xiii. un alma perdida en el amazonas
MEMORIAS PERDIDAS,
capitulo trece: un alma perdida en el amazonas!
Amazonia, Brasil — 24 horas después.
CHARLOTTE SENTÍA QUE EL CALOR TERMINARÍA ACHICHARRANDOLA COMO SI FUESE UNA PASA DE UVA, dejando que algunos mechones pequeños se pegasen a su rostro cubierto y perlado por el sudor. El aire húmedo azotó al grupo ni bien bajaron del avión que los llevó desde el condado de Virginia hasta la zona Amazónica de Brasil, causando que Lottie soltase un respingo al percibir tanta humedad. Leon bufó a su lado, los dos en la tarea de recobrar el poco equipaje que necesitaban para transitar al menos unas 72 horas allí, mientras que Bauer y Krauser buscaban a la persona que los recibiría para la misión. Benford se mostró bastante entusiasmado ante el hecho de que esta vez los enviarían lejos, más cuando fue mandatario que el presidente de los Estados Unidos les diese instrucciones especificas a ellos y solamente a ellos. Charlotte, en ese momento, llegó a la conclusión que había dicho Bauer días atrás: Leon y ella sí que eran los niños mimados del gobierno.
El tío Sam estaría muy orgulloso de ellos.
(Pues, el tío Sam podía pudrirse en el infierno, según Charlotte.)
—¿Y qué diablos se supone que él quiere que hagamos?—preguntó Leon a Benford.
El hombre de traje se cruzó de brazos—Sus órdenes, las cuales provienen del presidente en persona, son eliminar todo rastro y desmantelar permanentemente el negocio de Javier.
—Esto me huele a segundas intenciones—sentenció Charlotte entrecerrando la mirada, escéptica ante el parloteo de Benford—. ¿Qué es lo que esconde?
—Nada, agente Harmon—declaró Adam encogiéndose de hombros—. Si esta misión sale de manera exitosa, ustedes tendrán acceso al entrenamiento en el Servicio Secreto.
Charlotte no sabía si eso era algo bueno o malo.
Sin embargo, allí estaban, caminando en dirección a una camioneta con la persona que los llevaría hacia el informante que dio pie a toda la misión que estaban a punto de hacer. Charlotte debatía mentalmente si recogerse el cabello para que su nuca tuviese algo de respiración o simplemente quitarse la sudadera para quedar solo con su sostén para poder quitar una simple capa que producía más sudor estando en la sombra que en el sol; pero, oh, recordó estar rodeada por hombres, de los cuales uno era su mejor amigo y posible amor no correspondido, otro era su superior y con una mirada demasiado intimidante, y por último, pero no menos importante: otro que también fue su superior en su entrenamiento y la persona con quien ella se acostó para terminar vibrando de placer luego de quien sabe cuántos años sin tener sexo.
Parecía ser una maldita parodia.
Así que, Charlotte procedió a recogerse el cabello.
—¿Necesitas ayuda con eso, Harmon?—le preguntó Dalton a su lado y Leon le miró con una ceja alzada.
—Creo que estaré bien por ahora—respondió Lottie con dificultad—. A menos que sepas peinar el cabello de una chica.
Dalton bufó en voz alta—Pff...pan comido.
Ella se sentó de manera más recta, mientras que Dalton se colocaba detrás de ella y empezaba a trenzar su cabello de manera tirante pero habilidosa. Jack y Leon miraban el intercambio en absoluto silencio, este último con una mirada de recelo que empezó a surgir en aquel momento. Jack, en otras palabras, miraba con diversión la escena — al ver que Bauer trenzaba una corona alrededor de su cabeza de manera perfecta. Inevitablemente, Krauser empezó a reírse entre dientes, así captando la atención de la parejita que compartía un simple momento.
—¿De qué mierda te ríes?—le preguntó Dalton antes de volver a su tarea.
—De esto—señaló el soldado de cabellos rubios, soltando una carcajada mientras el vehículo avanzaba—. ¿Desde cuándo el capitán Dalton Bauer sabe cómo peinar el cabello de una mujer?
—Púdrete.
Krauser sonrió de lado—Tienes todo el material para ser el esposo del año, Bauer.
—Oh, dios santo—recriminó Dalton antes de terminar por el último mechón y así acoplar todo el peinado en una pieza—. Ya está, mocosa.
