Giorno y Jolyne (1)

Su cuerpo se sentía tan liviano, como si danzara junto a un suave viento y tan ligero como una pluma que creería que se perdería con un simple soplido.

Sus manos se levantaban hacia arriba y su espalda parecía ir hacia abajo, como si cayera y al mismo tiempo flotara, ¿Qué sucedía y dónde estaba? Su mente parecía haberse perdido dentro de un lapso de tiempo que comenzó a pensar que había muerto.

Si bien, su respiración que poco la percibía sobre su labio sintiéndolo caliente, entonces tenía la necesidad de abrir su boca queriendo articular algo, decir un nombre, pero, ¿Cuál nombre? Sus ojos se sentían tan pesados, como si de un sueño tan largo había estado queriendo despertar.

-Ha-Haru...no.- Con dificultad, consiguió decir algo, ¿Eso era lo que quiso decir? Sí, escuchándolo de su propia voz, pudo recordar al dueño de ese nombre; a un joven de ojos aguamarina que delineaba su iris de una manera levemente rasgada, aquel ser humano poseer de una cara que consideraba bonita y sí, le gustaba. Si bien, eso no era lo importante, ¿Dónde estaba él? Sí hace poco que caminaban juntos en medio de un... ¿En dónde? Ni siquiera recordaba el motivo por el que caminaban juntos.

¿Habrá muerto realmente? Creía que sí, se sentía tan entumecida y fría, pero no tiritaba y su memoria era difusa y dentro de su mente sólo lo veía a él y a una pareja que parecían amarla; sus padres, ¿Cierto?

¿Acaso veía toda su vida pasar antes de partir a donde tuviera que ir?

-Papá, mamá, Haruno... - Volvió a pronunciar a aquellos quienes quizá consideraba a sus seres queridos o realmente no lo sabía, eran las personas que más tenía presentes dentro de ella. Quería recibir respuesta de alguno de ellos, pero por alguna razón quería escuchar a Haruno primero o como si él estuviera cerca, tal vez porque era la última persona con la que había estado. Si bien, solo recibió silencio y por un momento se creyó en soledad, pero pronto creyendo caer en la resignación de su posible muerte, alguien la sostuvo de repente y su cuerpo dejó de sentirse fuera de gravedad.

Sea quien la estuviera cargando, soltaba un calor que la acogía con delicadeza y tal vez cariño, sintiéndose segura, creyó estar rodeada por aquel que esperaba le hablara.

Logrando abrir apenas sus somnolientos ojos y con cierta intriga, el rostro de aquel que la sostenía mostraba un gesto conmovido, pero sus ojos...

-¿Haruno? – Con un poco más de fuerza le llamó, ese iris era de él, pero antes de que pudiera hacer algo más, sus sentidos volvieron a opacarse sintiéndose morir definitivamente.

Y es que ahora que recordaba, se resbaló de algún lado y cayó, ¿Cierto? Pero no le dolía nada.

...

Pronto la oscuridad de a poco dejó de opacarle su panorama y creyendo ver una luz naciente frente a ella, además de un sonido que se asimilaba a una voz desde la lejanía pidiéndole que despertara, sintió una suavidad debajo de su cuerpo y un aroma perfumado que le recordaba a las rosas. Y siendo capaz de moverse, pudo abrir sus ojos con más facilidad como si hubiese tenido un sueño placentero luego de un arduo día.

Su vista borrosa se deslumbraba con esa luz cálida que le motivaba a dejar de sumirse en esa somnolencia, para después saber que su mano derecha frente a su cara descansaba sobre una tela aterciopelada de color rojo.

Extrañada, pues no lograba recordar haber estado ahí antes y no parecía su habitación ni nada parecido, respiró un ambiente bastante acogedor como si estuviera en casa de sus padres, pero aquel lugar de su niñez no se parecía en lo absoluto a donde ella estaba.

-Despierta, Despierta...

Esa era la voz suave que había estado oyendo, suponiendo que todavía no estuviera soñando en este momento. Entonces parpadeó y examinó la habitación buscando su origen, pero no había nadie más allí.

Y es que con eso se sentía cada vez más pérdida queriendo volver a cerrar sus ojos pensando que quizá aún seguía soñando, pero todo se sentía tan real y gráfico que incluso la textura de esa sábana de donde ella se posaba la palpaba con suavidad y esa voz que se convertía en una melodía comenzaba a tranquilizarla de alguna manera, como si aquel que le hablaba tuviera el objetivo de hacerlo, como a su vez este se apagaba cada vez más que se sentía más despierta, escuchando solo ya meramente instrumentos.

