Parte 3

_ Vamos a mi oficina, le dijo Mateo y le hizo un gesto hacia una de las tres oficinas que había detrás del lobby.

Lena fue enseguida hacia allá. Una vez dentro se quedó de pie hasta que mateo le indicó que se sentara. Pensó que la oficina estaría helada, pero el interior del lugar estaba muy agradable. Mateo le ofreció un café y Lena no pudo rechazarlo.

Mientras lo veía encender el computador y poner todo en orden, fue bebiendo a pequeños sorbos su café, y él fue haciéndole preguntas.

Al cabo de una hora de agradable plática, el trabajo era suyo. Cuando leyó su contrato de trabajo y vio cual iba a ser su sueldo, Lena se quedó sin palabras. Era más de lo que ganaba en seis meses y si llegaba a los cuatro meses recibiría un bono por el doble del sueldo, si llegaba a los ocho meses, el bono sería tres veces su sueldo, si llegaba al año de trabajo, el bono sería cuatro veces su sueldo, más un nuevo contrato de trabajo con las mismas garantías que este, más un aumento de sueldo y un mes de vacaciones, luego volvería al trabajo. Lena leyó varias veces la parte referente al sueldo y todas las maravillas escritas allí. Era muy bueno, demasiado bueno. Esto no puede estar bien, se dijo Lena, aquí hay algo más, pensó después. Miró a Mateo, y éste le sonrió como si supiera lo que estaba pensando. Le dijo que el sueldo era así de bueno, porque trabajar para sus jefes, no era fácil, e incluso a veces tampoco agradable. Había estrictas normas que debía cumplir para poder trabajar en la casa de sus jefes.

 Podía contar con los dedos de una mano, a las personas que habían alcanzado a durar dos meses en los últimos tres años. La gran mayoría no pasaba del mes, otros no duraban ni dos días. sus jefes no toleraban la desobediencia o que sus órdenes no se cumplieran.

Milena tragó ante esto, pues eso era un problema, necesitaba un buen trabajo, y ese era el mejor que conseguiría en su vida, pero no iba a aguantar que nadie la pasara a llevar o se propasara con ella, mucho menos por dinero.

_ ¿son groseros? Preguntó Lena

_ ¿groseros? no, para nada, contestó Mateo.

_ ¿tienen manías raras? Preguntó esta vez Lena.

Mateo se quedó mirándola unos instantes, claramente sin saber cómo contestar a su pregunta. Milena levantó sus cejas y mateo sonrió.

_ No tienes de que preocuparte, no tienen manías raras, o malas mañas.

_ ¿entonces que está mal? preguntó Lena, ¿alguno de ellos es un pervertido, abusivo o un depravado? Algo debe haber, nadie pagaría un sueldo como este y te daría todos estos maravillosos e increíbles beneficios, solo porque tiene suficiente dinero para hacerlo.

El rostro de mateo perdió su adorable sonrisa por unos instantes, pero se repuso rápidamente, sin embargo, Lena vio el cambio y se puso en alerta. Sabía que había dado en el blanco.

_ Creo que antes de echar a volar tu imaginación deberías leer la última hoja, allí se detallan cuáles son las normas de trabajo que deberás cumplir sin excepción alguna.   Talvez al leerlas entiendas porque se paga ese exorbitante sueldo, y porque ninguna persona ha durado en el puesto.

 
Lena fue a la última hoja enseguida y empezó a leer.

 
-        No puedes hablar a ninguna hora y bajo ninguna circunstancia.

-        No puede reírse, no puede llorar

-         En lo posible, tratar de no estornudar o toser.

-        No puedes oír música o ver televisión.

-        Está prohibido el uso de celular para recibir o hacer llamadas sean del tipo que sean.

-        No puede hacer ruido mientras hace sus labores.

-        Trabajará solo en el lugar que se le indique y hará solo lo que se le haya especificado.

-        No puede mirar a la cara a las personas de la casa, tampoco les puede dirigir la palabra.

-        Está prohibido recorrer la casa.

-        Es obligación mantener en completo orden y limpieza, el dormitorio y el baño que se le asignará, así como el cuidado del mobiliario del dormitorio y baño, lo mismo para los utensilios entregados para su uso.

-        No puede usar perfumes, colonias o cremas de fragancias muy fuertes. usar productos con olores neutros.

-        Prohibido usar maquillaje.

-        Debe estar a las 06:30 AM, en punto en la cocina todos los días, allí encontrará un cuadernillo donde estarán escritas sus labores para el día. El cuadernillo debe estar siempre en el mismo lugar. En las noches será retirado y se revisará lo hecho durante el día por la trabajadora.

-        A las 13:00 hrs, podrás dejar sus labores para ir a almorzar, la campanada le indicara que es hora de retirarse a la cocina.  Tiene un hora y media de almuerzo, que cocinara ella misma.

