Capítulo Seis

06.

Siempre habría una forma de quedar expuesto, una manera de traspasar las barreras y de ser atacado ¿Protección? Por favor, la seguridad no existe.

Jerarquías, cualquiera que fuera lo suficientemente inteligente como para seguir una línea de mando sabría respetarlas. Pero, ¿Qué hacía diferente a la familia Kim?

Tres ciudades y tres hombres diferentes liderando, manteniendo a los suyos a salvo.  

Hace 18 años, justo en medio de la lucha de territorios, el menor de los Kim había quebrantado una de las reglas más importantes, casi causando la muerte de sus hermanos.

Sí, el menor de ellos se había enredado con la chica castaña a la que venía todos los días a través de su ventana, y peor aún, se había enamorado de ella.

La mujer más valiente que alguna vez vio en su vida. Inteligente, ocurrente, tan fuerte y hermosa como un ángel. Él no pudo evitar caer ante su extraña sonrisa y la inocencia de sus ojos; pero falló. Falló en protegerla, falló involucrándola en el mundo en el que vivía, manchándola con la sangre en sus manos.

Falló porque no pudo llegar a tiempo a ella cuando la hirieron por su culpa, porque no pudo detenerlos, salvarla. A esa mujer, aquella que aún en medio de su dolor protegió con fuerza al fruto del amor entre ellos hasta el último momento.

Su hijo.

Al menor de los Kim, que era ahora todo un hombre, ya no le importaba si debía dejar una fila de cadáveres con tal de mantener a ese pequeño a salvo. Incluso si eso le costaba su propia vida.

Él se lo debía a su único amor.

Después de que la paz se pactara, los tres hermanos  acordaron que nunca más, ninguno de ellos volvería a relacionarse con nadie, que nunca más volverían a exponer a toda su gente de tal manera, sacrificando así su propia felicidad. Y que, demostrar sentimientos en este solo los volvía un blanco demasiado grande.

Era lo malo de ser bueno.

Los años pasaron y el mayor de los tres enfermó, debilitándose cruelmente, tan dolorosamente como solo el cáncer sabía acechar a sus víctimas. De allí surgió la necesidad de conseguir un reemplazo para ambos, dos personas jóvenes, inteligentes y tan leales que pudiesen mantener el legado de los Kim.

De entre todos los hombres del territorio, solo dos demostraron ser lo suficientemente capaces para asumir tal compromiso.

Un escort y un pandillero.

No los unía ningún nexo de sangre. No, ellos no eran parientes; pero la mafia siempre sería su familia. Porque para ellos, aquel  hombre que tuviera una lealtad de acero sería merecedor de ser llamado un Kim.

Ahora ya no eran dos delincuentes más del distrito. No, eran Kim SeokJin y Kim NamJoon, los nuevos líderes; pero por sobre todo, que serían liderados por el hijo original, Kim Taehyung, cuando este cumpliera 18 años.

Su padre sabía que había hecho mal en sobre protegerlo todos estos años, en tratar de mantenerlo lejos de tanta sangre; más ya no había marcha atrás.

La lealtad de tres ciudades recaía en aquel chico que ni siquiera tenía idea de todo lo que él representaba.

El honor estaba predestinado.

Las personas caminaban apresuradas en las calles de Fukuoka, era martes, un día cualquiera, monótono e insignificante para ellos; pero para Taehyung, era uno de los días más increíbles de su vida.

Joder, estaban en Japón. No entendía una mierda de lo que las personas decían y no sabía dónde rayos estaba parado, aún así seguía sin poder creer que estaban en otro país.

Caminaba observando con detalle todo a su alrededor mientras seguía a Jungkook por la calle.

Después de estar días encerrados, el calor del día parecía abrigarlo. Taehyung sonreía dando pequeños brincos por la acera mientras Jungkook no podía evitar contagiarse de la risa del otro, y apreciar el momento exacto en el que este parecía eclipsar al sol con su luz.

El problema estaba en que su belleza y espontaneidad atraía las miradas de todos los que le rodeaban. Y no, no podían darse el lujo de llamar la atención.

Más aún cuando los japoneses, serios por naturaleza, veían consternados a Taehyung. Eso y el desaliñado aspecto que ambos tenían después de salir del barco.

Sin decirle nada, Jungkook le tomó de la mano para hacerle caminar a su paso. Tirando de él para mostrarle el camino y alejarlo de la vista de los demás.

