Capítulo Veinticuatro
24.
Et tu, Brute?
Como muchas historias sobre una muerte, esta inicia con una traición.
La noche antes de que Yoongi cambiara; Taehyung tenía tan solo trece años cuando su maestro le entregó un sin fin de temas a repasar para su examen del viernes.
Su cabeza dolía y él seguía sin lograr comprender a tu totalidad las historias que se supone debía conocer por mera cultura general.
Iba a reprobar, de nuevo, y su padre lo castigaría, de nuevo. Como si no fuera lo suficientemente malo estar todo el día encerrado, además tendría que pasársela estudiando. Eso parecía el fin del mundo, al menos para un chico consentido.
Pero entonces tuvo una idea, la habitación de Yoongi no estaba muy lejos y a juzgar por la hora él ya debería estar de regreso en ella.
El pelinegro era dos años mayor que él, y debido a la imagen centrada e intelectual que le pertenecía, Taehyung lo tenía en un altar, como si de su hermano mayor se tratase.
Sonriendo como quien hizo un travesura, tomó su libro de historia (ese que le estaba dando problemas) y se escabulló por los pasillos de la casa para buscar al otro.
No era secreto para ninguna persona que estaba prohibido acercarse a Taehyung, y que si alguien lo veía vagando en los corredores del lugar debía avisarle inmediatamente a su padre; pero nadie lo había visto nunca. Además de unos cuantos empleados del servicio y de los Min, era casi un mito la presencia de chico allí.
Agitado, corrió ocultándose entre las estatuas que decoraban el lugar hasta finalmente llegar a la puerta semi abierta que pertenecía a Yoongi.
Asomó la cabeza lentamente, contempló al joven pelinegro frente al espejo, sus ojos estaban vidriosos y parecía observar el plástico que cubría su hombro.
—¿Yoongi, te encuentras bien? —preguntó al observar que parecía haber llorado.
El mayor, que aún tenía un cúmulo de humanidad e inocencia dentro de él, se exaltó al notar su presencia allí.
—Yo...estoy bien. ¿Qué haces lejos de tu habitación? Vete, van a castigarte, y a mí también si te quedas aquí.
—¿Qué te pasó en el hombro? —dijo sin prestarle atención al otro.
Yoongi pareció dudarlo mientras le veía entrar por completo a su habitación. Le gustaba la compañía, pero nunca aceptaría que lo hacía.
Se acercó a la puerta y la cerró con llave, luego tiró del brazo del pequeño para hacerlo caminar hasta el sofá que estaba cerca de la ventana.
—Es el emblema, mira —declaró, descubriendo por completo su hombro donde existía un tatuaje—. Soy de la familia ahora.
Los ojos de Taehyung brillaron con asombro. —Es increíble, ¿Yo también la tendré, algún día?
No supo qué contestarle, él...era ajeno a todo lo que pasaba en esa casa. Y quizás era una buena pregunta, ¿Él se la merecía?
—Supongo que sí. Después de todo...eres el hijo del jefe. —Aunque no tengas mérito alguno, pensó.
Taehyung pareció entender el trasfondo de sus palabras, asintió con ligereza a sabiendas de que él no era nada allí. Se tragó la tristeza infantil que brotó de él, y decidió cambiar de tema.
—Yo...—tomó su libro agitando la cabeza —creí que podrías ayudarme a estudiar. No entiendo nada de historia. Ni siquiera es historia coreana es…
Yoongi tomó el libro, y lo abrió en donde un lápiz fungía como separador. —Historia romana. —Se jactó un poco mientras recordaba esa lección en específico—. La muerte de César.
Italia siempre sería importante en la historia de la mafia debido a Sicilia; pero no, la lección de Taehyung se remontaba mucho tiempo atrás.
—¿Por qué asesinaron a César?—preguntó refiriéndose al emperador—. Este libro es basura, y a mí se me está secando el cerebro. Con tantos nombres, siento que cada vez me confundo más.
—Verás, él tenía un favoritismo por Brutus el hijo de su amante y de hecho, algunos dicen que Brutus era su hijo, aunque eso es muy ilógico. —Se acomodó frente a él mientras le explicaba—. Este tipo, Brutus ingresó rápidamente al senado y prestó atención a las palabras de Casio en contra del César.
