27 | El paso más importante

Su mirada penetra cada uno de los recónditos lugares de mi alma.

—Podemos sentarnos aquí.

En cualquier otra persona, esa mirada sería suficiente para hacer que me aleje. Sin embargo, hay algo en la autoridad y seguridad con la que se mueve Tanya Watts que me resulta digno de admiración.

Por eso la elegí para ayudarme a entenderme, a mí y a este mundo que estoy convencido de que está podrido. Por eso, en vez de correr en la dirección contraria, me quedo cuando me pide que me siente en una de las mesas del lago en las que tantas veces me senté con Bárbara y Takeshi. Los recuerdos duelen, pero ya llegué hasta aquí, así que ahora no voy a echarme para atrás.

—Me sorprende que hayas elegido un lugar público para que hagamos... esto.

—¿Tener tu primera sesión de terapia? —completa, frunciendo el ceño mientras apoya su elegante cartera a su lado. Quedamos frente a frente, y por la posición de la mesa, yo soy el que acaba mirando hacia el lago. Me pregunto si el lugar donde se sentó es adrede y si también es parte de la experiencia de la... ¿sesión?

—Sí, bueno, supongo que sí...

—Es importante que de ahora en más llamemos las cosas por su nombre —me interrumpe con altura, con ese tono de firmeza que desde el segundo uno me inspiró a respetarla.

Tanya saca una libreta de su cartera y empieza a anotar cosas en ella a medida que voy respondiendo sus preguntas básicas. Indaga sobre mi lugar de nacimiento, las dinámicas de mi familia, el trabajo de mis padres, mis estudios y otra sarta de cosas que me voy olvidando a medida que las respondo. No parecen preguntas importantes, pero por la forma en la que su lapicera se mueve en el papel, no puedo evitar pensar lo contrario. Contesto a cada una de ellas con timidez, tratando de sonar seguro de mí mismo, pero sin ser capaz de lograrlo en realidad.

«Estoy muy nervioso... ¿Debería estar aquí? ¿No debería volver a los brazos de Isaac? Ahí me sentía más seguro, no tenía que estar respondiéndole preguntas a nadie» me dice el miedo que siempre me dominó. Me fuerzo a correr esos pensamientos a un costado, pero es complicado. Siempre es complicado cuando se trata de mí y mis inquietudes.

Isaac me advirtió sobre lo implacable que es su madre como psicóloga. No por nada es una de las profesionales con mejor reputación en el estado. Y se nota. Uf. Vaya que se nota. No me deja perderme en mis dudas, va al grano y habla con claridad. Quizás... quizás esas características pueden ayudarme mucho, ¿no? Tienen que hacerlo.

Si no, ¿qué esperanza queda?

Cuando empiezo a sentirme que estoy en un cuestionario liderado por una máquina en vez de en mi primera sesión de terapia, Tanya me recuerda por qué la elegí con unas palabras que logran alcanzarme:

—Lo que estoy a punto de decirte es muy importante —anuncia, acercando su cuerpo hacia mí como si estuviera contándome un secreto, y ablandando su voz—. Este es tu lugar seguro. Siempre lo será. Lo que hables conmigo quedará aquí, entre los dos, para siempre. Por favor, no lo olvides, ¿está bien? Si no podemos confiar en el otro, esto no funcionará.

Le dedico una sonrisa forzada y asiento dubitativo. Me gusta que me lo recuerde, pero sigo estando muy nervioso. Las palmas de mi mano sudan de tanto refregarlas una contra la otra.

—Espero que no le sonrías así a mi hijo, yo que tú le pondría un poco más de ganas con él —bromea, y su boca se abre en una gran y amplia sonrisa, que me recuerda a las que me dedica Isaac con regularidad.

Me río con ella por primera vez, y la tensión de mi cuerpo se afloja un poquito al hacerlo.