Llegaron frente a un viejo edificio blanco abandonado, con vitrales de colores y con una marquesina que en grandes letras decía: “No robarás”.

Se acercaron a la puerta, la cual abrió Jeon como si ya la conociera, y de hecho, lo hacía.

—Esto es…¿un templo? —preguntó Taehyung.

—Es una iglesia, católica de hecho. Daimyomachi nunca tuvo demasiada relevancia en esta parte del mundo. Parecía no tener cabida en las tradiciones del pueblo.

Ladeó la cabeza, mientras le seguía a través de la gran puerta de madera.—¿Para qué estamos aquí?

—Estamos aquí para que confieses tus pecados.

—¿Mis pecados? Mejor confiesa los tuyos, estoy seguro de que tienes muchos más que yo. —Kim comenzó a reír.

El pelinegro esbozó una sonrisa tentadora. —Si yo hablara de mis pecados no saldríamos nunca de aquí.

—Me sorprende que no te hayas quemado cuando has entrado a la iglesia.

¿Se estaba burlando de él? Jungkook le vio molesto, pero no pudo evitar caer y terminar tomando con gracia sus palabras.

Estaba cayendo.

—Solo espera, que cuando salgamos de aquí será la iglesia quien se queme.

El edificio estaba cubierto de polvo, el eco hacía resonar los pasos que daban. Jungkook cerró la puerta por dentro y se acercó a uno de los cofres que yacían frente a todas las bancas de la iglesia.

Tomó un tubo de hierro que sujetaba una de las entradas y comenzó a golpear el cofre para abrirlo, partiendo así el candado que mantenía protegido aquel objeto.

¿Qué tanta fuerza debía tener un hombre para ganar una pelea a puño limpio y destrozar un metal?, pensó Kim.

Taehyung no hacía más que plantearse preguntas sobre del cuerpo de Jungkook, la forma en la que respiraba pesadamente cuando golpeaba algo y su nariz arrugada creando una expresión amenazante, violenta.

Mentiría si dijera que no se sentía atraído a los músculos de su espalda al marcarse.

—¿¡Qué rayos haces!? —preguntó.

Jeon se limpió el sudor de la frente con su ante brazo. —¿Quieres saber a qué vinimos?

—Sí —declaró totalmente convencido.

—Vinimos a recoger unos juguetes. — Levantó la tapa del cofre y reveló ante el muchacho una cantidad impresionante de armas y artefactos—. Bienvenido a mi última bodega.

Taehyung volteó a ver a su alrededor, había al menos quince cofres como ese en todo el lugar, escondidos estratégicamente como si fuesen adornos del edificio.

—Una iglesia como escondite, vas a irte al infierno.

—Lo sé.

Durante sus primeros viajes a Japón con Elliot, el hombre con el que creció, Jungkook había descubierto ese edificio, una iglesia que estaban a punto  de demoler.

Tenía tres mil dólares en efectivo en se momento, y con lo desvalorizado que estaba el Yen, le ofreció a los dueños del terreno el dinero líquido.

¿Era poco dinero por un viejo edificio? Sí, era una ganga comparada con el uso que iba a darle.

Después de obtener la propiedad, comenzó a llenarla de artefactos para la distribución en el área. También corrió el rumor entre los pobladores del sector de que la iglesia estaba maldita, y blindó todas las entradas.  El temor fue tanto que nadie más volvió acercarse allí, hasta hoy.

Jungkook continuó abriendo las demás cajas metálicas. No, no eran solo armas, sino dinero en efectivo. Paquetes y paquetes de billetes perfectamente ordenados. El crimen siempre ha pagado demasiado bien.

Una computadora y una máquina extraña, el pelinegro al verla la tomó, colocándola sobre una de las bancas feliz de haber encontrado tal aparato.

—Eres rico —declaró. La mirada incrédula del castaño vagaba por todo el dinero mientras el otro encendía la computadora.

—Casi tanto como tú —se burló—, la diferencia es que yo no tengo un harem de guardias dispuestos a recibir una bala por mí.

—Tienes lo que necesitas, ¿Por qué haces esto?

—¿A qué te refieres?

—¿¡Por qué trabajas para mi padre!?

—Es una cuestión de honor.

Sí, creer que era el dinero lo que lo motivaba a protegerlo era una realidad a la que se había acostumbrado; pero solo la idea de que Jungkook podría estar amenazado por su culpa hacía que se le revolviera el estómago.

