Cobrando Intereses

No podía creer que estuviera ella en la sala de su casa con maleta en mano, pero que podía hacer ¿Correrla? Sabiendo que no tenía a donde ir y que de algún modo también era su responsabilidad que de la noche a la mañana lo perdiera todo.

Recargo su espalda en la alacena de madera mientras esperaba que al agua hirviera para hacer un poco de té y ofrecerle a la alterada rubia que lloraba desconsolada en la sala de su casa. Con nerviosismo pasaba sus manos entre sus cabellos intentando aclarar su mente, buscando otra solución, pero no la encontraba.

Sus errores les estaban alcanzando, dejándolos sin más opciones, golpeo con el puño la puerta de madera de la alacena con impotencia y ni siquiera sintió dolor. Salió después de unos minutos con dos tazas de té y unas pocas galletas que había encontrado, solo esperaba que no estuvieran demasiado rancias o duras, pues desde que Hermione se marchara no había comprado nada y la despensa estaba prácticamente agotada y lo poco que quedaba posiblemente era incomible o caduco.

Astoria estaba con el rostro escondido entre sus manos, ya no lloraba, quizás porque ya no le quedaban lágrimas, tal vez porque se había percatado por fin de la hinchazón de su hermoso rostro o porque ya había conseguido que el pelirrojo le abriera la puerta de su casa y la dejara pasar, era imposible saberlo con seguridad tratándose de alguien como ella, tan preocupada por su imagen y tan manipuladora a la vez.

Los padres de Astoria no estaban satisfechos con la ruptura y la habían presionado para sacarle la verdad después de que se enteraran que Draco la dejara prácticamente en la calle, sin el favor de alguna cuantiosa parte de su fortuna, al menos una pensión considerable o algunas propiedades o negocios de las que pudiera vivir dignamente. Lo que le llevo confesar una verdad a medias fue lo que le llevo a su padre cruzarle el rostro con una bofetada, que no hubiera quedado en eso sin la intervención de su madre.

Habían sido tajantes, no la quería de vuelta en la mansión familia, era demasiado humillante que una hija suya terminara enredándose como una cualquiera con un don nadie poniendo en riesgo todo lo que representaba su apellido, engañando a su marido, que cavia señalar tenía lo suficiente para hundirlos si se lo propusiera. Salió exaltado después de dejar en claro que no la quería ver de nuevo, fue entonces que su madre se acercó y la levanto del piso donde había quedado tirada después de recibir tremenda bofetada.

-Tú misma te has arruinado. -Le dijo mientras le retiraba los cabellos que se pegaban a su rostro humedecido, la hizo sentarse a su lado para consolarla. -Nada puedo hacer para ayudarte, pero no todo está perdido. -Recalco haciendo que los ojos azules de su hija buscaran los suyos por primera vez con esperanza.

-¿Qué debo hacer, madre? -Pregunto con suplica mientras las lágrimas seguían fluyendo de sus ojos.

-Busca a Weasley, después de todo no tendrá el dinero que Malfoy, pero tiene prestigio y aunque no sea de nuestra clase su familia es de sangre pura y después de la guerra terminaron muy bien parados dentro y fuera del ministerio.

Astoria comprendió entonces todo, Ron representaba su tabla de salvación, nada le quedaba, solo quizás la esperanza de lograr no perderlo todo por esa aventura suya que había durado más de lo esperado.

La rubia no tenía más opciones, abandono la mansión de su familia cabizbaja con maleta en mano. Su madre no la acompaño a la puerta solo la vio alejarse asomada por la ventana, hasta que llego a la reja de la entrada y desapareció, tenía el corazón encogido, probablemente ella era la única que comprendía cabalmente a su hija y no tenía el poder moral de juzgarla.

La señora Greengrass también tenía un pasado del que probablemente no estaba orgullosa, que le hacía entender a la perfección la manera de actuar de su hija menor. Quizás el final era distinto para ambas pues ella tuvo un poco más de suerte para que ese idilio amoroso clandestino no saliera a relucir o al menos no tuviera más consecuencias que un adiós definitivo y un corazón roto.

