Capítulo Veinte

20.

—No sé cómo dejé que me hicieras esto.

Aquél Jungkook que estaba en el espejo representaba todo lo que él nunca fue. Sentía que apestaba a tinte óxido y que cada hebra de su cabello había sido quemada.

La ropa que tenía le quedaba demasiado ajustada, parecía como  salido de una revista para niñas de trece años o como si fuera parte de alguna fraternidad universitaria por el jersey que traía y su cabeza decolorada.

—¿Qué dices? ¡Luces genial! Te quité un par de años de encima.

—No intentes hacerte el gracioso, parezco un idiota. Y, soy más llamativo que nunca.

Hall se retiró los guantes de látex que había utilizado para arreglar la imágen de Jungkook. Después de un par de horas buscando la forma de hacerle pasar desaparecido solo había logrado convertirlo en una réplica del novio de Barbie.

—El tipo agresivo que se viste completamente de negro es más llamativo para la policía que el universitario que vino a buscar aventura a Las Vegas, créeme.

Hall trataba de minimizar que su poca experiencia como barbero justificaba el hecho de que había convertido la mata de cabello oscuro pulcro de Jungkook en una mezcla de castaño claro y gris.

Había intentado teñirlo de rojo, a lo que Jungkook se había negado, y luego de rubio tal cual como su propio cabello; pero nadie le dijo que el cabello negro no era así de fácil de teñir.

Era traficante, no estilista. ¿Quién podía culparlo?

Jungkook suspiró, era un desastre. Odiaba a él calzado deportivo y el color amarillo que era exactamente lo que estaba usando; por primera vez en mucho tiempo de sus lóbulos colgaban pequeñas argollas que combinaban con su cabello peinado recatadamente hacia atrás y su camiseta casual.

—Espero que tengas razón, o los demás presos van a burlarse de mí. —Jeon intentó bromear, estaba asustado.

—No tienes que hacer esto, Jungkook —dijo Hall seriamente—. Hoseok y yo nos marcharemos a México en un par de días, solo tienes que esperar aquí e ir con nosotros. Cumpliste con la entrega, ya no es tu problema.

Latinoamérica era como un punto ciego para fugitivos. Las mafias asiáticas y europeas difícilmente se involucrarían en territorio americano donde los carteles y crimen organizado mataba indiscriminadamente cayendo muchas veces en la anarquía, y donde la policía tenía suficientes problemas como para enfocarse en dos extranjeros más.

Un paraíso tropical regido por la corrupción.

Se colocó su mochila en la espalda; ya había anochecido, no tenía tanto dinero como al principio y no sabía lo que pasaría cuando atravesara esa puerta.

—Yo...encontraré la manera de alcanzarlos, no se preocupen por mí.

Hall  le vio de pie frente a la puerta, lo conocía lo suficiente como para saber que él no los seguiría. —No volveré a verte, ¿Cierto?

Jungkook nunca creyó ser capaz de tener tantas emociones en su interior. Elliot a su lado, y el miedo que podía percibir en sus ojos le hacían darse cuenta de que realmente quería demasiado a ese hijo de puta.

Su mente lo llevó a divagar en su imagen ya madura y recordar cuando era tan solo un niño en el regazo de su padre que vio a un joven rubio entrar por primera vez a su casa, abrazando a su amigo ofreciéndoles ayuda. Esos primeros negocios los habían condenado a todos, incluyéndose, aún así, nunca pudo sentir rencor hacia él.

—Quizás en el infierno, viejo —dijo con nostalgia.

—Te esperaré en mi trono, niño.

—Por favor —abrió la puerta y se volteó a verle—, ambos sabemos que ese es mi lugar.

Antes de que Jungkook se marchase, Elliot volvió a llamarle. —Ah, y JK, llévate el auto —dijo, lanzándole un juego de llaves.

Enarcó una ceja, ¿De dónde había sacado otro auto? —¿No sé supone que estabas quebrado?

—Me he pasado los últimos años apostando, el dinero nunca ha sido problema, después de todo, nosotros siempre tenemos buena suerte, ¿O no, Kook?

El ahora teñido negó con la cabeza mientras sonreía; él era algo demasiado excepcional.