El pelinegro parecía estar conectando una cámara. Demonios, ¿Cuántas cosas tenía allí?

—¿Qué haces?—dijo cuando notó que estaba por tomarle una fotografía.

—Busco el mejor fondo para tomarte una fotografía —lo tomó de ambos hombros, para pegarlo a una pared—, quédate quieto y mira a la cámara—. Ordenó.

Después del flash que le aturdió por unos segundos, se acercó a Jeon que veía concentrado la pantalla del computador.

—¿Para qué necesitas una fotografía mía?

Le ignoró mientras encendía el aparato que había conectado, y que, a su vez, imprimía dicha fotografía en un libro en blanco.

Jungkook le extendió aquel pequeño libro, esperando su reacción.  —Este es tu pasaporte, felicidades tienes un nuevo nombre y 18 años. Ahora eres un turista coreano en Japón.

—¿Para qué lo necesito?— Confundido—. Esto es tonto.

—Desde Tokio, la mejor forma de llegar a América es por aire. Así que primero iremos allá en tren y luego tomaremos un vuelo comercial a Seattle; pero para eso, obviamente necesitas una identificación.

—Espera, espera, espera. —Joder, él le temía a las alturas —. ¿No podríamos solo ir en barco como la última vez?

—Es peligroso, es un trayecto más largo. Además, eso te daría un pretexto más para fastidiarme.

—A ti te gusta que lo haga, es más, te encanta.

Jungkook estaba de espaldas, se volteó a verle enarcando una ceja.

Sonrió sonsacadamete y le sujetó de la camisa para llevar su rostro cerca del suyo, dejándole con la boca abierta, para sentir su respiración con total claridad.

—Y a ti te gusta tentarme, es más, te encanta; pero estoy seguro de que no aguantarías con tanto.

— Pruébame.

Taehyung estaba a punto de caer completamente sobre Jungkook, deseando peligrosamente la cercanía de su rostro. Justo en el momento en el que todo su peso le hizo inclinarse hacia adelante, un fuerte golpe resonó en una de las entradas haciendo que el peligro le soltara, esto le hizo caer al piso.

Jeon se levantó desenfundando su arma con un movimiento rápido, preparado para quitar el pasador de la puerta y disparar a matar a quien pretendía llegar a ellos. Pero al abrirse la puerta, no hizo más que comenzar a reír.

—Tú, bastardo inútil. Me hiciste despertar para venir a revisar tu estúpida guarida.  Tú y tu maldito sensor de movimiento que estuvo sonando media hora sin parar.

—Yuta...me alegra ver que estás comprometido con tu trabajo. —Feliz de verlo, le abrazó —. Es medio día, ya era hora de que dejaras de ser un vago.

El rubio le correspondió ante la mirada confundida de Taehyung.  Al notar su presencia se separó para verlo.

—¿Ahora eres proxeneta? —bromeó.

—Yo nunca he estado a favor de eso y lo sabes.

—Eres un delincuente decente, lo sé.

—¡Soy comerciante! Es diferente. —Se excusó volviendo a cerrar la puerta.

La facilidad con la que hablaban le resultaba extraña a Taehyung, como molesta, tanto que llegó a ser irritante.

Ambos hombres se acercaron a él. Jungkook volvió a hablar. —Chico, déjame presentarte al hacker más imbécil de todo el país.

¿No creerían que Jungkook dejaría todo ese dinero sin protección, cierto?

Necesitaba alguien capaz de monitorear a la distancia su arsenal, alguien que supieras de cables, cámaras y falsificación. Qué mejor que un cerebrito de la informática para eso.

Sin dejar hablar al pelinegro, extendió su mano a Kim formando sus labios de forma provocativa. —Nakamoto Yuta, es...un placer —dijo guiñando un ojo para él.

—Kim Taehyung.

—Vaya, se nota que eres importante...Kim. —Se volteó a ver a Jeon. —¿Seguro de que no eres proxeneta? Pagaría muy bien por un rostro de princesa como este.

De inmediato, Jungkook se interpuso entre ellos haciendo que se alejaran.—Ni lo intentes, quita tus tentáculos de él.

—Por favor, no seas aguafiestas.

—Todo lo que tocas despierta contigo en un motel.

