18. Chicos con problemas
Narra Guillermo:
Cuando la lujuria se había apoderado de mí y acepté ser penetrado por Vegetta, llamaron a la puerta.
Él se fue al baño y yo me vestí de inmediato. Escuché que le pidieron algo a Vegetta, creo que se quedarán aquí.
-Guillermo, ven. -me llamó Vegetta desde el salón.
-H-hola. -saludé tímidamente a las dos personas sentadas frente a Samuel.
-Hola, soy Mangel. Creo que ya nos conocemos. -habló el chico que llevaba gafas, sonriendo, a lo que yo asentí con la cabeza.
-Soy Rubén. -dijo el otro sin dejar de mirar al suelo.
-Bueno, vosotros subid al coche, ahora vamos nosotros. -continuó Vegetta entregándole las llaves a Mangel. -Luego seguiremos por donde íbamos, espero que no te arrepientas. -dijo besándome salvajemente, cuando Rubén y Mangel ya habían desaparecido de nuestra vista.
Fuimos hasta el coche, Vegetta en el lugar del conductor y yo en el asiento del copiloto.
-Bueno, el lugar al que os voy a llevar queda un tanto lejos, así que tendreís todo el camino para explicarme qué es lo que sucede. -No entendí muy bien de qué hablaba, pero noté como Rubén y Mangel se miraron y suspiraron.
-Casi nos pillan por una estupidez. -respondió por fin el más majo de los dos.
-¿Y podrías contar de qué trata esa 'estupidez'? -Preguntó de nuevo Samuel.
-No me creerías.
-Íbamos en el coche a más velocidad de la permitida y casi arollamos a una mujer. Unos policías nos vieron y quisieron revisar el coche para ver si teníamos todo 'en orden'. En la parte trasera del coche llevábamos una pequeña cantidad de droga, les mentimos y dijimos que era para uso medicinal, pero están vigilando la puerta de casa y no podemos trabajar así. -dijo Rubén. Es cierto, es una excusa poco creíble, pero al parecer Vegetta se la tragó.
-Bien, espero que se vayan pronto. -Pocos minutos después llegamos a una especie de hotel, muy a las afueras de la ciudad. Parecía una casa típica de campo, pero al bajar del coche y entrar, era más parecido a un bar.
-¡Vegetta! -lo llamó un hombre bastante fuerte y con ambos brazos tatuados, dejando su vaso de cerveza a un lado para hacerle señas.
-¡Tío, cuánto tiempo! -Contestó alegremente mientras se acercaba, claro que sin soltarme de la mano.
-¿Por qué vienes ahora? -dijo golpeándole amistosamente el pecho con uno de sus puños. Su aliento apestaba a alcohol y no se veía muy sobrio que digamos.
-Unos amigos tuvieron un problema con la policía, nada grave, pero quiero que se queden aquí por unos días.
-No hay problema. ¿Quiénes son? -dijo dejándose caer sobre una silla.
-Rubén, Mangel, venid un momento.
-Hola, es-este es mi dul-dulce hogar. Empezó a hablar con dificultad debido al alcohol. -Sois bienvenidos, podéis subir, la habitación 6 está libre. -Les arrojó una llave y ambos subieron. -¿Y este niño quién diablos es? -preguntó, volviendo a llenar su vaso.
-Es mi novio. -respondió Vegetta tranquilamente.
-Lo sabía. -soltó una gran carcajada, impregnando mis fosas nasales con ese nauseabundo olor a cerveza mezclado con quién sabe qué cosa.
-¿Qué sabías? -preguntó Vegetta alejándose un poco y haciendo una mueca extraña.
-Olvídalo. -dijo el hombre terminando su vaso de un trago.
-Gracias, nos vemos. -Dicho esto, me arrastró hasta el coche.
-Odio estos lugares. -articuló arrancando el coche.
-Pensé que te agradaban.
-Aún no sabes nada de mí, pequeño.
-Pero me gustaría saber todo sobre ti. -dije acariciando su pierna... Un momento ¿QUÉ? ¿Desde cuándo soy tan guarro y de alguna extraña manera, cursi? Vegetta sonrió y me guiñó un ojo.
Llegamos a casa y bajamos del coche.
-Bueno, ¿dónde lo habíamos dejado? -preguntó abrazándome por detrás.
-E-espera. ¿P-podemos seguir después de comer? -Esto comenzó a darme miedo, ya no estaba tan seguro como antes, de todas formas haría lo que él quisiera...
-Hmm, creo que puedo esperar un rato más. ¿Qué vas a cocinar? -Esa pregunta me había tomado por sorpresa. Pese a que me había enseñado a cocinar un par de cosas, estaba muy nervioso como para memorizar la receta.
-N-no lo sé.
-Pues hagamos una cosa, cocinarás una pizza, el número de cosas que hagas mal será el número de cosas que pueda hacerte luego.
¿QUÉ DEMONIOS? Estaba demasiado nervioso y totalmente seguro de que todo lo iba a hacer mal... Guillermo, intenta tranquilizarte...
(Autora: Aitak672)
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