Fieles Amantes

Atrás habían quedado los sin sabores de la traición, la amargura y la decepción, atrás quedaron las promesas rotas, los juramentos de una vida en común, junto con las esperanza hechas pedazos de una familia ideal. Ahora estaban en un escenario distinto, formando parte de una nueva obra  donde los protagonistas ya no eran los infieles cobijados por las sombras, si no ellos mismos.

Draco no se había propuesto serle fiel a Hermione, no tenían un compromiso formal, ni se exigían nada en absoluto, no había un contrato de por medio que los obligara a estar juntos y compartir sus vidas, pero sin duda a pesar de no habérselo planteado llevaban algo muy similar a una vida de pareja, no buscaba nada en otras, porque lo que necesitaba y quería lo tenía con la castaña.

Era fiel porque aun sin planteárselo o exigirlo esperaba lo mismo de ella, y en el fondo sabía que así era, Granger no era del tipo que se entregaría a cualquiera, llevada solo por bajas pasiones, además de que  su vida sexual era sumamente satisfactoria.

Pasaban casi todas las noches juntos, en algunas ocasiones en la nueva mansión Malfoy que adquirió después de vender en la que había vivido con Astoria y algunas otras noches la pasaban en el departamento de Granger.

No había horarios que seguir o papeles que cumplir, ambos se buscaban porque así lo deseaban. Era extraña la manera en la que se acoplaban, en la que entendían al otro aun siendo tan diferentes, no había peleas como antaño, aunque si algunas discusiones que eran imposibles de evitar considerando el temperamento de cada uno, pero eran incluso esas diferencias las que le daban una tesitura diferente.

Malfoy estaba cansado de la conveniencia de estar al lado de una mujer que no le contradijera, que acatara sus peticiones sin rechistar, no quería una muñeca que solo luciera linda y que no tuviera cerebro o el suficiente valor para hacerse notar y defender sus ideas. Posiblemente chocaba en muchas ocasiones con el carácter y los ideales de Granger, pero le parecía de alguna manera alentador, poder discutir con alguien que tenía los argumentos suficientes y la energía para no  dejarse empequeñecer o manipular.

Hermione era interesante, una especie exóticamente rara que no lograba entender del todo, pero que secretamente admiraba, hacia ya mucho tiempo que tratando de comprender lo intrincado de su esencia la había comparado con las mujeres importantes de su vida.

Primero la comparo con Narcisa, su madre, con quien  no había punto de partida en esa orden de ideas, no solo porque eran tan diferentes físicamente hablando, si no era algo más profundo, su madre era calculadora, elegante, siempre preocupada por la apariencia y las relaciones sociales como toda sangre pura, mientras que Hermione era  sencilla y aunque sabia lucir siempre acorde a la situación no le preocupaba mantener una imagen perfecta y podía ensuciarse o perder la clase de ser necesario.

Después la comparo con Pansy Parkinson, que había pasado de ser su eterna novia del colegio, a su prometida y después   una de sus tantas amantes de ocasión, y aparte de las diferencias lógicas entre ellas, una por pertenecer al selecto grupo de la aristocracia mágica, mientras que la otra  era una simple hija de muggles,  la morena era candente, atrevida, pasional y desinhibida en la cama, tenía un cuerpo sumamente hermoso y sabiéndolo lo aprovechaba para obtener siempre lo que deseaba, mientras que Hermione haciendo honor a el origen de su casa era una leona entre las sabanas, era ardiente, también pasional, con un temperamento atrevido y sensual por partes iguales, pero sus entregas eran cálidas y exigentes pero al mismo tiempo era generosa y se entregaba por completo en cada encuentro, lo que hacía una gran diferencia entre los encuentros calculados y meticulosos de Parkinson donde había demasiados intereses de por medio y volvían fría la entrega.