—No me llames mocosa—acotó Charlotte y se asomó para mirarse en el espejo retrovisor, encontrándose con una corona trenzada de manera tan delicada que ni ella podría haberlo logrado en cinco minutos. Ella sonrió a Dalton, mostrando aquel tipo de sonrisa genuina que hasta su peor enemigo no podría obtener—. Gracias.
Dalton también le sonrió—Cuando gustes.
—Ustedes dos me dan nauseas—se quejó Krauser.
—También te queremos, Krauser—dijo Harmon sentándose en el asiento de atrás—. ¿Tú no tienes una mujer a quien volver cuando esto termine?
—No, ni tendré una—sentenció el soldado rubio—. Creo que ya he avanzado muchísimo en mi carrera militar y mi tiempo de tener una mujer, un hogar y tal vez hijos ya pasó para mi—ladeó su cabeza hacia Dalton—. Pero este idiota, je, él tiene todo el tiempo del mundo para hacer eso.
—Sería la desgracia de la familia si no tuviese mujer o estabilidad para un buen retiro.
Charlotte sonrió de lado antes de desviar su mirada hacia el nuevo horizonte que se le presentaba a sus anchas, buscando cautivarla con el más mínimo detalle, con la más mínima sinfonía del aire tropical que había en aquel verano brasileño. El aire denso y húmedo no había aminorado en nada, pero el cabello recogido agregaba algo reconfortante a ojos de Charlotte, así sumiéndola en un mar de pensamientos que la mantuvo dentro de un trance al menos por unos dos minutos. Leon, quien no le había dejado de mirar desde que Jack puso las cartas sobre la mesa en cuanto a la "relación" que tenían Dalton y su mejor amiga, mantenía su rostro sereno y poco comunicativo; llegando a pocas conclusiones que él podía ver como extremistas en cuanto a la actitud de su compañera.
Charlotte Harmon y Dalton Bauer se odiaban.
¿Qué carajos había cambiado eso?
El muchacho de cabellos rubios decidió terminar con el asunto desviando la mirada de su compañera, quien parecía no captar que él la miraba y ambos permanecieron perdidos en sus pensamientos hasta el punto que Dalton tuvo que sacudirlos para decirles que habían llegado. El pueblo era algo pequeño, pero se conectaba muy bien con el otro pueblo que se encontraba después de al menos unos siete kilómetros de vegetación exótica con animales tan dañinos como el virus que habían especulado que había. Charlotte se bajó de la camioneta mientras que Jack y Dalton seguían al chofer que les indicó donde se quedarían, dejando en claro que el informante estaba en el mismo hospedaje que ellos. Leon y Charlotte se unieron a ellos poco después, buscando sus respectivas habitaciones y encontrándose que todos dormirían juntos. El informante, quien tenía un fuerte acento portugués, miró a la pelirroja a modo de advertencia:
—Si quieres, podemos cambiarte a una habitación individual—dijo el informante con cautela—. Solo si te sientes incómoda.
—¿Piensas que ellos van a hacerme daño o algo inapropiado?—preguntó Charlotte señalando a los tres hombres—. No podrán caminar por una semana gracias a que les patearé el trasero si lo intentan.
El informante soltó una carcajada entre dientes—Deus abençoe as mulheres (Dios bendiga a las mujeres).
—Diablos, sí—murmuró Dalton.
Charlotte rodó los ojos antes de entrar a la habitación, colocándose en la hamaca que había arriba mientras que Leon se colocó debajo de ella. La tarde fue apacible, al igual que llena de información teniendo en cuenta las circunstancias de cómo se desarrollaría la misión. El informante declaró que el pueblo que estaba a siete kilómetros, cruzando la gran selva, estaba siendo controlado las últimas 48 horas por los hombres de Javier y había rastros de fuego, los cuales no lograron llegar hacia la selva. Krauser, tan metódico y calculador, declaró que debían llegar a la aldea por la mañana; entonces, se moverían a partir del amanecer y atravesarían rápidamente la selva para llegar e identificar la amenaza.
—Espero que tengan bloqueador solar—dijo Jack mientras abría una botella de cerveza—. Porque no quiero quejas sobre quemaduras.
—Aquí tenemos a una experta en quemaduras—señaló Leon a la pelirroja.