Suspiró, sintiendo por un momento como si tuviera que elegir entre Taehyung y su familia; sin darse cuenta de que nunca fue necesario tomar una decisión. Y salió de esa propiedad con la cabeza en alto, anhelando como un simple mortal tenerlo todo, a sabiendas de que era demasiado improbable.

Al regresar la mirada, su alma desnuda deseó a Taehyung entre sus brazos, y a Elliot jodiendole la vida una vez más.

Quizás, eso era ser humano, ser joven, eso era familia. Quizás, de eso se trataba el calor.







Taehyung caminaba por la ciudad sin tener idea de a dónde ir. Aún le dolía la cadera y gruñía molesto cuando la ira se apoderaba de su pecho.

Estaba en su sangre; su mirada perdida era producto de su poco autocontrol y sus primeras ilusiones siendo masacradas por él mismo. Su mente le estaba torturando como lo había hecho durante los últimos casi dieciocho años.

No sabía a lo que se estaba metiendo; pero de alguna forma la maldita necesidad de probarle a todos que él era más que un simple adorno le consumía y todas las cosas que escuchó desde su infancia le martillaban el cerebro una y otra vez.  

[ “El pequeño príncipe encantador nunca será un Kim. Es débil, no es material para la ser un líder, no podría defenderse de una daga ni aunque se la clavaran en la frente...” ]

Entró a lo que parecía ser una cafetería; se sentó en una de las últimas mesas y colocó sobre esta la computadora que tenía en su poder. La única razón por la que nunca había tocado el aparato era porque temía la reacción de Jungkook; pero ya no estaba más con él.

[ “Sería una carga demasiado grande…”]

Se sentía idiota recordando al pelinegro.  Jungkook se lo había advertido y aún así lo idealizó como si de una deidad se tratase. Se había enamorado de él, eso era seguro, de la persona que solo lo usaba para cubrir su soledad, el hombre malo que no se negaba a serlo.

Sacudió la cabeza, tenía mucho por hacer. Necesitaba una dirección, algo a dónde poder ir.  

Comenzó a revisar todos los correos electrónicos que estaban rezagados, uno por uno hasta que encontró un destinatario identificado como “K3”.

Bingo, debía ser Seokjin. ¿Quién más?



“Tengo algo que les pertenece. Necesito información de K1, si es que les interesa recuperar su mercancía respirando” -JK.

“Latitud: 36.2277, Longitud: -115.264 36° 13′ 40″ Norte, 115° 15′ 50″ Oeste, entregar.” -K3

“El producto está conmigo; si no es verificado en 24hrs será de mi propiedad”- JK.

“Llévelo a las coordenadas, y recoja su indemnización en las mismas, enviar fotografía para comprobar su estado”. -K3.

“Necesito más tiempo” -JK.

“Cambio de planes, no hay entrega” -JK.

“La mercancía desapareció en la frontera” -JK.

“No puedo cumplir con el trabajo, hemos cambiado nuestro destino.” -JK.  

"No puedo hacerlo, estará mejor conmigo -JK.

“Su tiempo expiró, fue un placer hacer negocios con usted” -JK.

Ladeó la cabeza sin entender, los primeros mensajes parecían sonar tan profesionales, tanto que los últimos parecían desentonar completamente. Taehyung era demasiado ciego como para notar el arrepentimiento de Jungkook plasmado en ellos, y sus egoístas deseos de mantenerlo con él.

Presionó la opción para redactar un nuevo mensaje y comenzó a teclear sin detenerse a pensarlo con calma.

“¿Dónde podemos encontrarnos?”  

Lo envió; más no esperaba tener una respuesta casi inmediata.

“¿Quién eres? ¿Cuál es tu ubicación?”

“KT, Nevada”.

No, Taehyung realmente no entendía la magnitud de sus acciones. Ni tampoco esperaba que la persona detrás de la computadora estaba lejos de ser Seokjin.

Ocho letras, y se había condenado.


—Chico —llamó una mujer detrás de él—, estamos por cerrar, tienes que irte.

—¿Podría quedarme un poco más?

—Son casi las diez de la noche, esto no es un bar. Fuera de aquí.  

Taehyung bufó con molestia, guardó las cosas que tenía dentro de la valija de Jungkook, esa que era demasiado pesada y que lucía tan vieja que desentonaba en cualquier momento.

Se quedó parado en la acera, de entre clubes, casinos y hoteles aparentemente había elegido el único lugar con horario regular en toda la puta ciudad, quizás sí debió haber ido a un bar.

