23 | Ya no más

Me lo merezco.

Solo. Odiado. Jodidamente fallado.

Me merezco todo lo malo que la vida me está dando.

No sé por qué en algún momento pensé que podía ser diferente. ¿Tan ingenuo sigo siendo después de las cosas que he vivido? Mis padres se aseguraron durante muchos años de recordarme que lo que siento está mal, que lo que pienso está prohibido y de que, eventualmente, terminaré ardiendo en el infierno. Todavía recuerdo cuando fueron a hablar a mi escuela para que los profesores trataran de corregir mis conductas "anormales". Fui tan estúpido en mis años de secundaria. Creía que podía vestirme y actuar como quería sin consecuencias, sin que las personas que se hacían llamar mi familia, junto al resto de la sociedad hipócrita, me miraran por encima del hombro con sus ojos de arrogancia.

Cuando empecé a fingir que me sentía cómodo dentro del cuerpo de este Finn Bennett del que quieren sentirse orgullosos, por lo menos dejaron de molestarme. Mis padres y todos los demás que de alguna forma se sintieron que podían opinar de mi vida y lo que era o no era correcto para mí, empezaron a verme como la persona invisible que yo quería ser.

—Son dieciocho dólares —dice el bartender, quien se ve que ya se ha cansado de servirme copas.

Le tiro veinte dólares de mi billetera y me arrastro lejos de la banqueta en la que estaba sentado, tratando de mantener el equilibrio cuando me pongo de pie. ¿Qué es lo que hace una persona que ya no tiene más nada para perder y que no le encuentra sentido a nada de lo que le pasa en su vida? Se hunde en alcohol para olvidarse de su mierda hasta que pierda el conocimiento o muera en el intento.

Miserable. Eso es lo que soy.

Después de dejar a Isaac solo con sus pensamientos en el aeropuerto, fui saltando por los bares de Nueva York hasta que se hizo de noche. Ahora estoy aquí, en la terraza de un bar lleno de parejas y relaciones felices, tratando de dejar de sentir por un segundo. Solo por un segundo... deseando que mi cabeza pare.

No sé cuántos shots más puedo tomar o cuánto alcohol restante puedo ingerir, pero necesito que el mundo se detenga y me deje respirar. ¿O será este mi estado permanente, en constante agonía, sin un rumbo, sin amigos, sin una vida a la que aferrarse, hasta que el universo por fin se decida a soltar mi alma y me deje sin oxígeno por un tiempo suficiente como para acabarme?

Cierro los ojos y fantaseo con la idea de lo que pasaría si un día ya no despierto. Lo más probable es que mis padres derramen lágrimas de cocodrilo y se pregunten cómo no disfrutaron más el tiempo conmigo. Pero, quizá, a puertas cerradas y ya sin el resto de sus colegas laborales y gente del vecindario mirándolos, agradezcan en silencio que el hijo que les daba vergüenza ya no esté rondando sus narices. Seguro sería un funeral solitario, con algunas personas que casi ni conozco que se han acercado más por la desgracia de la muerte que por el cariño que podían llegar a tenerme. Busco imaginarme si alguno de mis amigos estaría ahí escondido en las filas de mi ceremonia... pero mi cerebro no es capaz de poner a ninguno en escena.

¿Cómo podría? Si yo fuera uno de ellos, no volvería a dirigirme la palabra. No después de las cosas horribles que les dije. Así que creo que no los culparía por no haberse aparecido en mi último homenaje. Se lo tienen justificado.

Abro por un minúsculo instante los ojos y noto que, mientras me sigo imaginando mi funeral, mis pies se han dirigido sutilmente hacia la cornisa de la terraza, cortando la distancia con el vacío a cada paso tambaleante que logro efectuar.

Es evidente que nadie subiría al estrado y me dedicaría unas palabras. ¿Qué podría decir alguien de mí? ¿Las incontables veces en las que me mantuve callado en encuentros sociales? ¿Mi falta total de emoción hacia cualquier cosa que sucediera a mi alrededor? No he sido una persona que se ha dejado querer ni respetar. Solo fui un espejismo, una actuación vaga, fría, rencorosa y calculadora del hombre que papá y mamá querían que fuera.

Está muy claro que mi funeral sería una puta mierda. Seguro lo harían en la iglesia del pueblo y pondrían una decoración horrible de flores que ni siquiera será de mis favoritas. Me pondrán en un féretro barato, porque no querrán gastar demasiado dinero en ponerme bajo tierra. Si alguna vez me hubieran preguntado, mis padres sabrían que habría preferido que me cremaran y que tiraran mis restos en el océano. Habría sido más económico para ellos y yo me habría esparcido feliz por el horizonte. Pero no, claro que no, ellos seguro insistirían en poner una estúpida lápida y dejar que mi cuerpo se pudra hasta que los repugnantes bichos que habitarán mi espacio no les quede más que un simple esqueleto que devorar.

