Capítulo 16

En cuando Voldemort se marchó, Bellatrix también salió corriendo. No se quedó a charlar con sus familiares ni a preguntarles por lo sucedido: necesitaba salvar su pellejo.

Volvió a su dormitorio y se puso un vestido más elegante, más imponente. Cuando ya iba a salir, Kreacher reapareció ante ella. Jadeaba por la rapidez con la que había actuado, pero rebosaba orgullo. Le tendió dos botellitas de un color azul nacarado que Bellatrix nunca había visto.

—Se las he robado al amo. Las trajo el viejo mestizo —informó el elfo—. Kreacher se las ha visto tomar cuando vuelven mal y siempre hacen su trabajo.

Aunque le pareció estupendo el mote de Dumbledore, Bellatrix dudó. ¿Realmente iba a tomarse algo que no sabía de dónde venía? Podía ser una trampa, incluso sin saberlo Kreacher. Quizá era demasiado paranoica, si Kreacher decía que se las habían tomado otros, no debería haber problema. Además confiaba en el elfo. Y, sobre todo, deseaba que su cabeza dejase de parecer un vociferador, lo necesitaba para su nueva misión.

—Está bien —murmuró destapándolas.

Se las tomó las dos, el sabor dulzón no le molestó. Al momento empezó a sentirse mejor. No solo su mente se despejó, sino que el picor de ojos desaparecía y su tez recuperó el tono habitual.

—Gracias, Kreacher, eres el mejor.

El viejo elfo contuvo las lágrimas porque Bellatrix le ordenó años atrás no llorar en su presencia, le daba repelús. Le iba a decir que ya podía regresar para que no le detectaran (no podía arriesgarse a que le descubrieran y perderlo), pero no pudo resistir la tentación de preguntar antes:

—¿Has visto hoy al traidor? A tu amo.

—Sí, Kreacher ha visto al amo... Llegó de madrugada de muy mal humor, muy furioso, parecía miserable... Eso alegra a Kreacher. Se encerró en su cuarto y no ha vuelto a salir. Por eso Kreacher ha podido venir.

—Muy bien. Vuelve ya.

El elfo ejecutó una exagerada reverencia y desapareció.

Bellatrix no experimentó el placer que desearía al saber que Sirius se sentía mal. Le gustaba que así fuese y más si la causante era ella... pero no por el motivo actual. Aun así, no tuvo tiempo para compadecerse.

Al salir de la mansión, reparó en que el terreno seguía en llamas. En menos de cinco minutos eliminó todos los maleficios protectores sin causar daños. «Soy la mejor, qué rabia les da reconocerlo» pensó de mejor humor mientras se aparecía en el Callejón Knockturn.

Prácticamente corrió hasta Bloody Wonders, cerrado a esas horas de la mañana. Aun así, llamó a la puerta, sabía que la dueña vivía en el piso de arriba. Insistió durante tres minutos y cuando estaba a punto de abrir con una bombarda, el pesado portón se corrió.

—¿Cielo? ¿Qué haces aquí a estas horas? —inquirió Eleanor.

Pese a sus preguntas, no parecía muy sorprendida; la fauna de ese barrio era peculiar.

—Necesito hablar contigo, pero no aquí —murmuró Bellatrix mirando a su alrededor como si los muros tuvieran oídos.

—Claro, pasa —le indicó Eleanor volviendo a bloquear la puerta tras ella—. Sube a casa, estaba preparando el desayuno.

Bellatrix no tenía tiempo para visitas de cortesía, pero extrañamente esa mujer le caía bien y no quería ser brusca con ella. Además, en ese momento era la única snitch a la que podía aferrarse: no vio a nadie más hablando con Glicelia. Así que acompañó a Eleanor hasta el primer piso y la siguió hasta la cocina, donde la pastelera continuó mezclando la masa para hacer tortitas.

—¿Qué necesitas, cielo?

—La chica que te presente ayer, ¿la recuerdas?

—Claro, Glicelia Grindelwald.

A la bruja oscura se le paró el corazón durante dos segundos. Había acertado.

—¿Cómo sabes su apellido?

—Hablamos y bebimos bastante. Al parecer su tío-abuelo fue un criminal famoso... pero yo no tengo ni idea de eso —parloteó Eleanor alegremente—. Creo que por eso me lo contó, vio que me daba exactamente igual.

