7 | La paloma

—Esta paloma parece que se está haciendo caca. —Takeshi observa mis dibujos tan de cerca que está a punto de golpear su nariz con la pared.

—No critiques los dibujos de Finn, son espectaculares —contraataca Bárbara, quien no deja pasar una oportunidad para defenderme cada vez que puede.

Ignoro su usual intercambio de opiniones y me tiro en la cama. Mi celular, que por lo general se mantiene bastante inactivo cuando se trata de notificaciones, suena con urgencia al recibir un mensaje en Dormies. Desde que le di like por error a esa publicación de mi sexualmente activo vecino, ambos solemos terminar en el chat privado del otro haciendo todo menos tratarnos con respeto. Yo llevo la ventaja, porque él no puede refutar lo que le digo y acaba poniéndose a la defensiva de una forma bastante graciosa.

Sus contestaciones, más que herirme o irritarme, me recuerdan a las de un niño inmaduro.

Isaac Watts

eres un viejo verde de sesenta años?? por qué no tienes fotos tuyas en tu perfil??

Finn. A. Bennett

Porqu no se me dio la maldita gana. ¿Algún problema?

Isaac Watts

OH POR DIOS

AY MI DIOS

GRABEN ESTE MOMENTO

Finn. A. Bennett

¿No tomaste tus pastillas hoy? No entiendo.

Isaac Watts

FINN. A. BENNETT VIEJO VERDE DE 644 AÑOS COMETIÓ UN ERROR DE TIPOGRAFÍA EN SUS MENSAJES

HISTORICO MOMENTO

LE CONTARÉ A MI MADRE PARA Q LO PONGA EN MI TUMBA

"ISAAC WATTS. QUERIDO HIJO. MARATONISTA PROFESIONAL. VIO A SU VECINO ARROGANTE DE LA UNIVERSIDAD EQUIVOCARSE"

ya le saque screenshot jaja

Sus gritos digitales hacen que las comisuras de mis labios se tuerzan en una media sonrisa. Es un idiota, pero un idiota que esta vez tiene razón. Un poco. Escribí "porqu" en vez de "porque" y si bien es un error de ortografía, no de tipografía, es un error al fin y al cabo. Cuando estoy listo para fingir demencia, levanto mi cabeza de mi celular y me encuentro con Takeshi y Bárbara, que me miran como si mi rostro tuviera un millón de dólares en él.

—¿Qué les pasa? —Las sonrisas de mis amigos se amplían, y empiezo a temer por mi vida.

Se observan entre ellos con complicidad antes de volver a centrar su atención en mí.

—Le sonreíste... —inicia Takeshi.

—...al teléfono —completa Bárbara.

Oh, no.

—¿Quién es? ¿Ya conocemos a la persona afortunada?

—Si no la conocemos, ¿podemos verla? ¿Vas a casarte?

A cada palabra que pronuncian, mis amigos se acercan a la cama donde estoy acostado, encerrándome en una esquina de la habitación y haciendo que tenga que retroceder con velocidad.

—¿Es esta persona el amor de tu vida?

—¿Va a derretir el glaciar que es tu alma?

—¿Le puedo cocinar unos muffins?

—¿Puede venir a una clase de boxeo conmigo?

Cuando están tan cerca que empiezo a ponerme incómodo, estiro mi mano para indicarles que se detengan.

—No.

Se miran sin entender.

—¿No, qué? —pregunta Bárbara.

—No lo conocen ni van a conocerlo, no me voy a casar, no es el amor de mi vida, y no va a derretir ningún glaciar. Es mi vecino, el que les conté que vive atrás de esta pared. Nos odiamos y nos hacemos la vida imposible. Ese es el final de la novela romántica que se armaron en sus cabezas.

—Eso quiere decir que le puedo cocinar unos muffins. No dijiste que no a eso —comenta Barb retrocediendo hasta la silla de mi escritorio.

—Si ella puede cocinarle muffins, entonces yo me lo llevaré a mis clases de boxeo —agrega Takeshi, por supuesto complementándose con las palabras de mi amiga.

