xix. el compás moral


MEMORIAS PERDIDAS,
capitulo diecinueve: el compás moral!



Arlington, Virginia, Estados Unidos — 24 horas después.

          CHARLOTTE HARMON SIMPLEMENTE QUERÍA DORMIR EN SU CAMA, no tener un maldito polígrafo al lado, donde varios cables se conectaban a ella alrededor de su pecho, de su brazo y de su dedo. Su rostro se encontraba completamente agotado, al igual que su cuerpo, al igual que sus músculos, los cuales ardían como los mil infiernos. Su espalda se encontraba derecha y tenía una mesa enfrente para poder apoyar sus manos. Sus orbes azules miraron en dirección al reloj que se encontraba puesto en el marco izquierdo de la pared y marcaba las 18:45 de la tarde: había estado bajo un interrogatorio durante 9 horas seguidas. Ella movió su cuello lentamente, sintiendo como la suciedad y la sangre seca que tenía cubriendo su rostro y su cuerpo parecía secarse más ante el contacto. Sus lágrimas de antes se habían secado también, como también su energía se encontraba drenada. Adam Benford se encontraba mirándola a través del vidrio polarizado que había en la sala de interrogatorios, mirando fijamente a Harmon — sabiendo que ella podía verlo perfectamente a través del vidrio.

          Sin duda, Harmon y Kennedy eran agentes prometedores para la nación.

          Muy prometedores.

          Benford también estaba cansado, luego de escuchar todo lo que le dijo Kennedy en su interrogatorio que era básicamente lo mismo que Charlotte le había dicho al superior que la cuestionó durante aquellas 9 horas. Al ver que la pelirroja se encontraba completamente sola en la habitación, sin nadie quien le hiciese compañía en aquellos momentos que podrían llegar a ser estresantes. Adam debía ser claro con la situación: los dos decían la verdad, como también lo hicieron el agente Bauer y el agente Krauser, a quien se lo llevaron de inmediato a un centro médico para poder atenderlo debido a su herida en el brazo. El hombre de cabellos rubios miró en dirección al agente federal que lo acompañaba en la habitación y señaló a Kennedy con la cabeza.

          —El agente Kennedy puede retirarse, necesito hacerle un par de preguntas a Harmon—señaló este—. Y llame aquí al agente Bauer, esta mujer se desmayará del cansancio si la retenemos un poco más.

          El agente asintió sin rechistar, entrado a la sala de interrogatorios donde se encontró a un Leon cansado y abatido por la misión. Le ordenó amablemente que podía retirarse a descansar para que mañana pudiesen hacerle los estudios médicos necesarios y él exigió que le dijesen qué pasaba con su compañera.

          —Agente Kennedy, su compañera está bien, el agente Benford simplemente tiene un par de preguntas para hacerle—respondió el agente de manera amable—. Usted ya terminó aquí.

          —Me quedaré a esperarla.

          —No es necesario, agente Kennedy—insistió el agente.

          —He dicho que me quedaré a esperarla.

          Adam irrumpió en la habitación—Leon, hazme un favor y ve a descansar, no la retendré por mucho tiempo.

          Podía decirse que Leon al principio parecía no estar muy contento con los tratos de Adam Benford hacia él y a su mejor amiga, más cuando su oferta que en realidad fue casi como una decisión tomada sin su propio consentimiento (ni que hubiese alguna otra opción más reconfortante que esa, claro) y los dos estuviesen realmente obligados a ser agentes del gobierno. Con el tiempo y al conocer a Benford, Leon Kennedy se dio cuenta de que tal vez aquella parecía ser la mejor opción que habían tomado en sus vidas — era claro que ellos dos eran propiedad del gobierno, pero eso tenía sus libertades. Y durante su entrenamiento, Benford terminó siendo la única persona en quién podían confiar para poder sobrellevar todo ese desastre del cual habían escapado.

          Leon confiaba en Adam.

          —Está bien—murmuró este con mal humor antes de levantarse de su asiento.

          —No tardará nada, tienes mi palabra—le aseguró Benford sonriéndole de lado.

          Benford también sabía que Leon no era nada tonto, así que simplemente le respondió con la verdad, observando cómo el rubio salía de la habitación para poder dirigirse a la sección donde dormía. El agente federal soltó un suspiro antes de quitarse los anteojos, restregándose la mano en la cara antes de proceder a la habitación donde Harmon se encontraba esperando. Charlotte cabeceaba en la silla luego de permanecer tan callada. Al escuchar la puerta abrirse, ella mantuvo sus ojos abiertos, saliendo de aquel trance de sueño y de incertidumbre, encontrándose con la figura de Benford.