—Ya... —murmuró Bellatrix que la conocía lo suficiente para saber que era sincera— ¿Y te dijo de dónde es? ¿Dónde vive?

—Es austriaca, pero no sé dónde vive. Al parecer se muda constantemente, me contó que un par de días después no hubiese recibido la invitación a la fiesta, porque se mudó.

—¿No te dio ninguna dirección por si le quieres mandar alguna lechuza?

Eleanor negó con la cabeza mientras vertía la mezcla en una sartén y removía con su varita. A Bellatrix se la llevaron los dementores, había sido demasiado bonito... Pero no tenía nada. Solo la confirmación de que había dejado escapar a una potencial aliada.

—¿Por qué estás triste, cielo? Antes se te veía muy emocionada.

—Esperaba haber podido hablar con ella —confesó.

—Mmm... —murmuró Eleanor distraída— Quédate a desayunar.

—Lo siento, no tengo tiempo —se disculpó Bellatrix.

Podía ir a visitar al señor Selwyn, quizá él la ayudaba... O registrar los hoteles, quizá aún no se había ido. ­­

—¿Sabes dónde tenía previsto alojarse?

—Ni idea —respondió Eleanor alegremente.

Bellatrix maldijo en voz alta.

—Pero creo que sé dónde se alojó.

—¿Qué? —replicó la bruja oscura al momento.

—Está en mi cama, le estoy preparando el desayuno —comentó Eleanor divertida—. Estuvo bien la noche, aunque solo para un par de citas, una relación tampoco quiero, que esa chica parece rarita y a mí me gusta estar soltera.

A Bellatrix le costó un rato comprenderlo. Pero en cuanto lo hizo, le preguntó a Eleanor a punta de varita por qué la había mareado así.

—Porque para una vez que vienes de visita en lugar de a beber, no es para verme a mí.

No sonó a broma en esa ocasión. Bellatrix esperaba cualquier respuesta menos esa. Tampoco entendía por qué esa mujer no la temía, por qué no temblaba e incluso la apartaba para empezar a servir el desayuno. «Probablemente porque hasta ayer no sabía ni mi nombre» pensó Bellatrix. Pero aun así... Estaba tan contenta por haber encontrado a Glicelia que agarró a Eleanor del brazo y la obligó a mirarla.

—No tienes un pelo de tonta y sabes calar a la gente. Nunca te he torturado ni temes que lo haga. Sabes que eres especial para mí.

La pastelera lo meditó durante unos segundos. Al final sonrió y la abrazó muy contenta. Bellatrix aceptó el gesto con incomodidad hasta que Eleanor decidió soltarla. Gritó «¡A desayunar!» y para regocijo de Bellatrix, un minuto después salió la chica a la que conoció la noche anterior. Solo que ahora llevaba un camisón que probablemente le había prestado Eleanor y parecía más relajada. Se sorprendió al ver a Bellatrix, pero no pareció molesta.

Aunque se moría de ganas por agarrarla y aparecerla ante Voldemort, Bellatrix se contuvo. «No puedo hacerlo así, tiene que ser por las buenas», se insistió a sí misma, «Tengo que demostrar que puedo hacerlo igual o mejor que los demás». Se sentó a la mesa y aceptó el plato de tortitas con sirope que le sirvió Eleanor.

—Veo que a ti también te fue bien la noche —comentó Eleanor divertida.

—¿Qué? —respondió Bellatrix que no podía estar más en desacuerdo.

La pastelera le señaló el cuello, pero Bellatrix no podía mirárselo. Glicelia hizo aparecer un pequeño espejo ante ella.

—¡Lo mato! —juró Bellatrix contemplando las marcas moradas casi negras en su cuello. —Es imposible que el resto no las hayan visto...

—No creo que se hayan fijado, cielo —la tranquilizó Eleanor—. Te las tapa el pelo... y con ese vestido, dudo que alguien mire más allá de tu escote.

Iba a replicar, pero Bellatrix recordó que se había presentado ante su familia con su jersey de entrenamiento de cuello alto. «Menos mal...», pensó aliviada, «Puedo sortear a Rodolphus un día más». Empezó a sanar las heridas con su varita, pero el ángulo seguía siendo muy malo.

