Capítulo I

New York, Septiembre 2007.

Había caído la noche y la ciudad que nunca duerme se vio azotada por los gélidos vientos de un invierno que duró demasiado. Los habitantes de la ciudad dicen que ese año fue el más frío en toda una década, y lo cierto es que tienen toda razón.

Las heladas brisas junto con la nieve hacían que salir de casa se convirtiera en una verdadera travesía. Como consecuencia de aquello, las calles se veían desoladas y varios negocios cerraron sus puertas. La gente que aún se veía transitar en las aceras iba cubierta completamente por enormes abrigos y gorros para entrar en calor, no se sabía si se dirigían a su trabajo o si regresaban a sus hogares a descansar después de un día largo y agotador.

Pero algo era un hecho, ese no fue el caso del detective Jackson O'Neill. Quién luego de haber recibido una llamada delante de su compañero, estuvo parado al frente de una ventana contemplando como la nieve, poco a poco, cubría la calle.

—¿Qué haremos?

Preguntó a alguien detrás de él sacándolo de sus cavilaciones y escuchó el sonido de una silla moverse.

—¿Tú qué crees? —respondió Jackson con un tono cansado y volteó a ver a Martín.

Éste no dijo nada al principio y Jackson observó que él ya no traía la ropa con la que lo había visto en la tarde. Ahora llevaba puesta una chaqueta de cuero negra que hacía que su piel se viera mucho más pálida de lo normal, su cabello rebelde y sin recortar, le daba el aspecto de un rufián, que hacía que a veces se preguntase ¿cómo era posible que su esposa lo dejara salir así?

—No lo sé, ya sabes lo que pienso.

Fue lo único que dijo y el silencio volvió a reinar en la oficina. Jackson sacó de su bolsillo un cigarrillo y lo encendió para luego mirar el rostro de su compañero en busca de indicios de algo que no iba a encontrar.

—Dirígete al auto y espérame allí.

Terminó por decirle y Martín salió de la oficina con paso silencioso. Al cerrar la puerta, Jackson dio una última calada a su cigarrillo antes de tirar los restos al cenicero. Después, caminó hacia su escritorio en busca de su placa y abrió un cajón, pero antes de hallarla, visualizó una vieja fotografía de él junto a dos personas. Pasó sus dedos sobre la imagen y no pudo evitar que una sonrisa fugaz surcara su rostro. Respiró hondo y colocó la fotografía de nuevo en su lugar y agarró su placa. Cerró el cajón y una frase que su antiguo compañero le había dicho invadió su mente.

«Una pista nunca es tan buena»

Pero su pensamiento fue interrumpido por Martín, quién había encendido el auto y le estaba tocando las bocinas para que se apresure. Ya en el auto, Martín dejó caer el pié en el acelerador y pisó a fondo dejando atrás la estación.

—Tardas más que Carén en prepararte y eso que ella es mujer.

Bromeó Martín al parar en un semáforo y Jackson ante su insinuación sonrió y cruzó las manos detrás de la cabeza.

—Pero debes admitir que me veo mejor que ella.

Martín lo miró extrañado por unos segundos, pero el mejor optó por reírse.

—Esta va a ser una larga noche Jack, lo presiento —Aseguró Martín con un semblante serio cuando el semáforo cambió a verde y pudo ver como Jackson se pasaba una mano por la cara y se acariciaba la nuca

—Tardaremos lo que tengamos que tardar amigo mío, yo al igual que tú, estoy cansado, pero tengo un presentimiento sobre esta pista, sé que es muy buena, pero si la ignoramos y resulta ser verdadera, no podré dormir después.

Dejando atrás la autopista, llegaron a su destino. Ambos detectives al bajarse del auto se dieron cuenta de que la dirección que recibieron era la de un almacén de materiales de construcción. Los dos voltearon a verse y al unísono, cerraron las puertas del vehículo y dejaron el auto atrás. Caminaron hacia la entrada y mientras cruzaban la calle, una fuerte ventisca se llevó el sombrero de Jackson provocando una fuerte carcajada en Martín.

—Ese era mi favorito —dijo dolido y escucho a Martín reírse más fuerte.

—Ya era hora de que te deshicieras de ese sombrero —le dio una palmada en la espalda— era horrible. Por cierto, hablando de cosas feas ¿Cuándo te vas a cortar ese nido de aves que tienes como cabello?

