Parte 2

El presente

 Lena se sentó en la cuneta al lado del kiosco fuera del supermercado y estiró las piernas mientras descansaba un rato de su trabajo como empaquetadora. El mes de diciembre era bueno en todas las ciudades, pues las tiendas y supermercados siempre necesitaban gente extra. Las fechas de fiesta eran las que más ganancias le dejaban, pero debía correr de un trabajo a otro para ganar lo suficiente para los meses de invierno, que eran los más difíciles. Saber ahorrar era lo primordial, nada de darse gustitos, ni gastar la plata en tonterías.  Siempre se decía que algún día dejaría de huir, tendría su casa propia, en un lugar con muchos árboles y tendría un trabajo estable.  Se decía que algún día su vida cambiaría y estaba segura sería para mejor. Asintió con la cabeza ante aquellos pensamientos y lanzó el envase vacío del jugo al basurero a unos metros de ella.  Su puntería seguía igual de perfecta que cuando competía en su escuela con el arco y la flecha.  Abrió el paquete de galletas y empezó a comer mientras miraba a la gente en el parque al otro lado de la calle.  Una mujer en traje formal llamó su atención y no fue por lo guapa que era o lo alta que se veía con esos monstruosos tacones que usaba.  Su cara de desconcierto fue lo que llamó la atención de Lena y cuando empezó a levantar la voz otras personas también repararon en ella.   La mujer no dejaba de pelear con quien fuera que estaba al otro lado del celular.   Miraba el periódico en su mano y luego negaba con la cabeza y seguía discutiendo con la persona al teléfono.  Lena se preguntó si alguna noticia en el periódico era la causante de su rabieta, o si el periódico sería el objeto con el que estaba desquitando su rabia.  Sonrió ante esto y miró la hora en su reloj para ver si tenía tiempo para quedarse allí unos minutos más para ver qué pasaba. Al cabo de un par de minutos la mujer cruzó la calle y arrojó el periódico en el basurero a unos metros de Lena.  Después entró al supermercado.  Lena movió la cabeza y terminó de comerse la última de sus galletas. Fue hasta el basurero a botar el envoltorio de las galletas   y miró inmediatamente las cruces que había en varios anuncios clasificados icados, solo uno estaba encerrado en un círculo y sin tachar.  Lena estiró la mano para recogerlo, pero alguien se le adelantó. Era otra mujer, de mediana edad y mirada altanera.  Tomó el periódico y entró al supermercado también. Lena negó con la cabeza y se fue a la sección de servicio al cliente donde estaban todos los empaquetados envolviendo regalos.

Al cabo de media hora oyó a alguien levantar la voz y al mirar en esa dirección se encontró con la mujer que había sacado el diario del basurero. Al igual que la mujer anterior, parecía muy molesta y miraba cada tanto en tanto el diario y negaba con la cabeza.   Los otros muchachos la miraban al igual que ella y se preguntaban que le estaría pasando. Instantes después la mujer salió del supermercado, Lena rogó que arrojara el periódico al basurero de donde lo había sacado.  Tenía curiosidad por saber qué era lo que había hecho enojar a esas dos mujeres. Cuando la clientela bajó considerablemente, Lena se arrancó al basurero y sacó el periódico que estaba bajo unos cuantos envoltorios de golosinas y cajetillas vacías.  Lo dobló bien y volvió al trabajo, se dijo que lo leería con calma en la noche.

Apenas llegó la noche, se fue al refugio donde se estaba quedando y se dio una ducha rápida, comió al lado de los indigentes que había allí y luego se fue a su litera.  Sacó el periódico de su morral y empezó a leer los anuncios clasificados.  

El que no estaba tachado decía; “Se necesitaba señora o señorita con o sin estudios, soltera, mayor de dieciocho años.  Seria, responsable y que acate las rigurosas normas que hay en el lugar de trabajo. La primera entrevista será telefónica y si cumple con los requisitos, debe tener disponibilidad inmediata para la segunda entrevista y en caso de pasar a una tercera entrevista, debe presentar en aquel momento, cedula de identidad al día, certificado de residencia, y certificado de antecedentes”.