Cuando llego a comparar a Astoria con Hermione, volvía a caer en las mismas diferencias que se manifestaban con Pansy, quizás su ex esposa tenia ciertamente mas clase y estilo, y poseía un cuerpo mas armonios y un rostro de rasgos mas finos y bellos, pero Hermione era sencillamente diferente, parecía ser capaz de lograr que el Gran Draco Malfoy viera el mundo a través de sus ojos para poder admirar una belleza diferente a la conocida que no tenía que ver con cuerpos exuberantes y rostros bellos.

Hermione era hermosa por su sencillez, podría ser catalogada con una mujer común y  corriente, una más del monto, pero quien era capaz de ver con atención podía encontrar que lo que menos tenía esa leona era algo de común.

La gente la quería por su bondad, la respetaban por su lealtad y su valor, podía ser testaruda, obstinada y terca pero eran esos mismos defectos que ocupaba cuando intentaba dejarle claro al mundo que no permitiría las injusticias. Era gritona y su voz se volvía chillona cuando estaba nerviosa pero no perdía el aplomo en su postura ni permitía que sus nervios hicieran mella en sus decisiones. Era fuerte, pero no permitía que esa fuerza le impidiera conmoverse ante rostros abatidos, desesperados o tristes para ser lo suficientemente sensible para mostrar sus debilidades humanas cuando lloraba ya fuera porque estuviera sumamente feliz por un logro o compartiera la tristeza y aflicciones de alguien más.

Era su manera de moverse ante la vida lo que la hacía especialmente hermosa y no su cuerpo o su rostro que también eran bellos, era su sonrisa fresca y desinteresada que regalaba sin reparos a cualquiera que la necesitara, y la luz de sus ojos castaños vivaces y cálidos que se iluminaban esperanzados ante la aventura de un nuevo día. Nunca daba las cosas por hecho, aun estando ocupada se daba el tiempo de demostrar con palabras y hechos cuanto le importaban sus amigos, sus seres queridos, incluso sus colaboradores y allegados. Aun teniendo el poder para pedir todo cuanto quisiera era cortes, educada y respetuosa, pedía todo por favor y siempre agradecía. Y valoraba a cada persona o ser sin importar su condición, tamaño u origen.

Esas comparaciones entre las mujeres que eran y habían sido importantes en su vida le hacían darse cuenta de que nunca había conocido a alguien tan peculiar como ella, mandona, exasperante, en extremo perfeccionista, testaruda, temperamental y gritona, que se movía por el mundo sin preocuparse en darle gusto a nadie con su manera de ser, de vestir o de actuar, posesiva y controladora, meticulosa y obsesionada con el deber, tan terca como para discutir por horas por las cosas más triviales, con ese aire de marisabidilla que le hacía sentir tener todas las respuestas, completamente irritante cuando se lo proponía y desesperantemente testaruda cuando creía tener la razón.

Pero sin importar esa larga lista de defectos y debilidades era extraordinaria en toda la extensión de la palabra. Sobre todo se daba cuenta de algo importante, que le gustaba la persona que era el mismo cuando estaba con ella.

El solo hecho de estar a su lado lo hacía sentir diferente, era como si siempre hubiere tenido una parte de su ser encerrado, aprisionado en su interior, sometido por su parte oscura que se dejaba llevar por el orgullo, los falsos principios y los ideales que conllevaba su casta de pureza y el abolengo.

Todo era más sencillo cuando estaba con ella, se sentía libre y pleno sin las ataduras que siempre le habían impedido ser el mismo. Seguía siendo orgulloso, indolente y sarcástico, un tanto cuanto frívolo y superficial, con un humor en ocasiones demasiado negro y voluble, pero se percibía distinto y renovado, como si casi pudiera extender los brazos y volar en la inmensidad del cielo si así lo deseara.

Cuando estaba con Granger era un hombre diferente que podía sonreír bajando la guardia y se perdía en su cuerpo descubriéndose el mismo una gran gama de sentimientos que se arremolinaban a su alrededor. Se permitía besarla y acariciarla a conciencia por el simple gusto de verla gemir bajo su cuerpo y estremecerse, como si pudiera deshacerla de tantos suspiros y jadeos que robaba de su ser.