«Cuando Caren deje de intentar envenenarnos con la cena —pensó Jackson para sus adentros—».

—Cuando me ganes en una partida de póker.

—Eso fue un golpe bajo Jack, mejor avancemos.

—La verdad duele ¿No?

Se detuvieron al frente de la entrada y ambos vieron que estaba cerrada con candado. Jackson retrocedió unos pasos para contemplar mejor el lugar y le dijo a Martín que se dirigiera a la parte trasera del almacén y busque una forma de entrar, que así, cubrirán más terreno. Martín no objetó ante su sugerencia y se marchó.

Martín, quién había entrado al romper una ventana, se puso a investigar dándose cuenta a medida que iba revisando, de que aquel almacén era un simple depósito. Decepcionado, buscó a Jackson para decirle lo que había encontrado, pero repentinamente las luces se apagaron. El detective sacó su linterna y retrocedió su andar hacia donde estaba un interruptor y lo presionó repetidas veces, pero las luces no volvieron a encender.

Jackson, tras romper el candado, entró con la mayor cautela posible, pero esto era innecesario; ya que él había hecho demasiado ruido alertando a cualquier persona que pudiese encontrarse allí adentro. Cuando se dispuso a revisar lo que había en sus alrededores, las luces se apagaron y se maldijo por haber dejado su linterna en el auto. Suspiró por un breve instante y una luz que percibió por el rabillo del ojo le llamó la atención. Cuando observó de dónde provenía, vio que era del brillo de una linterna que sostenía un hombre a lo lejos, pero no pudo distinguir quién era. Y él, aprovechando la oscuridad a su favor, se le acercó por la espalda, pero antes de que pudiera sorprenderlo, pisó una rata.

El hombre al escuchar el chillido, se da vuelta y para sorpresa de Jackson ésta persona no era otra más que Martín.

—¿Qué querías hacerme desgraciado? —le alumbra la cara—. Caminando tan sigiloso detrás de mí.

—Te vi a lo lejos y no te pude distinguir por la oscuridad, no sabía si sorprenderte o dispararte, aunque creo que la segunda opción era mejor.

—Cuántas veces te he dicho que tus chistes son malos y que no me causan gracia, pero ya, cambiando de tema. ¿Te diste cuenta que no hay nada?

—Parece que este lugar es solo un almacén.

—Lo sé, presiento lo mismo que tú. La persona que nos dio la dirección de este sitio, nos mandó algo más que cemento y vigas. Sigamos revisando.

—Espera, ¿escuchaste eso? —preguntó Jackson al momento de oír el sonido de algo caerse.

Ambos desenfundaron sus pistolas y caminaron hacia el origen del sonido, al llegar, vieron a un hombre que le estaba dando la espalda, verter al suelo el contenido de un garrafón que sostenía. El olor a gasolina impregnó sus narices y Martín le hizo señas a Jackson y este asintió. No tenían que ser adivinos para saber qué era lo que aquel hombre estaba haciendo, así que los dos le hicieron darse cuenta de su presencia.

—¡Policía de NY!

Gritó el detective Jackson haciendo que el hombre girara rápidamente y retrocediera con intenciones de huir.

—Yo no lo haría si fuera tú —habló Martín apuntándole con su pistola—. Levante las manos y no se mueva.

Pero aquel hombre no hace nada y Martín vuelve a tomar la palabra.

—Levante sus manos y no se mueva. No lo volveré a repetir.

Y como si sus palabras se las hubiera dicho al viento, aquel hombre no movió ningún músculo, Martin cabreado, cogió unas esposas y le hizo un gesto a Jackson indicando que siga apuntándole mientras que él caminaba hacia el individuo. Cuando Martin estaba a dos pasos de aquel tipo vio que éste sostenía en una mano un encendedor y lo lanzó al suelo. Lo siguiente que vieron sus ojos fue como la gasolina que estaba pisando hizo combustión haciendo que sus zapatos se prendieron en fuego.

Jackson suelta una maldición al ver las llamas acercarse a él y el sujeto aprovecha y sale huyendo. Martín quién ya había apagado el fuego de sus zapatos, no lo pensó dos veces y salió corriendo tras aquel hombre pero lo perdió en uno de los corredores.

—¿Has visto por donde se fue? —preguntó Jackson después de controlar el fuego.

—Ni idea, pero no puede estar muy lejos, yo iré por este extremo. Tú sigue buscando aquí.