Hasta ahí, Lena se dijo que todo era bastante normal.  No se daba ninguna cifra referente al sueldo, pero si especificaba que era un muy buen salario.

Había dos números telefónicos a los que llamar y eso era todo.

Lena lo leyó varias veces y siempre volvía a la parte de “con o sin estudios”, aquello le parecía muy raro, en todos los trabajos que conocía, se pedían estudios, primarios, secundarios y en muchos una carrera universitaria, o una carrera técnica. En este caso, nada de nada. Aquello llamaba su atención. El trabajo era casi ideal para ella. Huyendo de un lado a otro, no había podido terminar sus estudios, y con lo poco que ganaba, no podía permitirse un computador o si quiera un modesto curso, fuera de lo que fuera.

Terminó de ojear el periódico y se dio cuenta que aquel anuncio era lo único que podía haber alterado tanto a las dos mujeres.  Miró el anuncio una vez más, luego lo dobló y lo guardó en su mochila. Les dio las buenas noches a las mujeres en los camarotes a su alrededor y luego se dio vuelta hacia la muralla y se acurrucó para dormir. Odiaba el frío, y la ropa de los refugios rara vez la abrigaba tanto como ella deseaba. Era friolenta a más no poder, las épocas de frio eran su talón de Aquiles.

Al día siguiente, Lena salió del supermercado al igual que todos los días a la hora de almuerzo, se compró un par de galletas y un jugo en caja. Cruzó la calle en dirección a la plaza de la ciudad y se sentó en un banco a todo sol y empezó a devorar su ligero almuerzo. Las maldiciones de alguien llamaron su atención y al ver a una mujer vestida formalmente con un periódico en la mano y el teléfono al oído, frunció el ceño, pues todo parecía indicar que estaba sucediendo lo mismo que el día anterior. Lena se puso de pie y se sentó en un asiento que estaba cerca de uno de los basureros que había en la plaza. La mujer pasó rauda por su lado y tal como Lena esperaba, arrojó el periódico al basurero y se marchó en dirección al otro lado de la plaza. Una vez que la perdió de vista, Lena miró rápidamente a su alrededor y luego fue por el periódico. El mismo anuncio del día anterior estaba encerrado en un círculo. Lena lo leyó nuevamente, y luego miró la cabina del teléfono público al otro lado de la plaza. Tocó su bolsillo para calcular cuantas monedas tenía y después de pensarlo un rato, se puso de pie y fue hacia la cabina.  Echó las monedas y marcó rápidamente los números, sabía que lo que estaba haciendo era una estupidez, si esas mujeres profesionales y claramente mejor preparadas que ella para cualquier tipo de trabajo, no habían pasado de la entrevista telefónica, mucho menos lo haría ella, pero su curiosidad era enorme. Después del tercer timbrazo el teléfono fue contestado, un hombre saludo cordialmente y se identificó. Mateo era su nombre, del apellido ni se acordaba. El hombre le preguntó su nombre, ella contestó. Le preguntó por qué llamaba y ella dijo que por el anuncio del periódico. Hubo un par de segundos de silencio, luego el hombre le preguntó desde donde llamaba, Lena miró a su alrededor y le dijo que de un teléfono público. Mateo le preguntó si tenía un teléfono celular o un número que pudiera ingresar en su ficha. Ella le contestó que no tenía celular y el único número que podía darle era el del lugar donde se estaba quedando a dormir. Hubo otros segundos de silencio, Lena se dijo que seguramente estaba ingresando la información que ella le estaba dando. Durante los siguientes minutos Lena fue bombardeada por preguntas, muchas de ellas la complicaron, pues su situación no era para nada normal. Tuvo que decir donde vivía, e inventar una mentira para justificar su estadía por las noches en un refugio para gente sin hogar. Inventó una ciudad de origen, mintió acerca de lo ocurrido con sus padres, si fue sincera al decir que no tenía a nadie en el mundo y que no había terminado su educación secundaria. Después de decirlo, se dijo que la entrevista probablemente había terminado, pero para su sorpresa, no fue así, y