—¿Cómo te gustaría que te llame? —Su porte vuelve a tornarse sereno y decidido cuando toma su lapicera otra vez.

—Finn, Finn está bien.

Anota. Qué ganas de robarle la libreta y quitarme la ansiedad de saber lo que está escribiendo sobre mí.

—¿Por qué crees que estás aquí, Finn?

La pregunta me sorprende. Tengo que tomarme unos segundos para contestarla.

—Porque quiero... poder ser feliz. —Verbalizar una frase tan simple y esencial pero a la vez tan ausente es algo que no pensé que llegaría a lograr.

—¿No sientes que lo seas?

Trago saliva. Esto es más difícil de lo que pensé.

—Yo... no, la mayor parte del tiempo no, no lo creo...

—¿Crees que hay una razón en especial por la que te cuesta encontrar momentos de felicidad?

Dudo. La miro con pena, y ella no desiste.

—Sí.

Tanya espera a que sea capaz de hablarle de lo que me sucede por mi cuenta. No está tratando de sonsacar la verdad presionándome, como lo han hecho otros en el pasado. Por eso, me tomo mi tiempo antes de tomar coraje y contestar:

—Yo... no... yo... no me siento identificado con, bueno, ya sabes... mi cuerpo, y... quién soy. —Tanya trata de ocultar como sus ojos brillan. Me pregunto si le estoy recordando a aquel paciente que perdió. Su sensibilidad es el motor que necesito para seguir hablando. Entiendo que delante de mí tengo a alguien que está verdaderamente comprometida con lo que me sucede—. Creo que lo sé hace mucho, por las decisiones que tomé cuando era pequeño, por las cosas que me gustan, y sobre todo... por lo que siento, pero papá y mamá siempre me hicieron pasar vergüenza.

Tanya asiente con lo que entiendo que es una expresión de respeto y orgullo.

—¿Qué es lo que sabes hace mucho, Finn?

Debato mi respuesta por un segundo. Ambos sabemos a lo que me estoy refiriendo, pero creo que ella quiere establecer el ejemplo desde el primer momento, quiere que sea capaz de exteriorizar lo que por mucho tiempo reprimí y que me acostumbre a hablar de ello.

—Que... yo... —Un nudo se infla en mi pecho, pero estoy listo para dejarlo salir—. Que soy una persona transgénero.

La señora Watts me sonríe. Cuando lo hace, siento que estoy en un videojuego. ¿Un adulto está sonriéndome luego de que le reconocí que soy un engendro desagradable que no encaja en esta sociedad? No tiene sentido que me sonría. Siempre asocié mi identidad con cosas feas y oscuras, lejos de cualquier tipo de aceptación de la otra parte. Y la gente de la edad de mi padre y mi madre... bueno, yo creía que tenían la mente cerrada como un frasco.

Como el mundo no se cae cuando soy capaz de reconocérselo, confío en que quizás he estado equivocado. Quizás, en ciertas personas, el frasco sí puede abrirse. O quizás estuvo abierto desde el principio.

—Puedes llorar conmigo si lo necesitas, Finn. Aquí ya no tienes que temer. Yo no voy a juzgarte —me dice, como si estuviera leyendo mis pensamientos y entendiera lo importante que fue el pronunciar esa frase con ella.

Dejo salir unas lagrimitas aventureras. No salen con culpa ni con ese profundo sentimiento de desazón que es pensar que uno está roto. Salen sabiendo del dolor que me causaron otros y que me causé yo mismo todos estos años. Salen con otro sabor.

Salen... con esperanza.

—Ahora ayúdame a entender, pichón. ¿Por qué piensas que tu identidad de género es lo que te impide encontrar momentos de felicidad? —Es respetuosa con mi silencio y me alcanza unos pañuelos de su cartera para que pueda limpiarme.