Ruedo los ojos con pesadez.

—Nadie va a cocinar ningún muffin, Bárbara. —Me giro a observar a la otra parte de este plan malévolo—. Y Takeshi, tú tampoco llevarás a nadie que yo conozca a tus clases de boxeo. ¿Entendido, señores?

Los dos asienten con una expresión de falsa pena. Si hay algo que ambos aman cuando estamos en privado es hacerme enojar. Cuando Bárbara deja de jugar con el lápiz de mi escritorio y vuelve a encontrarse con los ojos de Take, entiendo que su jugueteo no ha terminado todavía.

—Pero sonreíste —dice.

—Yo no le sonrío a alguien que me quita el sueño. Yo tomaría medidas más extremas, como...

—Golpearlo —interrumpimos Barb y yo en sincronía.

—Sí, bueno, perdón, a veces me olvido que ya saben lo que voy a decir. —Takeshi se acomoda los hombros de su camiseta de Guns N' Roses antes de continuar—. Mi punto es que tú no sonríes, Finn. Nunca sonríes.

Barb asiente a la par, dispuesta a colaborar con el argumento.

—¿Y sonreírle a tu celular? Eso es... monumental. Tú odias los teléfonos. Dices que nos aíslan de la sociedad y que fueron diseñados para controlar la privacidad de los humanos. —Empieza a dar vueltas con la silla hasta frenarse y encontrarse con mi mirada inexpresiva—. Así que eso nos obliga a preguntarnos... ¿qué hizo este tan "odioso vecino" contigo, Finn?

Mis dos amigos esperan impacientes mi respuesta. Cuando no les doy ninguna y simplemente les sonrío como un psicópata que está a punto de cortar sus cuerpos en pedacitos, ambos se echan para atrás del disgusto.

—Por el amor a todos los enemies to lovers, Finn. Nunca vuelvas a hacer eso —dice Bárbara tomándose el pecho.

—Ni las muñecas malditas de las películas de terror se animaron a tanto —acota Take, corriendo su largo cabello de sus ojos antes de contestar.

Me propongo a agregar un nuevo comentario para dar por terminada esta innecesaria intervención sobre mi media sonrisa al celular, pero cuando quiero hacerlo, los tres escuchamos un estruendo proveniente del otro lado de la pared.

¿Isaac?

—¿Qué fue eso? ¿Invocaste una muñeca maldita, Finn? No estoy listo para morir, ¡tengo que pasarme todos los niveles del Guitar Hero! —exclama Take perdiendo la compostura, porque si hay algo que representa muy bien a este grupo heterogéneo, es su nivel de infantilidad en situaciones de estrés.

Me acerco a la pared para intentar escuchar voces o movimientos que puedan despertar mi estado de alerta. Sin embargo, no oigo ninguno.

—Como mi vecino los haya estado escuchando...

—¡Entonces sí te importa! ¡Teníamos razón! —me interrumpe Barb con la energía de alguien que recibió un subidón de azúcar—. Tu odioso vecino no es tan odioso como te convences que es.

Revoleo los ojos en un intento por mostrar cuan cansado estoy de este planteo ridículo. No entiendo qué parte es tan difícil de entender. Mientras dejo que mi silencio haga el efecto, veo como Takeshi aparentemente deja de pensar que será devorado por una muñeca maldita y se lanza sobre mi celular, que quedó en el borde de la cama.

Me estiro a alcanzarlo, pero él es más rápido.

—Hora de que lleguemos al fondo del asunto. —Accede a mi teléfono al teclear la contraseña. Me maldigo al recordar que no la he cambiado y que ambos la saben—. Vamos a ver si tu amado vecino nos estuvo escuchando.

Bárbara deja la silla del escritorio y pega un salto para sentarse a su lado. Yo, en tanto, que estaba en el otro extremo de la cama con las piernas pegadas al pecho, no tengo otra opción que acomodarme a su lado y tratar de arrebatarle el celular. Cuando fallo estrepitosamente y me entrego al destino de Takeshi, entiendo de que está a punto de enviarle un mensaje a Isaac en Dormies.