-        A las 20:00 hrs. Se da por terminada la jornada de trabajo.

-        A las 21:00 hrs, debe estar en su habitación, dispondrá de una hora para bañarse y acostarse. La electricidad se corta a las 22:00 hrs en punto todos los días, y se da a las 05:00 Am en punto.

-        Si necesita algún medicamento especial, debe indicarlo a Mateo antes de finalizar la entrevista y él se hará cargo de conseguirlo, así como las demás cosas que necesite.

-        Están prohibidos los permisos, sean del tipo que sean durante los quince días de permanencia en la casa.

-        Al llegar a la casa, firmará un contrato de confidencialidad, esto es obligatorio.

-        El incumplimiento de cualquiera de las normas indicadas anteriormente, es una causal inmediata de despido, así como el destrozo de cualquier objeto de la casa, sea o no de manera accidental.

 

Cualquier duda acera de las normas escritas anteriormente, debe hablarlo con Mateo.

Lena miró la hoja un rato más y leyó las primeras normas. No hablar, no reír, no estornudar. Esto es ridículo, se dijo Lena, nadie puede pedir estas cosas, no es posible. Miró a Mateo y este la miraba seriamente.

_ ¿Algo que decir? Preguntó mateo.

_ preferiría un pervertido, contestó Lena.

El rostro de mateo perdió toda su seriedad y se puso a reír, era lo último que esperaba oír. Las anteriores se habían burlado de las normas, las habían llamado estúpidas y otras tantas cosas más, pero finalmente habían firmado el contrato. Esta vez Mateo no sabía que pasaría, Lena parecía ser algo impredecible.

_ A su contrato le falto agregar algo dijo Lena, mientras lo ojeaba de nuevo.

Mateo frunció el ceño, pues estaba seguro que había agregado todas las normas que se requerían para trabajar en el castillo.

_ ¿Que sería? preguntó Mateo mientras la miraba fijamente.

_ La dirección del lugar de trabajo y el nombre de la persona para la que trabajaré.

Mateo revisó enseguida su computador, no podía creer que hubiera olvidado agregar un dato tan importante. Se dijo que la muchacha era una distracción.  Agregó la información faltante e imprimió una nueva copia para Lena.  Cuando leyó los cambios hechos, se dio cuenta que la dirección era de las afueras de la ciudad, para llegar allí tendría que tomar un taxi y para volver a la ciudad en su día libre también tendría que llamar uno, pero si no tenía permitido tener consigo un celular, no podría llamar a nadie para que fuera a recogerla.

Se lo dijo a Mateo y este lo consideró unos instantes. Le dijo que él podía llevarla a la casa e ir a buscarla el día que saliera libre. Él también tenía que estar yendo bastante seguido para allá, era seguro que coincidirían varias veces. Lena aceptó enseguida. Leyó un par de veces más el contrato y ahora tenía más dudas que antes. sus futuros jefes, o eran unos egocéntricos, o lunáticos, o había algo más con su salud o su apariencia física. O bien se creían demasiado superiores para relacionarse con una persona común y silvestre.  Probablemente son unos engreídos pensó Lena y vaya que odiaba a ese tipo de gente. Sabía que no era de las calladitas que se dejaba pisotear, pero tenía tanta curiosidad, no solo por las personas que conocería si aceptaba el trabajo, sino también, porque quería ver si era capaz de seguir esas estúpidas normas. Además, si llegaba a durar un año en aquel lugar, por fin podría cumplir su sueño de tener su casa propia y esperaba que fuera en la ciudad donde estaba actualmente. Le gustaba el lugar, la delincuencia era casi inexistente y aquello era importante para ella. no había visto una sola pandilla en las calles durante las noches y eso era aún mejor, había muchas menos posibilidades de que Derek o su gente dieran con ella. Quiero que esto resulte, se dijo Lena.

_ Acepto, dijo y le pidió una lapicera a Mateo para firmar.

Se dijo que no había problema. Si no funcionaba, no funcionaba, volvería a su trabajo al supermercado y a la librería. Este trabajo le serviría para ver cómo vivían los millonarios, porque sin duda lo eran.