Ella le levantó el dedo medio—Ja.
—¿Trajiste tu bloqueador solar, Harmon?—añadió Jack mirándola de reojo.
—¿Te convertiste en mi padre o qué? Claro que lo tengo, soy una persona adulta, después de todo.
—Una adulta con poca tolerancia con el alcohol también—masculló Dalton pasando por detrás de ella.
—En eso coincido con el capitán—señaló Leon abriendo su botella, sentándose a su lado.
—Y ustedes tres son los hombres más idiotas que he conocido en mi vida—dijo la pelirroja quitándole la botella a Leon para tomar un sorbo, devolviéndosela al instante—. Le pediré a Dios que me de paciencia para poder llevar a cabo la misión, porque ahora se están comportando como unos imbéciles.
El informante, quien se había sentado al lado de Dalton y Krauser, levantó su botella a modo de reverencia con la pelirroja y ella la chocó esbozando una sonrisa, para luego sentarse y darle otro sorbo. Se la terminó dando a Leon, quien le empujó levemente con el codo y ella rodó los ojos, dejando que él terminase la botella de cerveza. El dúo pasó parte de la noche escuchando las magníficas y tenebrosas aventuras de Jack Krauser como un soldado que tranquilamente podría haber pasado desapercibido en la película Comando y ellos no se darían cuenta. Charlotte llegó a creer que Krauser realmente era un maldito super héroe y que estaban caminando por el mismo sendero que los llevaría a tener una gran reputación gracias al bien que le hacían al mundo.
Cuando llegó la hora de retirarse, Jack sentó de sopetón al castaño junto a él.
—Vamos, camarada, aquí todos quieren saber de dónde sacaste aquellos dotes para peinar a una mujer—declaró el rubio pasando un brazo por encima de los hombros de Dalton—. No hay que tener miedo.
—No lo vas a dejar ir, ¿verdad?—sentenció Dalton mirándolo de reojo.
—Los compañeros de equipo saben hasta de que talla tienes de ropa interior—dijo Krauser y ladeó la cabeza hacia la pelirroja—. A excepción de la señorita, claro.
—Porque somos hombres honorables y respetuosos—añadió Leon intentando de no mostrarse molesto ante las intenciones de Krauser.
Dalton suspiró—Si les cuento de dónde saco mis dotes para peinar a una mujer, ¿ya me van a dejar en paz?
—¡Oye!—exclamó Charlotte fingiendo estar ofendida—. Yo no fui la que empezó.
Bauer se pasó una mano por la cara, suspirando de exasperación y posible cansancio, para luego acomodarlas en su regazo, el resto del equipo esperando a que él empezase y el capitán se relamió los labios antes de cruzar sus piernas.
—Mi padre solía peinarle el cabello a mi madre cuando era un niño—dijo él mientras asentía—. Muchas veces cuando estábamos en el patio trasero y mi madre estaba en el jardín, él siempre le recogía el cabello en forma de una corona trenzada para que no obstruyera en su tarea. Lo hizo hasta el día que él perdió sus piernas, pero eso no le impidió volver a hacerlo otra vez. Entonces, con verlo una y otra vez haciéndoselo, aprendí a hacerlo por mi cuenta.
Charlotte sonrió de manera cálida ante la historia de Dalton.
Cómo se notaba que había pocos hombres sensibles debajo de una coraza tan sólida que parecía inquebrantable a primera vista, Dalton Bauer era una clara muestra de eso. Charlotte no tardó en sonrojarse sabiendo que aquella corona trenzada que tenía en su cabeza era una simple muestra de la devoción que el padre de Dalton tenía a su mujer; indirectamente llegando a la conclusión de que él hacía exactamente lo mismo que ella. El equipo se retiró hacia su habitación, dispuestos a dormir para poder comenzar el siguiente día con energías renovadas. Charlotte permaneció con su mirada en el techo, buscando conciliar el sueño, pero pensando más y más en las palabras de Dalton.
Sus sueños se vieron mezclados en una pesadilla y un simple futuro donde ella fingía tener una vida bastante normal.
