I
5 de Agosto del 1899
Diario de Arandel
Ahora solo busco venganza.
Mi historia comienza un día cuando unos hermanos llamados Alexander, Dark y Therion vivían en una cabaña algo apartada del resto del pueblo, para ser más exactos, situada en el centro del bosque. En ese entonces no sabía lo que me depararía el futuro, ahora lo sé, ellos serían mi tormento, mi perdición y quienes me llevarían a lo que estoy por hacer.
¡Oh! Cuán equivocada estuve al confiar en ellos. Esos malditos me arrebataron todo lo que era: Una joven humilde a la cual le gustaba ayudar a todos. Sin embargo, esa parte de mí quedó atrás, ahora solo busco vengarme de ellos y que paguen con la misma moneda que me dieron a mí.
Bien, seguro os preguntáis que me sucedió. Mis sucesos comienzan mucho antes de que los hombres fueran hombres y que la gente nos llamaran Dioses; se que sonará extraño, pero así es, somos los que hoy en día conocéis como Dioses, antiguamente eramos conocidos como Nigromantes. Pero hubo una vez un Dios que abarcó con todo lo que vosotros conocéis como; desgracia, ese nigromante se llamaba Terea, mas la gente aún cree que este pecado; por decirlo de alguna forma, es obra de los humanos.
Yo os puedo asegurar que no es ninguna obra de la mala suerte.
Mi nombre es Arandel, anteriormente era la única Nigromante o diosa, como nos conocéis, más benévola que existía, pero ellos...esos malditos me quitaron todo lo que quería, mi prometido, mis hijos, todo por lo que alguna vez luché, ya no estaba. ¿Ahora por que habría de luchar? Lucharía por venganza, para que paguen todo lo que me hicieron, por todo lo que me quitaron; ahora por su culpa mi familia, está enterrada bajo una tumba... O al menos, para mí era así.
Se que debería contaros ya lo que me deparó el destino, pero para ello aún debo terminar una cosa que se me había pasado por alto. Mi prometido vivía y era uno de esos hermanos, él fue quien me llevó a este estado.
Se que os costará creerlo y también os preguntaréis que pinta Terea en este relato; esto pudo causarme una gran perdición, pero no mayor de la tengo hoy en día. El Dios de la desgracia vino un día a mi casa y me ofreció pasarme a su bando, él deseaba que parte de su maldición fuera retirada de sus hombros, en ese momento no acepté, creo que ese fue mi peor error...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top