Se separaron, y Martín siguió el sonido de unas cajas caer. Al acercarse, es sorprendido por el sospechoso quien lo embistió por la espalda haciendo que chocara contra unos estantes y que estos cayeran encima de él. Martín se arrastra como puede y logra liberarse pero cuando se levantó, miró alarmado que la puerta que daba hacia el callejón estaba abierta y fue a toda prisa por ella. Al llegar afuera, se detuvo en seco al ver cómo el sospechoso estaba tirado a pocos metros de él con las esposas ya puestas y con Jackson sonriente sentado a su lado jadeando.

—¡Pero qué diablos! —exclamó con un suspiro de alivio— ¿cómo has llegado primero que yo a él, Jack? Si nunca te vi rebasarme.

—Siempre he sido más atlético que tú Martín, por cierto, tienes restos de cal en el cabello, quítatelo.

—¿Alguna vez te cansas de darme órdenes? —pregunta agitando su cabello.

—Todos los días, —respondió Jackson mientras se levantaba— ahora ven acá y ayúdame con éste, creo que me he pasado un poco.

—Ya veo, mira como lo dejaste, hasta se parece aquél sospechoso en el caso Richards a quien atropellamos "por accidente" con la patrulla —hizo un gesto con las manos.

Después de unas cuantas carcajadas de parte de ambos detectives, regresaron al almacén con el sospechoso y lo amarraron a una silla. Jackson quién había encontrado un balde, lo llenó de agua y se lo lanzo encima diciendo:

—Despierta, tenemos preguntas que hacerte.

—Geh zur Teufels Polizei, du wirst nichts von mir bekommen. (Vete al diablo policía, no obtendrás nada de mi).

—¡Esto debe ser una broma! —Martin se agarró el puente de su nariz— éste malnacido no habla inglés.

—¿Glauben Sie, dass Sie sich durch das Sprechen in einer anderen Sprache vor dem Verhör bewahren können? (¿Acaso piensas que hablar en otro idioma te va a salvar del interrogatorio?).

Para sorpresa de Martín el que habló era Jackson, quien le había respondido al sospechoso al parecer en el mismo idioma.

—¿Desde cuándo sabes hablar alemán Jack? —preguntó Martín algo sorprendido.

—Hay muchas cosas que no sabes de mí —dirigió su vista al sospechoso—, ahora habla ¿Por qué querías incendiar este lugar?

Silencio es lo que obtuvo tras la pregunta y aquel hombre desvío su mirada. Martín se acercó a él y le sujetó el mentón.

—Responde.

El sospechoso lo miró por unos segundos y le escupió en la cara. Esto enfureció a Martín de tal forma que después de que se limpió el rostro con la manga de su chaqueta le dio un puñetazo en el estómago.

Luego de esto, pasó una hora desde que el sospechoso habló por última vez y Jackson intentando con todo tipo de persuasiones no pudo hacerlo hablar de nuevo.

Martín estaba recostado de una pared viéndolo todo. Él no quiso ser partícipe en la interrogación debido a que no le gustaba la forma en que Jackson los hacía. Martín pensaba que a ese tipo de personas solo se le sacaba información verdadera de una sola manera. Así que cuando vio que Jackson no iba a poder sacarle ni una sola palabra, se acercó a su compañero y le colocó la mano en el hombro.

—Ya trataste a tu manera Jack, ahora déjame intentarlo a la mía.

Diciendo esto, Jackson retrocedió con las manos metidas en los bolsillos y se alejó no sin antes darle una última mirada a aquel desdichado. Aunque él no aprobaba los métodos poco ortodoxos que su compañero empleaba, a la hora de una interrogación, siempre eran útiles para el trabajo. Transcurrieron los minutos y Jackson pudo escuchar el sonido de las maldiciones de aquel sujeto ahogado por el dolor.

A veces Jackson se preguntaba, si Martín disfrutaba tanto de lastimar a los sospechosos como él lo hacía ver. Sin darle mucha mente a eso, salió del almacén en busca de aire fresco y se recostó en una pared. La fría brisa chocó contra su cuerpo y sintió un escalofrío recorrerle todo el cuerpo. Para entrar en calor, sacó un cigarrillo de sus bolsillos.

«Te prometí que lo dejaría —se dice— pero hay cosas que no se pueden prometer».

Y antes de que pudiera darle una última calada, escucho la gruesa voz de Martín pidiéndole que volviera.

