Capítulo Once
11.
Las golondrinas clamaban con fuerza; su canto sonaba como si intentasen pedir ayuda. No había ni una sola persona en kilómetros, nadie escuchaba sus gritos desesperados.
No logró ver el rostro de la persona que se burlaba de él, y que le escupió con asco. Estaba encadenado a un árbol mientras su piel sangraba por la cortada profunda que tenía en él, y por la daga que aún mantenía clavada en su abdomen.
Jungkook lloraba; gritaba con fuerza el nombre del muchacho en un intento de liberarse. Taehyung estaba arrodillado a pocos metros de él.
—Me has causado demasiados problemas, Jeon.— No sabía dónde había escuchado esa voz antes. La silueta de ese hombre que no podía distinguir cargó el revólver antes de colocarlo detrás de la cabeza del otro.
—Eres un cobarde. Si tanto lo necesitas, mátame a mí, no a él—gruñó.
—Él se interpone en mis planes. Así que su muerte no está a discusión.— ¿Quién era? ¿Por qué conocía su voz pero lo único que podía ver eran sus esqueléticas manos blancas y un revólver que él mismo recordaba haber vendido?
Los ojos vidriosos del chico se encontraron con los suyos cuando su tiempo se había terminado. —No te preocupes, yo estaré bien—dijo el muchacho antes de que la bala que destrozó su cráneo terminara por completo con su cabeza.
Su pecho ardió en total agonía al ver el cuerpo de Taehyung sin vida desfallecer frente a él, al caer entre la grama y mancharla de viscoso rojo.
El hombre soltó el arma para volver a empuñar la daga que le había herido, y deslizarla cínico en la extensión de su cuello .
—Disfruta el infierno.— Escupió al hacer un corte bajo su mentor, hundiendo la punta metálica en su garganta.
Aún en medio de su dolor logró decir. —Te estaré esperando...
La sangre le cubrió por completo, y su pobre alma se desprendió finalmente de él cuando la afilada hoja le atravesó repetidas veces, dejándole allí, muerto con los ojos abiertos.
Ojos abiertos…
Ojos…
Abrir los ojos.
Jungkook despertó sudando frío en medio de la oscuridad de la habitación. Los músculos de su espalda estaban entumecidos y su abdomen desnudo temblaba al intentar que su dañada cabeza volviera a la realidad.
El lugar donde le habían apuñalado en medio de su sueño dolía, llevó su mano hasta su abdomen para asegurarse de no estar herido.
Taehyung dormía a su lado, su cabello despeinado le cubría los ojos y los finos labios que poseía denotaban completa tranquilidad.
Suspiró con fuerza, aún sin lograr tranquilizarse. Se había sentido tan real que la impotencia le raspaba la garganta cada que tragaba saliva al intentar asimilar que nada de eso había pasado en realidad y que ambos estaban completamente a salvo, bueno, dentro de lo posible.
—¿Estás enfermo? Sudas demasiado.—Su fuerte respiración sumada a sus bruscos movimientos habían despertado a Taehyung.
—Solo...
—¿Tuviste una pesadilla, cierto?— La voz del chico sonaba grave, adormitada y se notaba que hacía un gran esfuerzo por mantener los ojos abiertos.
Jungkook ni siquiera podía hablar, estaba demasiado confundido. Difícilmente logró soltar un—sí.
—¿Los monstruos te persiguen acaso?— Intentó bromear.
Vagamente.—Es peor que eso. Mi cerebro está demasiado atrofiado, me hace sentir culpable de cosas que no son reales.
—Sabes, no puedes creer que tienes la culpa de todo a menos que creas que eres todopoderoso.
—¿Tu punto es…?
— Si las cosas no salen como esperabas, quizás es porque simplemente estaban destinadas a ser de otra forma, aún en tus sueños.
—¿Destino? No existe tal cosa como esa.—Nunca había creído en aquello tan volátil como el “destino”, en la religión o en cualquier coincidencia universal. Todo lo que conocía era la acción y la reacción.
—Algunas cosas pasan por defecto.
—¿Y qué tal si te digo que tu destino es morir?
El castaño que veía al techo se quedó callado. —El destino es inquebrantable, me temo.
¿Qué? No, ¿Cómo podía aceptar así de fácil las cosas? Jungkook necesitaba pelear por sobrevivir. —No si puedo cambiarlo.
—Entonces…¿Qué harás? No puedes sencillamente decidir qué pasará, no está dentro de tu alcance. Después de todo, ¿No es morir el destino de todos?
—Dices cosas muy extrañas en la madrugada.
—Es el resultado que escucharte lloriquear dormido.
