12. Alcohol y esposas
Narra Guillermo:
Estábamos en un lugar mas íntimo y oscuro que el resto del local. Había un sillón bastante amplio, Vegetta se sentó y me jaló del brazo, causando que cayera sobre sus piernas, poniendo una de mis manos sobre su pecho para no caer. Me abrazó pegando mi cabeza a su pecho para que no escapase. Podía sentir sus latidos, comenzó a acariciar mi espalda por debajo de mi camiseta, era muy relajante, podría quedarme así por el resto de mi vida... Sentí en mis piernas como un bulto iba creciendo bajo sus pantalones, eso me hizo volver a la realidad.
Intenté separarme, lo que provocó que aumentara la presión de sus brazos sobre mi cuerpo.
-V-vegetta, m-me estás lastimando.
-Te suelto con una condición, que te quedes quieto.
-V-vale.
En cuanto me soltó, lo primero que hice fue apartarme, me senté un poco más lejos, pero me arrepentí al instante, cuando noté la expresión de enfado de Vegetta.
-Te he dicho que no te movieras. -dijo cabreado.
-L-lo siento, n-no quise... -Se acercó hasta donde me encontraba y me tomó por las muñecas.
-¿Las recuerdas? -Sacó un objeto metálico de su abrigo, y añadió: -Como te portaste mal, las usarás. -Aún no lograba definir que eran, debido a la oscuridad de la zona en la que nos encontrábamos. Tiró de mis muñecas y me colocó unas...¿Esposas? Sí, eso mismo.
Ahora recuerdo lo que me dijo, que si no obedecía sus órdenes iba a tener que llevarlas puesta.
-¿Las tendré que llevar por lo que resta del viaje?
-No, pequeño. -Una leve risa se hizo presente por su parte. -Las usarás un par de horas, pero la próxima vez que te portes mal, será por más tiempo y así sucesivamente. -dijo cambiando su expresión a totalmente serio.
Comencé a sudar por el miedo que tenía, ahora no estaba indefenso sino lo siguiente.
-No tienes porqué estar asustado. -dijo desabrochando su camisa. Me quedé embobado observando su marcado cuerpo. -Toca lo que quieras. -Rápidamente volteé hacia otro lado. -Era una orden.
¿Qué? ¿En serio? Tomó mis manos y las posó sobre sus pectorales, no estaba de más decir que el gimnasio, el deporte, o lo que sea que haga le había hecho bien... Comenzó a bajar mis manos, lentamente, hasta el elástico de sus bóxers, y volvió a subir.
Quitó sus manos y me ordenó que siguiera recorriendo su torso con mis manos, y así lo hice.
-¿No piensas bajar más? -Genial, como si la situación no pudiera ser mas incómoda. Pasé una de mis manos por encima de su pantalón, sin mirarlo a los ojos.
-Ya, déjalo, no sirves para esto.
Suspiró disgustado, me acostó sobre el sillón con extraña delicadeza. Colocó mis brazos hacia atrás y me quitó los pantalones dejando a la vista mis calzoncillos negros con lunares de colores. Sí, infantil, lo sé.
-Ainss, que monos. -dijo soltando una risita. Mis ojos se cristalizaron y me dieron ganas de vomitar. -Pero estarían mejor tirados en el suelo. -Me susurró al oído y me besó en la comisura de los labios.
-Basta, en serio, p-por favor. -Ya no pude más y las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos.
-No llores. -dijo secándome las lágrimas. -No quiero verte así.
-E-entonces déjame.
-Sabes que no me gusta que me des órdenes. -Volvió a ponerse un poco más serio. -Vamos a por una bebida.
Nos acercamos a la barra y pidió al hombre que estaba tras el mostrador: -Algo suave para el niño. -El señor hizo una mezcla extraña y me la dio. No me atreví a preguntar qué era, era fuerte pero no estaba tan mal.
Bastaron un par de tragos más para que perdiera el control sobre mis acciones.
No recuerdo mucho de eso, sólo sé que Vegetta me cargó hasta el hotel y comenzó a quitarme la ropa. Cuando sólo quedaban mis bóxers, comenzó a besarme y a acariciar todo mi cuerpo, iba a quitarme la ropa interior pero se detuvo. Caminó hasta el baño y salió minutos más tarde. Fingí estar dormido, me arropó y se durmió abrazándome. Yo estaba demasiado ebrio como para hacer algo, así que dejé que me abrazara y poco después me quedé dormido.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top