—¿Por qué? ¿No se supone que César era el bueno? —Taehyung creía que se trataba de una de esas películas de superhéroes que él amaba ver.
—Era un emperador, tenía el poder absoluto y nadie podía opinar en su contra, un dictador. Las personas del senado conspiraron para matarlo, incluyendo a Brutus que según buscaba restituir el estado, pero él solo quería poder.
—Entonces…¿Brutus es como el Judas de César?
—Algo así, incluso fue uno de los que clavó una daga en su cuerpo para matarlo. Además supuestamente, antes de ser asesinado, el César le dijo “¿Y tú, Brutus?” como reprochándole.
—¡Qué hijo de perra!
—Lo sé.
Ambos hablaban amenamente mientras Yoongi le explicaba con lujo de detalles cada uno de los temas que debía estudiar, bromeando por todo el lugar y tarareando una vieja canción.
Cualquiera que los viese creería que eran un par de hermanos como cualquier otro.
Ambos ignoraban por completo lo que estaba pasando en el sótano de la casa justo en ese momento. Donde un nuevo y joven jefe de nombre Seokjin golpeaba a un hombre hasta el cansancio.
—¡Responde! Te vi con mis propios ojos, Min, el auto explotó. Esa bala iba directamente a mi cabeza—golpeó su rostro—. ¿¡Quién te ha pagado por esto!? ¿La gente en China sabe sobre nosotros?
Le escupió cuando se acercó al él. —Cállate, perra.
—Intentaste vendernos a Wang. Trataste de asesinarnos, a mí, a NamJoon y a...
El mayor de los Kim entró a la habitación consternado. Su mente no procesaba lo que estaba pasando, su amigo fiel había intentado matarlo.
—Tú y el otro idiota no se merecen estar aquí.
El jefe decidió intervenir. —¿Por qué faltas a tu palabra de esta forma? No tenías necesidad de robar nada de mi mesa.
Le vio con zozobra—¿Y tú, Kim? porqué faltas a la tuya —dijo.
—Yoongi es muy joven aún. Él no está preparado, no tiene el carácter para ocupar ese puesto.
—No digas esa mierda. ¿Y piensas que Taehyung estará listo algún día? El pequeño príncipe encantador no sería capaz de detener una daga ni aunque se la clavasen en la frente. Es débil.
—Es a él a quien le corresponde ese lugar.
—No debería, así como a estos dos falsos Kim que pretendes hacer pasar por líderes.
Algunos advirtieron a César de que su favorito se estaba volviendo en su contra, pero el dictador desechó las acusaciones.
Así como a Kim, que aún sabiendo que debía matarlo le ofreció perdonar su vida.
—Min Kyung Hoon, dime que no fuiste tú quien intentó matarme y yo te creeré, te dejaré ir, olvidaré todo esto —dijo sin poder contener la tristeza de una amistad destruida—, dímelo.
—Kim, ¿Crees que un perro como yo se retractaría? ¿Vas a matarme después de todo lo que pasamos? Tantos años de fiel servicio, ¿Acaso matarás a mi hijo también?
Negó con la cabeza y le dedicó una mirada de agradecimiento mientras dejaba que Seokjin le apuntara.
—Yoongi estará a salvo con nosotros. Pero tú...ya no eres bienvenido aquí.
—Fue un placer —dijo completamente seguro de lo que vendría.
—Lo mismo digo, hermano —Fue lo último que le dijo, antes que una bala de plata atravesara por completo su sien, cuando la sangre brotó por su pálido rostro hasta convertirse en un mar.
Después de todo, haber traicionado su amistad era algo que no podía perdonarle.
Yoongi abrió los ojos cuando escuchó un disparo a la distancia. Taehyung y él se habían quedado dormidos en la alfombra después de pasar horas hablando y riendo, sí, después de una de las pocas noches que el pelinegro realmente disfrutó dentro de esa casa.
Se recompuso sobre la rugosa textura, e intentó levantarse en medio de la tenue luz de su habitación.
Su corazón se retorció de dolor sin razón aparente, como avisándole que algo malo había sucedido.
Pasaba ya de medía noche y su padre no había llegado a verle en todo el día.
—Algo está mal —dijo, colocándose sus zapatos. Al intentar abrir la puerta se topó con alguien más del otro lado de ella.