—¿Me permites? —solicitó Glicelia sabiendo que apuntar al cuello de una bruja oscura sin su permiso era mala idea.

Dudó, pero al final Bellatrix asintió. Una luz dorada manó de la varita de Glicelia y el tono de las marcas se fue suavizando hasta desaparecer.

—Eres una bruja formidable —reconoció Bellatrix.

Glicelia sonrió nerviosa y le quitó importancia. A la bruja oscura le pareció una buena forma de introducir el asunto:

—De hecho... A mí maestro, que organizó la fiesta y te invitó, le encantaría conocerte.

Se miraron y ambas supieron que la otra lo sabía: sabían quiénes eran. Al momento notó como Glicelia se cerraba en banda. Bellatrix no podía permitir eso:

—Respeto que prefieras mantener tu apellido en secreto, aunque no lo comprendo. Perteneces a la familia más antigua y venerada de Centroeuropa...

—No me gusta hablar de mi familia.

—Lo siento, no era mi intención molestar —respondió Bellatrix—. Admiro muchísimo a tu tío-abuelo, de pequeña tenía un poster suyo en mi habitación... pero supongo que eso te pasará con todo el mundo.

Glicelia rio entre dientes y no contestó. Bellatrix no supo interpretarlo. Para rebajar la tensión, felicitó a Eleanor por el desayuno y la aludida se puso aún más contenta. Las había escuchado con poca atención, no le interesaban en absoluto esos temas tan retorcidos.

—Fue bien la fiesta, ¿verdad? —comentó Eleanor.

—Supongo —se esforzó en responder Bellatrix.

No sabía qué hacer, cómo ganarse a Glicelia. Voldemort (y Sirius y tantos otros) tenía razón, no se le daba bien conquistar con la palabra. Solo se le ocurría hacerlo por las malas y así sería mucho más difícil que ella colaborara.

—¿De verdad estuviste en la cárcel catorce años?

Bellatrix miró a Eleanor frunciendo el ceño. Esa mujer siempre soltaba lo que pensaba y poco le importaban las repercusiones.

—Es que estás demasiado bien para haber estado tanto tiempo encerrada... Nos conocemos desde que venías con veinte años y estás mejor ahora que entonces.

Iba a evadir la pregunta, pero Bellatrix vio la oportunidad de, quizá, azuzar la curiosidad de Glicelia. Por eso, respondió desviando la mirada:

—El Señor Oscuro me ha ayudado a recuperarme.

Eleanor asintió satisfecha con la respuesta, no indagó más. Glicelia seguía desayunando en silencio, pero Bellatrix notó que la observaba con más detalle. Haría falta una magia extremadamente poderosa para burlar el tiempo y la desidia de Azkaban... y en ella era evidente que se había obrado el milagro. Le permitió observarla unos segundos y después, con simulado desinterés, Bellatrix le preguntó cuánto iba a quedarse en Inglaterra. La joven respondió que no lo sabía, el viaje había sido una decisión de último momento y no había organizado nada.

—Puedes quedarte aquí unos días si lo necesitas —le ofreció Eleanor.

—Eres un ángel, Nellie—sonrió Glicelia mirándola emocionada.

Bellatrix sonrió para sus adentros. Esa chica sería una Grindelwald, una bruja superpoderosa... pero perdía la varita por una mujer sexy y con carácter. A Eleanor no le interesaba demasiado, se aburría pronto de sus amantes... pero sí le gustaba que la admiraran y era amable con todo el mundo.

—Me tengo que ir —murmuró Bellatrix tras terminarse sus tortitas.

Era un movimiento arriesgado, pero si le había funcionado (tres veces) con su primo que la odiaba... raro sería que no le funcionase con una chica que casi babeaba por ella.

—¿Ya te vas? —preguntó Eleanor levantándose para acompañarla a la puerta.

—Tengo cosas que hacer. Gracias por el desayuno, Eleanor. Un placer verte de nuevo, Glicelia, espero que disfrutes de lo que te quede de estancia aquí.

Salieron las dos del salón-comedor. Estaban ya en el zaguán cuando escucharon a Glicelia levantarse. Eleanor miró a Bellatrix con una sonrisa ladina, sabiendo perfectamente lo que había hecho.

