ii
“¡Has vuelto!” le dije. Había regresado una vez más buscando un asiento. Yo había procurado moverme al asiento de la ventana para hacer espacio para mi nueva compañía en el tren. Él se acompañaba de un pan de queso crema y el mismo bolso de cuero con el que andaba ayer.
“Si no fuera por ti, no tendría dónde sentarme” me dijo.
“Mi objetivo es complacer” le dije, encogiéndome de hombros.
“Entonces, ¿Qué has estado haciendo últimamente?” preguntó, engullendo su desayuno.
“Han pasado alrededor de veinticuatro horas, así que no mucho” fue mi respuesta.
“Bueno, ¿Qué haces entonces?” preguntó, pareciendo genuinamente interesado. No podía entender por qué era tan inquisitivo.
“¿Qué eres, un detective privado contratado para hostigarme hasta que revele mis más profundos y oscuros secretos?” le pregunté.
“Eso es más o menos una acusación” se rió entre dientes, limpiando su boca con una servilleta. “I me gusta pensar que estoy hostigando propiamente, a medida en que estoy conociendo a mi nueva compañera de tren.”
“Oh, así que somos compañeros de tren ahora” le dije, cruzándome de brazos. Él asintió felizmente.
“Compañeros de tren de por vida, my friend” dijo.
“¿Hablas inglés?”
“Nunca lo he hecho y nunca lo haré. Soy una mierda con los lenguajes” dijo, descansando sobre el asiento y mirándome. Me miraba muy seguido para mi gusto. “¿Qué hay de ti?”
“¿Qué hay de mí?” le pregunté.
“¿Hablas algún otro idioma?” preguntó. Yo asentí. “¿Cuáles?”
“Francés y latín” le dije.
“El latín no cuenta” dijo, juntando sus cejas.
“Por supuesto que cuenta. Lo usé en mis exámenes finales.”
“Sí, también lo hizo el resto de América. Aunque es una lengua muerta.”
“Mi tía Sadie está muerta, eso no la hace menos señorita.”
“La hace una señorita muerta.”
“¿Quién murió y te hizo algo así como una mierda de la muerte?”
“Tu tía Sadie.”
“Eres malditamente estúpido” sonreí a pesar de que me molestaba.
“Y tú eres malditamente hermosa.” Sonrió justo antes de seguir comiendo su pan. Traté de esconder el monstruoso rubor creciendo en mis mejillas.
“Méate” le dije, mi voz quebrándose. Presioné mi frente contra la fría ventana, mirando a medida que el escenario pasaba borroso.
“¿Cómo se supone que haces eso?” preguntó.
“¿Hacer qué?” dije poniendo los ojos en blanco juguetonamente.
“¿Cómo es que uno va a punto de mearse?” preguntó fingiendo confusión.
“Me imaginaría que primero deberías encontrar un baño” especulé. “A no ser que sea la clase de chico que piensa ‘el mundo es mi baño’. En ese caso, serías más un perrro que un humano.”
“Digamos que tú eres una clase de tipo que es liberal-por-todo y estás a punto de mearte donde te plazca. ¿Qué harías entonces?” preguntó.
“Uno podría asumir que solamente iría por ahí, meando cuando lo desee” le dije.
“Interesante teoría,” llevó su mano a su mentón, acariciándolo como si tuviera una barba.
“Un poco, un poco,” coincidí con él. “Así que, Luke“ estaba a punto de hacer otra ingeniosa y posiblemente ofensiva observación cuando la voz femenina me interrumpió, leyendo monótonamente en voz alta nuestra ubicación.
“Adiós, Ella” me dijo, tocando mi mejilla juguetonamente.
“Hasta luego, Luke” pellizqué su nariz antes de verlo dar zancadas hasta las puertas.
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