Capítulo 7


Lo primero que Chris me mostró fue la gran sala - comedor. Un buen lugar para pasar el rato, pues contaba con una Smart TV 5.0, una pantalla plana capaz de funcionar al reconocer los movimientos del cuerpo humano, a una distancia máxima de 10 m; cómodos y extensos sofás propios del año, muy tecnológico a decir verdad;una gran biblioteca empotrada en dos de las paredes que conformaban la sala; y una cálida chimenea, ahora encendida, que permitía observar al otro lado de aquella sala: lo que correspondía al comedor. Pero antes de pasar a ese respectivo lado, nos detuvimos frente a una ventana panorámica que permitía observar la vista del exterior.
Un hermoso valle, rodeada de grandes y verdosas colinas llenas de todos los colores de flores existentes, que pude reconocer. Y el respectivo colorido del inicio del crepúsculo: nubes rosadas y anaranjadas, rodeadas de un típico cielo morado azulado. El sol no se observaba por la disposición del ventanal.

Mi agrado y admiración por tal belleza de la naturaleza debió notarse mucho, porque Chris sonrió al verme, y dijo:

-Hermoso ¿no es así? Aquí podrás permanecer cuanto desees y cuando quieras. Y hay más, podrás contemplar las estrellas, el cosmos que tanto te apasiona.

Detuve mi admiración del paisaje y, anonadada por sus palabras, lo observé.

- ¿Cómo... cómo sabes que amo las estrellas?

Mantuvo su sonrisa, respondiendo:

- Es mi trabajo saberlo.

Su respuesta no despejó mi duda. ¿Por qué era su trabajo? Todo eso me parecía extraño.

Volví mi mirada al paisaje. Ya habría tiempo de despejarlo todo, pensé.

-La panorámica está dispuesta hacia el Este, podrás observar un paisaje de primera en cada momento del día o de la noche.
Acabó por explicar.

- Bien... creo que este ya es mi lugar favorito.
Expresé.

Eso quería decir que de día podía observar el amanecer y era un lugar privilegiado para contemplar la naturaleza en funcionamiento. Y de noche podía observar y continuar estudiando las estrellas que aparecieran por el horizonte, respectivamente en cada época del año.

-Aún no acabo de mostrarte tu nuevo hogar.

Dicho esto, me invitó a que lo siguiera, y así lo hice.

Me mostró pronto la zona de comedor: contaba con una mesa central, de madera de caoba, que podía ser extendida o retraída, según el número de personas que se encontraran presentes. Las sillas eran del mismo material, combinaban muy bien con la mesa.

En una esquina hacia la izquierda (siempre desde mi posición, en la entrada hacia la zona) se hallaba un pequeño bar, con un corto mesón de mármol pulido y sillas altas sin respaldo, donde sentarse y disfrutar de un trago. Las copas, muy relucientes, de todos los tipos y tamaños se hallaban boca abajo, guindados del techo del bar en sí, y las bebidas estaban dispuestas de mayor a menor tamaño y en órden alfabético en una despensa empotrada en esa esquina. También había una máquina dispensadora de dulces, transformada para que combinara con la decoración hogareña y sirviera de manera digital, donde te dispensaba al detectar tus huellas digitales, las cuales debían ser previamente configuradas en el procesador de la máquina. De alguna forma mis huellas ya habían sido analizadas y guardadas por la misma.

-Adelante, toma lo que quieras.

Me invitó a hacer. Lo vi, un poco desconfiada, pero luego procedí a tomar algún muy merecido dulce. La pequeña pantalla, al colocar mi mano sobre ella, escaneó mis huellas y al saber que me había autorizado a operarla gracias a un pitido afirmativo, toqué el botón del sitio donde se hallaba el dulce que deseaba. Pronto tuve entre mis manos un delicioso twinkie de fresa, que disfruté comiendolo con lentitud, como acostumbro degustar un dulce.

Siguiente lugar a mostrarme: la misteriosa habitación cerrada hallada a un lado de la cocina. Al ser aperturada, una oscuridad bañada de ciertas luces led me sorprendieron al lograr mostrar varias consolas y máquinas.
¡Era una sala de video juegos!

Ya no tenía dudas al respecto: se trataba de una casa de soltero.
Chris supo en qué gastar su dinero (?).

Pronto seguimos arriba, donde me señaló la que era su habitación (durante mi estancia en esa gran casa pude detallar todo lo que en ella había), me mostró una sala de ejercicios hallada a un lado de sus aposentos donde, como logré observar después, pasaba tiempo en las tardes libres para mantenerse en forma.

Y por último mi habitación. La había acondicionado de manera que no me sintiera encerrada o aburrida. Podía conseguir además de mi gran cama (super cómoda por cierto) un escritorio donde podía dibujar, escribir o navegar un rato en la laptop morada que había colocado ahí para mí; en un pequeño sofá podía descansar o leer algún libro, como deseara, o podía observar a través de mi ventana el otro lado de la zona: un extenso lago de magnífico color verde azulado enmarcado por lejanas montañas altas y nevadas de las cuales se ocultaba el sol.

Era un lugar perfecto. Lo había pensado todo, eso estaba claro.
No supe cómo reaccionar ante todo.

-Yo... solo puedo decir muchas gracias, Chris.

Dicho esto le extendí mi mano, no deseaba caer nuevamente en la emotividad, pero él no lo permitió. Observó mi mano, y sonriendo negó con la cabeza, dando a entender que no la estrecharía, y lo demostró también. Lo que procedió a hacer fue abrazarme con fuerza y levantarme del suelo (sí, la diferencia de altura era muy notable), emocionado. A los pocos segundos me bajó de nuevo.

-Me alegra tenerte de vuelta...

Una última palabra dijo, que no logré escuchar y me mantuvo en suspenso, antes de irse a su respectiva habitación. Estaba cansado, se le veía.

¿Qué rayos había pasado?

Ya no quería pensarlo, y por ello decidí que lo mejor era descansar. Probablemente no despertaría hasta el día siguiente, habían sido muchas emociones y situaciones para mí. Era mejor, como decía un hombre muy conocido por la humanidad, bastarle a cada día su afán.

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