1 | Su amiguito es un poco tímido

Alguien está metiendo su herramienta en la boca de otro, pero me parece que esta no es de metal.

«Hay que hacer que sufra» debe estar diciendo el agente del FBI que maneja mi vida y que piensa que la universidad no es lo suficientemente complicada por sí sola. Esto sí que es una maravillosa bendición. ¿Qué más puedo pedir? No solo tengo que aguantar la estupidez humana, la comida de dudosa procedencia de la cafetería y la fragancia a marihuana de los pasillos, sino que también... ¡tengo que escuchar a mi vecino llegando al orgasmo con su interés amoroso a altas horas de la noche! ¡Qué emoción!

No sé quién fue la mente maestra que diseñó estos dormitorios y que creyó que el fino grosor que le pusieron a las paredes era una buena idea. Si hubieran tenido en cuenta que este edificio estaría rodeado de adolescentes recién salidos de la secundaria, en pleno apogeo hormonal, estoy seguro de que habrían construido habitaciones a prueba de sonido. Y de sexo. Y de felaciones. Y de gemidos. Y de todo lo demás.

Porque esto de tener pornografía auditiva sin mi consentimiento no es motivo de gracia, es motivo de tortura. Traté de ser paciente estas primeras dos semanas, esperando que la excitación del comienzo de clases se apagara de la misma forma que su deseo por hacer reventar su cama, mis horas de sueño y mi salud mental, pero me equivoqué.

Estoy tratando de distraerme leyendo las publicaciones de otras personas en Dormies, la red social para los estudiantes que viven en el campus, pero me es imposible. Escuchar el ida y vuelta del resorte de la cama y tener que imaginármelos en posición perrito es el indicador de que ya tuve suficiente. Parece que quien sea que esté del otro lado de la pared se cansó de probar la herramienta hecha de carne, y ahora está decidiendo si puede encastrarla en otros agujeros.

Esto de ser un buen vecino se acabó.

Sin lugar a dudas, el anonimato de tener una pared separándonos me permite comportarme como la persona extrovertida que en pocos escenarios puedo ser, así que doy dos golpes en señal de protesta. El sonido del resorte y los gemidos se detiene por un segundo. Escucho sus voces confusas del otro lado, preguntándose de donde provino el estruendo que los alertó. Se ve que no tienen el mismo nivel de curiosidad que Dora La Exploradora, porque a los pocos segundos continúan con lo que venían haciendo y renuevan los gemidos de placer, esta vez con más potencia que nunca.

No voy a rendirme.

—¡Oigan, ustedes! —exclamo, golpeando la pared con otra intensidad—. ¡Acaben rápido o prueben tener un sexo un tanto más silencioso, como el de los mimos! Hay estudiantes por aquí que valoran sus horas de sueño.

Por un par de segundos, no oigo más que silencio.

—Dios mío, puede escucharnos —dice una voz masculina del otro lado, quien por supuesto se está comunicando con la persona que tiene desnuda en la cama y no conmigo.

—Me excita que nos escuche. Nunca había tenido público —responde una segunda voz, esta vez femenina.

Por supuesto que la excita. La posibilidad que tengo de que se callen es la misma que tiene un elefante de aprender a tocar la trompeta. O sea, nulas. Mi suerte, una vez más, prueba ser implacable cuando quiere.

—Eso es preocupante.

—¿Qué? ¿No te gustaría grabar conmigo alguna escenita... erótica? Estoy segura de que lo haríamos espectacular.

Santa virgen.

—No, gracias. Mi amiguito es un poco tímido.

—¿Tímido? Yo no lo veo muy tímido ahora mismo.

El chico bufa. Sí, puedo escuchar su suspiro.

—Lo estás volviendo tímido. Míralo, está que se desinfla.

Esto no es posible. Me muerdo los labios en completa indignación.

—¿Por qué seguimos hablando, entonces? Volvamos a lo nuestro.

—Pero nos está escuchando.

—Isaac, me importa muy poco que tu vecino me escuche gemir tu nombre.

El chico se ve que duda, porque no escucho nada por unos segundos. Me pregunto si mientras analiza sus posibilidades sigue teniendo a la ninfómana entre sus piernas o al menos han tenido la decencia de detenerse mientras les estoy hablando. Ugh, qué asco me dan.

—Bueno, pero terminemos rápido. Lo único que falta es que nos denuncien en las primeras dos semanas de clase —agrega la voz masculina en un sonido muy bajo.

Estas putas paredes están hechas de cartón.

—¡Perdón, y gracias por avisarnos! ¡Buenas noches! —exclama el mismo chico con una cortesía que no me creo ni por un segundo. Idiota. Seguro que si lo veo en los pasillos podría reconocerlo con facilidad, como el estereotipo andante de hombre que estoy convencido que es.