          —Te ves fatal—le admitió el agente.

          —Tú también te ves fatal, Benford, pero bueno, la que gana aquí soy yo—sentenció ella rodando los ojos—. Dime que has venido a decirme que ya terminó este interrogatorio de mierda.

          —Sé que estas cansada física y emocionalmente, Harmon—espetó Adam tomando asiento frente a ella, observando como sus ojeras empezaban a marcarse—. Pero aún debo hacerte unas preguntas.

          —¡Oh, vamos!—se quejó ella golpeando la mesa—. ¡Ya les dije todo lo que querían saber!¿Qué mierda quieren de mi?

          —Manuela Hidalgo, ¿qué pasó con ella?

          —¡Que la perdimos!—exclamó la pelirroja fastidiada—. ¡Que su infección terminó matándola!¡Eso fue lo que pasó!

          —Dalton describió sus heridas como severas debido a que perdió mucha sangre—declaró el agente federal haciendo un movimiento distraído con sus manos—. Que no pudieron salvarla, ¿qué fue lo que sucedió?

          —Ella utilizó su sangre para matar a la mutación de Javier, su sangre en cierto modo quemaba al cuerpo mutado—replicó ella mirando hacia la mesa—. Pero ella...ella no se convirtió, ella permaneció como una humana—bajó más la mirada—. Ella murió como una humana.

          —Y no la tenemos aquí para saber qué fue realmente lo que pasó—señaló Benford cruzándose de brazos.

          —No la tenemos aquí porque no hubo un cuerpo al cual traer—añadió Charlotte con voz estridente, ya impaciente—. Manuela Hidalgo desapareció como la ceniza, se esparció en el cielo y dejó de existir, ¿qué más necesitan saber?

          —Parece magia.

          —Lamentablemente, no lo es—contraatacó Harmon con mucho mal humor—. Eso fue producto de las diferentes mutaciones que tiene el virus, no es magia. Usted nos envió allí para neutralizarlo. ¿Tienes alguna otra pregunta o puedo retirarme?

          —¿Cómo te sientes?—le preguntó Adam, esta vez de manera suave, tanto en su voz como en su expresión.

          Charlotte se relamió los labios, derrotada, acostándose en el respaldo de la silla. Ella se sentía devastada, no solo porque finalmente había acabado, sino porque habían perdido a una muchacha inocente — a una víctima que sacrificó su vida para poder derrotar algo que parecía ser algo que no se podía derrotar. Una muchacha que perdió a la única figura que realmente podía protegerla de la avaricia y la ambición como su padre, Javier Hidalgo, lo ensamblaba. Ella era total y rotundamente inocente, ella debía permanecer viva, pero decidió tomar otra decisión por su cuenta; por primera vez en su vida. Ahora Manuela estaba reunida con su madre, mientras que Javier se pudría en los confines del maldito infierno.

          —Manuela Hidalgo era una víctima, ella no se merecía nada de esto—respondió Lottie con pena—. Ella no merecía morir. La escoria de su padre debería estar aquí, confesando sus crímenes y pudriéndose en prisión, pero...no pensamos que la misión podría escalar a esas alturas. Manuela nos ayudó todo este tiempo, ella es inocente y realmente me decepciona no haber podido salvarla.

          Benford se quedó en silencio, mirándola solemne, casi apacible.

          Él ya no le haría más preguntas.

          —Está bien, Harmon—replicó el agente mientras asentía—. Hemos terminado por hoy.

          La puerta de la habitación se abrió, revelando al capitán Dalton Bauer justo detrás de la misma, este se acercó a Charlotte; buscando desconectarle todos los cables que la mantenían conectada al polígrafo, para así ponerla de pie y abandonar la habitación. Adam saludó con un asentimiento a Dalton, quien le sonrió antes de proceder con Charlotte. Ella esbozó una sonrisa al capitán cuando el agente federal los dejó solos e intentó ponerse de pie, sabiendo que sus piernas fallarían indudablemente debido al cansancio.

          —¿Cuánto tiempo has estado bajo interrogación?—le preguntó Lottie con cansancio.

          —Unas 8 horas de interrogatorio, el resto lo estuve utilizando para preparar el maldito informe de toda la misión—espetó quitándole el cable que se encontraba alrededor de su busto—. Ni siquiera he podido bañarme y sé que apesto. No te lo tomes a mal, tú también.

