2 | El techo no me responde

—Uf, eso estuvo bien intenso —jadea, lo que me recuerda a mi vecino quejándose de nuestros sonidos hace una semana.

Miro el techo.

—Me gustó lo que hiciste hoy con tus dedos, deberías hacerlo más seguido —agrega, cubriéndose su intimidad con las sábanas de mi cama.

Sigo mirando el techo.

—El sabor del condón también estuvo muy bien, podrías comprar un pack de esos —insiste, girándose hacia mí por primera vez desde que comenzó a hablar.

No sé qué me sucede, pero el techo se ve particularmente interesante hoy. O tal vez sí sé.

—¿Tierra llamando a Isaac? —Sigo sin contestar, así que Violet me da un pequeño sacudón, lo que me saca del trance—. ¿Te encuentras bien?

Me giro también para que nuestros rostros se encuentren a una peligrosa distancia. Me tomo unos segundos para apreciar el verde de sus ojos y el rojo de sus mejillas, producto de nuestro acalorado encuentro nocturno. Cuando le sonrío, ella sonríe también.

—Perdón, Vi. Sí, todo bien —respondo corriendo el cabello de su frente, sabiendo lo mucho que le gusta que lo haga.

Sigo tocándola con el objetivo de que eso evite que ella note mi malestar. Sin embargo, cuando corre mi mano y me observa con escepticismo, entiendo que mis tácticas fallaron estrepitosamente.

—Isaac.

Ay, la cagué. Trato de escapar de su mirada penetrante cuando me pongo a buscar el bóxer que lancé a un costado al empezar a tocarnos. Cuando vuelvo a la cama, sus ojos juzgadores me están esperando.

—¿Te crees que no me doy cuenta cuando me estás mintiendo? Sé que ahora estamos compartiendo cama, pero eso no quiere decir que haya dejado de ser tu amiga.

Abro la boca para contestar, pero Violet se me adelanta. Empieza a gesticular con las manos, lo que me indica que estoy a punto de escuchar una larga declaración. Cuando está nerviosa se pone muy inquieta y no puede dejar de hablar. Es muy buena para leer los sentimientos ajenos, pero cuando las cosas no van bien, también es muy fácil reconocer los de ella.

—Espero que no estés estresándote por lo que dije el otro día, ¿okey? Era importante para mí explicarte lo que siento por ti, pero no quiero que eso cambie nada de lo que tenemos, ¿está bien? Ya te dije que puedes pensarlo el tiempo que quieras, yo no voy a presionarte. Si no tienes una respuesta hoy, o mañana, o nunca, yo lo entenderé, yo solo quiero estar contigo. ¡De la forma que sea, no me importa cuál! Así que tranquilo, tú ya sabes que yo...

Un grito cargado de frustración interrumpe el testamento de Violet, lo que hace que ambos nos paralicemos.

—¡Ey, caramelos de chocolate! ¿Pueden cerrar la puta boca? ¡Ya tuve que escuchar suficiente de su telenovela! ¡Me quiero ir a dormir! —exclama mi vecino del otro lado de la pared.

Pongo mi índice en sus labios para que no conteste. Si nos callamos, quizás nos deje tranquilos. Después de una semana sin escucharlo quejarse, creí que nunca más lo haría.

—¡Ya sé que están ahí, no hace falta que hagan este tristísimo intento por disimular! ¡Les aseguro que conozco su vida sexual más de lo que la conocen ustedes mismos! —arremete con su tan particular estilo para hacernos sentir incómodos. Cuando se da cuenta que nos mantendremos en silencio, agrega—: ¡Espero que les hagan descuento por sus preservativos de sandía!

Se me escapa una mueca de diversión. Puede estar indignado, pero mi vecino tiene un talento para sonar gracioso cuando trata de quejarse por nuestros encuentros. Violet se ríe también, lejos de estar incómoda por la situación. Parece que el único que está sufriendo es él.

—Tranquilo, dormilón. Ya me iba —dice por fin Violet, lo que hace que mi vecino gruña de la frustración y susurre un par de insultos ininteligibles.

—¿Segura? ¿No quieres...?

—No, se está haciendo tarde. Podemos seguir hablando mañana.

Mi amiga —o lo que sea ahora mismo— se levanta de la cama y empieza a vestirse, echándome una mirada de complicidad que me indica que la conversación a la que me estaba sometiendo terminará en otro momento. Admiro por una última vez el castaño lacio de su pelo y las curvas de su espalda, que llevan a ese trabajado trasero que tiene cuando uno arrastra su mirada hacia la parte inferior de su cuerpo. Es hermosa. Es una buena chica. El sexo nunca decepciona. Entonces, ¿por qué no puedo sentir lo mismo que ella siente por mí?

Cuando Violet termina de vestirse y se acerca una última vez a mi cuerpo desnudo, me planta un beso de despedida en los labios. Su cabello me inunda de esa fragancia a lavanda que ella contagia cada vez que la tienes cerca, lo que nuevamente me obliga a preguntarme, ¿qué carajo te sucede, Isaac? Con lo placentera que es la lavanda, tú estás aquí, mirando el techo en vez de decirle que quieres ser su novio.