Joder, eso era demasiado vergonzoso.—Probablemente escuchaste mal
—Si te hace sentir mejor contigo mismo, fingiré que no oí nada.—Se acomodó sobre la cama para alcanzar el hombro del pelinegro e intentar que volviera a acostarse—. Ahora ven, vuelve a dormir.
— Mañana...debo arreglar lo de nuestro vuelo— bostezó— a Seattle— . Necesitaba ocupar su mente de alguna forma.
—Deja eso para después, ¿sí?—Pasó su mano por el cabello de Jeon, deslizándose suave entre las finas hebras oscuras— Descansa.
—No puedo.
— Relájate y cuenta conmigo.— Los músculos de su cuello, tensos por el temor interno que sentía dolían sin dejarle respirar con regularidad.—Una oveja, dos ovejas…
—Eso no va a funcionar.
—Inténtalo. Vamos, chico duro, di conmigo...tres ovejas, cuatro ovejas...— Sus inocentes acciones parecían traspasar el alma de Jungkook, al sentir que su voz dejaba una marca blanca por su interior.
—Cinco tontas ovejas...—dijo con gracia mientras le sonreía a la oscuridad.
Kim acercó el rostro a su mentón, tratando de transmitirle calidez, paz. Quieto mientras contaba tranquilo con su voz y su aroma envolviendo al otro.
Los grandes ojos de Jungkook cedieron lentamente, solo que esta vez, en sus sueños no había más sangre ni dolor. Sus pesadillas habían sido reemplazadas por un castaño sonriente y ovejas estúpidamente adorables corriendo de un lado a otro.
Y Taehyung, él solo deseó saber qué tan malo fue lo que pasó dentro de la cabeza del mayor como para hacerle llorar mientras decía su nombre.
11:00 A.M.
La empleada de servicio tocó descaradamente la puerta de la habitación una y otra vez causando que Jungkook se levantase molesto a abrirla.
—¿¡Qué acaso no es demasiado temprano para molestar!?—dijo sin ser consciente de la hora.
La mujer palideció ante su presencia. No por la dureza de su voz, sino por la dureza de los abdominales frente a ella que lucían espectaculares a plena luz, combinados con el pantalón corto que exhibía sus muslos tonificados.
—Vengo a ordenar la habitación…— Dio un vistazo hacia adentro solo para fijarse en el muchacho sobre la cama y el desastre que parecía haber en la misma. Enrojeció al imaginar lo que pudo haber pasado allí anoche—. Pero puedo volver más tarde si lo desea, lamento la interrupción.
Jeon captó a qué se refería cuando ella elevó las cejas varias veces.
—No, no, no. Digo sí, no. Uhm, sí. Vuelva después.— Preso de la vergüenza cerró la puerta sin darle tiempo a responder.
¿Sería posible que la mujer creyó que ellos dos habían…? Sacudió la cabeza alejando esos pensamientos de él, era completamente inmoral pensar en algo así. Bueno, al menos de eso trató de convencerse.
No iba a complicarse por una suposición tonta. Estaba buscando tomar su estadía en Japón como unas vacaciones, así que simplemente y tratando de olvidarlo se dispuso a buscar una toalla para tomar la ducha que tanta falta le hacía.
Taehyung fingía estar dormido mientras le veía caminar con escasa ropa por toda la habitación.
Nunca le había visto con claridad, sin todas esas capas de tela dura y estoica que no dejaba mucho a la vista. Tenía piernas largas; además, pese a esa esbelta su cintura los flexores de su cadera se marcaban cada vez que se movía y se tensaba.
Jungkook parecía haber trabajado en su cuerpo desde hacía ya mucho tiempo, ¿Y Taehyung, qué tenía él? Solo un estómago suave, pensó mientras se comparaba mentalmente.
Ahora lo sabía, Jungkook era completamente un Adonis.
El dolor que recorrió la espina dorsal del castaño descendió hasta alojarse en su pelvis. Y se quedó allí como un recordatorio notorio de su vergonzosa existencia como puberto.
Estaba tan ensimismado que ni siquiera notó cuando el pelinegro tomó su ropa limpia y entró al baño, sino hasta después de que el sonido de la ducha le hiciera reaccionar.
Se levantó; tambaleaba arrastrando sus pies en la costosa alfombra. La habitación del lujoso hotel le recordaba a su propia habitación. Caminó hasta la ventana y abrió las ocres cortinas. Tokio era como estar en otro mundo, desde lo alto de la torre podía contemplar el contraste estético de la ciudad.
Se acomodó en un pequeño taburete mientras veía la extensión del lugar a través del cristal manteniendo el calor creciente en su vientre y tratando de ocultarse cuando escuchó la puerta del baño abrirse.
Jungkook volvió a la habitación tiempo después ya vestido, aún secándose el cabello.
