupación y su razón de resguardarla a ella era mayor.

-¡Irene, espérame! – Si bien, aun cuando segundos antes creyó que estaría por alcanzarla, pronto esta corrió aún más rápido hasta casi perderse. – ¡Irene!

-¡Haruno, mira! – Cada vez más desde la lejanía, pudo escucharla llamándolo, parecía que había logrado ver de cerca aquello que ansiaba ver.

Ella llegaría primero a las ruinas, eso era seguro y no es que fuera una carrera o algo similar, pero por alguna razón, temía mucho perderla de vista. Y es que las ramas y árboles que les rodeaban no ayudaban mucho, de cuando en cuando no la podía ver y gracias a sus pisadas y risas podía seguirle el paso que ya era muy lejos.

-¡Irene, dije que me esperes! – Cansándose de su necedad, pensaba que en cuanto llegara él descansaría y tomaría aire para después regañarla, pues era imprudente y peligroso que hiciera eso, podría estar todo muy tranquilo, pero seguía siendo un lugar desconocido para ellos.

Un pequeño rato después ya no pudo verla, y solo escuchaba el ruido de las plantas tronar no sabiendo si era por él o por su amiga Irene.

-Irene... - Dando los últimos pasos para por fin subir y llegar al lugar deseado, le llamó esperando encontrarla ahí mirando las ruinas como una niña dentro de un parque de diversiones. – A los primeros segundos de pisar por fin una de esas rocas que antes constituían lo que se dice fue el castillo, no logró verla, por lo que fue rodeando el lugar esperando ver a la jadeante viajera por correr tanto. – ¿Irene? – Esperando verla del otro lado, siguió llamándola, pero no lo lograba y comenzaba a asustarse, ¿A dónde habrá ido si ella tanto deseaba ir justo ahí mismo? – ¡Irene!

Comenzando a desesperarse cada vez más, su pecho bajaba y subía ya no sólo por el cansancio, su estrés aumentaba y temía por Irene.

-¡Irene! – Llamándola cada vez más fuerte, su eco parecía aclararle que ella ya no estaba más cerca de él y es que eso no podía ser posible.

Mirando hacia el montón de rocas, pudo ver que dentro de ellas y muchas enredaderas cubiertas por más hojas muy verdes ocultaban algo que parecía ser una puerta o algo parecido una entrada que se llenaba de muchas más piedras y un hueco se veía dentro de ella.

¿Habrá ido por ahí? Y aunque intentaba ya con sus manos abrirse paso entre las piedras y demás plantas, simplemente no podía, entonces ella tampoco habría sido capaz de adentrarse.

Muy asustado solo quedaba hacer una cosa...

-¡Irene!

____

¡Gracias por llegar hasta aquí! En serio espero que les haya gustado esta primera parte, la que viene es la segunda y la última, antes iba a ser de un solo capitulo, pero al ver que estaba demasiado largo, decidí separarlo por dos capitulo. El que viene está casi listo también, lo iba a publicar a la par que esta primera parte, pero decidí que mejor no xd

También es por eso que me he demorado mucho en actualizar otras historias, despues de esta, pretendo actualizar Prioridad.

AH! Y otra cosa, para los que leyeron Stone Ocean, saben ahora por qué decidí el nombre de Irene xd juars juars

Bueno, eso es todo, gracias.


PROXIMO CAPITULO: Giorno y Jolyne

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