—Yoongi…
—Señor—llamó asustado—, ¿E-está todo bien?
No podía decirle lo que habían hecho, no después de todo el cariño que les tenía a ambos, porque sí, siempre fue demasiado sensitivo en su interior.
—Tu padre, no pudimos salvarlo.
Sintió su pecho hundirse. —¿¡Él está…!?
Se doblegó ante sus grandes y infantiles ojos, mintió. —No sabemos dónde está, pero...haremos lo posible por encontrarlo. Te lo prometo.
—Señor...—musitó con dolor. El gran hombre dio un paso al frente para abrazarlo. Ambos habían perdido a alguien importante esa noche, y él, que vivió durante tantos años en ese mundo, se limitó a ver con desdén al chico.
Reaccionó cuando notó a un pequeño castaño parado detrás de Min.
—¿Papá? —preguntó al ver como abrazaba al otro.
Yoongi no debía ser su sucesor, incluso después de toda la confianza que había depositado en el pelinegro. Siempre hubo algo anárquico en él, algo destructivo, tóxico, algo que podía hacer que se lastimase a sí mismo.
Además, temía que se hubiese contagiado de las ideas de su padre. Quiso protegerlo.
Se separó de él para decir—: Arregla tus cosas, Yoongi. Te irás en la mañana.
—¿¡Qué!? —exclamaron los dos menores al unísono.
—Señor, si me permite. Yo ayudaré a buscarlo y…
—Dije, que te irás en la mañana. No está a discusión. ¿Entendido?
—Pero...
—¿¡Entendido!? —vociferó con voz gélida.
El chico retrocedió, inclusive Taehyung quién era totalmente ajeno a la discusión tembló de temor. —Sí, Señor —declaró el pelinegro.
El disparo que había escuchado poco antes, su actitud nerviosa y la sangre en su camisa le confirmaron lo peor, él lo había matado.
La mirada de Yoongi se tornó oscura, y asustó por un segundo a Kim. Lejos de ser un matón, era algo casi malvado que le invadía, eso que lo convertía en un ser peligroso con una energía que era incapaz de contener.
Creyó que había tomado la mejor decisión al sacarlo del país, quiso alejarlo de ese mundo para evitar que se convirtiera en un desalmado; pero el estímulo que necesitaba para evolucionar a alguien mucho peor no lo encontró dentro de esa casa. Sino en los brazos de otra persona.
Como aquel conocido refrán decía: “Cría cuervos, y te sacarán los ojos”.
...
Las manos de Taehyung no estaban atadas y él fingía ser prisionero aún para ganar tiempo mientras ideaba un plan.
A juzgar por el sonido de su voz, Yoongi estaba a la izquierda, escuchaba sus zapatos resonar a cada paso que daba. Casi podía sentir la sal en su lengua cuando intentaba tomar aire a bocanadas. Maldita sea, ¿Cómo los sacaba a todos de allí?
Alguien más entró a la habitación, escuchó perfectamente el arrastrar de su caminar y la voz que emanó de la otra persona diciendo:
—Señor, se hace tarde. Es hora de irnos.
El ambiente violento consumía sus ansias, quemando por salir de allí.
Se levantó y caminó hacia la salida, deteniéndose por un momento antes de irse.
—Me parece que...eso es todo, mis queridos Kim —dijo el pelinegro sonriendo, ya no le servían para nada—. El chico vendrá conmigo, a los otros dos... matenlos—. Y finalmente se marchó.
No había vuelta atrás, el tiempo se les estaba terminando. Era ahora o nunca.
Taehyung presionó las llaves del auto de Jungkook en sus manos. Era lo único que tenía a su disposición, en cuanto supo que irían por ellos se retiró con rapidez la tela negra que le cubría la cabeza y se levantó tomando un gran impulso.
Mantuvo el silencio tanto como pudo en el instante que cometieron el error de no vigilarlo. Corrió hacia adelante para descubrir el rostro de Seokjin, justo cuando lo logró y buscó desatarle los pies uno de los tipos notó su vano intento de escape.
—¡Oye, tú! —gritó, e intentó llegar a él. No podían dispararle a Taehyung, esa había sido la orden, lo querían vivo.
Aprovechó que uno de ellos estaba de espaldas. Todo era claro frente a él, dos hombres que juraba haber visto antes en lo que parecía ser un antiguo almacén de lanchas.