las preguntas continuaron. Le preguntó si tenía hijos, ella contestó que no, le preguntaron si planeaba tener hijos en un futuro cercano, Lena contestó rápidamente que no pensaba tener hijos nunca. Le preguntó por marido, novio, amigo con ventaja o derecho, como quisiera llamarle. Lena no pudo contener la risa y le dijo que ninguna de las anteriores. Estaba absolutamente sola en el mundo, ni siquiera tenía un perro que le ladrara. Mateo se rio ante su respuesta y le dijo que estaba aprobada para una segunda entrevista y no debía ser telefónica, sino en persona, tampoco era necesario que llevara todos los documentos requeridos en el anuncio del periódico, bastaba con su carnet de identidad y alguna factura de los últimos seis meses, fuera la que fuera. Lena se quedó en silencio durante varios segundos, pues no entendía como ella, la persona menos preparada para un trabajo bien remunerado había conseguido lo que las otras mujeres no. Mateo le habló un par de veces hasta que ella reaccionó y siguió hablando con el hombre al otro lado del teléfono. Acordaron que la entrevista sería para el día sábado en la mañana, pues era el día libre de Lena del trabajo en el supermercado, por la vestimenta no tenía que preocuparse, era informal, lo que para Lena era idea pues no tenía de donde sacar un traje formal o siquiera semi formal. Antes de cortar, Mateo le dijo que le había faltado hacerle una pregunta, Lena sabía que le preguntaría, ella misma se había sorprendido de que no se lo hubiera preguntado. Una vez que el hombre le pregunto su edad, Lena pensó en decir la verdad, pero a último minuto decidió mentir y dijo que diecinueve años. Era apenas un año más de lo que tenía, pero su apariencia era bastante juvenil, jamás le hubiera creído si le decía que tenía veinte o más. Por el silencio de mateo pensó que hasta ahí llegaba todo, pero una vez más se sorprendió al saber que su edad no era problema alguno. Ya durante la noche consideró mejor las cosas y empezó a dudar de tan maravilloso trabajo, era demasiado bueno para ser cierto, estaba segura que había algo mal con todo aquello. Para el día sábado en la mañana estaba segura de que terminaría en un prostíbulo o siendo vendida a algún degenerado, no fue capaz de tomarse la taza de leche frente a ella. Jonas, uno de los jóvenes voluntarios en el refugio, se acercó a ella al verla tan sería. Era raro en ella. Lena le sonrió al verlo y palmeó el asiento a su lado para que se sentara, el muchacho era amable, muy amable a su juicio. Ella había aprendido a desconfiar de todos, especialmente de los que se veían y actuaban como santos. Pues esos terminaban siendo los peores.  El muchacho llegó a su lado y le dedicó una devastadora sonrisa que casi puso a prueba el elástico de su humilde ropa interior, pero fiel a su manera de ser, Lena desvió la mirada antes de que él se diera por satisfecho y le preguntó por sus estudios, sus amigos, sus carretes universitarios y finalmente su novia, una rubia despampanante que no tenía problema alguno con llamarse a sí misma la mujer más bella de la ciudad y puede que hasta de todo el país. Así de humilde era Ana. Había tenido la dicha de conocerla en un evento en la playa. Lena repartía folletos cada vez que la oportunidad se le presentaba. Sabía que era guapa, pero jamás le había sacado mucho provecho a su cabellera pelirroja y a sus bellos ojos, no le gustaba llamar la atención y jamás había usado maquillaje antes del evento en la playa. Cuando la encargada terminó peinarla y maquillarla con los mismos productos que ella iba a promocionar, no se reconoció en el espejo. Llamó la atención de todos los que la vieron. Así fue como conoció a Ana y Jonas, él casi se la comió con los ojos y su novia casi la asesinó, solo cuando Lena les dijo que dormía en el refugio, Ana dejó de mirarla como si fuera la mujerzuela del lugar y Jonas perdió rápidamente el interés en ella, pero curiosamente dos semanas después era voluntario en el refugio y la abordaba cada vez que la veía sola.

