Capítulo Dieciocho

18.

Como humanos buscamos justificar todo a nuestro alrededor.

Creemos que es necesario encontrarle una razón lógica a nuestra existencia misma, en la que podamos sentirnos menos culpables de nuestras acciones, de los impulsos que nos controlan y de los errores que cometemos.

Intentando desesperadamente no ser juzgados por nuestra propia conciencia que nos pregunta, "¿Por qué hago esto?"

La tela de la camiseta que cubría el torso de Taehyung estorbaba, las grandes manos que se atrevieron a retirarla temían mientras él no podía hacer más que cerrar los ojos y ocultar su evidente vergüenza.

El castaño, con su pecho desnudo temblaba sin saber hasta dónde llegaría esta vez, mientras sentía la respiración de Jungkook contra su cuello y el suave desliz de sus labios sobre la extensión de su piel.

No estaba seguro de si era correcto. Había anhelado por años sentirse como lo hacía justo en ese momento, tan amado, completamente sumergido en los brazos de otra persona. Era tan real que comenzaba a asustarse, pues se trataba de algo demasiado distinto a cualquier cosa que hubiese experimentado antes.

Las ventanas estaban abiertas; el aire frío que se colaba deliberadamente en la habitación chocaba con su cálido aliento, combinando perfectamente con su cabello revuelto y el sudor que caía por su espalda.

Iba a ser tomado por primera vez en su vida. Sus pupilas, dilatadas ante las nuevas sensaciones se empañaron con las lágrimas que amenazaron con salir cuando las pocas prendas que aún le cubrían comenzaron a ser retiradas.

Le costaba asimilar el hecho de estaba desnudo.

Todas sus inseguridades, y su inocencia eran palpables cuando jadeaba con ligereza, con miedo a que el calor que sentía pudiese atravesarle el pecho.

-¿Estás bien con esto? Si no quieres hacerlo yo... -dijo Jungkook mientras tragaba con fuerza.

-No llegamos hasta acá para detenernos ahora. -Vio fijamente al mayor, el cabello oscuro de este estaba completamente alborado, dejaba a la vista su frente y sus enormes ojos negros que le veían con ternura.

Taehyung nunca había sido espectador de tal pureza en una mirada. Y estaba seguro de que Jungkook tampoco había visto a alguien más de esa manera.

No había erotismo. No se sentía de esa forma, como cuando la adrenalina se apoderaba de ellos obligándoles a excitarse, a tocar sus cuerpos una y otra vez desesperados por saciar su lujuria.

Era casto, sublime. Ambos estaban asustados de lo que sentían y de lo mucho que estaban disfrutando la lentitud de la noche al saborear con delicadeza los labios del otro.

Jungkook, quien había dejado de sentir temor desde que era un niño, temía en ese momento hacerle algún daño. Estaba completamente perdido en su sonrisa, en sus mejillas sonrojadas que eran poco visibles por la oscuridad de la habitación, y en sus hermosas clavículas.

Se suponía que había hecho esto antes; pero demonios, no había forma de que se sintiera igual.

Estaba tan agitado que le era imposible moverse con velocidad, paralizado, todos sus sentidos estaban atrapados, dominados por la pelvis del chico y su suave ser.

-Esto es injusto -jadeó Taehyung -. Tú aún estás vestido.

-¿Quieres ocuparte de eso?- Le sonrió, quedando de rodillas sobre él, y dándole espacio para acercarse a la orilla de su camisa.

-Será un placer.

A tientas, levantó la prenda para descubrir el abdomen de Jungkook. Subiendo así para terminar de quitársela, sus pectorales daban paso hasta su cintura proporcionalmente más pequeña, cada parte de él parecía como si hubiera sido diseñada.

Jungkook era todo un placer visual.

El aroma masculino que emanaba naturalmente de él eclipsaba a su totalidad todo a su alrededor mientras bajaba descaradamente por el vientre de Taehyung para llegar hasta su ingle y lamerla.

En ese momento, cuando el castaño se estremeció y arqueó ligeramente la espalda Jungkook sonrió con picardía acariciando sus muslos y sujetando sus caderas con fuerza.

Eran besos subidos de tono, que caían uno a uno en su miembro buscando llegar más allá.

Se recompuso sobre la cama para quedar de nuevo cerca de su rostro. Insegura de lo que el otro pudiera pensar, extendió tres dedos hacia él y dijo:

-Necesito que...ya sabes. Es por tu bien -dijo dándole a entender que quería que los lamiera.