          —No tomaré ofensa alguna con ese comentario, porque yo también apesto.

          Dalton pasó una mano por la cintura de la pelirroja y luego por detrás de sus rodillas, alzándola en brazos, permitiendo que ella descanse su cabeza en su pecho. Charlotte protestó en voz baja, observando que ya se movían para empezar a caminar por los pasillos, justamente en dirección hacia el pabellón donde los agentes dormían.

          —Puedo caminar tranquilamente, Dalton—dijo ella con pesadez.

          —Es muy probable que te desmayes del cansancio antes de que te pongas de pie, princesa—recalcó el castaño al caminar, mirándola por el rabillo del ojo.

          Charlotte bufó—¿Entonces eres mi caballero de hojalata?

          —Si tú lo pones de ese modo...—dijo Dalton esta vez ladeando su cabeza hacia ella—. Entonces, sí.

          —¿A dónde vamos?

          —A la cama más cercana—señaló él mirando al frente—. Y esa es la mía, a menos que quieras que te deje en la habitación que tienes con tu compañero.

          —No quiero molestarlo, mejor vamos a la tuya—se quejó la pelirroja—. Me duermo...

          —¿Vas a ducharte primero?

          —No me jodas, ¿en serio?

          Dalton soltó una carcajada—Tienes razón, yo también estoy muy cansado.

          Bauer giró en uno de los pasillos, donde un ascensor los estaba esperando para poder ascender un par de pisos más. Al llegar al suelo donde se encontraba el pabellón donde dormían los agentes, había algunos aun rondando en grupos y al ver a la pareja por ellos Charlotte no tardó en rodar los ojos ante los silbidos sugestivos que emitían los hombres.

          —¿Necesita ayuda, capitán?—preguntó uno.

          —Púdrete—le dijo Lottie levantándole el dedo medio.

          —No, gracias, cadete—añadió Dalton de manera amable antes de seguir por su camino.

          —Hombres—murmuró Lottie de mal humor.

          —Ya casi llegamos, princesa.

          Cuando llegaron hasta la puerta, Dalton la abrió con extrema habilidad y entraron en la habitación, el castaño dejó a Lottie en la cama antes de encender una lámpara que se encontraba al lado de la cama. La pelirroja gruñó en voz baja ante la luz y Dalton le lanzó una sudadera.

          —Ponte eso para dormir, así estarás más cómoda y menos sangrienta—dijo este quitándose su sudadera sucia—. Dormiré en el suelo.

          —Ya tuvimos sexo, Dalton—dijo Charlotte rodando los ojos, mientras se cambiaba la sudadera para colocarse la nueva—. Me has visto desnuda, yo te he visto desnudo...dormimos juntos...

          Bauer debía admitir que aquella lógica no tenía nada de malo. El castaño sonrió de lado y Charlotte se metió bajo las sábanas, solamente con la sudadera y ropa interior; como Dalton también, a excepción de su sudadera, dejando el torso desnudo al aire. Se unió a ella en la cama, la cual no era tan grande como para ambos, pero suficiente para permitirles el sueño por unas largas horas. La pelirroja se soltó el cabello, desarmándolo para dejarlo al vuelo y Dalton no pudo evitar de hundir su nariz en el cuero cabelludo; aspirando su olor, apreciando el silencio que se había formado entre ellos.

          —¿Crees que la muerte de Manuela fue mi culpa?—preguntó ella luego de un momento de silencio—. ¿Qué debimos haberla sacado antes de allí?

          —Por supuesto que no—respondió Dalton de manera inmediata, levantándose un poco de la cama—. ¿Por qué...?¿Por qué preguntas eso?

          Charlotte se giró para poder mirarlo, dándose cuenta de que el castaño ya la miraba.

          Y esa declaración que había hecho ella no le gustó para nada.

          —Por qué podríamos haberlo evitado—sentenció la pelirroja.

          —Lottie, nadie puede predecir las consecuencias del siguiente movimiento—añadió él con voz suave, sus orbes claros fijos en los azules de Charlotte—. Solo te guías por la información que tienes o tu intuición. Es como una especie de compás moral, algunas de tus decisiones se guían a través de tu razón y otras a través de tu corazón, donde crees que es lo correcto.

          Ella le sonrió.

          Tal vez, ella necesitaba eso.

          —Gracias—murmuró bajando la mirada.