Para cuando vuelvo a abrir los ojos, solo un paso me separa de la cornisa.

Trato de volver a concentrarme en la miseria de mi funeral, pero ahora me es imposible. Mis pies, en modo automático, no le temen a la altura que se cierne imponente a unos metros de mí. Viajan solos a un destino anunciado, un destino que quizás le dé sustento a todas mis conclusiones...

—Detente ahí, jovencito.

La voz de una mujer me sorprende a mis espaldas. Su orden viene cargada de determinación y autoridad, sin un atisbo de duda que parezca penetrar su tono. Me quedo congelado por unos segundos.

—Sí, te estoy hablando a ti, Finn Bennett.

Me giro con precaución, sin saber a quién voy a encontrarme en mi retaguardia. Cuando lo hago, una mujer en sus cincuenta, con el pelo castaño por los hombros recién salido de la peluquería y unos ojos verdes cautivantes, me observa detenidamente.

—Por fin nos conocemos —agrega.

Trato de buscar alguna pista que me indique quién es esta señora, pero no encuentro ninguna. Tiene un vestido floral que no es despampanante ni tampoco muy elegante, pero su forma de presentarse me hace pensar que es una mujer con mucha clase y elegancia. Sus uñas perfectamente pintadas y su maquillaje sutil pero efectivo son también la prueba de ello. Sin embargo, ningún detalle de su apariencia logra acercarme a su identidad y su relación conmigo.

—¿Quién es usted?

Estira su mano para saludarme. Hago lo mismo con un poco más de esfuerzo. El alcohol en sangre no me ayuda a calcular bien las distancias.

—Tanya Watts. Me gustaría decir que estoy encantada de conocerte, pero debido a las circunstancias, temo que no puedo hacerlo.

Mi cerebro tarda un par de segundos en conectar el nombre con el apellido. ¿Ella es...?

—Sí, soy la mamá de Isaac.

Suelto su mano y me quedo perplejo observándola. Tanya Watts es la psicóloga estrella de la que mi vecino tanto me habló. Cuando la mencionaba lo hacía con tanta admiración que sus ojos brillaban y sus labios se torcían en tiernas sonrisas.

—¿Qué hace aquí? ¿Cómo me encontró? —retrocedo, automáticamente poniéndome a la defensiva.

—Puedo ser una vieja anticuada, pero hasta yo sé cómo se usa Buscar Mi iPhone —anuncia con gracia, pero no es momento para regalar sonrisas—. Isaac no se va a poder dormir hasta que me asegure que estás bien.

Resoplo. Su confianza me resulta divertida e intrigante, pero no quiero demostrárselo. Quiero que me deje solo. ¿No he sido lo suficientemente claro? ¿Por qué sigo importándole a mi vecino? Ya le pedí que me olvidara, no entiendo por qué lo hace más difícil.

—¿Lo mandó Isaac a defenderlo porque él no puede...?

Empieza a reírse con desgano. Luego, levanta su dedo índice y lo tuerce de izquierda a derecha varias veces.

—No, no, no, querido. —Su tranquilidad para contradecirme me genera un atisbo de respeto hacia ella—. Si piensas que vas a tratarme como trataste a mi hijo hoy, estás muy equivocado.

Doy otro paso hacia atrás y me agarro fuerte a la baranda que acompaña la cornisa.

—No sé quien es usted. —Me fuerzo a recobrar la tempestad que me inundó en el aeropuerto, pero hay algo en la fortaleza de Tanya que me hace pensar que mis intentos de afectarla serán en vano—. Yo creo que...

—¡Silencio! —Sus órdenes no desprenden empatía, no está aquí para tratar de hacerme entrar en razón por las buenas—. ¿Te crees muy inteligente con lo que hiciste hoy? ¿Lastimar a los demás para que después no puedan lastimarte a ti? Sabes, esa es una táctica muy interesante cuando estás con las personas equivocadas, pero esta vez el equivocado fuiste tú. Lastimaste a las personas que se tirarían debajo de un tren por protegerte, mi hijo incluido.