Era la única forma de evitarle el dolor que sabía estaba por sentir.

Jungkook estaba completamente erecto, y sus piernas entumecidas mientras el dolor punzante atacaba su vientre. Y solo empeoró cuando el inexperto Taehyung tocó con la lengua sus dedos, succionándolos para llenarlos completamente con su saliva, ahuecando sus mejillas con tanta intensidad al lamer.

Cuando retiró la mano de su boca, Jungkook se detuvo a observar sus labios hinchados, y volvió a besarle para calmar sus ansias.

Se levantó un poco para acomodarse entre las piernas del castaño buscando flexionar ligeramente sus rodillas, y tener suficiente espacio para prepararlo.

Taehyung soltó un jadeo ahogado cuando se introdujo el primer dedo, sus ojos estaban abiertos y el sonido que quedó atrapado en su garganta resonó en la cabeza de Jungkook.

Cuando el chico volvió a respirar con lentitud, el otro supo que era tiempo de agregar un dedo más, y después de moverse en su interior por algún tiempo, uno más.

Los párpados de Taehyung ardían anunciando sus latentes deseos de llorar, su vientre quemaba y el dolor que apenas había comenzado se extendía por sus piernas y su espina dorsal.

Estaba dejando que hiciera de él lo que sea, estaba a merced del hombre que lo había rescatado. Porque eso significaba Jungkook para él, era libertad, era un nuevo mundo que le recibía sin obligarlo a ser algo más que una simple persona.

No importaba su apellido, o el papel que debiera ocupar. Sabía que al pelinegro no le interesaba nada de eso, estaba convencido que no era necesario ser un Kim para recibir el amor de Jeon Jungkook.

Y a él tampoco le era relevante su pasado. Las manos que eran capaces de destruir, de matar indiscriminadamente eran las mismas que le tocaban con tanta dedicación, esas que le cuidaban como si de cristal se tratase. Aquellas que aún manchadas de sangre eran capaces de acariciarlo de tal forma hasta hacerle llorar.

Justo en ese momento él no era más un Kim, la mafia era totalmente ajena a ellos, su apellido no le pertenecía y los pecados del temible JK eran todos perdonados.

Se trataba de Taehyung y Jungkook nada más.

Dos jóvenes apresurados que necesitaban sentir amor. Un héroe que parecía ser más un villano, y un príncipe que que pronto sería el rey sin saber nada sobre gobernar.

Cuando creyó que el momento había llegado, retiró sus manos del interior del chico, y se doblegó sobre él para tomarlo de la cadera, sujetándolo firmemente mientras lo acercaba a sí mismo.

Separó los glúteos del otro en el acto, al dirigir su pene hacia Taehyung. Su miembro sin atención le torturaba al rozar ligeramente con la entrada del chico.

El menor gimió por lo bajo cuando comenzó a ser penetrado.

-Jung-jungkook...-El lento deslizar del pene del otro que se abría paso en su interior parecía estar sofocándolo -. Ahh, d-duele.

Avanzaba con miedo. Lo último que quería era lastimarlo. - ¿Quieres que pare?

-No. -Todo su cuerpo parecía recibir al mayor en él, se aferró a su hombros-. Solo espero que me aguantes quejándome mañana.

-Es lo que siempre hago, niño.

Cuando finalmente estuvo dentro de él; sus movimientos aumentaron. Subiendo de intensidad cada que la piel del castaño chocaba con la suya.

Jungkook podía sentir las uñas del chico clavadas en su espalda, y el incesante jadeo que permanecía debajo de él. Su pecho se estremecía, intentaba no gemir pero le era imposible teniendo la mejor vista de todas única y exclusivamente para él.

No podía evitar pensar que él no se merecía todo esto. Y que quizás, arriesgándose a sonar demasiado absurdo, aceptar sacar a Taehyung del país había sido la mejor decisión de su puta vida.

Justo allí, con Kim Taehyung hecho un completo desastre, clamando por más con las mejillas sonrojadas y sus pestañas mojadas de tanto llorar, Jungkook se preguntó a sí mismo:

"¿Por qué hago esto?", Y al no hallar un motivo real para excusarse, no hizo más que contestarse: "Lo hago porque quiero, porque lo quiero a él."