Le hacía el amor como el mejor y más complaciente amante, sin escatimar besos ardientes y caricias suaves y atrevidas, y ella se entregaba completamente sumando a sus encuentros la calidez más sublime que nunca había experimentado en sus correteos amatorios. Por eso cada noche iba a su encuentro para ser un mejor hombre a su lado, para sentir esa libertad y ese bienestar que solo tenía en sus brazos.

Para alguien como el que nunca había conocido algo tan extraordinario como los sentimientos puros y desinteresados le costaba trabajo asimilar todo aquello, y su mente, así como su cuerpo solo anhelaban perderse en la marea de cabellos castaños y en esa piel bronceada, para contar cada pequeña peca que salpicaba su nariz y cada marca que le hacía recordar  el valor de esa dulce mujer que era una guerrera.

Hermione pensaba en Draco como un nuevo descubrimiento, era su milagro personal de algún modo, no solo era el hombre que la hacía sentirse más mujer entre sus brazos y el que le arrancaba gemidos de placer por las noches. Era también el hombre que la había inspirado para cambiar y quien había ayudado a no hundirse en su dolor después del engaño.

Era por mucho algo nuevo, descubrir en Malfoy nuevas facetas, no era alguien dulce o cariñoso, pero tenía cierto carisma que hacía que incluso los comentarios sarcásticos le resultaran graciosos. Pero algo que le resultaba sumamente atractivo de su persona, además claro de su físico envidiable y su perfecto rostro era que por primera vez tenia alguien con quien poder hablar de todo lo que le gustaba, lo mismo sabia de arte y literatura, que de música y magia, podían sostener largas y largas platicas sobre cualquier tema sin  sentir como en tantas otras ocasiones con la mayoría de las personas que no entendían la mitad de lo que decía o terminaban tan fastidiadas de su conversación que terminaban huyendo.

Con Draco era distinto, podía discutir de leyes, de libros, de la liberación de los elfos o los tratados con los duendes, sin sentir la apatía o el rechazo y le agradaba que siempre decía lo que pensaba sin importar que fuera frio o incluso cruel con sus comentarios, no era que le gustara que la trataran mal, pero estaba cansada de las personas que le dieran la razón solo para no discutir o porque pensaran que no debía rebatir lo que dijera aunque se equivocara, o simplemente porque no quisieran lastimar sus sentimientos.

Cuando discutía con Malfoy tenía una visión diferente de las cosas, podía ver desde todos los ángulos, incluso de los oscuros y crueles, porque no tenía tapujos en llamar a las cosas por su nombre, ni trataba de suavizar situaciones para hacerlas más amables, le hacía ver que la vida no era del todo perfecta o justa, le rebatía con fundamentos sobre la realidad que por ser cruel no era menos cierta.

Se sentía protegida y disfrutaba sin duda de su compañía dentro y fuera de la alcoba, le gustaba pasar los fines de semana a su lado en la tranquilidad de la habitación sin nada más que su piel cubriéndolos y después de que calmaban sus ansias y descansar un poco, enzarzarse en platicas profundas sobre el significado de la vida o tan triviales como lo que abrían de desayunar o si los elfos eran o no su obsesión.

Sin las mascaras Draco era un hombre interesante, en ocasiones demasiado ensimismado e incapaz de abrirse por completo, pero cuando lograba abrir un poco las brechas y bajar esa mascara de indiferencia que solía usar, descubría una sonrisa diferente y un matriz distinto en sus ojos grises y su rostro frio se volvía cálido y se volvía un hombre maravilloso con el que se podía disfrutar incluso de los prolongados silencios.

Hermione no se había propuesto llevar una vida como la que llevaba, pero mentiría si dijera que se arrepentía de sus decisiones, no recordaba haberse sentido tan bien desde que habían vencido al innombrable y sabia que todo era gracias Draco, su amante.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top