No estaba asustada, pero sí muy confundida.

Incorporándose lentamente y tratando de acostumbrarse a la luz de la habitación, se tomó la frente creyendo que le dolería la cabeza, pero no lo era así del todo.

Pues, ¿Cuánto tiempo durmió? Era como si hubiese dormido por varios días seguidos.

Sentada sobre ese lecho, se talló los ojos, se sobó la cara y entonces pudo asimilar mejor su alrededor; estaba sobre una cama bastante grande y junto a ella descansaba lo que parecía ser un arma afilada, ¿Una espada? Posada sobre la tela, la empuñadora descansaba sobre la almohada como si durmiera y resplandecía ante la dorada iluminación, aunque eso no era lo que le impresionaba, sino el lugar en sí.

Observando un poco más lejos, aún se creía sumida en un sueño, y es que era un lugar muy hermoso; grandes cortinas que cubrían una gran ventana, un suelo dorado, candelabros ostentosos y una silla junto a una pequeña mesita redonda.

Parecía el cuarto de una princesa, pensó.

Queriendo explorar, colocó las piernas sobre el filo de la cama y tocó el suelo. Aunque no era en sí frío, lo que le sorprendía era en lo pulcro y limpio que era que hasta podía ver en él su propio reflejo, observándose supo que su aspecto era un tanto simple, es decir, solo vestía lo que parecía una bata de dormir color blanco y su cabello era suelto solo con un par de moños que se enrollaban por sí solas a los lados de su cabeza. Si bien, su atención se distrajo cuando vio justo a un lado de su reflejo habían un par de sandalias; unos muy bonitos de color azul oscuro y acabados dorados.

Esperando no molestar a nadie si se los ponía, los tomó y se los colocó sin problema. Muy cómodos a su parecer y parecían exactamente a su medida, sus pies se miraban delicados y finos. Le gustaba como se le veían, aunque no eran suyos.

No queriendo divagar, se paró y con dificultad comenzó a caminar, se sentía un poco entumecida, pero pensaba en que pronto se acostumbraría. Y fijándose en la única puerta de la habitación, tocó la madera de hermosos acabados y luego posó su mano hasta el picaporte dorado, creyendo que estaría tal vez cerrado, lo giró y para su sorpresa estaba abierto.

Un poco temerosa tal vez, la abrió y en el exterior solo asomó sus ojos fijándose si había alguien, y solo lograba ver un pasillo donde las paredes se adornaban de algunos cuadros de marcos dorados.

-¿Hola? – Se aventuró en llamar creando su propio eco por fuera de donde estaba. - ¡Hola! - Más al no recibir respuesta, se dejó ver por completo y dejando la puerta abierta empezó a caminar dentro de ese pasillo.

Resonando sus pasos, sus ojos se distraían observando aquellos cuadros; pinturas donde mostraban parajes verdes y aguas puras que creía eran lagos, ríos y el mar con calmadas olas tocando algunas bellas estructuras. Eran diferentes locaciones en cada una de ellas y ciertamente, transmitían algo de nostalgia o un sentimiento similar en ellas.

Una sonrisa sacaba a la joven, pero no quería tocarlas pensando en que si lo hacía estas se despedazarían.

Así, ya no apartó su mirada al frente y supo que había llegado al final de ese pasillo, pues ya estaba en un lugar diferente y más grande. Ahora el suelo parecía resplandecer todavía más gracias a los grandes ventanales enmarcadas de una tela pesada que tenía como cortinas. 

-¡Qué bello...! - Dijo para sí misma, pues se trataba de un salón gigantesco, grandes candelabros que colgaban del altísimo techo, y un piano se hallaba muy al fondo. Todo parecía brillar, era tan perfecto y elegante. Aunque había algo que no había notado del todo desde un principio.

Y es que mientras admiraba toda esa grandeza, notó algo que había pasado por alto; la música que escuchó cuando despertó ahora lo percibía más de cerca y es que venía justo de ese piano, y mirando mejor, parecía haber una silueta tocándola.

Poniéndose nerviosa, no supo qué hacer en cuanto se dio cuenta de que no estaba sola. Y aunque estaba muy lejos de ella, aquella persona que tocaba el instrumento podría aún no haberse dado cuenta de su presencia quizá.

Pensándolo mejor, ella antes había preguntado en voz alta si alguien más estaba por ahí, podría no haber escuchado por la misma música, pues era tan hermosa la melodía que creería que se encontraba muy concentrado en ella como para notarla.