Lena escuchó todo lo que le dijo el muchacho a su lado, pero no entendió ni la mitad, estaba realmente nerviosa por la reunión que tendría con Mateo. Al recordar la voz de mateo su corazón se aceleró nuevamente, no había dejado de imaginar cómo sería físicamente. Miró el reloj al otro lado del comedor y estaba atrasada. La dirección que le había dado Mateo, estaba al lado del banco, al otro lado de la plaza, Lena había pasado por allí muchas veces, pero jamás había reparado en el lugar. se puso de pie de repente y recordó que Jonas había estado hablando con ella. Se disculpó con el joven y se dirigió a la cocina a entregar la taza, se bebió de un trago la leche y fue a lavarse los dientes. Se puso un poco de una muestra de perfume que le dieron en una farmacia meses atrás y guardó la pequeñísima botella en uno de los bolsillos de su banano. Salió del refugio sin más demora, y en menos de diez minutos estaba frente a la oficina.

Aún estaba cerrada.

Se asomó a mirar por los ventanales y todo parecía normal. Pensó en ir a sentarse a la plaza un rato y observar desde allí el lugar, pero tenía miedo de hacerle caso a su lado racional y salir huyendo de allí, quería saber de qué iba el asunto. Por unos instantes pasó por su mente tener una casa propia, un bello jardín, un lugar que pudiera llamar suyo y considerarlo su hogar, estaba harta de andar de un lugar a otro y no tener nada, pero algo le decía que se largara. Miró su reloj varias veces, mientras más se acercaba la hora de la reunión, Lena encontraba más razones para irse de vuelta al refugio, cuando finalmente decidió hacerle caso a su cerebro, se puso de pie y se dio media vuelta para irse, se encontró con dos hombres parados a la entrada de la oficina mirándola con curiosidad, Lena se quedó inmóvil y con la boca abierta, uno de los hombres era altísimo y se notaba que era aficionado al gimnasio, o había heredado muy buenos genes. El otro hombre no se quedaba atrás, era más delgado, pero se notaba en buena forma. Los hombres sonrieron con diversión y Lena enrojeció, no tenía idea de cuánto rato había estado observándolos. Aclaró su garganta, pero no supo que decir, había olvidado por completo que había estado a punto de salir huyendo del lugar. Por un instante pensó en Jonas, y se dijo que al lado de los dos dioses frente a ella, el atractivo muchacho era un adefesio. Esta vez fue ella la que sonrió. Aclaró su garganta una vez más y se acercó a los hombres. Su corazón parecía a punto de salir de su pecho y aterrizar a los pies de esos dos seres perfectos, tal cosa no existía, pero ellos debían estar bien cerca de ganar el título. Nunca antes un hombre había causado esa reacción en ella. se detuvo a un par de pasos de ellos y su diferencia de porte quedó aún más en evidencia.

Preguntó si alguno de los dos era Mateo.

_ Ese sería yo, dijo el más alto de los hombres y le extendió la mano.

Lena la estrechó rápidamente y en ese instante se dio cuenta de lo fría que estaban sus manos en comparación a las de mateo. Se sentían calientes mientras estrechaba su pequeña mano.

_ Esta helada, le dijo el hombre y sujetó con más fuerza su mano.

Lena contestó tímidamente con una sonrisa, retiró su mano y la metió en el bolsillo del polerón.  

_ Será mejor que entremos, dijo el otro hombre una vez que abrió la puerta de la oficina.

Mateo le hizo un gesto con la mano para que entrara y por un instante el corazón de Lena latió con miedo. Se extrañó ante esto, pero al mirar a Mateo y ver esos increíbles ojos y esa sonrisa dirigía a ella, su mente empezó a babear y sin darse cuenta entró a la oficina con el atractivo hombre caminando detrás de ella.
Pegó un brinco al oír el fuerte portazo, de milagro no gritó, o peor aún, saltó a los brazos de Mateo. Al mirar hacia la puerta no vio a nadie y los hombres estaban muy lejos como para haberla cerrado, los miró extrañada, pero ninguno parecía sorprendido.

_ Soy Zack, dijo el otro hombre y se acercó a ella para estrechar su mano.

_ Mucho gusto, dijo Lena y le sonrió. Guardó ambas manos en los bolsillos del polerón y se quedó de pie allí, esperando que la entrevista empezara.

_ Esto será interesante, dijo Mateo en su mente, mientras observaba a la muchacha.

_ ya lo creo, le contestó Zack con sus pensamientos, mientras también miraba a Lena. Y ella miraba a todos lados con curiosidad. Y algo más.

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