Genial, el súper modelo regresó y yo sigo aquí en pijama, con un problema entre las piernas y saliva en las mejillas, pensó. Aún estaba incómodo presionando sus piernas.
Se enfocó cuando notó que el otro se colocó su chaqueta.—¿A dónde vas?—Le preguntó.
— Necesito cafeína, volveré en un rato.
—¿No piensas que bebes demasiado café?
—¿Qué clase de criminal sería si no soy adicto a algo?
—¿Pero al café? Creo que ni siquiera los drogadictos sienten tanto placer inyectándose como tú con un capuchino.
Le restaba importancia mientras buscaba su tarjeta llave.— No puedo consumir algo que se supone yo intento vender, además, no soporto el humo de los cigarrillos y desconfío mucho de las agujas, nunca me han gustado.
—Demonios, qué hombre tan prudente. —Le encantaba burlarse de él.
—Como sea, necesito algo que me mantenga alerta. Volveré pronto, no le abras la puerta a nadie.— Se quedó parado en la entrada.
—Sí, papá.
Antes de salir aún le dijo.—Ah, y no olvides ducharte. Apestas a adolescente.
Confundido. —¿Qué? ¿Y eso sería...?
—A hormonas y desesperación. Date una ducha fría, niño sucio.
Comenzó a reír con fuerza ante la mirada avergonzada del muchacho y salió finalmente de la habitación.
Es que por favor, él era un hombre adulto, ¿Realmente Taehyung creyó que no notaría su evidente erección?
No era como si él no hubiera pasado por eso antes. La diferencia entre sus edades no era especial y aún así Taehyung parecía ser demasiado crédulo en algunos—muchos—sentidos. Solo esperaba no tener que explicarle esos asuntos al menor.
Comenzó a caminar por el pasillo a sabiendas de que, probable justo ahora, la piel bronceada y mojada de Taehyung estaba siendo acariciada por él mismo dentro de esa ducha con puertas de vidrio impecable, y de que el vapor provocado por el agua caliente dejaría a la vista la sombra de sus perfectas curvas.
Sacudió la cabeza; No debía pensar en eso, o el de la erección sería otro.
Se tardó una eternidad en regresar al vestíbulo, y en salir del hotel, terminó en una cafetería a un par de calles esperando con ansias que su expreso estuviera listo, pagó tomando su pedido.
Habían dormido demasiado, pasaba ya de medio día, se sintió como un idiota al caer en cuenta de que Taehyung ni siquiera había comido nada desde el día anterior, y que pese a eso no le había reprochado nada.
Quizás debió pedir comida en el hotel; pero él también estaba hambriento, y la hamburguesería de enfrente le estaba llamando. Se atravesó la calle, y entró al local como cualquier otro turista dispuesto a comer la misma comida con queso que todos los demás.
No entendía el porqué de su buen humor. No había un motivo preciso para sentirse tan alegre después de comprar comida chatarra para él y su amigo.
Caminaba de regreso al hotel cuando su felicidad colapsó, porque antes de que pudiera cruzar hasta la entrada del edificio una camioneta negra le cerró el paso, y a la fuerza, le subieron a su interior acelerando para abandonar la escena sin causar demasiado revuelo.
No, estás no eran vacaciones en Japón; No tenía su arma justo ahora y era sujetado por tres hombres.
Impulsó su codo hacia atrás para golpear en el rostro al tipo que estaba a la derecha y empujó la cabeza del otro contra el vidrio al intentar aturdirlo en el espacio dentro de la cabina, buscando llegar hasta la puerta para quitarle seguro y así lanzarse del auto en movimiento, sin lograrlo al ser sometido por los mismos sujetos.
—Oye, ¿Podrías dejar de golpear a mis hombres? Te doy un recorrido de lujo y lo primero que haces es lanzarte a la agresividad. Definitivamente eres el JK de siempre.
El olor a colonia costosa e incienso debieron darle una pista. Estaba en un auto de los Wang.
—¿Pretendes que tome amablemente que me hayan secuestrado?—Ansioso al buscar una ruta de escape.
—No es un secuestro. Es un reencuentro, tuyo y mío.
—Mi alianza contigo terminó hace años, deberías agradecer que impedí que Elliot que te matara. Además, ¿No deberías estar en china jugando a ser el gran jefe?
— Japón tiene mucho terreno por explotar. —Dominante—. ¿Cómo está el viejo Elliot? Por cierto.
Se quitó los anteojos, y los colgó en el cuello de su camisa. Jackson Wang fue alguna vez uno de los mejores clientes que tuvo en su carrera, también una de las peores decisiones de su vida.
—¿Vas a decirme por qué jodidos estoy aquí?