—¿Puedo irme tranquila? ¿No te pasa nada? —Tiene una mano sobre el picaporte, pero sabía que no podría irse sin asegurarse de que todo estuviera bien conmigo.

—De maravilla. Descansa, Vi.

Me echa un beso con las manos y se va sin decir más. Cuando me quedo solo, suspiro. Puede que Violet quiera convencerse de que mi silencio sobre su declaración de amor no la afecta en absoluto, pero yo la conozco muy bien. Estará haciéndose millones de preguntas. Tratará de culparse a ella misma por algo que no le corresponde, cuando la realidad es que no hizo nada mal y soy yo el que tiene que tomar la decisión de estar en pareja con ella o no.

Estúpido Isaac.

—De nada.

—¿Qué? —La voz de mi vecino me saca de mis pensamientos, lo que por primera vez desde que comenzó a intervenir me resulta molesto.

—Te salvé el culo, deberías agradecerme.

Me acomodo en la cama y me siento con la espalda contra la pared, un tanto confundido por su arrogancia.

—¿De qué estás hablando?

—Querías escapar de esa conversación con tu novia y no sabías cómo, ¿verdad?

Trago saliva. ¿Tanto se nota? ¿Y a él que le importa?

—No es mi novia. Ese es el problema —anuncio con tristeza, solo para arrepentirme un segundo más tarde por responder algo tan privado como eso.

—Entonces tengo razón.

Su altanería me resulta chocante. No voy a estar hablando de mi vida romántica con desconocidos, y creo que fui lo suficientemente paciente con sus faltas de respeto. Se acabó.

—Eso no es de tu incumbencia —respondo en un tono hostil.

—Lo es cuando estoy obligado a escucharte todas las noches. No me dejas opción.

Okey. Me estoy cansando.

—No es mi culpa que no tengas nada mejor que hacer que escuchar conversaciones ajenas.

—Tampoco es mi culpa que seas un imbécil que no tiene empatía por los demás —escupe con descaro.

Golpeo la pared de la frustración. No sé qué estoy haciendo ni por qué esto me está afectando tanto, pero siento una impotencia que debo desatar de alguna manera.

—Cómprate una vida —esbozo.

¡Cimpriti ini vidi! —me burla gritando—. Mi abuela insulta mejor que tú.

Él también le da un sacudón a nuestra pared compartida, lo que hace que el área tiemble por unos instantes. Los dos estamos hablando muy alto, y a cada comentario seguimos elevando nuestros niveles de locura:

—¡No tengo abuela, y si la tuviera seguro que no la usaría para estas patéticas referencias!

—¡Patético es que uses un preservativo con sabor a sandía! Con todos los sabores que existen, ¿sandía? ¡¿Sandía?!

—¡No soy yo el que tiene que probarlo, así que mejor deja de quejarte!

—¡Me voy a quejar todo lo que se me dé la gana! —gruñe.

Tengo ganas de tirarle cosas por la cabeza.

—¡Mejor duérmete y no molestes!

—¡Okey!

—¡Okey!

—¡Adiós, idiota!

—¡Adiós!

Por fin se calla. Gracias, dios.

Exhalo y me vuelvo a acurrucar entre mis sábanas. No tengo idea qué fue eso. Creo que nunca había insultado a nadie de esa forma, y ahora me siento mal. Si bien yo tengo derecho a traer a quien quiera a mi habitación, es cierto que me he estado comportando como un cretino al ignorar sus pedidos de silencio. Además, ese complejo de superioridad de mi vecino me irrita más de lo que me divierte. Sin embargo, últimamente no sé qué me pasa. Cualquier cosa que pasa me saca de eje, y siempre termino mirando el techo cuando me quedo sin soluciones.

El techo. Siempre es el techo. Le pregunto al techo por qué no puedo amar a Violet como ella me ama a mí, pero nunca me responde. Quiero hacerme amigo del techo y que sea mi consejero en los tiempos oscuros, porque hablar de esto con alguien por supuesto que está fuera de la discusión.

La gente ya tiene suficientes problemas. No necesitan cargar con los míos también.

Apago la luz de mi cuarto y observo el techo con la esperanza de que me conteste, pero al cabo de un rato pierdo la fe y me voy a dormir con la frustración de siempre. Ni los preservativos sabor sandía ni los insultos a mi vecino altanero sirvieron para sacarme esta sensación de vacío.

Tocará volver a sonreír mañana y esperar que nadie en el camino note mi ausencia.

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NOTA DE AUTOR

¡Bueno, bueno, bueno! Ya conocimos a los protagonistas de esta historia. ¿Qué se siente? Yo tengo un amor muy grande por el humor de Finn. De Isaac me encanta que piensa todo como si fuera el fin del mundo xD Pobre chico es una máquina del drama.

¿Qué personaje creen que será su favorito? ¿Algo que les llame la atención a esta hora? ¿Algún comentario sobre los abdominales de Isaac, ilustrados por chrissbraund? ¿O por el preservativo al lado de la cama? xD

Seguramente esté subiendo más capítulos el próximo domingo <3333

Espero verlos por aquí prontito. Sigan dejando sus lindos votos y comentarios que me alegran el día, no sean extraños :D

Hasta pronto,

Su despeinado <3

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