—Oh, vamos. Jeon, tranquilízate, no voy a quitarte a tu novio.—Taehyung bajó la vista ante la acusación.

—¿Qué? No es mi…

—Bueno, tu amante, o lo que sea.

—De hecho, es mi niñero.—interrumpió. Ambos chicos voltearon a verle asombrados.

—No, eso no es...—el rubio no dudó en burlarse sonoramente de él.

—¿Eres un guardaespaldas ahora? ¿En serio? ¿Dónde quedó el JK temerario que solo velaba por su propia sombra?

—Las cosas en Corea están demasiado calientes y yo necesito probar mi lealtad. Además, solo vine acá por mi dinero, así que ahórrate tus comentarios estúpidos.

¿Qué tanto se conocían esos dos? Taehyung comenzaba a sentir que sobraba en la escena.

—Bien, bien, veamos. ¿Qué necesitas?

—Sacar el dinero de aquí y dos boletos de tren.

Yuta asintió comprendiendo las intenciones de Jungkook.

Tener todo ese dinero en efectivo podía ser sospechoso, más si decidían dirigirse a la capital. Después de todo, Tokio era territorio Yakuza y lo que menos necesitaban era causar una disputa internacional. O alarmar a la policía local.

—Bien, veré qué puedo hacer, mientras tanto será mejor que se vayan de aquí. Los vecinos se han alarmado por el ruido. Vamos a mi  casa.

Jungkook asintió, comenzando a guardar su nueva computadora en su respectivo estuche para llevársela con él, diciendo—: Genial, esperaremos a la noche para sacar las cosas.

Tomaron tanto como los tres pudieron cargar y dejando la iglesia, caminaron pocos metros hasta la morada del tipo ese que parecía ser conocido de Jungkook.

—Tengo algo que hacer justo ahora; pero siéntase en su casa. —Indicó y desapareció después de hacerles pasar.

Se quedaron solos.

Jungkook colocó ambas manos en su cintura y preguntó. —Dime, ¿Qué te pasa? Estás demasiado callado.

—No quería interrumpirlos.

—¿A nosotros? ¿Estás celoso de Yuta, acaso?—Burlándose de él.

—No.

—Oh, vamos. Sabes que no puedo separarme de ti.

Taehyung tenía la cabeza abajo, y estaba cruzado de brazos. —Sí, ya sé que soy una carga.

Joder, no podía concebir la voz triste del chico por algo tan insignificante. No podía, no estaba familiarizado con las emociones ajenas, ni siquiera con las propias.

Pasó un brazo sobre sus hombros para acercarse a él. Porque maldita sea, realmente le gustaba sentirlo así de cerca, tan suave, tan él. Realmente trataba de no poner atención a los detalles que le provocaba.

—Oye...se supone que me declaraste tu amigo, ¿O no? Él es un buen socio pero no es igual de importante que tú. ¿está bien? Ahora, sonríe antes de que me den náuseas mis cursilerías.

—Pareces obsesionado con la forma en la que sonrío.

—Lo estoy, me temo.

—¿Qué?

¿Qué acababa de decir? No, no, no había pensado demasiado sobre eso. Sinceramente, no estaba pensando. — Es decir, es bastante singular —se corrigió, volviendo a hablar.

Le soltó de repente, moviéndose por el pasillo de aquella casa que ya conocía, llegando hasta la cocina.

Decepcionado, siguiéndole. —¿A dónde vas?

Estaba husmeando el refrigerador. —Me muero del hambre. Mi estómago es muy exigente. —Sacó  todo aquello comestible que encontró dentro de la nevera y lo colocó al lado del desayunador mientras ahora revisaba la alacena.

Tomó varios recipientes, y encendió la estufa, soltó todos los ingredientes en el sartén creando así una mezcla extraña de color y sabor cuestionables.

Jungkook sirvió dos platos y comenzó a comer vorazmente.

—Por un momento comencé a extrañar a Yoongi.

—Parece que lo mencionas seguido...—Le vio ofendido—.  Cómete la cosa que hice para ti y cállate.

—Era mejor cocinero que tú, además me ayudaba con mis clases.

—¿Me estás comparando con un chico que parece que le vendió su alma al diablo?

A Taehyung le causó gracia, haciendo que se ahogara con su jugo. —¿Por qué dices eso?

—Lo vi por dos segundos y parecía que intentaba chuparse mi juventud. Tan pálido y serio, me dio escalofríos solo recordarlo. Parecía ser el perro fiel de tu casa.

