5. La reunión

Narra Samuel:

Hoy debía ir donde ellos, después de mucho tiempo me habían citado nuevamente. Cada dos o tres meses me llamaban, eran los únicos "socios" que tenía.

-Guillermo, hoy tengo que salir, voy a volver muy tarde así que mejor será que no me esperes. -Sabía que cuando estaba con ellos, me tomaba todo el día deshacerme de tales pesados.

-Está bien. -Este chaval seguía tan sumiso como siempre.

-No me extrañes. -dije acercándome a él para depositarle un beso. Son realmente embriagadores, aunque él nunca me los había devuelto.

-P-por favor... P-para con eso. -me dijo el tímidamente.

-Nunca. -respondido eso, me alejé para salir de casa.

Me monté en mi coche, como lo amaba, y cómo no hacerlo si en un principio fue de Frank; se lo regalaron por su cumpleaños. No llegó a usarlo siquiera cuando los malditos con los que trabajaba le arrebataron la vida.

-Te juro que acabaré con ellos. -le dije a la nada.

Conduje hasta la mansión, en la cual convocaba mis reuniones con ellos.

En la entrada tenía que decir la clave, sólo éramos cuatro personas las que podíamos entrar en aquel lugar.
Borja, Alejandro, Cristian y yo.

Era realmente imponente aquel sitio, paredes blancas de mármol, suelo de alguna loza fina cubierta por una alfombra negra aterciopelada, estatuas de escultores famosos al igual que hermosos cuadros colgados, decorando cada zona.

Al entrar me recibió Alejandro.

-Cuanto tiempo sin vernos. -dijo con su típico tono de voz frío.

-Hola, Alejandro. -le saludé algo cabreado, no soporto a este pringao', él fue quién acabó con la vida de Frank.

-Pasa, te están esperando. -dijo abriendo la entrada a la sala de reuniones.

-Hombre, Samuel. Cuanto tiempo. -Borja siempre tan alegre, lástima que sea un hijo de puta. El es quién se encarga de coordinar a los nuevos en este negocio.

-Borja. -Me acerqué y le di un apretón de manos.

-Samuel. -Cristian, el de los contactos en el extranjero, este chileno era el más callado de los tres... También era el que más miedo me daba.

-Cristian.

Los cuatro nos sentamos en la mesa redonda de las juntas.

-Samuel, vamos al grano. Necesitamos que entregues una carga de quinientos paquetes en Barcelona. -dijo Alejandro.

-Tiene que ser para la siguiente semana. -agregó Cristian.

-Es un trato único que conseguimos con uno de los clubs más grande de Barcelona. -terminó de decir Borja.

-¿Quinientos? Nunca me habían pedido tanto, ¿cómo quieren que yo entregue eso? ¡Leches, hace años que no entrego una cantidad tan grande!

-¡Ese no es nuestro problema! -gritó Alejandro -Tú te encargas de eso como puedas, sabes de lo que somos capaces de hacer si no cumples nuestras órdenes.

-No quieres tener problemas con nosotros Vegettita. -dijo Borja.

-¡Pero que yo trabajo solo! No podría entregar ese cargamento, antes con Miguel sí podía hacerlo.

-Pues apáñatelas como sea. -añadió Alejandro. -Eso sí, no vayas a meter a nadie que se pueda ir de la lengua en esto o ya sabes lo que ocurrirá. -hizo una leve pausa para seguir hablando. -Porque no querrás que la historia se vuelva a repetir como con tu EX noviecito, ¿no? -dijo recalcando el "ex".

-¡Maldito bastardo! -grité muy cabreado levantándome de la silla, dejándola caer al suelo.

-Uuhhh... Que miedo me das. -El cabronazo sonrió con malicia, provocándome aún más. Quería golpearlo hasta matarlo, pero por el momento tenía que controlarme...

-¿Sabéis qué? ¡Me largo de aquí! -grité.

Tomé mi dignidad y salí pitando de allí.

El bastardo de Alejandro siempre me recordaba la muerte de Frank, como si con mi conciencia no bastará.

-Samuel, no te olvides de nuestro encargo. -Cristian habló en el momento que estaba saliendo por la puerta de la mansión.

-No hace falta que me lo recuerdes. -respondí. Me dirigí hacia el coche para ir de vuelta a casa.

Estos tíos me tenían agarrado por los huevos. No podía decirles que no, ya que gracias a ellos soy quién soy, uno de los mejores narcotraficantes solitarios de este lugar, ellos me prepararon para serlo.

Los conocí gracias a Miguel, él tenía antes el puesto que ocupo yo ahora.

En su "grupo" soy quién se encarga de buscar a nuevos compañeros para ellos y entregar cargamento específicos, los más importantes.

-¡Me cago en todo! -Estaba realmente enfadado, ya que no podía negarme a lo que me mandaran, además de que para mí la fidelidad es importante, y a ellos le debo toda ella, si les llego a decir que no, seguro que me matan o algo peor.

Conducía de vuelta, estaba totalmente cabreado.

Entré dando un fuerte golpe a la puerta, me encontré a Guillermo asustado por el fuerte ruido.

-V-vegetta... -Este chaval piensa que lo voy a pagar con él. -¿Estás bien? -Más allá de su rostro asustado se podía ver un poco de preocupación.

-Eso a ti no te incumbe. -respondí bruscamente. -Ahora me voy a mi cuarto. Ni se te ocurra aparecer por ahí. -le grité al mismo tiempo que entraba a mi habitación. No sé qué es lo que me tenía más cabreado... si que Alejandro me hablara de Frank o que tenga que terminar haciendo todo lo que él me decía.

-¡No puedo más! -Estaba tan frustrado.

-Este hijo de puta me las va a pagar... ¡Tú acabaste con Frank, así que yo voy a acabar contigo Alejandro Bravo! -grité.

Antes, cuando tenía mis roces con él, Frank me daba tranquilidad, pero ahora no tengo a esa persona que me la dé...

-Vege... -Un susurro tras la puerta me sacó de mis pensamientos. -Vegetta... ¿Q-quieres hablar? -Su voz... su voz logró darme un poco de aquella tranquilidad que necesitaba.

-¿Qué quieres? -Le había abierto la puerta de mi habitación.

-Sé que tú no me vas a dejar ir... pero... yo... no sé por qué, pero me preocupas. -dijo muy bajo. -Eres el único contacto humano que tengo...

Ahora que lo pienso, es muy triste eso.

-Guillermo, no... lo siento. -dije bajando la cabeza. -No puedo dejarte libre...

-Lo sé. -Él sonrió con tristeza reflejada en su rostro. -Por eso quiero que no estés enfadado... ya que yo tengo que tragarme todo. -Esa frase me dio un poco de risa. -¿Ves? Así estás mejor, con una sonrisa. -Ese pequeño me estaba tranquilizando.

-Gracias. -le respondí junto con un abrazo. El quedó petrificado. Soy un cabrón, pero todos tenemos un lado sensible de vez en cuando, aunque se demuestre lo contrario.

(Autora: palomakiessling)

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