La fuerza que brotó de él fue incomprensible, él sabía mejor que nadie que los tipos como ellos no eran nada sin sus preciosas armas.
No le importó salir herido, utilizó toda la dureza de sus hombros para lanzar a uno de ellos contra la pared, torció su brazo para quitarle el arma. Aquellos hombres parecían desconcertados ante las muestras de combate del otro, como si no se esperasen que el joven y delicado chico tuviera tales habilidades.
Habían logrado desarmarlo, en medio de su forcejeo él gritó—: Mata a los viejos, yo me encargaré de sacar al niño.
El otro asintió, y corrió; pero al notar que el afamado Seokjin ya no estaba en donde debería, maldijo fuertemente aturdido. El pequeño momento de confusión marcó su sentencia cuando otra persona pasó una soga por detrás de su cuello.
Era la misma que aún mantenía cautivo al pelinegro, solo que ahora intentaban asfixiarlo con ella, tirando con fuerza mientras doblegaba todo el cuerpo de escolta traidor y con su rostro tornándose de verde a morado.
Taehyung y Jin tenían muy claro que el cerebro era, sin lugar a dudas, el arma más poderosa de todas. Y que la inteligencia podía ser más letal que una bala. Aunque, claro, eso no significaba que no tuvieran que ensuciarse las manos, esa era la mejor parte.
“Van a lastimarte; pero estarás jugando con tu vida y debes ganar a como dé lugar, Taehyung”.
No, no perdería; el dolor en sus huesos y la sangre de su labio partido solo alimentaron más y más la furia que le poseyó.
Dio una patada a su estómago y cuando logró dominarlo se colocó sobre él. —¡No voy a perder en esta mierda! —declaró, y sin escrúpulo alguno le clavó una llave en el ojo derecho a ese hombre.
El tipo gritó de horror; al estilo siciliano, Taehyung no parpadeó, no sentía ningún remordimiento.
Seokjin no podía creer lo que pasaba. Había un cadáver entre sus brazos, y frente a él, una escena digna de una película de terror cuando las pequeñas partículas blancas de sujeto se destrozaron hasta convertirse en carmesí.
Joder, era una excelente primera impresión. El chico tenía agallas.
—¡Ve por tu padre, tenemos que salir de aquí ahora! —dijo Seokjin mientras terminaba de desatarse.
El castaño asintió, se levantó de encima del tipo que aún vivo se retorcía preso del dolor y llegó hasta su padre. Quitó la máscara de su rostro, y sin perder tiempo comenzó a trabajar en el nudo que le mantenía prisionero.
El viejo Kim jamás imaginó vivir algo como eso, la persona frente a él lucía diferente a lo que recordaba, estaba igual de despeinado que siempre; pero faltaba algo en él, o en realidad, era que su mirada había cambiado.
—Tú... realmente has crecido.
—Papá, juro que quisiera tener un momento muy emotivo contigo; pero justo ahora tenemos que irnos.
—Mi hombro está muy mal, casi no puedo moverme.
Terminó de desatar sus piernas. —Te cargaré entonces —se volteó hacia el mayor—. Seokjin, ayúdame a levantarlo.
Había una pequeña puerta que daba a quién demonios sabe dónde además de la entrada; no era una buena idea; pero era lo único que tenían.
Taehyung pateó con brutalidad el metal de la puerta para forzarla, estaba de más decir que cedió después de uno de tantos golpes que le dio y de la presión que ejerció sobre ella; pero el ruido que generaron alarmó al ejército de Park que aguardaba a tan solo unos metros.
El castaño trataba de concentrarse para identificar cualquier cosa a su alrededor que le ayudara a ubicarse. Eran tres extranjeros que no tenían ni la más remota idea de dónde estaban parados.
Recordaba haber visto redes de pesca, y partes de motores que él creyó podrían pertenecer a un pequeño buque. El sonido perenne de las gaviotas y el calor dentro de esa galera de metal que le indicaba que ya había amanecido le gritaban que podían estar en un sólo lugar.
Un muelle.
Era eso o Taehyung se había vuelto un total demente. Parece que había aprendido una o dos cosas de Jungkook, bueno, en realidad muchas cosas.