Finn. A. Bennett

putooooOAOAOOA!!

Sal de tu cueva!!

Estas en tu habitación!!!???

saludos cordiales,

tu vecinoaooaoaoaoao

—¿Por qué siempre escribes así? Parece que le das un cabezazo al teclado cada vez que llegas al final de una oración —comento al ver la muy extraña forma que tiene Takeshi de enviar mensajes.

—Es su marca registrada, déjalo —agrega Barb dejando una sugestiva mano en el hombro del rockero al que llama "amigo".

Comparten una mirada cómplice que por un segundo me invita a pensar que hay mariposas recorriendo el estómago de ambos. Fantaseo con la chance de que algún día puedan estar juntos. ¿Estaría feliz por ellos o sentiría envidia de verlos tener lo que yo no puedo? ¿Cambiaría mucho la dinámica de nuestro grupo? ¿Quedaría relegado y se olvidarían de mí con el tiempo?

Barbeshi. Su shipp suena tan bien que, por un segundo, contemplo la posibilidad de que mi olfato romántico esté en lo cierto.

Vuelvo a percatarme de los movimientos de ambos. Están expectantes a una contestación que no llega. Cuando pasan varios minutos y el silencio empieza a tornarse incómodo incluso para nuestros estándares, mi amigo se propone otra tarea:

—No creo que esté aquí. De haber sido así, el famoso Isaac Watts no habría podido contener la emoción y la ansiedad de querer conocerme. Eso es lo que genero en las personas. Soy una persona genial, ya lo sé. —Se acomoda el cabello cuál diva en medio de un concierto—. Sin embargo, no les voy a mentir, ahora el que quiere conocerlo a él soy yo.

Takeshi empieza a scrollear hasta el inicio de nuestra conversación en Dormies. Quiero decir que me importa que lean nuestros mensajes, pero para ser sincero, me da igual. Además, si demuestro interés en respetar la privacidad de nuestros chats, solo les daré más razones a Barb y Take para que sigan hostigándome hasta el último de mis días.

No, gracias.

—Me cae muy bien, parece un tipazo —agrega Take mientras asiente y sigue bajando por la conversación.

—¡Y está preguntando sobre ti! —Bárbara exclama y se propone a hacer una de sus largas suposiciones perfectas cuando ve la parte del chat en donde Isaac me llamó viejo verde—. Quiere poder verte y así darle un rostro a la persona que no puede dejar de pensar, aquel que completará la parte de su corazón que está vacía y que llenará su triste realidad con la llama eterna del amor.

Bárbara tira mi teléfono a un costado de la cama, toma el suyo y se mete en su Instagram. Cuando empieza a tipear "Isaac Watts" me doy cuenta exactamente de lo que se propone.

—No trates de mostrármelo. No quiero verlo, es mejor si no lo reconozco por la universidad —acoto—. Puedo llegar a escupirlo si me lo cruzo en el campus.

No sé por qué siento la obligación de mostrarme tan resentido y malhumorado cada vez que se trata de mi vecino, pero igual lo hago.

—No es un golpe en la mejilla, pero es un avance. Estoy orgulloso de ti. —Take me rodea con su brazo y me da una palmadita en la espalda.

Luego, Takeshi y Bárbara vuelven a compartir una de sus miradas cómplices y se pegotean para ver el perfil de Instagram de mi odioso vecino. Como no tengo intención alguna en hacerlo también, me levanto de la cama y me siento en el escritorio, rodeado de mis últimos dibujos. Por alguna razón que desconozco, lo único que he estado dibujando desde mis intercambios con Isaac son puras palomas.

No sé cuál es mi fijación por esas aves. ¿Será porque tienen las alas que yo nunca podré tener?

—¡¡Finn!! —Bárbara está gritando—. ¡¡Tiene abdominales!!

Levanto una ceja en señal de total indiferencia.