—A trabajar —dijo al viento y lanzó el cigarrillo a medio terminar al suelo.

Cuando llegó a donde estaba Martín, pudo apreciar el trabajo que su compañero le había hecho a aquel sujeto y casi sintió lástima por él al verle la cara.

—¿Ya está dispuesto a hablar? —le preguntó a Martín.

—Escuche unas cuantas maldiciones en inglés, creo que eran hacia mi madre —le respondió limpiándose los nudillos ensangrentados con un trapo— pero hablará.

—Excelente —Le dio la espalda y se paró al frente del sospechoso—, veo que mi compañero te dio una buena clase de nuestro idioma, así que habla, ¿Quién eres y por qué querían quemar este almacén?

El hombre apenas podía mover su boca pero las palabras que dijo fueron entendibles.

—Mi nombre es Julián Krove y me contrataron para incendiar el lugar —Jackson miró de reojo por un breve momento a Martín.

—Muy bien, con que Julián —Agarró un pequeño banquito y se sentó— ¿Entonces sabes quién te contrató?

—No, nosotros nunca nos vimos las caras, él dijo que era mejor así.

—No te creo ¿Sabes por qué lo sé? Al momento de atraparte vi el tatuaje que llevas en el cuello, una calavera con una navaja clavada en uno de los cuencos de los ojos, ese es el símbolo de Las Ratas Rojas una pandilla alemana que opera en New York.

Por su sorpresa en el rostro del sospechoso Jackson supo que había acertado y prosiguió:

—Por lo que veo, el tatuaje aún es reciente, lo que significa que no lleva mucho tiempo. Ahora que sabes que yo sé, por qué no nos ahorramos en seguir dándole vueltas al asunto y respondes a mis preguntas con sinceridad.

—Y por favor, no mientas —completo Martín tronando ligeramente los nudillos.

Jackson no pudo evitar sonreír al ver la cara de horror del sospechoso. Si bien, a simple vista Martín no parecía ser una persona peligrosa pero cuando de verdad se lo proponía, podía hacerte sentir miedo con solo una mirada.

—Pero les juro que es verdad lo que les digo, cuando hice la iniciación me vendaron los ojos y me dieron una paliza, cuando desperté encontré una carta que decía "Estás dentro" junto con un sobre con dinero. Luego me dieron la orden de quemar este lugar.

—¿Esto es todo o me estás ocultando algo más?

—No hay nada más, esto es todo —Balbucea.

Jackson lo miró de manera decepcionada.

—Es una lástima, eso significa ya no nos sirves, deshazte de él Martín y no dejes pruebas.

Jackson se levantó con una tranquilidad perturbadora y le hizo una seña a Martín quién tronó sus nudillos y se acercó al hombre. Éste asustado, trató de levantarse pero las ataduras se lo impidieron, cuando Martín lo sujetó por el cuello, gritó desesperadamente.

—¡Espera¡ ¡Espera! ¡Por favor, sé algo más! ¡Espera!

—¿En serio? Pero si dijiste que no sabías nada más —Jackson colocó su mano sobre su barbilla—, debe ser mentira, tú nos dijiste que era todo lo que sabías ¿No? Sigue con lo tuyo Martín.

—¡Hay un sobre! —Martin comienza a ahorcarlo— ¡Hay un sobre! ¡En mi chaqueta! ¡En mi...

«Con que cayó al fin —pensó Jackson al momento de decirle a Martín que se detenga— ya me temía que no supiera nada más».

Cuando Martín retiró su mano del cuello del sospechoso, éste tomó una gran bocanada de aire y tosió al mismo tiempo. Jackson camino hacia a ellos y extendió su brazo para revisar la chaqueta, encontrando en uno de los bolsillos, un sobre con 2000$ dólares en efectivo en su interior. En el borde tenía un grabado el cual decía el nombre de una dirección.

"45 de la calle Morris, Brooklyn"

—¿Qué dices Martín? —le mostró el sobre y Martín negó.

—Creo que es una pista, ¿pero no te resulta extraño?

—Un poco, pero eso lo averiguaremos luego, primero llevémoslo a la estación, ayúdame a desamarrarlo —al alzar la mirada vio una luz atrás de Martín— ¡Martín detrás de...