—¡Espera! —dijo la chica apareciendo nerviosa— ¿Podemos hablar un minuto?

Bellatrix fingió dudar, pero asintió y volvieron al salón.

—Tu... El... El Señor Oscuro... ¿Qué querría de mí? —preguntó Glicelia sabiendo que no sería una visita de cortesía.

—No lo sé exactamente —reconoció Bellatrix—. Supongo que le interesa tu poder o tu apoyo para la guerra.

La chica lo meditó y la bruja oscura sospechó que había alguna información que le estaban ocultando. No le dio mucha importancia. Solo quería que aquello saliera bien, ¡tenía que salir bien! Ya le había salido mal lo de follarse a su primo...

—¿Y Él haría algo por mí a cambio? —preguntó Glicelia.

Lo preguntó con ligera vergüenza, pero también con determinación. Bellatrix entendió que era un requisito indispensable, así que no dudó:

—Por supuesto. Si es algo que esté en su poder (y es el mago más poderoso del mundo), no creo que tenga problema en... Por supuesto no me puedo comprometer en su nombre, pero Él...

—No tengo familia —la interrumpió Glicelia mirándola a los ojos—. Nunca la he tenido. Me críe en casas de acogida. Mataron a mis padres cuando tenía un año, a mis abuelos mucho antes. A cualquiera que lleve mi apellido, lo matan. Compartamos o no las ideas de mi tío-abuelo. Hay gente muy rencorosa, muchos perdieron a familiares a manos de Gellert... y desean vengarse con quien sea. Por eso llevo toda mi vida cambiando de ciudad y país cada dos meses.

—Y luego los malos somos nosotros —resopló Bellatrix. — Mi Señor te ayudará a vengarte, yo misma te ayudaré a...

—No, no busco eso. Estoy harta de venganzas.

Eleanor y Bellatrix se miraron de reojo; no se parecían en nada a esa joven y no llegaban a comprenderla. La bruja oscura le preguntó qué quería entonces.

—Conocer a mi familia. A quien sea, a quien quede.

—¿Y cómo podemos nosotros ayudarte a...?

—Solo queda uno —la interrumpió Glicelia—. O eso quiero pensar. Igual ya perdí la oportunidad, pero es mi única esperanza...

Bellatrix abrió los ojos al comprenderlo. Eleanor las miró nerviosa, no lo estaba pillando y era muy cotilla, necesitaba enterarse la primera. Su clienta favorita lo aclaró:

—Quieres que mi Señor te ayude a buscar a Grindelwald.

Glicelia asintió.

Bellatrix lo meditó. Sabía —como publicó la prensa— que, tras derrotarlo décadas atrás, Dumbledore lo encerró en la fortaleza de Nurmengard, cuya ubicación ocultó al mundo. Ella tuvo una fase en su adolescencia en la que se obsesionó con el mago oscuro y leyó todo lo existente sobre él; no vio imposible localizar su prisión, pero tampoco sencillo... Eso si todavía quedaba algo que buscar, claro.

—Dumbledore sigue vivo... y Grindelwald era unos años más joven... es posible que siga vivo. Aunque la vida en la cárcel es muy dura —añadió Bellatrix para que Glicelia no se hiciera ilusiones.

—Lo sé. Si encontramos el lugar y ya falleció, lo asumiré. Y cumpliré mi parte.

Bellatrix asintió satisfecha. Le preguntó cómo quería llevar a cabo el encuentro con Voldemort y ahí, la joven se apocó de nuevo. Miró a Eleanor nerviosa, como esperando ayuda por su parte. La bruja oscura le ofreció hacerlo ahí mismo, con Eleanor presente. Confió en que a su maestro no le importara.

Glicelia aceptó con alivio. De inmediato —sin darle tiempo a arrepentirse— Bellatrix se subió la manga del vestido e invocó a Voldemort. «He encontrado a la chica Grindelwald, colaborará», pensó cerrando los ojos, «Estamos en la callejuela del Augurio, junto al Callejón Knocturn». No necesitó darle el nombre del local, en cuanto llegara a la estrecha vía, Voldemort sentiría y rastrearía su magia.