Lena le entregó el contrato firmado a Mateo y luego ambos se pusieron de pie. Quedaron de encontrarse en dos días más en la oficina para que él la llevara a su nuevo trabajo.  Le entregó un sobre a Lena y le dijo que allí había dinero suficiente para que comprara todo lo que necesitaría en la casa. Desde alimentos para la despensa según sus gustos, hasta productos de aseo y cuidado personal, incluso ropa interior si así lo quería. Lena lo miró rápidamente y este sonrió. Le sugirió comprarse unas cuantas camisetas gruesas para usar bajo la ropa de trabajo, pues la casa era helada en toda época del año. Le dijo que un pijama grueso tampoco sería una mala idea.  Si era friolenta sin duda una buena tenida para dormir le sería muy útil. Lena asintió con la cabeza y se dispuso a marcharse. Tenía mucho que hacer. Debía renunciar a su puesto de trabajo en el supermercado, también al de la librería, luego debía hacer un listado de todo lo que necesitaría. Guardó el sobre en su morral y se despidió de Mateo. Este se quedó mirándola hasta que la perdió de vista, volvió a su oficina a terminar con el papeleo.  No pudo evitar sonreír, Lena era diferente a las otras mujeres que habían entrado al castillo. Ella era la primera muchacha de esa edad que se quedaba con el puesto de trabajo. Sabía que había mentido respecto a su edad. Sabía todo acerca de Lena y su familia, también sabía de quien estaba huyendo. Había sido una buena idea rastrear la llamada la primera vez que hablo por teléfono con ella. Disponer de la tecnología más moderna era una verdadera bendición. 

Él y Zack habían sugerido cambiar un poco los requisitos para las mujeres que entraban al servicio después de conocer la vida de Lena. Al parecer no había sido un error.  Se puso de pie y fue a la oficina de Zack. Este lo vio entrar con la cara llena de risa y supo inmediatamente que su amigo planeaba algo.

_ Que tal una apuesta, dijo Mateo.

_ ¿Qué tipo de apuesta? Preguntó Zack

_ Lena, contestó Mateo.

_ ¿Lena? Que hay con la muchacha, ¿crees que dure más de un día? A mí no me parece. No creo que pase ni siquiera de la primera noche.

_ Creo que durará más que todas las demás. Estoy dispuesto a apostar una gran suma de dinero a su favor. ¿Qué dices?, Le preguntó Mateo.

_ Creo que deberíamos hacer más interesante la apuesta. Qué tal si incluimos a los demás integrantes del castillo. Podríamos ganar una gran cantidad de dinero con esta apuesta.

_ ¿podríamos?, preguntó Mateo, ¿acaso vas a apostar a su favor? Preguntó algo incrédulo.

_ Creo que lo haré, rara vez te equivocas en tu apreciación acerca de las personas.

_ Buena decisión, dijo Mateo mientras estrechaba la mano de su amigo. Llamó a la oficina en el primer piso del castillo y Enlil lo puso en alta voz.

Para el final del día había varios millones apostados tanto a favor como en contra de Lena. La muchacha aún no llegaba y ya estaba siendo tema de conversación entre los inmortales que la habitaban. Mateo sabía que cuando la vieran quedarían sorprendidos, era totalmente diferente a las otras mujeres que habían entrado al castillo en el pasado, centenares de mujeres habían pasado por el castillo. Ninguna había vuelto a salir con vida del lugar, tampoco se habían encontrado sus cadáveres. Ellos hacían desaparecer cualquier rastro de ellas y al ser mujeres solas, nadie las buscaba mucho. Además, que el alcalde, el jefe de policía y el director del principal hospital de la ciudad fueran también parte del clan, tenía sus beneficios. Así había sido durante más de tres siglos. Ningún ser humano se había dado cuenta que entre ellos habitaban hombres lobos, unos cuantos demonios y una decena de mascotas para nada normales. Además de unos cuantos seres voladores recluidos obligadamente en las catacumbas bajo el castillo. Ninguno de estos seres inmortales tenía un poder parecido al de sus antepasados. La sangre de los lobos ya no era pura como siglos atrás, la de los demonios estaba a punto de desaparecer. Ninguna de las dos especies podía concebir, ya fuera entre la misma especie, o mezclándose unos con otros. Hace una década había nacido el último lobo, su madre humana murió al dar a luz y con ella la posibilidad de traer más niños al mundo.  Los demonios llevaban más de un siglo tratando de aumentar su número, pero todo lo que habían hecho había sido inútil, Enlil y Leland los gemelos, eran los últimos en nacer. Ya tenían más de un siglo de edad.  los demonios recluidos en contra de su voluntad, habían perdido la capacidad de comunicarse mentalmente con las otras especies, los que podían volar y en el pasado habían podido tomar forma humana, ahora ya no podían hacerlo. Estas dos especies no eran más que bestias sin razón. No podían salir a la superficie, pues su insaciable hambre, haría de los seres humanos y todo ser vivo sobre la tierra un bocado demasiado tentador.

Llevar un humano a casa siempre era un peligro. Los cautivos los olían apenas entraban al castillo, sus sentidos eran impresionantes y muy superior a los de los inmortales que caminaban a la luz del día. Más de una vez se las habían arreglado para salir de las catacumbas para ir en busca de la humana dentro del castillo, algunas los habían alcanzado a ver, otras habían sido asesinadas antes de saber que pasaba, otras tantas habían muerto a manos de los dueños del castillo antes de que presenciaran algo. Fuera como fuera, ninguna de las mujeres que entraba a trabajar al castillo, salía de allí con vida.

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