Los ojos cristalizados de mi vecino se hacen eco por entre mis recuerdos borrosos de hoy. Me quedo sin respuestas audaces que dar. Tanya aprovecha mi silencio cargado de duda, y vuelve a arremeter:

—Takeshi y Bárbara no hicieron más que estar para ti cuando nadie más quiso hacerlo. ¿Y así les pagas? ¿Llamándolos egoístas porque se aman? Si no te contaron lo que sentían es porque trataron de priorizar la amistad del grupo y priorizarte a ti cuando más lo necesitabas. ¡Y Dios, vaya que lo hicieron! Yo a su edad te habría mandado a la auténtica mierda. Pero ellos no.

Es honesta, pero no busca lastimarme. Tanya es la madre que nunca podré tener: una que se recorrería el mundo entero por defender a su descendencia cuando ha sido atacada, como la leona protectora que es.

La respeto por ello.

—Y mi hijo... ¿Sabes lo que hace mi hijo todos los días?

Niego, inmóvil. Mis manos se agarran fuertes a la baranda, temblorosas, igual que mi estabilidad emocional ahora mismo.

—Me llama todos los días para contarme sobre ti. Para preguntarme cómo puede ayudarte. Para decirme lo mucho que aprecia cada segundo que pasa contigo. —El segundo que se toma lo usa para tragar saliva, y por ese instante, siento que su voz va a quebrarse. Algo se quiebra dentro mío también—. ¿Sabes lo que fue para mí atender su llamado hoy y no poder entender lo que decía de lo mucho que estaba llorando? ¿Tener que calmar a mi hijo para que pueda respirar entre la tristeza? ¿Explicarle que no hizo nada mal?

Aprecio su momento de vulnerabilidad como la única cosa que es: un acto de amor puro, sin ataduras ni dobles intenciones. Amar tanto a alguien que te destruye por dentro escucharlo sufrir.

—Sé que estás sufriendo, Finn. Créeme que lo sé. Pero también sé que tienes un gran corazón, y que hoy no fuiste tú el que le dijo todas esas cosas desagradables a sus amigos. —Su tono cambió, pero el poder de sus palabras no—. No es demasiado tarde para enmendar las cosas. Te quieren demasiado como para dejarte ir.

Se acerca a mí sin dudar y me entrega una tarjeta del hotel en donde íbamos a parar con los chicos. Yo quiero ser capaz de pronunciar una respuesta coherente, quizás incluso pedirle perdón, pero no soy capaz.

—Habitación 303. Te reservé un cuarto solo para ti. Vete al hotel, descansa, ordena tus ideas y mañana vuelve a empezar —ordena—. Te quiero ver aplaudiendo a mi hijo en su carrera, jovencito. No me falles.

Tomo la tarjeta sin poder creerlo. ¿Cómo es posible? ¿Cómo es posible que lo peor de mí hizo que todavía haya gente queriendo sacar mi mejor versión? No sé si no entiendo ese nivel de amor porque nunca antes me había sido dado, pero se siente demasiado bien ahora mismo.

Tanya se voltea y entiende mi silencio como una respuesta suficiente a sus dichos. Sin embargo, cuando empieza a caminar lejos de mí hacia la salida de la terraza, vuelve tras sus pasos:

—Oh, y casi lo olvido. —Saca una segunda tarjeta de su cartera y me la da—. Cuando estés listo para recibir ayuda, llama a este número. Te conectarán con una de mis colegas.

Le sonrío.

—Solo cuando estés listo.

Asiento, sin moverme de mi lugar en la baranda.

—Cuídate, Finn. Y ya no lastimes más.

Tanya Watts me deja en el mismo lugar en donde me encontró y se pierde por la salida del bar.

—Ya no más, señora Watts. Ya no más.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

BUENO, BUENO, BUENO. ¿Opiniones?

¿Será este un nuevo comienzo para Finn? ¿Qué les pareció la intervención de Tanya? ¿Esperaban que fuera ella la que apareciera en pantalla? Sin duda otro capítulo que nos lleva a lo más profundo de Finn, y que deja ver en el doloroso lugar emocional en el que se encuentra. 

Les dejo otra de las ilustraciones de xwyver que me pareció asombrosa y triste :(

¿Ustedes cómo están? ¿Los trató bien esta semana? Yo ya me liberé de las clases, así que soy un hombre con menos responsabilidades. Tenemos los nacionales pronto, pero al menos ya no me tengo que preocupar más de lo académico hasta agosto. No se vayan sin contarme algo <3

Gracias por acompañarme otra semana en esta historia. Espero que la sientan como un safe space, tal cuál a como la siento yo cuando la escribo. Acá nadie juzga, estamos todos a salvo <3 

Cuídense mucho y tomen awita. No lo olviden. Hace bien a la salud. Nos leemos prontito.

Los quiere,

Su despeinado <3

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top