La falta de amor era el precio que se debía pagar por pertenecer a ese selecto grupo social y ella lo sabía bien, tan bien como sabía que solo los varones tenían derecho a esa doble vida, por eso detestaba que su marido tuviera esa doble moral, por un lado iba de lecho en lecho con un sinfín de amantes y por otro se atrevía a repudiaba y rechazar a Astoria solo por ser mujer, porque no era difícil adivinar que si se tratara de las acciones de un hijo varón no solo le apoyaría si no le alabaría su comportamiento.

Triste y envuelta en sus recuerdos la señora Greengrass recordaba esos viejos encuentros después de que vio marcharse a su hija. Suspiro abatida, porque para ella no habían sido solo encuentros para saciar sus paciones, había sido algo más, si se atrevió a engañar a su marido había sido porque se había enamorado perdidamente y todo había acabado cuando descubrió que estaba embarazada de su segunda hija y no sabía a ciencia cierta quién era el padre, así tuvo que abandonar el amor y cumplir con el deber, diciendo adiós al único hombre que había amado.

Ahora Astoria, esa rubia que llevaba quizás un apellido que no le correspondía tenía que enfrentar las consecuencias de sus actos, le tocaba pagar por haberse envuelto en un peligroso juego en el que buscaba llenar el vacío que sentía. Después de todo Draco era bueno con ella y la trataba bien, pero no lo amaba y esperaba encontrar el amor que desde pequeña había anhelado. Se dejo envolver por esas nuevas sensaciones cuando comenzó a citarse con Ron y dejo que sus paciones la llevaran aún más lejos.

Astoria no amaba a Ron, pero le quería de algún modo extraño, le gustaba tener completamente su atención y la manera en que la miraba llena de admiración como si nada se pudiera comparar con tenerla. En sus brazos se sentía deseada y plena como ya hacía mucho no se sentía con Malfoy, podía sentir en sus labios la necesidad de apagar esa llama de pasión, sentía sus caricias quemándole la piel con deseo y se perdía en el, en sentir su cuerpo adentrándose en ella de manera salvaje e incluso primitiva, y se sentía en esos momentos más mujer y no solo un objeto que había sido vendido al mejor postor, aunque ese mejor postor en realidad no se mereciera lo que le hacía.

Después de todos sus errores estaban de nuevo en la misma casa donde Granger había descubierto sus infidelidades, la situación era muy diferente pues ahora la rubia no tenía a donde ir y no contaba con la protección de su familia, estaba sola.

Ron la acompaño a la habitación de huéspedes, no se sentía capaz de compartir el mismo lecho, no después de cómo habían terminado las cosas, no deseaba que el suave aroma de Hermione que aún permanecía en la que había sido su habitación conyugal fuera sustituido por el de Astoria.

La rubia no dijo nada de alguna manera al menos por ese día necesitaba estar sola para revaluar su vida, para aclarar su mente y pensar con mayor acierto que haría a partir de ahora. Aturdida se sentó en la orilla de la cama sintiéndose tan pequeña y vulnerable en ese momento que las lagrimas volvieron a correr por sus mejillas, los ojos ya le escocia después de haber llorado tanto, mas no podía detener las lágrimas, aunque quisiera.

El sentimiento de abandono que experimentada se mezclaba con el miedo al futuro. Mirando alrededor con la vista nublada se sentía fuera de su elemento. La habitación que ocupaba estaba limpia, pero no se comparaba en nada a lo que estaba acostumbrada. Lo único que poseía realmente era el contenido de la maleta con la que fue echada de la mansión Malfoy.

En algún momento de la noche el cansancio la venció, se quedo dormida vestida sobre las sábanas. Poco sabía que, en otra habitación de esa casa, Ron también se enfrentaba a sus propios demonios y compartía con ella el mismo miedo al porvenir.

El suéter blanco aún estaba sobre el sillón que siempre ocupaba la castaña en la biblioteca, Ron veía desde la puerta como si le costara trabajo adentrarse en ese lugar que estaba lleno de recuerdos, suspiro con tristeza y se atrevió a entrar después de mucho tiempo, caminaba con lentitud paso tras paso hasta llegar frente al sillón, se hinco frente a este y abrazándose al suéter cerró los ojos recordando todo esos buenos momentos que alguna vez vivieron y que ahora lo hacían sentir tan miserable al comprender que todo lo había perdido.