No pierdo el tiempo en contestar, porque sé que será en vano. Ya bastante incómoda es la situación como para tener que estar deseándonos las buenas noches y fingir que somos buenos samaritanos. Él por supuesto que no lo es, si no se hubiera detenido tan pronto golpeé la pared en señal de respeto.

Doy un salto de mi cama, tomo mis headset del velador y me acerco al escritorio. Como este señor y su cliché de relación de universidad ya me quitaron el sueño, la única opción que me queda es tomar mi libreta y empezar a repasar mis últimos diseños. Paso página hasta encontrarme con una hoja en blanco, lista para ser invadida por mi lápiz y lo que me queda de creatividad artística a esta hora.

Dejo que mi imaginación dibuje sin pensármelo dos veces y no ofrezco ninguna resistencia cuando la hoja se empieza a llenar de trazos. Miracles de Coldplay me ayuda a que la inspiración y la motivación fluyan con facilidad, haciendo que ni siquiera me percate sobre lo que estoy plasmando en este nuevo intento de arte. Cuando me detengo y veo esa figura conocida a blanco y negro, mi corazón se llena de una mezcla de enojo, impotencia y tristeza.

Soy yo, pero no soy yo en realidad. Esta persona usa un vestido floral, tiene el pelo lacio y largo, y una sonrisa que estoy seguro de que contagia a quien sea que tenga delante. Es brillante y esplendorosa, y tiene todo el glamour que a mí me falta cuando salgo a la calle.

Lanzo el lápiz con enojo contra el espejo que tengo en frente de mí. Cuando lo hago, soy consciente de que me acabo de encontrar con la realidad de la cual ni mis dibujos me pueden hacer escapar: no tengo vestido, no tengo el pelo lacio y largo, y tampoco tengo esa sonrisa. Soy una versión camuflada de un chico ojeroso y apagado, cuya imagen no destaca en absoluto. El miedo es tan grande que lo único que quiero es pasar desapercibido ante el ojo ajeno.

No tolero observarme, así que corro la vista y me quedo aferrado a mi miseria. Una parte muy lejana de mi corazón quiere decir aferrada en vez de aferrado, como un grito de ayuda en medio de un mar de oscuridad y desesperanza, pero la otra gran parte de mí no está dispuesta a aceptar el peso que conlleva aceptar quien soy en realidad.

No reconozco a la persona que veo en el espejo, ¿quién es? ¿De dónde viene? ¿Por qué se apropió de mi vida? Desearía que esto solo fuera una pesadilla y pudiera despertarme en la piel de esa esplendorosa mujer que veo en mis dibujos, pero lo mío son solo fantasías.

Me encantaría que las cosas fueran diferentes, pero en el mundo no hay lugar para gente como yo. Ni en mi casa ni en la universidad ni en la calle. Mis padres nunca me verían igual. Tendrían vergüenza de admitir que su preciado primer hijo está batallando por encontrar su identidad. ¿Los culpo? No lo sé. Estoy aterrorizado por la forma en la que algunos se esconden en la ignorancia y juzgan a las personas trans, pero al mismo tiempo una parte de mí cree que sentir lo que siento está mal.

Amaría poder ser parte del cambio y ser valiente, pero no puedo.

Por eso me escondo. Por eso hago que la gente me llame por el nombre que aparece en mi documento, porque ser esa mujer hermosa que dibujo cuando me siento solo y despojado de cualquier vitalidad es la única forma que tengo de expresar que estoy preso.

Preso de este cuerpo.

Preso de mi propio miedo a admitir y aceptar que este no soy yo.

Preso de una vida a la cual estoy sobreviviendo y no disfrutando.

Apago las luces y vuelvo a tirarme en mi cama con la misma angustia que siento en el pecho cada vez que me voy a dormir. Por suerte el espectáculo de los gemidos terminó ya.

Cierro los ojos deseando soñar con esa mujer de vestido que nunca voy a poder ser, listo para emprender un nuevo día en esta agonizante fachada.

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NOTA DE AUTOR

¡pOR DIOS! No puedo creer que ya empezamos a subir capítulos. ¿Emocionado? Muchísimo, y espero que ustedes también. No quiero decir mucho acá porque ya subí el segundo capítulo xD

¿¿Y PODEMOS HABLAR UN SEGUNDO DE LAS ILUSTRACIONES DE chrissbraund?? LAS TENDREMOS TODOS LOS CAPÍTULOS, AAAAAAAA

LOS QUIEROOOOO GRACIAS POR ESTAR <333333

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