CAPÍTULO 5
El joven sacó el pañal sucio del pequeño y cogió el otro junto con los polvos de talco. Pero no contó con que el travieso fuera a echar el chorro en ese momento y éste le dio de lleno en la cara empapándolo por completo.
-- ¡Oh mierda!
Miró al pequeño que reía a carcajadas de tal forma que hasta parecía que lo hubiera hecho adrede.
-- ¿Ah sí? ¿Te hace gracia? -- Se cruzó de brazos mirándolo divertido.
Le hizo cosquillas en la barriga sacándole más carcajadas al bebé. Tras un corto tiempo de juego terminó de cambiarle el pañal y lo cogió en brazos arrullándolo con mimo.
Cogió una toalla y se la pasó por la cara para sacarse el pis de encima. Escuchó entonces el sonido de las llaves junto al repiqueteo de la puerta y sonrió más ampliamente.
Se apresuró a alcanzar la puerta principal donde ya se encontraba su novio dejando el abrigo.
-- ¿Qué tal el trabajo? -- Le dio un tierno beso en los labios.
-- Bien, agotador, pero bien. Hoy tuvimos muchos pacientes. Se nota que estamos en invierno, todo el mundo se enferma.
Mientras hablaba ya había cogido al pequeño en brazos.
-- ¿Y cómo está el enano eh? -- Le tocó la naricita.
-- Muy bien, me acaba de mear encima, pero él está genial.
El mayor soltó una carcajada. Ya era la quinta vez que se lo hacía y aun no acababa de perder la gracia.
El estridente sonido de una de las canciones de ACDC retumbó de pronto en el pasillo alterando al pequeño quien empezó a llorar asustado.
El moreno se apresuró a coger la llamada mientras era acribillado por su pareja.
-- Luffy te he dicho miles de veces que cambies tu tono de llamada. ¿No puedes poner una canción más tranquila?
-- Si hago eso no lo escucharé cuando me llamen.
Tras argumentar su excusa de siempre se apresuró a responder la llamada. Era de Nami por lo que más le valía responder si no quería que lo carbonizara al día siguiente en el trabajo.
-- Hola Nami. -- Respondió alegre para darle a entender a su pareja quien era.
-- ¡Luffy! ¡Siento llamarte hoy en tu día libre, pero necesitamos que vengas al zoo! ¡Ahora! -- Se le notaba muy alterada.
-- ¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué pasó?
-- ¡Es Rezagado, una de las crías de tigre, se a tragado algo que le está destrozando el estómago! ¡No deja de escupir sangre y...!
-- ¡Voy para hallá! ¡Tenme todo preparado para cuando llegue, seguramente habrá que hacer operación!
Colgó la llamada y corrió a por su abrigo. Su pareja se asomó por la puerta de su habitación algo preocupado.
-- ¿Qué pasó?
-- Una de las crías se a atragantado con sabe Dios que. Tengo que ir a ayudar y ver que pasa.
El mayor suspiró exhausto asintiendo con la cabeza.
-- Parece que hoy ninguno de los dos nos libramos del chollo.
-- No. Lo siento, se que te prometí una noche especial pero...
-- No importar, corre.
Sin más que decir el más joven salió apresurado por la puerta. Lo malo de ser veterinario de un zoológico era que cada vez que pasara algo grave él debía ir. Tampoco era relativamente obligatorio, pero nunca se negaría a salvar la vida de una criatura indefensa.
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Se quitó la mascarilla, que cubría su boca y nariz, y apoyó las manos en la mesa de utensilios quirúrgicos agotado. Suspiró frustrado tratando de contener las lágrimas.
-- Lo hemos perdido.
Un cachorro, una simple criaturita de nada más que un mes de vida, muerta por atragantamiento de una punta de cúter. ¿Quién diablos andaba con un cúter por el zoológico? ¿Y qué demonios hacían los cuidadores de los tigres para no darse cuenta de semejante barbarie en su hábitat?