Lo mejor sería acercarse y preguntar, ¿Cierto? Probablemente sabría cómo es que llegó ahí, normalmente no era temerosa, pero creyéndose en desventaja pensó en que lo mejor sería ser cautelosa.

Con los puños apretados a sus lados junto con su paso decidido y más rápido, su trote ya resonaba en todo el salón. No obstante, el piano seguía opacando cualquier otro sonido y por eso mismo aquella persona seguía sin saber de su presencia, pero lo haría pronto.

Cada vez más podía verle mejor al individuo sumido en su melodía, y aunque le cubriera la tapa negra del piano casi por completo, pudo ver un poco de su vestidura; era negra y parecía tener algunos adornos dorados y aun así no estaba segura de lo poco que lograba a ver.

Así, se puso en frente del instrumento y le habló en voz alta esperando a ser escuchada.

-¡Hola! – Ella esperó, pero un par de notas siguieron oyéndose y supo aún ser ignorada. – ¡Hola! ¿¡Me puedes ayudar!? – Casi gritando, pareciera que consiguió captar su atención o eso creyó, pues había dejado de tocar lentamente y  esperó a ser respondida. Pero para su frustración, pronto volvió a escucharse el piano siendo tocado con gracia como si comenzará una nueva partitura.

Un tanto ofendida y quizá confundida, estuvo dispuesta a pararse detrás de aquella persona y agitar su hombro para que le escuchase, pero antes de que eso sucediera, la música bajó de pronto y la tapa del piano se bajó dejando ver inmediatamente el rostro de aquel misterioso músico.

La joven un tanto estupefacta y la mirada del otro sobre ella del que tanto esperó, aquel con bastante sorpresa como ella, la miraba asimilando quién se hallaba en frente.La joven por alguna razón había dado un paso hacia atrás por el aspecto de ese joven de piel blanca poseedor de cabellos dorados y ondulados que brillaban ante la luz de ese salón.

Luego, pudo ver una grande sonrisa formarse en el guapo rostro de aquel caballero.

-¡Por fin despertaste! – Mostrando cierta alegría, aquel rubio se paró tan pronto del banco en el que estaba sentando y mostrando toda su encantadora y adornada silueta se acercó a ella. – ¿Desde hace cuánto que estás aquí? – El joven se acercó sin medirse y pareciera que este amagó en abrazarla, más no lo hizo. Como a su vez ella pudo ver en él el hermoso rostro que parecía conmovido por su llegada, sus ojos aguamarina demostraban un brillo que sintió que la enamoraba a primera vista, aunque no dejaba de ser un extraño, pensó.

-Estoy aquí desde hace bastante rato, te hablé un par de veces pero me ignoraste. – Aunque estaba más molesta que nada, el otro pareció apenarse y tomando su mano se arrodilló pidiendo perdón.

-Discúlpame, estaba tan sumido en aquella melodía esperándote que me perdí en mí mismo. No volverá a suceder. – Sobresaltó a la joven de nuevo con esa acción, ¿Por qué hacía eso? Podría estar ofendida, pero no era para tanto. Luego, el joven soltó su mano para ponerse nuevamente de pie para ya él poner una de sus manos enguantadas de blanco en su pecho. – De cualquier forma, estoy tan feliz de que por fin estés aquí.

-¿Dónde estoy? – No aguantando, preguntó ella sin dejar de mirarle los ojos que parecía reconocerlos de algún lado, para después ver a su alrededor asimilando un poco más ese lugar que no reconocía. – Yo estaba en otro lugar, con otra persona y de pronto, desperté en la habitación que está más al fondo, ¿Qué pasó conmigo? ¿Qué pasó con él? – Mostrando su angustia, lo único que recibió fue una leve caricia en su mejilla por parte del rubio cosa que le provocó el instinto de alejarse despacio. 

-Todas esas preguntas te serán respondidas, te lo prometo. – Le habló despacio queriendo tranquilizarla. Y volviendo a tomar su mano, este empezó a jalarla más hacia al fondo del salón. – Pero sé paciente, es lo único que te pido, ¿Está bien? – Rehusándose un poco la joven no se dejó mover por él, pero luego este apretujó con más fuerza su mano como si le rogara. – Confía en mí, todo esto tiene una razón, querida mía. Lo último que haría sería lastimarte y antes de eso yo tomaría aquella espada que descansa sobre tu lecho y me cortaría la garganta. – La descolocó una vez más con eso dicho, pero de alguna forma sentía que decía la verdad. – Espero que con eso que te acabo de decir, puedas descansar tu intriga y seguir mis pasos hasta que sea momento de que entiendas lo que sucede.