Siguiendo a las personas que reían frenéticas por la calle y el guardia de la entrada que ni siquiera se molestó en pedirle una identificación, terminó dentro de una discoteca, necesitaba saber si había recibido una respuesta.

Siendo empujado atravesó la multitud de intoxicados hasta llegar a una mesa cerca de un grupo de chicas que bebían y se quedó contemplando a las personas a su alrededor.

Recordó a Jungkook, cada uno de sus suaves movimientos y de la energía que parecía producir cuando estaban juntos. Cada que las luces estroboscópicas iluminaban el club la imagen del mayor parecía, desde la línea de su mentón o sus hombros rectos, hasta su sonrisa inigualable.

Todas las canciones le recordaban sus noches en Japón, quizás era porque era la misma canción perforando su cerebro o porque para un amante del Jazz todas sonaban igual, no lo sabía.

Ya no quería esto. Se supone que el amor te libera, pero entonces, ¿Por qué estaba pensando en Jungkook una y otra vez como si de un castigo se tratara?

Su conciencia le decía que era un imbécil por haberse marchado y su corazón no podía estar más de acuerdo.

—Vaya, parece que es mi noche de suerte. —Taehyung estaba demasiado absorto en sus pensamientos como para notar que así como él veía a las personas, un grupo de hombres lo estaba viendo a él mientras murmuraban entre ellos.

—¿Perdón? —contestó cuando uno de ellos se acercó a hablarle.

—Encontrarte aquí. No todos los días se ve alguien así de hermoso.

Su sonrisa lucía perversa, y la forma en la que intentó tocar su hombro solo hizo que se alertara. —No estoy interesado, gracias.

—Oh, vamos. Te veías algo solitario, así que decidí invitarte a un trago. —Su vista vagó a la pequeña copa en sus manos y en cómo el fondo de esta parecía tener efecto efervescente.

Estaban intentando drogarlo. Un hombre joven, guapo, extranjero, con ropa cara y la guardia baja era una excelente mercancía.

Tenso. —Ya he dicho que no, lárgate.

—No seas mal educado. Me he armado de mucho valor para acercarme a ti, así que sé agradecido y aprovecha esta noche en el extranjero dulzura. Diviértete.

El tipo pasó su brazo por encima de él y le acercó a la boca la bebida como tratando de obligarlo a ingerirla.

Taehyung golpeó con ambas manos la mesa, poniéndose de pie, causando que todo el líquido se derramara.

—Escucha, imbécil. No tienes ni idea de con quién te estás metiendo, tócame otra vez y el forense tendrá que venir por ti —dijo Taehyung.

El hombre lo vio sorprendido, no esperaba que el castaño fuera más alto que él. Y la fuerza con la que su voz se volvió grave logró infundirle temor.

Lo vio incrédulo y se alejó de él molesto.

Taehyung se jactó, si Jungkook lo hubiese escuchado estaría muy orgulloso de él en ese momento. Agitó la cabeza, ¿En qué estaba pensando?  

Se movió para buscar un baño.

Entró; corrió hacia el lavabo para comenzar a lavarse el rostro desesperadamente.  

Ya no quería causarle más problemas a Jungkook; pero incluso cuando se veía al espejo, su reflejo y su razón le mostraban a Jungkook frente a él. ¿Sería acaso que había enloquecido? ¿O entonces por qué se sentía así de culpable?

Cerró los ojos de nuevo y volvió a mojarse el rostro; el dolor que golpeó su espalda lo hizo gemir cuando cuando cayó en cuenta de que le estaban atacando.

—Veamos si sigues siendo así de rudo después de esto, bonito.

El mismo tipo le había seguido hasta el baño, y justo en ese momento intentaba someterlo allí mismo. Tenía un trozo de tela en la mano con el cual buscaba desmayarlo cuando lo colocó sobre la boca del chico.

Taehyung comenzó a marearse, aún así, empujó al moreno contra los cubículos asquerosos del bar, este tambaleó cayendo, su cabeza golpeó la porcelana del sanitario aturdiendo así a su oponente.

Uno más entró; era obvio que él no estaba solo y el castaño estaba seguro que no podría ganarle a dos personas, se abalanzó sobre él cuando regresó su puño para golpearlo.