Pero no terminó la oración ya que lo interrumpió el sonido de un disparó. Jalo a su compañero para quitarlo del fuego cruzado al mismo tiempo en que desenfundó su pistola y disparó a las sombras. Se agacho para cubrirse y le preguntó a Martín si estaba herido, éste le respondió que estaba bien. Sabiendo eso, volteo a ver al sospechoso quien estaba detrás de él y, observo como una mancha de color rojo se expandía en su camisa.

—Cúbreme —dijo Martín mientras se acerca al cuerpo de Julián para tomarle el pulso— está muerto.

—¡Demonios!

Maldijo Jackson dándole una patada a la pared mientras que Martín desenfundó su pistola.

—El disparo provino de este corredor, vamos.

Siguieron el sonido del disparo y caminaron con extremo cuidado vigilando cada punto a su alrededor. Decidieron separarse y Martín quién había oído algo, se acercó a la fuente y vio a un hombre sosteniendo un arma en la mano. Sin pensarlo dos veces, Martín salió y se enfrentó al tirador.

—¡Tire el arma al suelo y de rodillas! —gritó lo suficientemente alto para que Jackson lo oyera.

Pero aquel hombre en vez de hacerle caso, le disparó. Martín logra cubrirse con rapidez y le devuelve los disparos hasta que logró atinarle uno en la pierna del tirador, éste se cayó y le gruñó algo en un idioma que Martín no reconoce.

—¿Ya tuviste suficiente?

—Я убью тебя и всю твою семью ( te asesina y luego a toda tu familia).

—Lo siento, pero ya estoy casado.

Bromea y vuelve a disparar pero su pistola se queda sin balas.

—Ya puedes salir Martín —era la voz de Jackson quien ya había sometido al tirador.

—¿Me dejarás al menos hacer el arresto?

—¿Arresto? No habrá otro arresto si tú sigues así, dime, ¿Cuántas recargas te quedaban?

—Una, más la de la pistola —miente.

—¿Ves? Él tenía cuatro, al momento de que se te acabarán las balas y no pudieras recargar, ya estarías muerto.

Martín baja la mirada ante su regañó y habla apenado.

—Lo siento —Martin bajo la mirada ante el regaño y sintió como Jackson colocó una mano en su hombro y escuchó como suelta una carcajada— ¿De qué te ríes.

—Cinco años Martín, cinco años siendo compañeros y aún no puedes distinguir cuando te hago una broma. Debiste ver tu cara, fue un poema para mí, eso sí, pudiste haber muerto, no lo hagas de nuevo ¿Ok? —Martin asintió—. Bien, ahora averigüemos quién es éste.

—Ya lo oíste, camina —le dice Martín al tirador y lo patea en la pierna herida.

Lo llevaron a dónde se encontraba el cadáver de Julián, ahora tendido en el suelo, y lo amarraron en la misma silla.

—¿Por qué lo asesinaste? —preguntó Martín y el tirador no le respondió— ¿Son de la misma pandilla?, Te lo preguntaré una vez más ¿Por qué lo asesinaste?

Preguntó con más fuerza, pero el tirador solo veía fijamente a Jackson, quien estaba recostado en un muro.

—¿Qué? ¿Tengo algo en la cara?

—Nec facile in Caelum ( la entrada al cielo no es fácil) detective O'Neill.

Jackson al escucharlo se puso erguido y caminó hacia él.

—¿Qué fue lo que dijiste? —se paró frente a él con el ceño fruncido.

—¿Qué? ¿Acaso toque algún nervio?

Habló con tono burlón y Jackson con una mirada que Martín nunca le había visto, colocó sus manos alrededor de su cuello para asfixiarlo pero mientras lo hacía, aquel hombre no dejaba de reír haciendo que Jackson lo ahorcara cada vez con más irá. Martín viendo que Jackson no se iba a detener lo separa de él

—¡Ni siquiera puedes terminar lo que comienzas! —gritó escupiendo a los pies de Jackson.

Y antes de que el detective pudiera atacar nuevamente, su compañero golpea al tirador en la cara y lo deja inconsciente.

—¿Estás bien? Un poco más y lo matas.

—Claramente no lo estoy, me hubieras dejado hacerlo.

—Y hubiéramos perdido la información que él nos hubiera podido proporcionar. Dime, la frase esa, la que te dijo, vi cuando tu mirada cambió al oírla, sé que era latín pero el mío está algo oxidado, pero más o menos pude entender lo que dijo.

Jackson suspiró y lo miró a los ojos.

—Solo dos personas sabían qué significado tiene esa frase para mí y una de ellas está muerta.