          —Eh, hiciste lo que pudiste—declaró Dalton atrayendo a Lottie a su cuerpo, envolviéndola para un abrazo—. Cuando tomas la decisión correcta, realmente no importa lo que otros piensen. Solo las intenciones que valen la pena luchar.

          Charlotte abrazó al muchacho, sintiéndose contenida, pero ese abrazo era...extraño. Se sentía diferente a los que ella compartía con Leon, pero luego ella cayó rendida ante el sueño y en los brazos de Dalton Bauer.




━━━━━━━━




          A la mañana siguiente, Charlotte sentía como si una estampida de rinocerontes le hubiese pasado por encima, en el amplio sentido. La pelirroja se despertó por el movimiento efectuado al lado suyo y entreabrió un ojo, observando a través de la oscuridad que Dalton se estaba levantando para irse al baño — el ruido de la ducha no tardó en llegar a sus oídos. Ella se estiró en el edredón antes de soltar un fuerte bostezo que atrajo la atención de Bauer, quien la miró con ternura. Harmon esbozó una sonrisa de lado y recibió un corto beso en sus labios, lo cual sacó un pequeño hmmm de ella.

          —Buenos días, princesa—murmuró él con gesto amoroso—. ¿Cómo te sientes?

          —Como si me hubiesen aplastado unos rinocerontes, ¿por qué?

          Dalton le volvió a dar aquella carcajada, justo como la había soltado en la armería en aquella mansión.

          —Al menos sé que has logrado dormir bien—asintió este antes de besar la frente de la pelirroja—. Iré a darme una ducha.

          —¿Cuánto tiempo estuve dormida?

          —Debo decirte que has dormido unas buenas 12 horas luego de haberte montado unas cinco cargas de C-4 en Sudamérica.

          —No pude dormir mucho en el helicóptero—dijo ella encogiéndose de hombros.

          Dalton carcajeó entre dientes—Tranquila, todo el equipo merece un descanso. ¿Me vas a acompañar en la ducha?

          —A pesar de que me suene muy tentador, debo volver a mi habitación y ducharme por mi cuenta, además de que toda mi ropa está allí—señaló ella antes de guiñarle un ojo, rebuscando las prendas de su ropa en el suelo, poniéndoselas de vuelta—. ¿Alguna noticia de Krauser?

          —Lograron atenderlo luego de su interrogatorio, el cual duró unas 6 horas debido a la herida en su brazo—respondió Dalton con rapidez—. Más tarde iré a verlo y después, esta noche, tendremos una cita.

          Lottie alzó una ceja—¿Es en serio?

          —Soy un hombre honesto, Charlotte, y eso se aplica hasta las promesas que puedo hacer—añadió el capitán colocando ambas manos en su cintura—. Si prometo algo, lo cumplo y más cuando es algo que realmente quiero hacer. Y realmente quiero tener una cita contigo.

          Charlotte debía ser muy sincera: nunca había visto a un hombre con tanta determinación como la que tenía Dalton Bauer.

          A veces, la determinación era muy sexy.

          —Está bien, tú ganas—replicó la pelirroja antes de levantarse de la cama—. Hoy tendremos una cita.

          La sonrisa que le dio Dalton le pareció extremadamente genuina.

          —Entonces nos veremos después, capitán Bauer—añadió ella antes de ponerse la sudadera ensangrentada.

          Al salir de la habitación, Charlotte corrió hacia el ascensor completamente descalza, desarreglada y con su cabello suelto al aire. Tomó las escaleras al ver que el ascensor iba a tardar demasiado en subir y terminó por bajar dos pisos hasta donde se encontraba el piso que Leon y ella compartían. Caminó con rapidez hasta la habitación y la abrió rápidamente, encerrándose al otro lado. Ella apoyó la cabeza contra la puerta, soltando un largo suspiro que terminó haciéndola deslizarse por la superficie hasta que su trasero chocó con el piso. Su mente empezó a divagar en el simple hecho de que la persona que la había intimidado y molestado desde su primer día como cadete había terminado siendo la misma persona con la que se acostó y que terminaría teniendo una cita, porque realmente se había interesado en ella. ¿En qué clase de libro o telenovela ocurría ese tipo de cosas?

          Solamente en su vida, claramente.

          ¿Cómo le iba a explicar eso a Leon?

          La voz de Leon la tomó por sorpresa—Dormiste con Dalton, ¿verdad?