Lejos de todas la insinuaciones de Kim, de la tensión sexual que habían sentido desde el primer instante, todo coincidía en ese momento en el que le embestía disfrutando del cuerpo y del alma de Taehyung.

Quizás de todos sus delitos, este era el peor de ellos. Jungkook no era más que un traficante enamorado.

Le seguía besando con dulzura; al sentir que pronto terminaría se alejó un poco de él para mover una de sus manos hasta el pene del menor. Masajeando la longitud del mismo sin dejar de moverse, para ayudarle a llegar hasta el clímax chocando con su próstata un y otra vez.

El líquido preseminal del pelinegro se había disperso en su interior, causando que un hormigueo se apodera de él, tenía la vista nublada y su cadera estaba adolorida.

-Estoy cerca, demasiado. -Soltó sabiendo en su espalda que pronto eyacularía. Las arcadas que le provocaban los gemidos de Taehyung le demostraban que se trataba de uno de los mejores orgasmos de su existencia.

Se quedó quieto un par de minutos cuando no pudo soportarlo más. En cuestión de segundos, derramó blanco vital llenando al otro como nunca antes.

Taehyung respiraba agitado cuando Jeon salió de él poco después, estaba sudando y su expresión lucía cansada, como necesitada. Aún no había terminado, estaba estancado con su pene aún erecto buscando atención.

-¡Jungkook! Joder, yo, ah...ah. ¿Jungkook? -El susodicho sonrió con supremacía cuando logró recuperar el aliento y no dudó en introducir el miembro del chico por completo en su boca.

Taehyung gritó; era demasiado para él. Tantas sensaciones en tan poco tiempo le hicieron llorar y suplicar por más, a temblar debido a la lengua del otro y las incontables veces que lo succionó.

El mayor se separó cuando el sabor del líquido transparente se hizo presente, y le acarició solo por unos instantes antes de que Taehyung llegara a su punto cúspide, terminando finalmente.

Estaban cansados, ambos respiraban con dificultad aún presos en jadeos incontrolables. Jungkook se dejó caer a su lado, y se quedó viendo al techo.

La cabeza de Kim cayó sobre su hombro izquierdo.

-¿Qué crees que haces, uh? -dijo, sonriendo enormemente y viéndole de soslayo.

-Me acurruco contigo, ¿No es obvio?

Su mente y su alma entera estaban expuestas ante él. Jungkook negó con la cabeza, y tiró de la sábana que yacía a su lado para cubrirlos a ambos. Estaban juntos, abrazados con sus cuerpos pecadores mojados y calientes.

La habitación quedó en silencio. Fue mucho después cuando Taehyung se animó a preguntar:

-Jungkook, ¿Tú sientes algo por mí?

-Yo...creo que sí.

Allí, en una casa que estaba lejos de ser suya. En un país que no les correspondía, encontraron la total satisfacción en otro hombre.

Esa noche confirmaron que Kim Taehyung, de los Kim de Daegu, era quien tenía el alma de Jeon Jungkook, el terror de Busan.

...

Había amanecido; el cielo celeste resplandecía con tal brillo, como anunciando buenas nuevas.

Ni siquiera se habían levantado. Taehyung reía a carcajadas hablando de cualquier estupidez y besando a Jungkook en la frente.

-Déjame dormir, ¡No me molestes!

-Son las diez de la mañana, tengo hambre. ¡Sal ya de la hibernación, idiota!

-Basta, harás que te golpee. -dijo, y le dio la espalda -. ¿Cómo puedes tener tanta energía?

Jungkook intentó cerrar los ojos; pero algo se sentía ajeno. Casi inmediatamente su subconsciente le ayudó a reconocer el sonido que se acercaba.

Se levantó apresurado, buscando en el piso su ropa y tratando de ubicar su arma.

-...¿Está todo bien?

-Vístete, ahora -Taehyung le vio confundido -. ¿Qué no me escuchaste? ¡Ahora!

Le costaba moverse; le dolía la espalda y cada que caminaba sus piernas temblaban.

Ah, sí, y tampoco entendía una mierda de lo que estaba pasando.

La puerta resonó con fuerza, Jungkook cerró los ojos abatido cuando escuchó :

-¡Policía, abra la puerta!

Estaba jodido, y la vida se empeñaba en recordárselo.





Espero que les haya gustado y si lo hizo espero muchos comentarios uwu.

Manténgase con vida. J.S.











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