Lo único que dejo Hermione al marcharse fueron recuerdos. Su presencia le seguía en cada rincón de la casa como si fuera un fantasma. Todavía podía escuchar su risa en los ecos de la cocina mientras le preparaba el almuerzo. Por eso se movía despacio en ocasiones y se tomaba el tiempo de abrir la puerta de la pequeña biblioteca, esperando que sus recuerdos fueran lo suficientemente nítidos, para creer que la encontrara de nuevo en su lugar favorito, regalándole una cálida sonrisa de bienvenida.

Esa noche Ron Weasley también se quedo dormido con el corazón encogido por el dolor y la culpa, vencido por el cansancio abrazado a un suéter que lentamente va perdiendo el aroma de su dueña original.

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Recorrió con lentitud su anatomía, delineando el cuerpo femenino como si diera forma a una escultura, tomándose el tiempo de definir cada rasgo. El desnudo sin contemplaciones, perdiéndose en esa visión de piel aterciopelada que le aguo la boca con deseo y le hizo ponerse duro.

Un delicado cuerpo, sus senos, cadera, su vientre, su pubis, sus piernas, cada parte de ella le excitaba y convertía de fuego sus entrañas. Como una lapa se pegó a sus labios y bebió de ellos antes de recorrer con su lengua esa extensión de piel tostada, ardía su propia piel bajo la tortura de esas manos delgadas prodigándole caricias.

Se perdió por un rato en el deleite de saborear con su boca cada pequeña porción de su dulce piel, va fuera besando, lamiendo o mordiendo suavemente, arrancando gemidos femeninos que pronto se volvieron un combustible aumento la necesidad de apresurarse.

Atrapo en su boca uno de sus pechos y mordió juguetón esa piel tierna, degustando, paladeando ese sabor tan suyo impregnado en cada poro de su piel, en cada pedacito que había estado negado para el, que había sido prohibido.

No era la primera vez que era suya, sin embargo, era la primera ocasión que se adentraba en su interior por una razón diferente a la venganza, era suya quizás solo por ese momento, pero su ego se inflamo al saberla suya, al escuchar sus gemidos huir de su garganta, al sentirla estremecerse y pedir más mientras movía sus caderas al compás de la pasión.

Su sangre que más le daba cuando la sentía vibrar con sus caricias, cuando su estrechez se acoplaba a su virilidad de manera perfecta, cuando sentía la demanda de su boca y exigente reclamaba más y más cada vez antes de llegar al éxtasis.

El beso palmo a palmo desde las pequeñas pecas que adornaban su nariz hasta las piernas, los muslos y cada rincón escondido, enloquecido quería borrar cualquier vestigio de aquel que había estado antes y que ahora odiaba aún más por haber tenido ese privilegio.

No la amaba, pero la necesitaba tanto que se enojaba consigo mismo, pero no podía evitarlo mas teniéndola así, desnuda en su cama, mostrando sus formas, ese cuerpo lleno de curvas definidas y excitantes, esos labios hinchados y rojos suplicando por mas besos y ese bello ensortijado y prometedor encendiendo un gran tesoro.

Ninguno de los dos quería estar solo, pero se engañarían si negaran cuando disfrutaban que fueran precisamente ellos quienes ahora cobraran un poco de esa deuda pendiente, cobraban intereses con sus besos, con sus caricias, con el descubrimiento de nuevas y excitantes emociones en ese encuentro.

Hermione se regocijaba para sus adentros de tener al arrogante Malfoy perdido en su cuerpo y sonreía para si misma al descubrir que su vanidad de mujer le daba mayores satisfacciones. Draco por su parte también se sentía satisfecho pues después de todo nunca pensó que alguien como ella, alguien con su prestigio, con ese honor tan elevado pudiera dejarlo compartir intimidad con alguien con su pasado.

Esa noche se entregaron al placer de sus cuerpos, sin el peso de sus nombres o su pasado. Como un par de amantes disfrutaron del momento sin preocuparse por nada más. Después de todo, merecían un momento en el que lo único que importara fuera lo que ambos querían.

Es muy pronto para pensar en un futuro juntos, pero si duda alguna el presente pintaba bien para apartar la soledad. 

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