La música será demasiado fuerte, nadie le escucharía gritar y su cabeza parecía querer apagarse. Se había robado un arma de la casa de Elliot y por un momento fue la única solución que encontró para no ser vencido.

En medio del forcejeo, tomó el fusil de su cintura y sin saber cómo usarla quitó el seguro a tientas, el estómago del otro estaba contra el suyo, y con el arma en el medio cerró los ojos cuando finalmente tiró del gatillo.

Disparó una vez y ahora había sangre en el piso, en sus manos y en su camiseta.

El primero yacía aún dentro el cubículo, sin entender cómo rayos el indefenso ángel se había convertido en la parca.

Con la mente caliente se acercó a él, y antes de disparar dijo—: Creí habértelo advertido —. Y terminó su vida.

Sí, Taehyung había pecado.










A unas calles de allí, ya entrada la noche Jungkook conducía buscando el mínimo rastro del chico.

Entonces pensó, ¿Si yo fuera un Taehyung con dinero, dolorido y sin supervisión a dónde iría?

Casi se abofeteó a sí mismo cuando la respuesta obvia era a un bar cercano.

Después de buscar por horas, se estacionó afuera de la brillante marquesina, y la fila de decenas de personas ansiosas por entrar. Le importó una mierda colarse y entró sin problemas, porque después de todo, nadie podía decirle que no a un billete con Benjamín Franklin en el.

El dinero mueve al mundo en sentido contrario.

Caminó entre las mesas hasta que encontró algo que le pertenecía. Si su valija estaba allí, Taehyung no debía estar muy lejos.

—Oh, vamos. Eres muy linda, no me desprecies  de esa forma. —Jungkook escuchó sin querer una conversación ajena, volteó  hacia ellos para ver cómo una chica era acosada por tres hombres, a unas mesas de dónde se supone estuvo Taehyung —. Tus amigas se han marchado, te llevaremos a tu casa.

Quizás ella vio al castaño, debía preguntarle; pero los hombres parecían intentar forzarla.  

—No gracias, mi novio ya viene por mí.

—No soy celoso —dijo uno de ellos—, vamos, muñeca. Diviértete.

El ahora rubio no pudo evitar intervenir. Los proxenetas eran lo más bajo de los traficantes, y eso era algo que él, un delincuente de mierda, pensaba.

Se paró detrás de ellos y aprovechando su nueva imagen recatada dijo—: La “muñeca” viene conmigo. Meteré sus traseros a una celda si siguen causando problemas por aquí, busquen mercancía en otro lado.

Paralizados, creyendo que Jungkook era un policía. —No, no, nosotros no…

—Solo aléjense.

Retrocedieron sin debatir nada más, maldiciendo mientras se retiraban, como buscando a alguien más.

Ella tragó con fuerza—¿Quién eres tú? —preguntó. El hombre guapo era lo más cercano a un enviado del cielo.

—No tengo tiempo para introducciones. Un chico castaño, bonito, sonrisa extraña, camisa blanca y probablemente borracho, ¿Lo viste? ¿Estuvo aquí?

La chica lo meditó, sí recordaba haber visto a alguien así, sus amigas habían comentado sobre él durante largo rato antes de irse.

—Casi se agarra a golpes con otro hombre, lo estaban molestando. Luego se levantó y corrió hacia el baño. No regresó después de eso.

Sí, debía seguir allí. Joder, si era así estaba demasiado cerca de encontrarlo.

Nunca creyó pronunciar esta palabra a una desconocida; pero lo hizo. —Gracias —dijo, y se movió en la dirección que ella le había indicado.

Le costaba moverse entre la gente. Y sus sentidos estaban más alerta que nunca, escuchó voces, se detuvo porque él sabía que todo lo involucrase un jefe era algo turbio.

—¿Dónde jodidos están Ben y Alfonso? Fueron a buscar a ese chino hace media hora, el auto está afuera y el jefe nos va a matar si no llevamos una o dos personas esta noche.

—En el baño. Probablemente se resistió, trabajar con hombres suele ser más difícil.

No necesitaba escuchar más; su Taehyung debía estar allí, estaba en peligro y su corazón comenzó a latir con tanta intensidad, como si fuera capaz de sentir la cercanía del chico.