El aire caliente los azotó; los dos jóvenes se movían rápido llevando al jefe sobre sus hombros, la playa y la gran rueda de la fortuna se veían a la distancia.
No habían avanzado lo suficiente aún, y con el aspecto que tenían lo más probable sería que pronto llamarían la atención de la policía.
Yoongi y Jimin esperaban dentro del auto; pero el tiempo pasó, al cabo de un par de minutos supieron que se había jodido todo.
Maldición, ¿Cuántos problemas podría causarles un adolescente?
Min regresó a la galera donde se supone el cuerpo de los dos Kim mayores debían estar pudriéndose; pero no encontró más que a sus hombres agonizando en el piso.
—¿¡Es que tengo que hacerlo todo yo para que salga bien!? —reprochó con fuerza.
—Corrieron hacia el muelle, Se-eñor —intentó decir el ahora ciego y ensangrentado hombre.
Yoongi lo vio con asco—No sirves para nada— dijo, y sin detenerse a pensarlo, sacó su revólver y le disparó en el pecho.
Había algo que los Kim nunca habían alcanzado a comprender: No subestimar la frustración de un hombre fuerte.
Se dio la vuelta, y a zancadas regresó hasta el auto.
Jimin lucía tan relajado como siempre, su semblante no había cambiado. Sin voltear a verlo le dijo—: Esos bastardos se fueron, ¿Cierto?
Lo ignoró. —Sigue por el muelle, James. No deben estar muy lejos —le ordenó al conductor.
—Te dije que debías matarlos a todos.
—Lo haré. —Su nariz resoplaba bélica—. Me importan una mierda, conseguiré lo que quiero con o sin ellos.
Jimin se quitó los lentes de sol que complementaban su imagen, y le sonrió con picardía. —Bien dicho, bonito —dijo, y se acomodó en el asiento delantero—. Ya escuchaste a tu jefe, ¡Acelera, maldita sea!
Sí, Park Jimin adoraba a su perverso y violento, niño bonito.
Las ruedas de la camioneta rechinaron cuando arrancó; Santa Mónica, al igual que el resto de los Ángeles, siempre sería conocida por tres cosas: Su playa, su clima y sus increíbles parques de diversiones.
Era una pena que sus anchas autopistas fueran un increíble terreno libre para disparar; por eso y por la gran cercanía al muelle que tenían.
Justo como el difunto escolta lo predijo, los tres Kim huían con dificultad entre las personas en bikini y los tipos bronceados.
No fue difícil encontrarlos, fue cuestión de minutos y de buena visión para identificar a las únicas personas sucias y harapientas en toda la maldita California.
Jimin actuaba despacio, con calma, encajaba perfectamente con la definición de un malparido bien vestido.
Colocó el supresor a la nueve milímetros que rara vez utilizaba y mientras se acercaban a los muchachos la cargó de municiones.
El auto se detuvo con cautela para que él bajara, y con pasos firmes comenzó a avanzar hacia ellos abriéndose paso entre las personas de la playa.
Esto estaba por ponerse entretenido.
Acomodó esa camisa abierta que dejaba a la vista parte de su pecho por los tres botones que tenía separados, y disparó al aire mientras se movía imponente.
En cámara lenta, la gente del lugar comenzó a gritar asustada al verlo acercarse con el arma en la mano.
Los Kim intentaron correr; pero fue imposible cuando uno de los tres recibió un disparo por la espalda haciendo que todos cayeran al piso.
El ruido seco, y el calor que recorrió su cuerpo entero le hicieron recordar los últimos cincuenta años de su vida cuando su alma tembló de miedo.
Los brazos de Taehyung se llenaron de sangre cuando aquel cuerpo débil cayó sobre el suyo.
—¡Papá! —gritó, y de pronto, ese chico rudo en el que se había convertido desapareció—. No, no, no, no, tú no.
La figura de Jimin era muy distante, y aún así parecía que el tiempo se detenía entre más se acercaba.
El impacto había sido certero, su cuerpo no tenía la resistencia para salvarse a sí mismo.
—Taehyung, escucha. Serás un gran líder, lo sé—no le quedaba mucho, hablaba rápido—. Sé tan bueno en ser malo que las personas tengan que arrodillarse ante ti, es lo que eres, es para lo que naciste y yo...me equivoqué. Eres fuerte, hijo, más que yo.