—Él no era así.

—¿Ah no? ¿No se supone que él era importante para tu padre?

El castaño dudó por un momento en si era pertinente contarle o no a Jungkook sobre Min, decidiendo al final que debía hacerlo.

—Mi padre le hizo una promesa al suyo. Se supone que él estaba siendo instruido para ser el sucesor de mi familia. Pero…

—¿Pero?

—Cuando su padre desapareció misteriosamente, el mío decidió enviar a Yoongi a Italia durante algún tiempo, tenía 15 años en ese entonces, y él volvió... siendo otra persona.  Además, al volver solo se convirtió en el escolta personal de papá, nunca fue más que eso.

Jungkook no lo entendía, ¿Qué le había hecho cambiar de opinión a aquel hombre? No, ninguno de los dos era consciente de que la persona legítima a ocupar ese puesto era Taehyung.

—Italia, ¿No? Vivir solo puede causar muchos estragos en tu mente, sabes.

—Al menos regresó siendo un increíble cocinero, no como tú.— La tensión en el ambiente se había aligerado.

—Si no tienes hambre vete a dormir.

—Lo haré. —Irreverentemente, se levantó. Regresando a la sala y recostándose en el sofá.  Oh, como le encantaba molestar a Jungkook.

Terminó de comer y lo siguió lanzándose sobre él para fingir que le estaba atacando.

—¿Te crees muy gracioso? Vamos, pelea —dijo mientras se burlaba de él y sujetaba sus manos al sillón.

—Voy a patear tu trasero.

—Inténtalo.

Estaban jugando; pero en algún punto, en medio del forcejeo ambos dejaron de moverse, quedando frente a frente y viéndose fijamente con los labios entreabiertos y la respiración cortada.

Pasar tanto tiempo juntos dentro del barco había desarrollado una especie de renuencia a la cercanía de sus cuerpos.

Jungkook golpeó la cabeza de Taehyung para romper la tensión, cortando así el contacto visual.  

Se levantó, diciendo —Duerme un poco, tenemos mucho que hacer en la noche.

Y así como se le ordenó, el castaño decidió hacer caso a las indicaciones, asintiendo y acomodándose para en poco tiempo quedar dormido.

Jeon contemplaba las facciones de su rostro despreocupado desde arriba mientras  el otro dormía. Pensando en ¿Qué tan malo sería recostarse junto a él?

—¿Qué es lo que pasa contigo? —Yuta, quién había regresado minutos antes a la casa, le venía extrañado.

—¿A qué te refieres?

—Te conozco, Houdini. Lo miras como si intentaras memorizar su rostro. Como si quisieras leer su mente.

—Es algo que hago con todos.

—Tú sabes que no es así.

Se levantó, negando ante las acusaciones del otro. Dirigiéndose a la salida.

—Vamos, debemos ir a sacar las cosas de la bodega.

Yuta le veía sugerentemente mientras notaba su nerviosismo. —¿No piensas despertar al chico?

—Lleva días sin dormir correctamente, dejaré que descanse.

—¿Acaso no lo notas?— El rubio le siguió hasta la puerta—. Te estás volviendo blando.

—Cuidarlo es parte de mi trabajo.

—No parece.

Joder, quizás Yuta tenía razón...¿Qué estaba pasando con él?

Ambos salieron dispuestos a trabajar; pero había demasiadas cosas que rondaban en la mente de Jungkook.

Era este chico Yoongi, el pensar en qué clase de estragos pudieron haber causado en su mente al marcharse a otro país teniendo tan solo quince años. Pero no, por supuesto que Jungkook no sabía nada. Y Taehyung estaba demasiado lejos de saber.

No tenían idea de que el viaje de Yoongi había coincidido con la educación de cierto chico de cierta familia importante.

La única persona durante algún tiempo con la que Min pudo comunicarse, y que además poseía una belleza cautivadora.

No, el viejo Kim nunca se imaginó que había enviado a Min YoonGi al mismo internado en el que se encontraba el menor de los Park.






Como dato interesante, recuerden que pueden googlear los lugares y nombres que menciona la historia, así como también las rutas.

Así podrán conocer más sobre la historia cultural de las locaciones , ya que todas las ubicaciones y personas que se citan son reales. Uwu 💜

Manténgase con Vida. J.S.

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