Logrando convencerla de alguna manera más aún dudosa, se dejó guiar lentamente por aquel que parecía un príncipe y más que nada ansiosa de recibir respuestas, sus pasos resonaban por todos lados y pronto se hallaron cerca de unas enormes y anchas escaleras.

-Mi nombre es Giorno, Giorno Giovanna. – El joven no despegaba su vista de ella. – Y este castillo, es donde he permanecido por mucho tiempo, esperándote.

-¿Esperándome? – Sin comprender nada aún, cuestionó pensando en que se desesperaría muy pronto porque realmente creía que seguía soñando. – ¿Tú quién eres? Y, ¿Qué soy yo para ti exactamente?

-Soy algo así como tu pasado, tu fiel amigo y cuidador. – Llegando al segundo piso, él siguió guiándola a otro pasillo. – Y lo que tú eres para mí, es lo que yo fui para ti alguna vez y que espero aún haya algo de eso dentro de ti.

Quería seguir cuestionando la joven, y aunque aquel caballero parecía muy paciente con ella, le daba una sensación no querer perturbar esa calma que también le transmitía.

-No quiero sonar descortés, caballero. – Queriendo ser más educada con él, este paró en sus pasos dirigiendo su pálido rostro hacia ella dando a entender que la escuchaba atentamente a lo que quisiera decir. – Yo no lo conozco, no lo recuerdo de ninguna manera y...

-¿Estás segura de eso? – De nuevo acercándose de manera desmesurada, la otra por instinto dio un paso hacia atrás, aunque al oler cierto aroma a flores en él que le cautivó sintiendo una nostalgia por un segundo, y creyendo poder descifrar ese sentir, permitió su cercanía. – Si me miraras un poco mejor, quizá pueda recordarte a algo o a alguien. – Con eso dicho en un tono serio, la motivó a hacer lo que él le sugería; sintiendo la cálida respiración del hombre sobre sus narices, mirando sus labios, su cabello dorado que poco cabía sobre su frente no los reconocía, pero pronto cayó en sus ojos y en ellos pudo ver algo familiar. El caballero al notar la expresión un tanto impresionada de la otra, supo que logró reconocer algo de él. – ¿Ves? Te dije que me conocías, aunque no te culpo sí aun no lo logras muy bien, fue hace mucho tiempo después de todo.

-¿De dónde te conozco? – Parecía que gracias a esa cuestión había podido sacar un leve sonrojo en el otro, cosa que por alguna razón también provocó esa reacción en ella, pero, ¿Por qué?

-Dormiste por demasiado tiempo, es muy probable que tengas mucha hambre, ¿Te parece si comemos algo? – Servicialmente cambiando el tema, solo recibió por parte de ella un asentamiento de cabeza extrañada de que no resolviera su pregunta. El otro complacido, siguió guiándola entrelazando su mano con la más delicada y desnuda palma.

Siguiendo el camino, el caballero Giovanna pronto la guió a un lugar muy diferente al salón, y tan hermoso como las otras habitaciones donde ya ha estado, la jovencita se impresionó por lo enorme de aquella mesa que pareciera estar hecha de oro y plata.

Rápidamente, el de cabellos dorados se separó de ella y jaló una de las sillas acolchonadas de terciopelo azul.

-Por favor, toma asiento, ha estado reservado solo para ti y no lo recuerdas, pero te gustaba mucho este lugar por la vista que daba. – Sin cuestionar, la joven se sentó como lo pidió el otro y encantada con lo que veía en frente se fascinó de aquella vista detrás del ventanal.

-Es hermoso, se parece mucho al paisaje de uno de los cuadros que estaban en el pasillo por donde pasas a la habitación.

-Es justamente ese paraje, fue pintado porque precisamente era de tus favoritos. – Luego, parándose junto a ella, le acercó un plato de plata y varios cubiertos junto con un par de copas de vidrio. – No es mucho, pero espero puedas deleitarte de esta comida. – Cuando lo mencionó, la joven miró a un costado y supo que había deleitosa comida servida sobre una vajilla colorida y brillante; frutas, lo que parecía ser un pavo asado y varios postres.

-¿Qué? ¿En qué momento? Cuando llegamos no estaba eso aquí. – Veía curiosa el alimento sobre la mesa y ahora podía oler con cierto hambre el arome apetitosa que desprendían. – Tampoco creo poder comer todo eso.