—Señor, vamos. No puede terminar aquí—dijo Seokjin.
—Sean inteligentes, chicos. Tengan una familia, y por amor al cielo, prometan que van a vengarme.
—Papá...—Taehyung acaba de recuperarlo, no podía perderlo ahora. Su visión comenzó a nublarse por las lágrimas—. Vas a estar bien, hay mucho que tenemos que hacer, te necesito, a tus consejos, tu presencia. Y Jungkook…, él, tienes que conocerlo, papá. Tienes que darme un buen sermón enojado y luego ir a sentarte a tu silla mientras me regañas como siempre. Papá, no…¡Resiste!
—Ah. Cierto, y dile a ese idiota de JK que me debe una gran, gran explicación. —Sonrió en medio de sus palabras, éstas se arrastraron cuando soltó su último aliento—. Sé feliz, Taehyung.
De muerte se ha escrito ya tanto; la religión repite una y otra vez la volatilidad que como humanos existen, en que nada trajimos a este mundo, y nada nos llevaremos.
Ese que algún día fue un imponente hombre, con poder, dinero y la devoción de tantas personas se quedó allí, muerto con los ojos abiertos en un día soleado. Sin llevarse nada más que su alma y las preciosas memorias que atesoró durante años.
Entregándole únicamente a su hijo la certeza de lo mucho que siempre le amó y la salvedad de que su pequeño ya no estaría solo nunca más.
Y quizás, si existía algo en el más allá, finalmente podría encontrarse con su esposa.
Taehyung se separó ligeramente de su cuerpo cuando el metal caliente se presionó contra su cuello.
—Levántate —dijo Jimin sin sentir pena alguna por la escena—No tengo tu tiempo, niño. Vamos.
Le tomó del hombro para obligarle a caminar, casi arrastrándolo entre las personas y lo empujó de nuevo dentro de la camioneta.
El castaño no tenía ánimos de pelear, ni fuerzas para oponerse.
—Papá...—musitó cuando su cabeza golpeó en el asiento.
—¡Jimin! ¿¡Qué hiciste!? —dijo Yoongi casi incrédulo. Él quería a Kim muerto, pero nunca creyó que se sentiría así de mal cuando lo lograra.
—Estabas tardando demasiado.
—¡Hijo de puta! Voy a matarte. —Taehyung exclamó sin poder hacer nada mientras el auto ya se alejaba veloz de allí.
—Silencio, niño. Has sido un dolor de trasero todo el día.
No les quedaba más que esperar un par de días con el perfil bajo para luego regresar a Corea, y Jimin tenía el escondite perfecto.
Después de todo, ¿Todos aman los parques de diversiones, cierto?
Su victoria estaba casi sellada.
…
—¿No debería haber una gasolinería cerca?—Jungkook odiaba el sol, aún tenía partes de él vendadas y su poca paciencia estaba colapsando.
Habían partido por la carretera en la noche, era casi mediodía y ellos estaban varados en medio de la nada.
—¡Dije que no! Los próximos cuatro o cinco kilómetros están completamente áridos y vacíos, así que cállate antes de que te arranque el esófago con las uñas—dijo Elliot.
—Taehyung está solo allá, joder. ¿Podrías entenderme?
—Oh, no. Está hablando de su novio de nuevo. —Hoseok tenía las mangas de su camisa dobladas hasta los codos mientras intentaba reparar el motor—. Tantas hormonas comienzan a marearme.
—¿Desde cuándo te volviste tan hablador, Jungkook? —le preguntó el rubio.
—¿Sí, Jungkook? ¿No se supone que eras más serio que esto?
—Ustedes parecen muy tranquilos con la situación. Estamos perdiendo tiempo valioso, y si esa chatarra no funciona, ¡Me iré caminando si es necesario!
Elliot sentía que estaba viviendo la pubertad de su hijo, otra vez.
—Está bien, ¿Quieres hacer algo útil? Consigue un nuevo auto, carajo.
Jungkook soltó aire pesadamente; levantó la vista hacia la carretera y logró ver la silueta de otro vehículo acercándose. Vaya, quizás estar con Elliot sí era de buena suerte.
Por supuesto que lo conseguiré, pensó.