—¿Y a mí que me importa?

—¡Que está buenísimo! —Vuelve a exclamar como si yo no estuviera a dos metros de ella.

—Los abdominales son solo cubos de piel en el estómago. No sé qué le ve la gente de excitantes —agrego tratando de quitarle importancia al asunto.

—Entonces esos deben tener algún poder mágico. Mira que a mí no me gustan los chicos, pero como que me dio ganas de cocinar en la panza de tu vecino.

Lo miro en completa confusión. Bárbara, que sigue a su lado, está perdida en una nebulosa mirando el feed de Isaac.

—Por esa tabla de cuadrados que tiene, digo —agrega para terminar de darle forma a su argumento.

—Puedes darle un cumplido a alguien de tu mismo sexo sin tener que aclarar que ellos no te gustan, Takeshi —aclaro—. Deconstrúyete.

Mi amigo hace una seña en burla y continúa observando las imágenes del feed de Isaac a una peligrosa cercanía. Empiezan a hablar sobre las fotos que tiene corriendo, sobre las veces que subió cosas en la playa, o sobre los retratos familiares que demuestran, según ellos, que tiene una relación cercana a sus padres y hermanos. Hacen teorías e hipótesis de lo más descabelladas mientras se ríen sin parar, concentrados en nada más que en el presente.

Me da rabia que yo no pueda hacerlo.

Como no quiero seguir escuchando ninguna de las cosas que están mencionando, vuelvo a concentrarme en mis dibujos. Tomo el lápiz con el que Barb estaba jugando, y trato de hacer un boceto de una paloma aleatoria hasta que ambos dejen de obsesionarse con el perfil de mi odioso vecino. Sin embargo, mientras estoy dando los primeros trazos del ave, no puedo evitar ponerme a pensar en mi reciente expresión artística.

Siempre encontré mensajes en mis dibujos. Algunos son más obvios, como cada vez que imagino a la mujer rubia y esplendorosa, y otras veces más sutiles, como es el caso de la paloma. Me obligo a cuestionarme sobre el significado puntual que puede tener este animal en mi vida: las alas, el vuelo, la libertad, y el momento específico en el que llegaron a mí.

Poco tiempo después de empezar a discutir con Isaac.

Antes me dije que la paloma tiene las alas que yo no tengo. Pero está claro que mi subconsciente está queriendo decirme algo. ¿Y si estoy equivocado? ¿Y si quizás puedo salir de la jaula? ¿Y si soy yo el que se está cortando el vuelo? ¿Y si mis amigos tienen razón y el destino me puso enfrente algo más que un odioso vecino?

Responder a cualquiera de esas preguntas me da mucho miedo. La jaula es pequeña, contiene y a veces ahoga, pero me da la seguridad que necesito para salir adelante. Hay aves que están hechas para volar, pero otras que nacieron para quedarse enjauladas.

Yo permaneceré por siempre en la mía: aferrado a las frases de Liliana Bodoc, arrepintiéndome del pasado, soñando con un futuro que no será, y negando con terquedad todo lo que cualquier odioso vecino me plantee en el camino.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

NOTA DE AUTOR

Ay, mi Finn. Te abrazo *inserte comentario si usted quiere sumarse al abrazo*

¿¿CÓMO ESTÁN?? ¿CÓMO ARRANCARON ESTE 2023? Cuéntenle al tío Santi que los lee. ¿Qué hicieron de divertido?

En este capitulo nos volvemos a encontrar con la dupla Barbeshi, ¿ahora los aman un poco más o un poco menos? ¿Creen que tienen razón respecto a lo que le pasa a Finn con Isaac?

Pregunta random: ¿les gusta dibujar? Yo no puedo hacer ni una figura con palitos.

En fin, nos estaremos leyendo el próximo domingo con un nuevo capítulo <33 Gracias por los comentarios hermosos que dejan, me llenan un montón para seguir escribiendo y traerles más de está emocionante historia.

Los quiero. Cuídense. Tomen agua.

Su despeinado <3

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