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Se levantaron temprano aquella mañana, preparándose inmediatamente con sus equipos para emprender su viaje hacia la pequeña aldea que estaba al otro lado de la selva. Charlotte se bañó literalmente en bloqueador solar, deseando no tener quemaduras que manchasen su piel perlada y al menos tomar un poco de bronceado en sus piernas o en las partes descubiertas de su sudadera con mangas cortas. Se colocó un arnés en la parte inferior, junto con unas rodilleras y unas botas militares negras, así terminando por colocarse un chaleco antibalas donde colgaba una pistola magnum y un juego de cuchillos junto con una ganzúa para poder forzar cerraduras. Dos pistolas estaban en sus respectivas fundas en el arnés que tenía sostenido en sus caderas, ajustados al mismo tiempo a sus muslos, levantando un poco más su trasero.
(Lo que le faltaba.)
—Vamos, niños mimados—sentenció Krauser asomándose por la puerta—. No tenemos todo el día.
Cuando el informante los vino a buscar, este los llevó hacia las afueras del pueblo y les dio un mapa junto a una brújula, teniendo en cuenta de que Krauser ya se había orientado en los puntos cardinales exactos. Lo último que Charlotte vio del informante fue una simple cara preocupada, la cual demostraba que el peligro al cual se iban a enfrentar probablemente podría ser más grande que ellos y el equipo simplemente asintió, dejando al informante atrás para poder proseguir hacia la selva. Caminaron los primeros cuatro kilómetros en silencio, en una fila que era recta, donde todos estaban pendientes ante el peligro inminente.
El sol se filtraba a través de los recovecos descubiertos que dejaban los árboles, mientras que el cantar de los pájaros los acompañaba.
Parecía un paraíso.
Un simple paraíso de memorias perdidas.
Era aterrador.
Jack habló por lo alto que se detendrían a descansar por unos minutos y Charlotte no dudó en suspirar de alivio al ver que pronto estarían al otro lado de la selva, se quitó la gorra para poder agacharse y quitarse un mechón de cabello pelirrojo que había caído a un lado, su cuerpo estaba perlado en sudor, como si estuviese formando una fina capa. Leon Kennedy se puso a su lado, también quitándose su gorra y respirando aire nuevo.
—Hace demasiado calor—se quejó Charlotte.
—Y que lo digas—señaló el rubio bajando su mirada hacia ella—. De los cuatro tú eres la que lleva ropa corta.
—Se le llama ser práctico, idiota.
El rubio asintió—En eso te daré la razón.
Lottie se puso de pie, abriendo su botella con agua y Leon sacó la foto que el informante les había dado ayer en su sesión de informes. La pelirroja se acercó, encontrándose con la foto de un hombre que parecía estar en sus cuarentas, con cabello largo y atado, junto con una barba que no era ni corta, ni larga — distinguiéndose por lucir unos lentes de sol negros. A una primera vista, Charlotte se preguntó si podría tratarse de un simple mafioso, pero Javier Hidalgo parecía ser una persona con mucho más poder del que podía tener un mafioso.
—Así que ese es nuestro hombre—dijo Charlotte colocando una mano en el hombro de Leon—. Un hombre famoso por su estilo de vida extravagante, pero resulta ser otro terrorista que fue muy estúpido en contactar a Umbrella.
—La verdadera pregunta es qué está tramando hacer ahora.
Repentinamente, una mariposa con alas naranjas voló en dirección al hombro de Leon, posándose en este de manera delicada. Charlotte miró en dirección a esta y sonrió de lado, dejando que el rubio acercase la mano para poder montar al insecto en ella; en un gesto adorable, para colocarla en la nariz de Lottie, provocando que la pelirroja soltase una carcajada. Un sonido metálico a sus espaldas terminó espantándola y voló lejos de ellos, los dos agentes se giraron en dirección al ruido, encontrándose con Krauser luciendo su largo cuchillo el cual atravesaba la cabeza de una serpiente.
—Esto estuvo muy cerca—farfulló Charlotte al ver lo larga que era la serpiente incrustada en el cuchillo—. Eres todo un caballero, Krauser.
—Deberían tener más cuidado por donde se detienen—sentenció el soldado de cabellos rubios antes de tomar un sorbo de agua para lanzársela a Leon—. Como diría cualquier soldado a una mujer: "una bella mariposa como tú no debería estar aquí".
La pelirroja le miró de manera inexpresiva—Tomaré eso como un halago. Pero supongo que tu carácter carece de misoginia, ¿o me equivoco?
