24. ¿Cómo se piden las cosas?
Narra Guillermo:
Ayer Samuel aceptó formar parte de un grupo, reemplazando al chico que mató o algo así. Creo que eso va a cambiar algunas cosas en nuestra vida, pero no es algo que pueda decidir yo, así que me daba un poco igual.
-Buenos días Vegetta. -lo saludé sonriendo, recién levantado.
-Hola. -dijo sin dejar de mirar su móvil. -Hay un tazón con cereales y leche en la cocina.
-¿Sucede algo? -pregunté al notar su indiferencia.
-Desayuna rápido, tenemos que salir. -Caminé hasta la cocina sin entender porqué esa actitud.
No tenía muchas ganas de hablar con él, así que comí en la cocina.
Cuando terminé mi desayuno, fui hacia el salón donde estaba Vegetta.
Me quedé parado unos cinco minutos, esperando a que dijera algo, pero nada, no dijo ni una palabra.
-V-Vegetta, ¿no íbamos a salir?
Él ni siquiera se molestó en responderme.
-¿Puedes dejar de ignorarme?
-No te estoy ignorado, pero no tengo por qué responder.
-¿Pero qué te pasa conmigo? -dije alzando un poco la voz.
-Ve a tu habitación, va a haber una fuerte tormenta, así que no iremos a ningún lado. Ahí tienes tu respuesta, ahora vete. -dijo dejando su móvil en la mesa.
Obedecí, me quedé en mi habitación hasta que comenzó a llover fuertemente. Entraba bastante agua por la ventana, intenté cerrarla, pero no pude. El suelo estaba mojado y resbalé.
Mi cabeza chocó contra el borde de mi cama, y Vegetta entró de inmediato al oír el golpe.
-Guille, ¿estás bien?
-E-eso creo. -respondí intentando sentarme.
-Quédate quieto. -Se acercó, me acostó en la cama y se sentó a mi lado. -Ahora, ¿me puedes explicar que estabas haciendo?
-Intentaba cerrar la ventana. -dije señalándola.
Vegetta se levantó, fue hasta la ventana, quitó una pequeña ligadura y la cerró fácilmente.
-Te traeré hielo.
Llevé mi mano a la cabeza para asegurarme de que no estaba sangrando. Vegetta entró y me puso una bolsa de hielo. Se quedó unos minutos sosteniéndome la bolsa, me senté y lo abracé. Me sorprendí al no ser correspondido y me volví a acostar avergonzado.
-No te levantes y no te quites el hielo. -dijo para después irse.
Me acomodé y observé la lluvia por la ventana, el cielo estaba muy oscuro y las gotas golpeaban fuertemente el tejado de la casa y la acera.
Me quedé dormido, y al cabo de un rato me desperté debido a un fuerte trueno.
Me asusté bastante, pero me quedé ahí. Los truenos empezaron a ser más ruidosos y duraderos. Sólo hizo falta que abrieran la puerta para que gritara como un niño pequeño.
-Tranquilo Guille, soy yo. -dijo Samuel riéndose. -Sólo venía a ver si necesitabas algo.
-No, estoy bien. ¿Puedo levantarme?
-Sí. -Ambos salimos de la habitación.
Vegetta comenzó a cocinar algo y minutos más tarde la cocina estaba inundada de olor a chocolate caliente. Suspiré y me acerqué a Vegetta.
-¿Quieres? -me preguntó tendiéndome una taza, sin mirarme a los ojos.
Asentí y tomé la taza mientras lo abrazaba por la cintura. Se volteó rápidamente zafándose de mi agarre y se fue al salón, yo lo seguí y me acomodé cerca de una ventana, mientras miraba la lluvia, perdido en mis pensamientos.
-Guille, ¿qué te sucede? -me preguntó acercándose a mí. No entendí porqué había dicho eso hasta que limpió un par de lágrimas que habían salido de mis ojos sin que yo lo notase.
-N-no lo sé. -Sentí algo extraño en mi pecho cuando dije aquello. Esa sensación se fue cuando Vegetta me abrazó, que extraño era todo esto.
-Perdón por lo de esta mañana. -dijo, y me besó dulcemente.
Yo intenté convertirlo en un beso más salvaje pero él se apartó.
Me dio un beso en la frente y se fue.
Me quedé flipando, cogí una mantita y encendí la televisión, para verla un rato tumbado en el sillón.
Vegetta se acercó por detrás y comenzó a masajear mis hombros, de vez en cuando recorría el contorno de mi cara con sus dedos y bajaba hasta mis pectorales causando que yo soltara leves suspiros.
Tomé una de sus manos y entrelacé nuestros dedos. Me besó en la cabeza, separó nuestras manos y se sentó a mi lado.
Me abalancé hacia él y lo abracé fuertemente acomodando mi cabeza en su pecho.
Acarició mi espalda por debajo de mi camiseta, con sus frías manos, lo que causaba que me dieran escalofríos bastante graciosos para él.
Levantó mi cabeza y me besó sin quitar sus manos de mi camiseta. Metí mis manos por debajo de la suya y acaricié sus pectorales sin cortar el beso, Vegetta soltó un leve gemido y cortó bruscamente el beso, se acomodó su ropa y acomodó mi camiseta.
-Date una ducha, voy a preparar la cena.
-¿QUÉ?- Dije abriendo los ojos como platos.
-Lo que oíste. -me ordenó mirando hacia mi entrepierna y soltando una pequeña risita.
Odiaba que se burlara así de mí, se supone que debería hacerse cargo de lo que provocó.
Me fui enfadado a más no poder, me di una ducha y cuando volví a la sala, lo hice con el cabello mojado y un poco despeinado, unos vaqueros desabrochados dejando ver un poco mi ropa interior y sin camiseta, con toda intención de provocarlo.
-¿Ya está lista la cena? -Noté que se mordió el labio inferior, lo cual causó que una sonrisa se formara en mi rostro.
-No, ve a cambiarte. -De alguna forma me sentí bien conmigo mismo, hice lo que me pidió y me senté a cenar.
-Vegetta, ¿p-por qué de repente cambió tu actitud?
-No sé de qué hablas Guille. -respondió con voz dulce.
-O-olvídalo.
Cuando acabamos de cenar, lavé los platos mientras Vegetta veía la televisión.
-Me cago en todo. -se quejó cuando todo se volvió oscuro debido a un apagón.
-V-vegetta, ¿dónde estás?
-Aquí. -respondió, y escuché sus pasos acercarse.
Cogí su brazo y me llevó hasta mi habitación. Me arropó y me dio un delicado beso en la frente, me recordó a mi madre, pero no quería pensar en eso.
-Q-quédate.
-Disculpa, no te oí.
-Q-que te quedes.
-¿Cómo se piden las cosas?
-P-por favor.
-Dilo.
-N-no.
-Que descanses. -dijo cerrando fuertemente mi puerta. No tardé ni cinco minutos en saltar de mi cama e ir hasta su habitación.
-¿G-guille? -Lo abracé y él me besó.
-Duerme.
-N-no quiero.
-Guillermo, ¿estás tonto? No tienes cinco años.
-No quiero dormir.
-¿Entonces qué quieres hacer?
Toqué sus pectorales a modo de señal.
-Dime qué quieres hacer. -dijo quitando mi mano.
-Q-quiero...
-¿Qué quieres? -Besé su cuello. -Guillermo si quieres algo dilo.
-N-no, hasta mañana. -finalicé, para a continuación quedarme dormido en su pecho.
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