Ella misma bajó a recibirlo y un minuto después, lo sintió aparecer. No lo vio, utilizaba un conjuro desvanecedor; pero ella también estaba muy familiarizada con su magia. En cuanto entraron al portal, Voldemort deshizo el hechizo con un gesto de su mano. Bellatrix le resumió la situación y el mago oscuro escuchó con atención. No comentó nada, pero tampoco le echó la bronca, así que lo consideró un triunfo.

—Nos espera en el bar —murmuró Bellatrix entrando a Bloody Wonders.

Glicelia estaba sentada en la barra, tomando un whisky para calmar los nervios. Eleanor estaba tras el mostrador, organizando varias cajas de bebidas.

Voldemort, en un movimiento fluido, se sentó frente a Glicelia y se presentó con elegantes modales. Bellatrix se alejó un poco. Sabía que su Señor requería intimidad en esos asuntos, ella solo se quedaba para tranquilizar a la joven. Sin necesidad de que pidiera nada, Eleanor le sirvió su whisky favorito.

—¿Tú quieres algo, amor?

Bellatrix y Glicelia abrieron los ojos con horror. No tuvieron dudas de que Eleanor era la primera persona en llamar "amor" al Señor Tenebroso. Este la miró con sus ojos rojos propios de una serpiente, pero no contestó ni atacó. Fingió que no había sucedido —probablemente porque no dio crédito— y continuó conversando en voz baja con Glicelia.

Mientras Eleanor seguía organizando las bebidas, Bellatrix invocó un libro que había en un rincón del mostrador. Lo miró extrañada, parecía muggle. Le preguntó a la pastelera que se encogió de hombros:

—No sé, algún cliente se lo dejaría.

Antes de quemarlo, Bellatrix lo abrió por una página al azar. No entendió si era poesía, cartas o un relato, pero leyó una frase suelta: «Y de pronto llegará alguien que baile contigo, aunque no le guste bailar y lo haga porque es contigo y nada más». Sintió un escalofrío y cerró el libro alejándolo de ella. No tuvo valor para quemarlo e intentó distraerse escuchando la conversación en susurros varios metros más allá:

—Voy a matar a Dumbledore —escuchó sisear a Voldemort—. Cuando él esté muerto, caerán las protecciones que puso sobre Nurmengard... Entonces iremos.

Pocos minutos después, Bellatrix vio de reojo como se estrechaban la mano con solemnidad. Habían llegado a un acuerdo.

—Nos marchamos, Bella —indicó Él levantándose.

No se dio la vuelta, abandonó el local con rapidez. Bellatrix se despidió de nuevo de ambas e hizo ademán de seguirlo, pero entonces Glicelia la agarró del brazo.

—Una batalla en un comedor. Estás luchando en una mesa contra una mujer. Y mueres. No vayas a esa batalla.

Fue un murmullo rápido al oído de Bellatrix, con voz firme y casi mecánica. La bruja oscura sintió un escalofrío. Estuvo a punto de preguntar, pero Glicelia se había girado a hablar con Eleanor como si nada hubiera pasado.

Bellatrix trató de recobrar el ánimo y salió junto a su maestro que los apareció a los dos en la Mansión Malfoy. Voldemort le resumió lo pactado: Glicelia le ayudaría como asesora en diversos temas (sin involucrarse de forma activa por el miedo que tenía a ser descubierta) y Él la ayudaría a reunirse con su tío-abuelo... o con lo que quedara de él.

—Muy bien, Señor —respondió ella—. Pero... ¿qué tiene esa chica de especial?

—Los magos y brujas de familias tan antiguas y poderosas tienen dones especiales, Bellatrix. Como tú.

Esa fue la despedida. La bruja se quedó tan emocionada por el cumplido que le costó procesar el resto. Comprendió que era la felicitación por haber encontrado a la descendiente de Grindelwald.

Dos horas más tarde, cuando calmó su euforia, comprendió cuál era el don de Glicelia que también poseyó su antepasado: videncia. Podía ver acontecimientos futuros. Un arma muy poderosa, no había duda de que a Voldemort le vendría bien.

Y entonces, recordó lo que le había dicho. ¿Iba a morir en la guerra? No entraba en sus planes... pero si así lo requería, daría la vida por la causa y por su Señor. 

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