-- ¡¿Se puede saber qué os pasa?! -- Exclamó de pronto mirándolos a todos con despectivo. -- ¡Primero dejáis que Kid juegue con los animales y ahora ni siquiera limipiais ni vigilias a fondo sus habitats! ¡¿Somo veterinarios o asesinos?! ¡Me cago en Dios! ¡Ya van tres animales en este mes!
Nadie dijo nada, no había nada que decir realmente. Hasta él mismo se arrepentía de su propia imprudencia, pues también tenía parte de culpa. Era uno de los encargados de cuidar de los hábitats cuando no había nada que hacer en la clínica.
Si ese día no lo hubiera cogido libre probablemente habría tenido que limpiar, podría haberse fijado en esa dichosa punta de cúter que no era precisamente difícil de encontrar.
Se sacó la bata azul y salió dando zancadas de la habitación. Necesitaba tomar un poco el aire.
El frescor de la noche chocó de lleno en su cara refrescándole un poco la mente. Pudo escuchar los pasos detrás suya y no necesitó girarse para saber que era su querida amiga y compañera de cabellos cobrizos.
-- Luffy vete a casa y tómate un descanso. Nosotros ya nos ocuparemos de limpiar todo.
-- Gracias Nami.
Tras despedirse con una falsa sonrisa se apresuró a obedecer su consejo y regresó a su hogar.
Nada más entrar por la puerta y ver como su novio aparecía para darle la bienvenida, se tiró en sus brazos para echarse a llorar desconsolado.
-- Law no... no lo salvamos, no... no pudimos. -- Sollozó. -- Es culpa mia, si hoy... si hoy hubiera ido a trabajar ha... habría visto el objeto y... y...
-- Shhh... Tranquilo.
El mayor lo reconfortó más en su abrazo acariciando sus cabellos con ternura. No era la primera vez que se veía en esa escena. Lo único que su novio necesitaba era un poco de comprensión, cariño y descanso.
-- Tranquilo...
Notó más peso del normal sobre él y se dio cuenta entonces de que Luffy se había quedado dormido. Sonrió enternecido por su carita. Desde luego podía decir que tenía a dos bebés en casa.
Lo cogió en brazos y lo acostó en la gran cama. Se incorporó un momento para ver a su hijo también plácidamente dormido en la cuna y acto seguido se acostó con su novio rindiéndose él también ante el cansancio del día.
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Una vocecita interrumpió los pensamientos o recuerdos del hombre.
-- ¿Abuelo es verdad que mamá también fue una niña como nosotros? -- Le preguntó uno de los pequeños gemelos mirándolo con curiosidad.
El ojeroso soltó una fuerte carcajada y asintió con la cabeza.
-- Sí y una muy buena, aunque también algo rebelde.
-- ¿Perdona? Siempre he sido el angelito de la casa. El demonio rebelde era mi hermano.
-- Más que demonio un terremoto. No paraba quieto y tú siempre le acababas siguiendo en los juegos y participando en sus gamberradas.
La mujer rió divertida al recordarlo.
-- ¡Cuentanos sobre eso abuelito! -- Exclamó el otro pequeño emocionado.
-- Bueno, os contaré desde el día en el que vuestra madre llegó a casa ya que ahí empezaron los problemas.
-- Los celos de Lukie. -- Comentó la morena sonriente.
-- Los celos de Lukie. -- Confirmó el mayor. -- Veréis Lukas, vuestro tío, hasta los tres años fue hijo único y por lo tanto lo tenía todo, pero cuando llegó su hermanita... todo cambió para él.
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Siento haber tardado tanto en escribir, pero es que entre que ya empecé el curso, y con ello deberes y exámenes, y que para colmo se me fue la inspira en esta historia. Es decir, tengo muchas ideas y hasta el final pensado, pero tenía esta etapa de desear escribir de todo menos en la historia que más repensada tienes. No se si alguna vez os ha pasado, pero a mi me ocurre seguido XD.
En fin, espero poder actualizar pronto el siguiente cap. Pensado ya lo tengo, pero ahora aun hay que escribirlo jaja.
Bueno, sin más que decir Abur.
Bye.
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