Capítulo 6

—Oh... Sí. Más —la misma frase que se repite cada dos minutos.

—Joder...

No hay ni un solo momento que digan algo distinto, dejando que lo único que suene sea las palabrotas cargadas de liberación sexual y de choques de piel con piel como si fueran palmadas.

Me abstengo al margen de todo esto y dejo que sus movimientos duros y profundos hagan todo el trabajo.

He estado sentado en una silla con el director a mi lado en todo momento, vigilando mi móvil por posibles mensajes de mi padre o de esa bruja que se hacía pasar por alguien que no es.

No les he bloqueado las llamadas, quiero saber lo que dicen después de haberme ido de casa, aunque de seguro no se quejan, los he dejado solos y pueden vivir en paz todo lo que quieran, sin mis palabras ondeando el aire que estaba cargado de tensión entre ella y yo.

Un nuevo actor se ha quedado con nosotros para luego participar. No es muy hablador, como el de ayer. Serio y silencioso, aunque alguna que otra vez soltó unas carcajadas con sus compañeros.

Me alegra que haya gente como él, así no dan mucho trabajo.

En cuanto paseaba por al lado del activo del vídeo de hoy, me echaba piropos e intentaba darme su número, pero parece que el rechazo es algo que no acepta. Eso o que no me escucha con los gritos que levanto.

Recibo una llamada de un teléfono fijo de hogar, creo que ya sé quien es.

Me levanto, salgo al pasillo para no molestar con mi llamada y respondo de inmediato.

—¿Diga?

Acabo de enterarme de lo sucedido con tu madrastra.

—Me sigue impresionando que tu marido te cuente todas estas cosas cuando pasó por la noche y tú a estas horas estás durmiendo.

Nos lo contamos todo. Recién me lo ha dicho por mensajes.

—Me parece muy correcto —el tono sarcasmo se apodera de mí un día más.

Sabes que tienes una habitación asegurada en mi casa, ¿no?

—No te preocupes, ya vivo con alguien.

¿Con quién? —tan cotilla como siempre.

—Con... Sebastian.

¿Estás de coña? No puedes estar con él, es tu ex.

—Sabes que me importa del cero a menos uno. Me conoce, hay confianza y no hay una relación seria entre nosotros. Así que tranquila.

Creo que es mejor que vengas a mi casa.

—¿Y que mi padre vaya e intente mantener una charla? Prefiero mantenerme lejos y trabajar para poder permitirme cualquier cosa.

Como quieras, no te llevo la contraria más.

—Ya vas aprendiendo, pequeña chica que casi va a ser madre.

¿Quién diría que tu mejor amiga sería madre a los veinte años?

—Nunca me habría esperado eso.

Pues ya tienes una amiga así. ¿Habrá una segunda? Yo creo que no, soy muy celosa.

—¡Jake! Ven.

—Tengo que cortar la llamada, piden mi presencia.

Está bien, no te portes mal.

La llamada acaba y vuelvo a entrar donde las camas abundan, desaparecen y una ocupa su lugar.

El hombre que se había estado callado en todo momento a nuestro lado, está de pie junto con el director. Es cierto que no se ha presentado y me pareció una falta de respeto leve.

—Jake, te presento a Artens Vladimir. Es serio en el trabajo y un guasón fuera.

—Espero que nos llevemos bien —un apretón de manos que no rechazo del hombre pelinegro con barba poblada y ojos grises azulados como el diamante que brillan con la luz artificial de los faros que iluminan el colchón.

—Igualmente.

—Él será otro de los que tengas que vigilar, espero que no te importe.

—Para nada, se le ve maduro de mente.

—Supongo que es lo contrario a la mayoría con los que trabajo, ¿verdad?

—Verdad —es la cruda realidad.

—Ya hechas las presentaciones, comienza a actuar, hazte el sorprendido.

—Está bien —sin decir una palabra más, se va de nuestro lado y se acerca a la puerta en la que debe aparecer ante la cámara.

La puerta se abre, dejando ver su bonito rostro, y actúa como los demás. Mal, pero esta película no se trata de tener un graduado en actuación.

—No me lo puedo creer —la pareja se detiene y se quedan en el colchón.

El pasivo se levanta del colchón y se acerca al sorprendido, intentando que entre en acción.

—Oh, venga. Sé que te van los tríos, cariño. Me he adelantado para que entres en plena faena. Vamos —le toca la entrepierna, le desabrocha el pantalón vaquero y pasa una de sus manos bajo la camisa—, únete a la fiesta.

—Bueno, si me lo pides así...

Y, como estaba escrito, se une a la fiesta. Es algo de lo que quiero pasar, largarme y tomarme algo de café en alguna tienda. Tomar aire fresco en vez de oler el sudor que provoca en ellos el esfuerzo que supone meter un pene por el culo.

Me siento junto con el director de nuevo y sigo con mi móvil, intentando no escuchar algún gemido.

Este día va a ser un infierno sonoro.

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