—¿Entonces crees que él volvió?

—¿Quién más si no es él? Esto tiene su huella por todos lados.

—Después de tanto tiempo, ¿aún piensas que no ha acabado?

—Para serte sincero ya no sé qué pensar

—Esté hombre debe saber dónde está su paradero ¿Qué vamos a hacer con él?

—No lo sé Martín, mejor vámonos. Ya pensaremos en algo.

Sin saber qué más hacer, decidieron llevarlo a la estación para seguir con el interrogatorio. Ya afuera, lo llevaron hasta el auto y lo montaron en la parte trasera donde le esposaron las muñecas a un garrote que Martín había soldado años antes para aquellos casos.

Cuando se subieron, Jackson se sentó en el puesto de conductor y sacó las llaves, después de girarlas un par de veces, noto que el auto no enciende.

—¡Maldito auto! —azotó el volante.

—Te va a dar un infarto, hombre, tranquilízate.

Antes de que Jackson pudiera responderle, Martín lo callo y le señaló el capote, el cual le empezaba a salir humo. Rápidamente, ambos tratan de abrir las puertas, pero ninguno lo logró porque los seguros estaban trabados. Al ver que no podían salir, Jackson tomó su arma y con la culata rompió el cristal de la ventana. Acto seguido, ambos salieron y Jackson intentó sacar al tirador que estaba aún inconsciente en la parte trasera del vehículo pero no pudo, debido a que la puerta no abría. Intentó hacer lo que hizo anteriormente con su arma pero el vidrio había sido reforzado en esa parte del auto. El capot se incendió y Jackson maldijo al darse cuenta de que el auto no tardaría en explotar. Martín al ver que les quedaba poco tiempo, jaló a Jackson.

—Tenemos que irnos ya no queda tiempo.

—Aún podemos sacarlo, maldita sea, soltadme.

Martín sabiendo que Jackson no se iba a rendir, lo golpeó en la cabeza dejándolo inconsciente y lo cargó hacia al otro lado de la calle. Mientras dejaba a Jackson recostado en un poste, escucho al tirador pedir ayuda a gritos.

Martín tras escuchar sus súplicas, caminó de nuevo hacia el auto pero se detuvo justo al frente de la puerta. Cuando las miradas de ambos se cruzaron, Martín curvó sus labios formando una sonrisa y susurró unas palabras inaudibles para aquel hombre, quién no paraba de golpear la puerta tratando de salir. Martín le dio la espalda y caminó relajado hacia el otro lado de la calle. Cuando llegó, el auto explotó y él se quedó viendo como las llamas consumían lo que quedó del cuerpo de aquel hombre. Luego sacó un teléfono de su bolsillo y se dispuso a llamar.

Cuando Jackson recobró el conocimiento, lo primero que percibió fue el hedor a quemado junto con el irritante sonido de la sirena de una patrulla a pocos metros de él.

« ¿Qué demonios pasó? —se preguntó al momento que sintió un fuerte dolor en la parte posterior de su cabeza. Se levantó con ayuda del poste y miró a su alrededor y observó cómo unos hombres se llevaban el cadáver de Julián en una camilla, la muerte lo hacía ver más joven de lo que era— no debe tener más que Martín, que desperdicio».

Y como si su pensamiento lo hubiera llamado, logró divisar a Martín, quién estaba hablando con unos oficiales al frente de lo que alguna vez fue su auto.

La sensación de dolor se hizo tenue ante la creciente irá en su interior producto del recordar lo que había pasado. Mareado, camina hasta donde Martín se encontraba y lo sujeta por el cuello de su camisa.

—Eres un infeliz bastardo.

—Veo que ya te despertaste, estaba empezando a pensar que no lo harías.

Jackson perdió los estribos y le propinó un derechazo que lo dejó en el suelo, pero antes de que pudiera darle otro, uno de los oficiales lo detienen.

—Cálmese detective, por lo que nos ha contado su compañero usted no podía haber hecho nada al respecto.

Martín quien se había recuperado del puñetazo se levantó y lo encaró.

—¡Si yo no te hubiera puesto a ver estrellitas no estarías aquí tratando de partirme el rostro!

—Tal vez estés en lo cierto Martín, pero nunca más vuelvas a hacer eso o será la última y dile a éste que me suelte.

—Ya puede soltarlo oficialmente, él siempre cuando pierde los estribos actúa de ese modo. Pero luego vuelve en sí, ¿No es cierto Jack?