-No te preocupes, si me lo permites, quiero compartir contigo esta comida. No he querido alimentarme de ninguna manera hasta que estuvieras aquí. – Sentándose a su lado, sorprendió a la otra, ¿Cómo de que no ha comido?

-¿Es una broma? Te verías realmente mal si de verdad no hubieses comido nada, dices que he dormido por mucho tiempo, ¿Cuánto esperaste? – Ella posando el dorso de su mano sobre la mejilla y la frente del rubio, este sacó apenas una leve carcajada para luego tomar esa misma mano delicada y besarla.

-Comer para mí desde hace mucho que no es necesario, pero la fortuna de saborear comida como esta y junto a ti vale la pena hacerlo. – Agarrando los utensilios para tomar la comida, primero le sirvió a ella y luego colocó su propia porción, pero en cuanto vio la vacilación por parte de ella, pronto dejó su propia cuchara. – Adelante, no probaré nada hasta que tú lo hagas. – Ofreciéndole y la otra aun reservada, tomó la cucharita más pequeña que ella sabía era para deglutir postres y acercando el plato que contenía una rebanada de pastel, pronto con el cubierto partió un pedazo y lentamente lo llevó a su boca pronto sintiendo un dulzor agradable en sus papilas.

Sus ojos se abrieron por tan delicioso sabor a chocolate, lo suave y lo esponjada que era sonrosó sus mejillas alegrándola que casi quiso bailar. Y es que la joven demostraba una expresión alegre ante los ojos del otro, tenue pero real que parecía fascinar al caballero provocandole también demostrar su satisfacción ante tan natural reacción.

-¡Es delicioso! – Exclamó encantada y tomando otro pedazo hacia su boca, sentía que casi quería llorar y no sólo por tan deleitoso postre, ella saboreaba como si no lo hiciera hace siglos. – Me encanta...

-Sabía que te gustaría, siempre has tenido una preferencia especial por los dulces como este. – Como acto seguido, el rubio también tomó un pedazo de su propia rebanada, y sí era así de delicioso como ella decía, ahora siendo su turno de saborear. – Es bueno comer de nuevo.

-No debiste esperarme. – De pronto, se hizo escuchar la joven asombrando al otro como si ella hubiese dicho algo imperdonable. – Quiero decir, no tienes que dejar de disfrutar ciertas cosas solo por mí. – Cómo si la joven poco a poco dejara de cuestionarse cada cosa, ahora parecía reflexionar y disfrutar el momento que estaba viviendo con Giorno. – No me quiero imaginar a un caballero como tú sufriendo solo por mí y dejar de degustar algo tan delicioso como esto.

Ahora ella tomaba el brazo de este casi como si estuviese tentada en regañarlo, y ciertamente le miraba de una manera que parecía conmoverlo. El joven parecía mostrarse feliz al ver que ella se preocupaba por él y con eso, tomó el rostro de la fémina con ambas palmas negando esa idea.

-Me pides algo de lo que jamás habría podido hacer, mi dulce doncella. Para mi estas cosas son solo representan lo dichoso que estoy ahora que apareciste aquí, mi agonía no se trata de si como o no. – Dijo ambiguamente como si no quisiese entrar en detalles y eso solo provocó cierta aflicción en la joven.

-Entonces, no hace falta para mí comer tampoco. – La joven poniéndose de pie, le ofreció su mano al rubio y este encantado como a la vez sorprendido, la acepta para que después la doncella le abrace del brazo del.

-Jolyne. – Giorno nombra a la joven y está voltea curiosa.

-¿Sí, Giorno? – Atendió en un tono más apacible mientras que no dejaba de abrazarse en él.

-¿Quieres bailar un poco como antes lo hacíamos a escondidas? – Preguntó provocando el parpadear de la jovencita, aunque después asimiló la propuesta y una enorme y brillante sonrisa se asomó en ella.

-Me encantaría. – Emocionada, pronto y sin que Giorno lo previera, Jolyne posó sus labios sobre la mejilla del más alto y le plantó un afectuoso beso.

En eso y con el corazón palpitando de alergia para ambos, de inmediato la misma melodía que Giorno tocaba hace rato empezó a sonar desde el salón.