El auto seguía en movimiento.—No voy a hacerte daño. Lamento haber tenido que recurrir a estos medios, pero eres escurridizo, sabes. Supe que mataste un par de hombres en Fukuoka hace unas semanas, eso es espléndido.
—Sé directo, quieres.— Le dijo completamente harto.
—Quiero proponerte un trueque. La gente en Corea se está matando y yo quiero expandir mis negocios, pero tengo un pequeño problema.
—Perdí muchas rutas, y armas. La policía me confiscó cargamentos completos, no puedo ayudarte.— Interrumpió.
—No se trata de eso. Los Park están cazando a todos en tu país pero—Le vio serio—, escuché...que tienes algo que puede hacer que se dobleguen. Y no solo ellos, también los Kim, incluso Jung que lleva meses escondido.
No, él estaba hablando de Taehyung. Su expresión se volvió violenta a la vez que su ceño se frunció. — Estás alucinando.
—El heredero Kim está en tu habitación de hotel, ¿Cierto?— Se tensó ante su declaración, tenía que regresar justo ahora.
— ¿Piensas constituir tu nuevo “imperio” a base de un niño?—Medía sus actos, Wang era un hombre de palabra, necesitaba una salida.
—Entrégame al chico y te habrás librado de toda esta mierda.
—Tú consigues doblegar a Corea, ¿Y qué gano yo con eso?
— Libertad. Puedes quedarte aquí o venir con nosotros a China. Nueva vida, protección, poder y disponibilidad para gastar tus millones sin represalias.
No sonaba como un mal trato; lastimosamente no estaba interesado. No había fuerza humana que le hiciese alejarse del castaño, más allá de su trabajo, más allá de su lealtad.
Jeon sonrió ampliamente y le dijo con descaro.—Por favor, ¿Qué te hace pensar que te daré algo que es mío?
Wang empuñó la mano para golpearlo, y la sangre que brotó de la nariz de Jungkook solo causó que el pelinegro se enfureciera aún más.
Genial, esto sería por las malas.
…
[Busan]
Zapatos Prada, traje a la medida, y una costosa cadena adornado su cuello.
Jimin estaba a la espera en una de sus propiedades ocultas. Esta era rodeada por kilómetros de árboles, una prominente mansión con marcos dorados que gritaba el apellido Park con fuerza.
Todas las familias tenían emblemas, y el suyo colgaba de su cuello, además de ser visible en sus manos. Fuerza, poder y peligro, la daga significaba todo lo que se esperaba de un digno representante.
Así como todos los nacidos en la casa Kim debían portar la inicial del apellido tatuada, los Park tenían una cicatriz causada por una daga en su mano derecha.
Era su tradición, adoraban lo clásico. Las demás mafias se preocupaban por enseñar a sus hombres a disparar; pero para ellos, antes de ser capaz de empuñar un arma debías saber manejar un cuchillo.
Jimin veía las afiladas hojas con las que practicaba cuando era aún niño, y deslizaba sus manos lentamente. Escuchó que alguien se acercaba, y tomando una de las dagas, la lanzó hacia la puerta cuando esta se abrió.
La punta se había clavado en la pared, después de apenas pasar rozando la oreja del sumiso mayordomo que tuvo la mala suerte de entrar a la habitación.
Pequeñas gotas de sangre brotaron de su herida, y el hombre que no pareció inmutarse dijo—: Joven Park, es tiempo.
Jimin sonrió complacido al asentir, y caminó siguiendo al hombre por el pasillo para quedarse de pie en el balcón interno de la mansión desde donde podía ver perfectamente hacia el primer piso.
Decenas de sus hombres comenzaron a entrar en la casa ordenadamente trayendo con ellos a una persona con el rostro cubierto y que era sujetado para evitar que intentase escapar.
Jimin bajó lento las escaleras, mientras el otro esperaba en la gran entrada.
Se acercó a él, tocó su espalda con sigilo, como tratando de recordar la sensación en sus palmas, subiendo por su cuello y llegando hasta su rostro.
— ¿Aún eres tímido para hablar en persona?—Le susurró citando sus primeras palabras, antes de tirar de la capucha que le cubría.
La tela cayó revelando a Min sonriendo para él. Oh, sí, la sonrisa del chico que era solo suya, esa que nunca mostró a nadie.
—¿Tímido yo? Por favor.
Llevó ambas manos hasta su cintura para acercarlo a él. —Se nota que me has extrañado.
— Es tu culpa por tardar tanto.
Sus respiraciones chocando oxidaron el aire puro elevándose desmesuradamente. Eran químicos de reacción violenta, y pronto, estaban por convertirse en un incendio.
Lo mejor ni siquiera había comenzado.
We are going to get hot, grrr.
Manténgase con vida. J.S.
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