Capítulo 3

Desperté en la cama de lo que aparentaba ser un cuarto de hospital militar. Mi frecuencia cardía mantenía seguimiento, a juzgar por el monitor avanzado que se hallaba a mi derecha y el sonido de aquel molesto pitido repetitivo que seguía mis pulsaciones.

Observé luego mi mano derecha, sentía una presión  en una pequeña zona de ella, al parecer una diminuta herida ahora cerrada, causada por algún tipo de inyección con una jeringa.

Recordé lo que había sucedido y rapidamente me retiré la manta que me cubría del frío y subí un poco la camisa que portaba para dejar al descubierto mi abdomen y así observarme. Ahí miré varias cicatrices que parecían no ser tan recientes, llegué a contabilizar más de siete sólo en esa zona y al ver mis brazos me di cuenta de que no había reparado en las cicatrices que tenía en ellos también.

Mi confusión iba en aumento cada vez, estaba claro que esas cicatrices eran el recuerdo de cada impacto de bala recibido en mi cuerpo aquella supuestamente última batalla, pero se suponía que debía estar muerta, estaba muy segura de que había fallecido; toda mi fuerza y mi sangre me habían abandonado. Pero no, aún continuaba con vida.

Imposible.

¿Dónde demonios estaba? ¿Quién y por qué me había llevado a ese lugar y me había revivido?

Pronto lo sabría.

Como si de leer mi mente se tratase, alguien abrió la puerta de par en par y se mantuvo, de brazos cruzados, apoyado en el marco de la misma unos segundos, observándome.

Mi primera reacción, antes de que quien fuera abriera la puerta por completo, fue bajari camisa para esconder mi abdomen, aún sin haber visto al responsable de tal osadía. Fue luego de eso que me percaté.

No, no podía ser posible. Él no.

Quedé atónita ante la aparición de ese ser humano. ¿¡Qué hacía él ahí!?

No me fue posible articular una palabra, solo lo veía, anonadada también, con los ojos llenos de ira y odio.

Sé que no es bueno tener rencor u odio en el corazón, pero hubieron ocasiones en los que me fue imposible evitarlo.

Finalmente, él decidió hablar primero.

-Me alegra verte consciente, Mady.

¿¡Mady!? ¿¡Cómo rayos podía dirigirme la palabra y decirme así!?

-¿Qué diablos haces aquí, Chris?

-No me hables así, por favor. Fui yo quién ordenó revivirte y devolverte tu salud, porque me he dado cuenta de que...

Hizo una corta pausa.

-De que me he equivocado en todo, aún más en mi actuar.

Dicho esto, se acercó a mí.

-Perdoname, - continuó - te pido que por favor  me perdones por todo, Madeleine.

Oh Dios, no podía ser.
Observé en su rostro un gesto de sinceridad, de arrepentimiento, aún creo que mi inocencia seguía intacta para ese instante, porque aunque dudé, lo perdoné. Le tuve compasión...

Parecía ser la respuesta que esperaba de mí, porque luego sonrió levemente y tras agradecerme y desear buenas noches, se retiró cerrando la puerta tras salir.

Quedé sola, pensativa.

Por lo que había dicho supe que no era de día; la habitación carecía de ventanas, era la causa por la que no podía saber exactamente el tiempo ni observar la luz o la oscuridad propios del día y la noche. Pero mis pensamientoa se vieron interrumpidos por una súbita disminución de mi energía, lo que provocó que cayera en un profundo sueño, hasta el día siguiente.

Desperté confusa nuevamente, aunque recordé en dónde estaba ( por lo menos la habitación) y con quién había hablado la noche anterior.

Noté que la conexión para el seguimiento de los latidos de mi corazón había sido retirada mientras aún dormía. No puedo creer que no haya sentido nada. La puerta se veía cerrada, no podía saber con seguridad si tenía llave.

Me levanté para sentarme en el borde derecho de aquella cama, mis ánimos ese día, a diferencia de la noche pasada, se hallaban en el suelo. Estaba confundida, sí, pero perfectamente recordaba lo que había ocurrido en la Antártida.

Oh chicas, lo siento tanto. Perdónenme.

Las lagrimas no pudieron evitar salir, me sentía tan mal por todo, terrible, culpable.

- Perdonenme, lo siento... lo siento mucho chicas... lo siento tanto bots... perdoname Smokescreen.

Lloraba, la culpa comenzaba a carcomerme, sabía que ninguno de ellos había sobrevivido y todo por mi reverenda culpa. Pagué el precio y aún así evitaron mi muerte.

-¿Qué he hecho?

Y de pronto mis lágrimas dejaron de fluir, había dejado de llorar. Me había dado cuenta de que con ello no iba a lograr nada, sin embargo, mi bajo ánimo continuó intacto.

De pronto, Chris ingresó en la habitación.

Se notaba en su mirada, algo deseaba decirme, algo esperaba de mí...

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