Cuando vuelvo a tomar valor, decido dejar de pensar en las consecuencias de lo que puedo o no puedo decir. Me torno verborrágico, y empiezo a decirle todo con lujo de detalles. Le cuento sobre los inicios de mi infancia, en dónde me llamaron la atención juguetes que eran considerados de niña, en como fui creciendo y empecé a querer maquillarme y vestirme como chica, pero como mis padres siempre se aseguraron de hacerme sentir terrible al respecto.

—Cuando entendí que ser quien yo quería ser no era una opción viable, empecé a calcular cada uno de mis movimientos.

—¿Calcular tus movimientos?

—Sí, bueno, yo... —Decido no detenerme—. Pensaba en cómo me movía, en cómo caminaba, en cómo hablaba, y hasta en cómo respiraba... Todo para tratar de mantener mis verdaderos colores ocultos y hacer que papá y mamá dejaran de gritarme, de decirme lo avergonzados que se sentían. Yo... yo solo traté de que me quisieran, de que estuvieran orgullosos de mí. Pero eso nunca voy a lograrlo, así que...

Exhalo y cierro los ojos por un instante. Mierda que es complicado olvidarse de los repetidos discursos que me dije y que me dijeron por años. Trato de pensar en la voz de Isaac. En la mirada dulce de Barb. En la postura determinada de Take, listo para defenderme ante cualquiera que quisiera lastimarme.

Y vuelvo a dar otro salto de fe hacia lo desconocido.

—Quiero ser yo el que esté orgulloso de la persona que soy.

Tanya suelta su lapicera y cierra su anotador. La forma en la que lo hace me hace pensar en que esta sesión está excediendo sus expectativas ampliamente, como si no hubiera esperado salir esas palabras de mi boca en un largo tiempo.

—Y lo estarás, Finn. —Sonríe—. Yo te acompañaré al ritmo que tú decidas que quieras ir, pero que estés aquí, diciéndome estas cosas, significa que estás buscando un cambio.

Veo que sus ojos brillan otra vez. Se muerde el labio, al parecer luchando contra sus propios demonios, y al cabo de unos segundos toma mis manos con fuerza, que reposaban sobre la mesa con timidez. No sé si es algo que una psicóloga acostumbra a hacer con sus pacientes, pero está claro que nuestra situación no es convencional, así que recibo su gesto de cariño como lo que es: una demostración de preocupación y compromiso.

—El paso más importante ya lo diste: saliste al campo. Ahora te toca, cuando lo desees, empezar a jugar. ¿Y sabes qué pasa cuando juegas?

Niego, sonriéndole a la par.

—Empiezas a vivir también.

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NUESTRO FINN EN TERAPIA!!!! 27 CAPÍTULOS DE DESARROLLO PARA LLEGAR A ESTE MOMENTO!!!! ¿¿¿QUIÉN ESTÁ EMOCIONADO???

Me emociona verlo acá a Finn después de todo lo que pasó (¡y lo que pasamos nosotros en estos seis meses acompañándolo). Espero, de corazón, que mientras él crecía, caía, se tambaleaba y seguía aprendiendo a vivir, ustedes hayan disfrutando ver su recorrido. Dio el paso más importante, pero todavía falta mucho. ¿Ustedes van a terapia? Si no van, ¿les gustaría, o qué los detiene? Si van, ¿sienten que crecieron humanamente gracias a ello?

Espero hayan tenido una hermosa semana. Si no es así, les mando un abrazote cargado de cariño. Porfi, antes de irse, cuéntenme cómo estuvieron así los leo. Yo arranqué enfermo pero después súper bien, terminando la semana con el hermoso evento en Buenos Aires en donde conocí a muchos lectores bellos <3 Fue uno de los mejores días de mi vida, no exagero.

Gracias de corazón por acompañarme otra semana. Nos falta un buen tramo de la historia, pero ya entramos en la segunda mitad. Nuestros bebés crecen rápido.

Cuídense mucho y tomen awita. Nos leemos pronto.

Los quiere,

Su despeinado <3

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