—Exacto, mi carácter carece de misoginia—declaró él antes de pasar por al lado de la pelirroja—. ¿Así que creen que las armas biológicas existen?—se detuvo, girándose para ver que Dalton se unía a ellos—. Esperen, Dalton ha dicho que se han enfrentado a ellas, ¿eh?
—A comparación de tu historial magnifico en el campo de batalla, sí—respondió Lottie ladeando la cabeza a un costado—. De todas formas, tú no creerás hasta que lo veas.
—En efecto—sentenció el capitán Bauer recibiendo la botella de Krauser gracias a Leon—. Lo creeremos cuando lo veamos. ¿Ya estamos cerca, Krauser?
—El informante nos dijo que nuestro guía está en la aldea más adelante—dijo el rubio mirando hacia la línea recta que debían tomar—. Nos llevará a Amparo, donde se esconde Javier. Terminó el descanso, vamos.
—Creo que el calor está poniendo a Krauser de mal humor—murmuró Leon a su mejor amiga—. O simplemente fue un soldado gruñón.
—O tal vez tenga abstinencia de sexo—declaró Bauer tocando los hombros de los dos.
Krauser ladeó su cabeza a un lado—¡Puedo escucharlos!
El trío siguió al soldado de cabellos rubios por los kilómetros faltantes de la selva y poco a poco la vegetación fue menor, hasta que llegaron a una entrada desierta que daba a la aldea de la cual ellos debían investigar y encontrar al guía que los llevaría al nuevo destino. Cuando entraron, Charlotte bajó su mano en dirección a su pierna, donde se encontraba alojada su pistola cargada con un cartucho de balas. La aldea los recibió de una manera muy silenciosa, hasta incluso desierta, como si ningún alma se atreviese a salir para darles la bienvenida. Eso, en todo caso, podía hasta llegar a ser sospechoso.
—Esto está muy tranquilo—gruñó Krauser.
—¿Dónde está todo el mundo?—preguntó Leon.
A lo lejos se escuchaba una radio y Lottie alzó una mano para pedir a sus compañeros que se detengan, a punto de escuchar una noticia que estaba en portugués. Juzgando por lo que Charlotte escuchaba, la noticia hablaba sobre diferentes desapariciones que ocurrieron en la aldea y que eran más de 50 chicas. A su lado, Leon se encontró con varias fotos y carteles indicando la desaparición de varias chicas, señalándole a Krauser y a Dalton que estaban empezando a adentrarse en terreno peligroso.
—No solo desaparecieron las chicas...—declaró Dalton—. Aquí no hay nadie.
Krauser negó—Aquí ocurre algo...Esto huele a un campo de batalla.
Charlotte alzó una ceja—¿Campo de batalla...?
—Sí, Harmon. Esto definitivamente huele a muerte.
—Chicos—masculló Leon y el resto se giró hacia él, encontrándose con un local caminando lentamente hacia ellos.
Charlotte levantó su arma, apuntando en su dirección, justo como Leon lo hacía. Dalton y Krauser intentaron un acercamiento más "humanitario" al ver que el sujeto estaba ensangrentado y posiblemente herido. La pelirroja masculló de manera inútil que no se acercasen y el sujeto levantó la cabeza, mostrando claros signos de infección y sus ojos estaban demasiado blancos como para poder discernir una pupila humana — aquel sujeto no era un lugareño, era un infectado.
—Krauser, Dalton, ¡aléjense!—exclamó Lottie a punto de disparar.
—¡Ya lo perdimos!—declaró Leon antes de apretar el gatillo.
El infectado cayó el suelo, mostrando su espalda completamente destrozada e infectada con elementos putrefactos. Krauser y Dalton observaron con detenimiento al cadáver que tenían en frente, perfilando cómo se veían los órganos internos tan rojos y muertos que eso produjo nauseas al castaño; corriendo hacia una zona más alejada para poder vomitar.
—Eso no lo veía venir—farfulló Krauser y miró al dúo de agentes jóvenes—. Así que esto es lo que hace el virus de Umbrella, ¿eh?
—Sí, pero este tiene algo que es...distinto—respondió Leon.
—¡Allí vienen más!—gritó Dalton.