          Charlotte abrió los ojos, encontrándose con la figura del rubio sentada en el marco de la ventana que iluminaba la habitación y hacía que el aire saliese y entrase para la habitación de manera perfecta. El ex policía miró a la pelirroja mugrienta que se encontraba sentada en el suelo de la entrada con una ceja alzada. Su mirada no era escéptica, si no que se trataba de una mirada inquisitiva.

          —Huh...sí, estuve con Dalton anoche—se excusó Harmon rascándose la cabeza de manera inconsciente, poniéndose de pie con pesadez para dirigirse a su armario—. Estaba demasiado cansada como para venir hasta aquí y hubiese terminado dormida en el pasillo de no ser por él. Dalton justo salía de preparar su informe, así que...maté dos pájaros de un tiro.

          —¿Dormiste con esas pintas?

          —Créeme, me dormí ni bien toqué la almohada.

          —Típico.

          —¡Oye!¡Tú habrías hecho lo mismo!—sentenció la pelirroja señalándolo con el dedo índice.

          —De hecho, eso fue lo que hice—replicó el rubio antes de señalar la toalla húmeda colgando de su cama—. Adam me permitió salir y me dijo que tenía un par de preguntas para ti. Le dije que te esperaría, pero él me dijo que no te tardarías y que fuese a descansar. Tú no volviste.

          —Estoy aquí—la pelirroja alzó ambas manos, antes de lanzar ropa limpia a su cama—. Después de estar nueve horas sentada con un idiota que no paraba de hacerme preguntas, estoy viva. Estamos vivos.

          Leon le miró de manera más fija esa vez.

          —Lo estamos, Charlotte—asintió el rubio—. A un costo muy grande, pero...ganamos.

          Ella sonrió.

          —Ve a bañarte—dijo Leon de repente—. Cuando termines, iremos a ver a Krauser. Está en un centro médico a diez minutos de aquí.

          Charlotte sonrió de lado antes de tomar su toalla junto con su ropa, metiéndose en el baño para poder encender la ducha sin más preámbulos. Cuando el agua caliente hizo contacto con su piel amoratada, ella siseó un poco por el dolor provocado que recorría todos sus músculos y apoyó ambos brazos contra la pared, buscando relajarse. Respiró hondo, intentando buscar un balance entre su dolor físico y su dolor emocional, ya que a ella le habían dado un muy buen golpe con toda la operación — sin embargo, ella no debía olvidarse de las reglas: las emociones de uno no se debían anteponer ante el bien de la misión o tu compañero, por más cercano que este sea. Pero eso era tan, pero tan difícil no poder involucrarse emocionalmente en una misión que concierne a uno mismo y a un compañero, donde ambas vidas se ponen en riesgo.

          (Era sumamente imposible que a ella no le importase.)

          Porque, verdaderamente, a ella le importaba todo aspecto.

          Su cabello pelirrojo se mojó ante la lluvia caliente que la inundaba por todos lados y ella se percató que la suciedad y la mezcla de sangre seca estaba dejando su cuerpo, escurriéndose por el conducto de las tuberías que estaba justo debajo de ella. Charlotte se pasó una mano con jabón por la cara, buscando así quitarse la suciedad de su piel perlada, cerró los ojos para no meter jabón en ellos y procedió a limpiar su cuerpo con suma habilidad. Aquel momento de tranquilidad le hizo ver muchísimas cosas, entre muchas donde Manuela Hidalgo plagó sus pensamientos con la historia del alma de una niña atrapada en un palacio hermoso. Al remontar aquella memoria, ella súbitamente se dio cuenta de que en cierto modo la muchacha tenía razón.

          Ella y sus amigos fueron a rescatarla.

          Manuela decidió dejar que su alma vuelva a los brazos de su madre difunta.

          Dejó un mensaje, solo un mensaje antes de irse.

          Y confundió tanto los sentimientos de Lottie.

          Protégelo y adóralo, Lottie.

          ¿A quién?

          ¿A quién debía proteger?

         ¿A quién debía adorar?

          Reconozco a dos almas gemelas cuando las veo y ustedes dos son simplemente extraordinarios.