—Es cierto, ya puede soltarme oficial, prometo que me comportare

El oficial dudoso lo suelta.

—Me alegra de que hayan resuelto sus disputas matrimoniales señores, pero tenemos problemas mucho más serios, como le estaba explicando a tu compañero antes de que usted interrumpiera, en el motor de su auto colocaron un artefacto de material explosivo, tienen suerte de que por una falla tardará en explotar. ¿Alguna idea de quién los quería muertos?

Ambos detectives se miraron.

—Muchas personas, la lista va a ser larga —respondió Martín.

—No tenemos tiempo para esto, hay trabajo por hacer —replicó Jackson al oficial.

—¿Esto es todo, ya no tiene más preguntas oficiales? —le preguntó Martin

—Por ahora es todo, ya hablé con su estación. Ya se pueden retirar.

—Ya lo oíste Martín, vámonos.

—Un momento, ¿No quieres que te revise un médico? Ese golpe que te di te pude ver hecho daño.

—No, ya lidiare con eso después, andando.

—Esperen, uno de los oficiales encontró esto a unas cuadras, imagino que es de alguno de ustedes

Era el sombrero de Jackson lo que habían encontrado y éste contento, se lo arrebató de las manos al oficial y se lo colocó en la cabeza.

—¿Esa cosa otra vez?

—Lo bueno siempre vuelve, ahora sí, vámonos.

—Tengan cuidado detectives, esta ciudad puede ser muy peligrosa si no se anda con cuidado.

Tomando lo que le había dicho el oficial en serio, ambos asintieron y le dieron la espalda abandonando la escena.

Ya lejos, ambos detectives seguían caminando sin dirigirse la palabra. Jackson quien aún no le había perdonado lo de haberlo dejado inconsciente, estaría sin hablarle por un tiempo o más bien hasta que lo necesitase, y Martín sintiendo su silencio como una daga fría en su pecho intentó romper el hielo.

—Oye, ¿Estás bien? Andas algo callado —Jackson no le respondió— si quieres que te pida perdón por lo que hice, sabes muy bien que no lo haré, ese coche estaba a solo pocos minutos de explotar y si no te hubiera dejado inconsciente, está conversación de seguro no la estaríamos teniendo.

—Yo no espero ninguna disculpa tuya, hiciste lo que pensaste correcto, solo te pido que para la próxima, me golpees menos fuerte —se soba la nuca— creo que tendré que ir al doctor después de esto.

A Martín se le salió una risa que contagió a Jackson y ambos levantaron sus manos para chocar los puños. Luego de que el ambiente entre los dos volvió a la normalidad, siguieron caminando hasta que Martín se detuvo y colocó su mano en el hombro de Jackson para que hiciera lo mismo.

—Llevamos dos horas caminando y sé que no vamos a la estación, así que desembucha ¿Hacia dónde nos dirigimos Jack?

—Adivina.

Comenzaron a caminar de nuevo y doblaron en una esquina hacia una estación del metro.

—¿Tú no te das por vencido cierto? —preguntó Martín con la mirada perdida mientras bajaban por las escaleras hacia la parada.

—Sabes bien que no, ya me conoces.

—Esa llamada fue una trampa, te habrás dado cuenta de eso, ¿No?

—Sí, aunque no salió tan bien como él esperaba —escuchó el sonido de las ruedas del tren no muy lejos.

—¿Crees que ambos pandilleros eran para nosotros? —preguntó Martín mientras veía el tren detenerse frente de ellos—. Es mucho trabajo para solo dos policías.

—No lo creo así, el tirador no era un pandillero, —ambos entraron al tren pero ninguno se sentó— a mi parecer era él quien tenía la orden matarnos y el otro al que atrapamos solo estaba ahí para desaparecer la evidencia, pienso que como lo pillamos, el tirador tuvo que improvisar un nuevo plan y mató al incendiario para que no hablara de más.

—¿Y el auto? Dudo mucho que el tirador hubiera cargado una bomba todo el tiempo en el bolsillo.

—Como te dije querido amigo, tuvo que improvisar.

—Esa teoría es aceptable considerando el hecho de que estamos vivos por milagro.

Guardaron silencio y luego de varias paradas, el tren se detuvo y abrió sus puertas.

—Los milagros no son más que coincidencias Martín, ahora prepárate para más sorpresas, ya llegamos.

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