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El sicariato, además de ser un delito, era un problema social en auge pues, se encontraba en mayor parte con el narcotráfico y el ajuste de cuentas.

Soobin, alias Puma, ejecutaba los encargos debido a la última cuestión.

Es decir, para nada el acabar con alguien, le causaba placer o algo parecido. Simplemente, lo hacía por el dinero.

Aunque claro, la gente de sus atentados, eran malas personas. Por lo que, realizaba un favor al mundo.

Irónico pero, le gustaba verlo de esa manera.

Suspiro profundo, vio de reojo por la ventanilla y admiro unos segundos, los altos ebanos de la zona.

Árboles tropicales, de tronco grueso y corteza gris. Varios de ellos, ubicados al costado del camino.

Aquella panorámica, iba de la mano con la tranquilidad del barrio. Una bastante efímera, gracias a las sirenas de patrullas, algo cerca de su ubicación.

Encendió el auto y acelero finalmente. No mucho, claro, sería demasiado sospechoso.

Al llegar a la fábrica abandonada, movió el retrovisor y fijó su completa atención, en el bolso azul del asiento trasero. La mayoría de su paga estaba en el, asi que lo tomo al igual que su arma de la guantera, restando solamente, quemar el auto e ir al aeropuerto.

A pesar de usar guantes y demás, el fuego, eliminaba hasta el más mínimo rastro. No dejaba siquiera, pista alguna.

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