Comenzó a correr directamente hacia el auto, y cuando creyó que era prudente se detuvo frente al mismo apuntándole a la conductora.
Los otros dos se sorprendieron; más no intervinieron.
—¡Dame el auto! —gritó intentando sonar rudo, pero nunca se imaginó que la persona a la que le Intentaba robar era la detective encargada de seguirlo.
—Policía de Nevada, ¡Baja el arma, ahora! —Ella salió ligeramente de su auto, mostrando su placa y su arma.
No vestía su uniforme, no parecía tener refuerzos, si Elliot no se equivocaba, ella estaba por su cuenta. Y sola, en medio de la nada, no representaba una gran amenaza.
Le indicó a Hoseok con la cabeza que lo siguiera, y mientras ella estaba ocupada con el chico conejo, ellos dos se acercaron por detrás.
El rubio la tomó del cuello desprevenida, y presionó su cuerpo contra su propio auto.
—Disculpe oficial...—busco entre sus bolsillos hasta encontrar su identificación, la leyó— Blake. El chico es un torpe, es una mala manera de pedirle prestado su auto, me disculpo por él.
—Resistirse al arresto es un delito grave.
—Oh, pero me gustaría preguntarle, ¿Dónde están sus refuerzos?
—Estarán acá en poco tiempo, Elliot. —Ella creyó que él se intimidaría cuando dijo su nombre pero sólo logró causarle gracia.
Hall amaba a los oficiales novatos, sabía que la policía no tardaría en enviar a alguien a rastrearlo pues él era el único cuyos datos eran cotejables en el país. Y no se equivocó.
—Me encantan los policías entusiastas, esos que creen que pueden cambiar al mundo, me divierto mucho con ellos. —Estaba parado detrás de ella, dejando inmóviles sus dos manos.
—Tienes libertad condicional, ¿O no, Hall? ¿Quieres volver a prisión, acaso?
La tenía sometida mientras hablaba a su oído. Soltó una pequeña risa. —Hablar así significa que no tiene refuerzos. Veamos, nos llevaremos el auto, y en vista de que conoce mi nombre, tendré que pedirle que nos acompañe.
—¿Qué?
—Está siendo amablemente tomada de rehén, así que si no le molesta. Usaré su radio, y los muchachos van a atarla con unas corbatas.
—¡Todo listo! —dijo Jungkook quien se había adelantado a cambiar de auto el equipaje.
—Los criminales somos un fastidio, sabe, por eso los detectives de escritorio deberían quedarse en la estación—dijo Elliot mientras ayudaba a Hoseok a atarle las piernas y luego la cargó para encerrarla en el maletero del auto.
Hoseok entró al asiento trasero, Jungkook en el del copiloto y Elliot se sentó en el asiento principal mientras se acomodaba para conducir. Jeon no podía ocultar la fascinación por las habilidades del rubio.
Se atrevería a decir que parecía que estaba coqueteando con ella cuando en realidad la habían secuestrado.
El celular de la chica comenzó a sonar al lado de Jungkook, vio el nombre “Vernon” en el, rodeado de muchos corazones y por puro morbo decidió contestar.
Pero lo que escuchó le congeló la sangre.
“Oye, Tiffany. Recibí una llamada de Los Ángeles, ¡La jodida California! Tuvieron que retirar el cadáver de un tipo de apellido Kim de la playa, aparentemente hubo un tiroteo, la gente está asustada y reconocieron un auto como los que viste en el aeropuerto camino a Pacific Park.
Son nuestros sujetos, Blake. Estamos cerca, ¿Hola?, ¿Tiffany?, ¿Estás allí?”
Jungkook cortó.
Se dejó caer en el respaldo de su asiento, y el apellido pareció abofetearlo cuando cayó en cuenta lo asustado que estaba. California estaba a un par de horas y él solo esperaba llegar a tiempo.
Se sentía estúpido, justo en ese momento no anhelaba nada más que una suave almohada y a Taehyung durmiendo sobre su pecho.
Se dedicó a ver por la ventana mientras meditaba.
Quizás, solo quizás...el niño que estaba escondido dentro de Jungkook necesitaba al hombre que creció en Taehyung.
Estaban en distintos lugares; pero su cielo seguía siendo el mismo.
La cuenta regresiva había comenzado.
One by one, they will die.
Manténgase con vida. J.S.
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