Repentinamente, en cuanto levantaron la mirada del cadáver, ellos se vieron rodeados por muchos más infectados y matarlos a todos les llevaría tiempo, además de agotar las municiones que tenían; la misión era llegar hasta el guía que los llevaría a Javier y si no se apresuraban, llegarían muy tarde a su destino. El equipo salió corriendo por las calles, esquivando a los infectados y disparando solamente si hacía falta. Llegaron hacia un pequeño barrio donde las casas estaban siendo sostenidas por pilotes de madera y todo se encontraba silencioso cuando eso los recibió. El agua, a pesar de haber llegado hacía segundos, empezaba a a subir rápidamente.
—Busquemos a ese guía y larguémonos de aquí.
Cuando otra horda estaba dirigiéndose hacia ellos, el equipo tomó cobertura en una de las cabañas, la cual los dirigió hacia otro camino y allí empezaron a seguir el rastro de sangre fresca que había en una de las puertas. Charlotte y Leon fueron primero, mientras que los dos veteranos protegían la retaguardia. Patearon las puertas para entrar y se encontraron con un hombre, el cual se sostenía el estómago con ambas manos, sangrando a través de las mismas.
—¿Acaso ese...?—preguntó Leon.
—Mierda, ese era nuestro guía—sentenció Krauser antes de correr hacia él—. ¿Qué ha pasado?
—La chica...
—¿Una chica?—inquirió Charlotte mirándolo de reojo—. ¿Qué chica?
—Trajo el mal a esta aldea...—balbuceó el guía agonizando—. Escapó de la mansión de Javier...Yo la ayudé...p-pero entonces...
—¿La mansión de Javier?—preguntó Dalton alzando una ceja—. ¿Dónde está esta chica?
La cabeza del guía cayó hacia el frente, sin vida y Krauser se apartó de él.
El rubio miró a los agentes más jóvenes—Ha dicho que escapó de la mansión de Javier.
Dalton miró a los jóvenes—¿Será una de las chicas desaparecidas?
—Debemos encontrar a esa chica y quizás ella sea nuestra única oportunidad para encontrar la mansión de Javier—declaró Leon antes de asentir—. El mapa de Krauser marca una iglesia cerca de aquí, podríamos investigar allí y buscar algún medio de transporte.
—¿Qué te hace pensar que encontraremos respuestas allí?—inquirió Harmon alzando una ceja.
—Debemos intentarlo, Lottie—insistió el rubio de cabellos cortos.
Charlotte suspiró antes de asentir, el equipo salió por la siguiente salida. Caminaron por encima de unos techos provenientes a la inundación por donde venía parte del agua del río, Krauser dijo que Javier podría ser quien estuviese planeando esto y la pelirroja no dudó en su declaración, moviéndose rápidamente para intentar no hacer contacto con ella y se montaron en un puente del cual escucharon una voz melodiosa a lo lejos. Dalton frunció el ceño, señalizando con su puño que se detuvieran, escuchando el canto melodioso.
—¿Qué mierdas es eso?—preguntó el capitán.
Era una voz dulce, casi como si fuese miel.
Era una voz femenina.
La chica.
—Creo que la encontramos—dijo Charlotte antes de correr en dirección a esa voz.
Los cuatro se dirigieron rápidamente hacia la iglesia, sin antes de encontrarse con una bestia gigante, pero continuaron al ver que esta se había vuelto a esconder. Aquella voz se hacía más clara y cantaba en una especie de portugués. Al abrir las puertas, la vista de una muchacha vestida de blanco, cabello delicado y piel un poco bronceada entró en su campo de visión. Ella no había parado de cantar ni siquiera cuando ellos entraron y Charlotte se permitió bajar el arma a un lado.
—¡Leon!—murmuró Krauser señalando a un lado y los miembros restantes miraron una pequeña figura perteneciente a la bestia que encontraron antes se asomaba por el agua—. Charlotte, ve a buscar a la niña.
La pelirroja asintió y caminó lentamente hacia la castaña, para ver que ella se detenía abruptamente, fijando su mirada en Harmon y terminó sucumbiendo a la inconsciencia. Leon exclamó que se apartase de allí, pero Charlotte corrió en dirección a la niña antes de que la gran bestia saliese de su escondite. Después de todo, ella sabía que les debía una cierta explicación a Dalton y a Krauser sobre lo que verdaderamente estaban enfrentando.
(Después de todo, esa era su naturaleza.)
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sin editar
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