Corrió, chocando con todas las personas que se interpusieron en el camino y empujó la puerta del baño eufórico. Todo se detuvo, nunca creyó ver algo como eso al cruzar esa puerta.

La sangre por doquier, y sobre un Taehyung en el piso que parecía estar luchando por no desmayarse por el pánico que sentía. Temblaba, y sus ojos vidriosos eran muestra de lo perdido que estaba.

Llegó hasta él, sacudiendo su cuerpo. —Taehyung, ¿Qué has hecho? Tú no, tú ni debías...

—¿Jungkook? —Era diferente. Lucía como un caballero o eso aparentaba, el hombre perfecto. —¿Cómo me encontraste?

—Eso no importa. —Lo obligó a ponerse de pie —.  Lávate las manos, tus huellas están en toda la escena, cualquier persona podría entrar justo ahora. No podemos estar aquí.  

—Tú no deberías estar aquí.

—No digas más estupideces.

—Deja de intentar ser un héroe, es lo que todos te dicen, Jeon Jungkook. Soy peso muerto, déjame solo y sigue como si no me hubieses conocido. —Lo empujó para separarse de él —. Elliot tiene razón, es mi guerra, no tuya.

Estaba dolido, ¿Cómo podía ser así de susceptible de repente?

—No puedes simplemente pedirme que me aleje. Tú—Escuchó pasos que se acercaban —, perdóname por lo que voy a hacer.

Taehyung ladeó la cabeza confundido; Jungkook le quitó el arma de las manos y con ella le dio un golpe en la nuca que lo desmayó.

Su cuerpo se desvaneció en sus brazos y el rubio no pudo hacer más que cargarlo para salir de allí. En pocos minutos, alguien notaría dos cadáveres en el baño, le sorprendía lo mucho que había pasado desapercibido un disparo entre el bullicio.

Nadie se inmutó al verlo sacar a Taehyung del club; parecía un borracho más entre un mar etílico de lujuria y sexo desenfrenado.

Temía haber sido visto por alguien, por eso después de dejarlo caer en el asiento trasero del auto aceleró sin ningún rumbo. Y terminaron justo como habían comenzado allá en el lejano Daegu, estacionados afuera de un motel sin saber si era pertinente entrar.

Jungkook se quitó el suéter que llevaba, se colocó al chico encima para escudarlo de la fría noche, y lo abrazó para llevarlo hasta el interior de la habitación.

Y se quedó allí junto a él, viéndolo dormir desesperado por tocar su suave rostro. Por llorar sobre él y borrar las almas que ahora atormentarían a Taehyung.

El novato, aquel que nunca pidió pertenecer a la mafia; se había convertido en uno de ellos y su iniciación no había sido más que disparar como un siciliano, sin remordimientos y matar certeramente.

—¿Por qué me trajiste aquí? —Había despertado.

—Es tu culpa, debiste quedarte en casa.

Se sentó en la cama. —Yo no te pedí que vinieras, no quiero ver-...

—¡Cállate de una vez por todas! —gritó—. Si quieres que desaparezca está bien, lo haré; pero necesito asegurarme de que estarás bien antes de marcharme.

—No, ya me cansé de que creas que soy un imbécil.

Le dolía la cabeza y su estómago se estaba quemando. No sabía amar, y aunque todo su ser quisiera correr a besarlo, lo único que hacía era atacar.

—Sí, eres un imbécil. Eres crédulo, ingenuo, y un tonto.

Taehyung se levantó, puso ambas manos en su pecho, y dejó su rostro cerca del suyo.

—¿Ah, sí? ¿Qué más? ¡Dime de una vez toda la mierda que piensas sobre mí!

—¡Eres terco, testarudo, impulsivo y un niño mimado! Eres la persona más difícil del jodido universo, arrogante, exasperante. Eres...

—¡Dilo! Soy, ¿¡Soy qué!?

No pudo más, Jungkook dejó de pelear con él mismo. Le vio fijamente, y se tragó su orgullo cuando comenzó a llorar.

—Eres… eres la única persona con la que he podido ser verdaderamente yo.  Tú, eres lo mejor que me ha pasado en la vida, Taehyung.

—Jungkook…

—No. Escucha, estoy tratando de ser honesto. Me siento miserable justo ahora y es todo culpa tuya, por marcharte, por ser incapaz de creer en mí una maldita vez.