          Luego de que Lottie se duchara correctamente, los dos mejores amigos fueron al centro médico que tenía la base para poder ver a Jack Krauser, quien los recibió sorpresivamente con una sonrisa de lado. Una venda grande revestía parte de su brazo, manteniéndolo firme y el soldado de cabellos rubios se encontraba sentado en una cama, tapando parte de su abdomen bajo con el edredón. Kennedy y Harmon sonrieron al ver que su camarada se encontraba bien, que se encontraba a salvo y que finalmente estaba recuperándose. Sin embargo, cuando él les contó el pronóstico que le había dado el doctor luego de que él había sido curado: no era nada prometedor. Debido a sus heridas, el brazo de Krauser tardaría muchísimo en rehabilitarse, pero el ejército nunca esperó a nadie y Charlotte llegó a la conclusión de que aquella última misión era realmente el fin de la carrera de Jack como militar. El soldado rubio lo dijo con decepción agria, con un poco de resentimiento, pero intentando de digerir las noticias por si solo. Lottie y Leon le aseguraron que volvería al campo de batalla en nada, a pesar de tener en cuenta lo que él les contó.

          Dalton se presentó dos horas después, vistiendo un traje debajo de su guardapolvo médico, el cual lo hacía ver más atractivo luego de verlo cubierto de suciedad y sangre seca en todo su rostro.

          —Eh, camarada, ¿por qué tan arreglado?—le preguntó Krauser alzando un poco su barbilla.

          —Llegó algo importante a la sección de investigación y me necesitaban aquí—respondió el castaño sonriendo y luego fijó su vista en Charlotte—. Y también vine a buscar a la señorita Harmon.

          Oh, cierto.

          La cita.

          Ella se sonrojó.

          —Oh, oh, ahora entiendo—declaró Krauser antes de empujar levemente a Harmon—. Ya, vete con tu Romeo, Julieta.

          —Muy gracioso, Jack—masculló ella antes de levantarse de la cama, dirigiéndose a Dalton, sin antes de darle una última mirada a Kennedy, quien simplemente le levantó el pulgar.

          Charlotte tomó la mano del capitán Bauer, esbozando una sonrisa a él antes de que abandonasen el gran predio. Dalton tomó prestada una camioneta de las que había aparcada, exactamente del mismo modelo que utilizaron Leon y ella para viajar a Baltimore. La cita fue sencilla, algo extravagante, pero Dalton la hizo ver sencilla y especial — cosa que ella no se esperaba. El hombre de cabellos castaños siempre trató a la pelirroja con sumo respeto, a pesar de su anterior historial sobre cómo se conocieron. Se conocieron mejor, encontraron un punto medio de conocimiento que era totalmente grato y ella disfrutó cada segundo de eso. Él la llevó a un monte donde podían ver algunos de los edificios como el Pentágono, u otros monumentos iluminados con luces. Ambos se sentaron en el capó del auto, admirando el paisaje hasta que Dalton soltó una carcajada.

          —No es el paisaje más romántico, pero...—sentenció él mirando hacia el frente.

          —Se pueden ver los edificios más protegidos de toda la tierra—añadió Lottie y ambos soltaron una larga carcajada.

          Pronto, de a poco, eso empezó a caer.

          Y permanecieron en silencio.

          Un silencio extraño, pero cómodo.

          —¿Cómo pudiste sobrevivir a Raccoon?—preguntó Dalton súbitamente y Charlotte ladeó su cabeza para mirarlo—. Huh, no es necesario que me contestes si no quieres, es solo...curiosidad.

          —Sobreviví con ingenio y posiblemente dolor. Había mucha muerte allí.

          —¿Qué sentiste al ver a esas cosas gigantes, a esos...monstruos?

          —Lo dices como si fuese algo majestuoso—declaró Lottie alzando una ceja.

          —En cierto modo, lo es—añadió Bauer asintiendo—. Es algo que involucra la genética y la evolución, pero esta suele fallar por que fue utilizada de una mala manera. Hay muchas personas que les gusta jugar a ser Dios, Lottie.

          Dalton, en cierta forma, tenía razón.

          —¿Es sobre lo que tuviste que atender en el centro de investigación hoy?—le preguntó la pelirroja.

          —Lograron recobrar una pieza de la mutación de Javier y me dijeron que debía estudiarla—dijo Dalton antes de relamerse los labios.

          —¿Harás una vacuna?

          —Es probable, pero el gobierno quiere que tome un acercamiento más...profundo—añadió él con honestidad y ella le quedó mirando, su rostro mostrando decepción—. Lamentablemente es mi trabajo, Lottie. Sé que es decepcionante, pero...

          Charlotte asintió, convenciéndose—Es tu trabajo, Dalton. Lo único que espero es que sea con buenas intenciones.

          Dalton le sonrió y juntó su frente con la de ella.

          Harmon esperaba que Dalton realmente tuviese buenas intenciones y no estaba tan equivocada con él, tal vez.




━━━━━━━━

sin editar

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top