La pareja encantada sin preguntarse quién estaría tocando ese piano, tomados de la mano salieron del comedor más apresurados que como cuando llegaron; pues solo había una cosa en sus mentes para esos momentos. Y es que ninguno se daba cuenta, pero tanto Giorno como Jolyne al trotar sin soltarse uno del otro sus vestiduras cambiaban según los segundos que pasaban; el aspecto del caballero se alteraba a uno más limpio portando un traje que se asemejaba a la de la fémina con adornos florales. Mientras la bata blanca que ella cargaba transición a un largo vestido color azul que se arrastraba en el suelo. Así, también el cabello de Jolyne se trenzaba por sí sola. Conservando las mismas sandalias azules, sus pasos iban confiados ya memorizando cada rincón de ese pasillo como si hubiese vivido ahí por toda una eternidad.

Y Giorno, siempre fue su caballero fiel.

Ambos bajando las anchas escaleras y posándose en medio de ese salón que parecía resplandecer por sí solo. Reverenciaron uno frente al otro haciendo más formal la invitación para su baile.

Sin hablar, la pareja por fin se unió ansiosa con una sonrisa para comenzar a danzar. Y sin ninguna pena y plena confianza, cada uno se afianzaba al cuerpo del otro como si ya antes hubiesen tenido un roce todavía más íntimo.

Sus pasos rítmicos y gráciles iban despacio y sus miradas no dejaban de separase ni siquiera para parpadear.

En ese ritual, parecía que la añoranza y la nostalgia que antes invadía el lugar se desvanecía, así presentándose un sentir que ninguno se detenía en analizar. El ambiente ya tomaba un significado distinto y sus corazones palpaban un descanso con solo tocarse y apreciarse.

Cargaba con su cintura que ella con fe se dejaba casi caer hacía atrás, levantando los brazos y los dos girando con gracia hacían un espectáculo hermoso. Ambos perfectos complementándose espiritualmente que incluso tenían una armonía entre los dos en sus pasos de baile. Aunque posteriormente, Giorno volvió a atraerla sutilmente hasta pegarla hacía él; y entonces la joven descansó su mejilla en él y lo abrazó casi colgándose del cuello cerrando los ojos.

-Querida, Jolyne. ¿Te gustaría oír una historia? – Casi en susurro hacia su oído, le dijo a la doncella que sin más asintió.

-Por favor, quiero seguir escuchándote. – Ella realmente sin saber qué escucharía, se mantuvo en su regazo con los brazos del otro ya rodeándole con cariño y aunque solo danzaban ligeramente con mínimos pasos de vals, era un momento muy íntimo para los dos. 

-Estoy seguro de que ya la has escuchado antes en diferentes voces o quizá en otros lugares, pero quisiera que pusieras atención como si fuese la primera vez y la sientas tal y como yo la siento, ¿Está bien?

-Lo que tú me pidas, Giorno... - Como si fuese una pequeña niña somnolienta, siguió meneándose junto con el otro, que este apoyando su mejilla contra la cabeza trenzada de Jolyne, cerrando los párpados por unos instantes tomaba fuerzas e inspiración para por fin responder todas esas preguntas que en un principio ella exige, y no sólo eso, encomiendose a la esperanza de que su querida doncella retomara ese sentimiento y promesas que había jurado con él.

Por fin y después de tanto, era el momento.

-Fue hace más diez mil años, cuando yo era un niño. – Comenzó procurando no hablar tan fuerte sobre su oido, abrazó con más energía a Jolyne. – A una niña yo conocí, era más pequeña que yo y de un rostro tan hermoso y sonrojado por el llanto que creí que era un ángel, que por mi mente infantil creí que se había lastimado por caer del cielo. – Volviendo a separarla levemente de su cuerpo, tomó una de sus manos para tomar una posición diferente para bailar, y es que Giorno, quería ver la expresión de la doncella. – Y no era más que una dulce princesita que se había perdido al querer buscar a su madre dentro de las caballerías. – Jolyne dejándose guiar, levantó el rostro atenta a sus palabras que parecían soltar ternura por ese par de niños. – Y yo siendo el hijo del general, no aguanté en saber cómo era tocar la textura de sus mejillas húmedas queriendo aventurarme a descubrirlo. Ella claro no lo aceptó, pues era un extraño para ella y ciertamente, ninguno sabía que ese primer momento en sus vidas, tomaría un significado importante para ambos...

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Amigos! Como están? Lamento la tardanza, pero debo decir que este fic yá se terminó de escribirse en mi compu xd solo había que corregir cosas y con ayuda de mi colega es que ya pude actualizar acá (admito que no me gustaba como estaba quedando)

Espero les haya gustado y pronto la siguiente parte ✨

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