—Fuiste tú quien decidió seguirme.  Te di la vía libre para que fueras feliz, Jungkook. Tú, Elliot y todos, a kilómetros de mí,  ¿Qué hice para obligarte a estar conmigo? Yo te dejé antes de que tú lo hicieras, te ahorré el drama emocional, te devolví tu vida. ¿Cómo puedes culparme por eso?

—¡Sí, todo esto es tu culpa! —gritó, ya no lo soportaba más, debía decirlo o moriría—. Es por ti que mi mente está llena de colores ¿Entiendes? Es tu culpa que sueñe contigo. Solo tú, no hay otro responsable; ni siquiera yo, porque yo no pude evitar enamorarme de ti.

—No sé a qué te refieres.

—¿Cómo podrías no saberlo? Pude haberte dejado en Japón de no ser así pero no lo hice, maldita sea, yo literalmente crucé el mar por ti, luche día y noche por protegerte. Taehyung, ¿Es que no lo ves?

—Intentas decir que tú me…

—No soy lo suficientemente valiente para decirlo. Siento muchas cosas y soy incapaz de exteriorizarlas porque estoy asustado.  

—Pero tú ibas a enviarme a México, ibas a dejarme, tú…

No había distancia entre ellos, Taehyung se había doblegado completamente ante sus enormes ojos oscuros.

—Yo haría hasta lo imposible porque te quedaras conmigo, Kim Taehyung. Aún si tengo que matarlos a todos, incluso si termino en la cárcel. Eres lo único que vale la pena en mi miserable existencia y yo no estoy dispuesto a perderte.

—Yo también te amo, Jungkook.

Taehyung se rindió, sus barreras estaban completamente destruidas. Y besarlo se sentía como ser redimido cuando sus labios chocaban mil veces derritiendo el hielo de sus corazones.

Sus caricias unían al universo por completo.

Ese hombre lo amaba; lo amaba más de lo que había amado a alguien en su vida. Más allá de todos sus errores y de sus delitos, su calor lo curaba y le hacía saber que era efectivamente un idiota.

Era por eso que no podía lastimarlo más. Tenía que confesarle que Seokjin le había contestado, y que probablemente estarían buscándolo justo ahora.

Tenía que decirle la verdad antes de marcharse para siempre; porque el destino estaba trazado así. Él era un Kim, él debía ser ahora un líder, y volvería con los suyos.

Se separó de él. —Jungkook...—llamó.

—Hay que casarnos, justo ahora.

—Espera, ¿¡Qué!?

—Eso era lo que querías, ¿Cierto? Hay cientos de capillas en esta ciudad a dónde podríamos ir. Luego nos iremos a México, juntos, o a cualquier otro país a comenzar de nuevo.

—Es de madrugada, ¿Y tú realmente piensas en casarte?

Sí, Jungkook estaba aterrorizado por perderlo otra vez.

—Antes de que mañana hagas una tontería quiero asegurarme de que sepas que te pertenezco a ti. Y que nunca más creas que voy a dejarte, por favor.

Tragó saliva él realmente quería creer en esas palabras. Quería darle aunque sea un rayo de luz.

—¿Y qué tal si no existe un mañana?

—Habrás sido mío por el resto de la noche —sonrió genuinamente y se arrodilló allí mismo—. Entonces, Kim Taehyung, ¿Te casarías conmigo?

—Sí, lo haré.  









[Busan]


—¿Cuándo fue la última vez que viajaste en un avión? —Jimin se divertía viendo a Yoongi mientras terminaba de  vestirse.

—Tú, yo, Milán, seis meses atrás.

—¿Y por qué será que siempre terminamos follando en la cabina?

—Eso es porque eres un degenerado.

Rió; estaban a miles de kilómetros del suelo, a unas cuantas horas de llegar a Estados Unidos. Y pronto tendrían la pieza restante en su plan.

—A ti te gusta la adrenalina, Yoonie.  

—Solo si viene de ti.


Taehyung la había jodido, en grande.






¿Les gustó? c:

Están todos invitados a la boda.

Usualmente hago Character ask en todas mis historias pero no si les gustaría que lo hiciera en esta. Se trata de una dinámica donde ustedes le hacen preguntas a los personajes con respecto a la historia y ellos les responden, déjenme saberlo en este espacio.

Manténgase con vida. J.S.  

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