Capítulo 14
—¡Tú puedes, Jake! —me anima Rocco por detrás, mientras que Ángel y Drake están a mis lados, nerviosos—. Si metes la pelota en el vaso, ganas a Hansel.
—Recuerda la apuesta —le sale un hipo, estamos demasiado borrachos—. Si gano, te lías conmigo una semana entera, tanto como yo quiera.
—Y si yo gano, te corto los huevos —se lleva la mano a las pelotas por acto reflejo—. ¡Es coña! Eso sí, me pagas lo debido.
—Sí, sí, señorito. ¡Ahora tira! —solo le queda un vaso, mientras que a mí cinco.
El presumido es muy malo jugando a esto. Todos los del trabajo me han retado, ninguno me ha ganado y puede que Mickey cayera por el alcohol, ya que bebió mucho más que yo antes de participar.
Rocco quería tener una cita conmigo con final feliz; Ángel que le diera fuerte para mirarme desnudo por una vez; Drake no ha participado por el simple hecho de que no le gusta apostar; Chuck apostó su cámara profesional, sin embargo le dije que se la quedara, yo no le daría ningún uso, y Vladimir también una cita, pero porque busca a un chico que le acompañe en su vida.
Me pareció muy tierno. Él lo es, pero dudo poder hacer tal cosa en su corazón.
Apunto en la mesa, calculando de forma aleatoria lo que me sale de los cojones, pero acabo tirando la pelota con los ojos cerrados, tentando la suerte.
Todos quedan tensos, un silencio sepulcral se instala en mis oídos acompañado de los rebotes de la pequeña pelota.
Se deja de escuchar, solo una palabra me hace abrir los ojos.
—¡Sí! —gritan todos a los cuatro vientos, dando ánimos a Hansel con toques en la espalda y bebiendo el último vaso de cerveza.
Mi visión es un tanto borrosa, pero me puedo mover libremente por la mansión de Mickey. Hablando de ratones dibujados, ahí está, tirado en el sofá y una carita angelical.
Me río, pienso que podría meterle la polla del maduro y ni se daría cuenta.
Uh, sí que estoy borracho. Apuntaré esta otra hazaña en mis notas del móvil. Me cuesta tocar la pantalla sin tambalearme, pero al final lo consigo.
No tengo esa voz de borracho. ¡Me gusta! Podría pasar desapercibido.
Al guardar mi móvil, no miré delante de mí y me tropecé con un pecho robusto.
—Perdona, este coche no mira por dónde va —río levemente.
—¿Por qué está todo patas arriba? —¡la voz del jefe! Que bonito verle aquí—. A ver, sé que es una fiesta, pero está peor que las anteriores. Y me sorprende verte borracho.
—No subestime el poder de un canguro borracho. Rompo costillas —simulo las manos como si fuera un ninja—. Uh... Por cierto, ¿desde cuándo tienes ocho ojos?
—Ya es muy tarde. Debería llevarte a casa —me agarra del brazo.
—Ay, no. ¿La fiesta ya se acaba? Qué mal. No me lleves a casa, si mi padre me ve, me mata.
—¿Vives con tu padre? —me mira con esos ocho ojos.
Espera, ¿ahora son nueve? ¿Dónde se escondió ese otro ojo? Oh, ahora diez. Interesante...
—¿Con él y la zorra de su mujer? Esa puta puede irse al matadero. No la reconocerían entre vacas. Decía mi follamigo Sebastian.
—Ah, bueno... Tenía entendido que no bebías —me arrastra por la mansión.
—Y no bebo. Me han incitado a ello. La primera vez con alcohol y menuda fiesta. ¡Ha sido genial! —escucho una risa de Liam.
—En parte, me alegró ver que te llevabas bien con todos. Lo que pasa es que no os vais a acordar de nada.
—Uh, qué poca confianza tienes en mí. ¡No soy idiota!
—No he dicho tal cosa.
—Pero lo supones —le señalo, como si estuviera lejos.
—Calla y camina.
Le hago caso, pero porque es mi jefe y sus ojos me hipnotizan. Tantos que no sé cuál mirar. Si miro sólo uno, ¿se sentirá ofendido? Menudo dilema tengo ahora.
Llegamos a una parte de la mansión llena de puertas y abre una para meterme.
—Una habitación —veo una cama, ¿o son dos? También una ventana—. Qué simple el dormitorio —me giro y veo a Liam echando el pestillo a la puerta.
—¿Quieres irte a casa o prefieres dormir aquí?
—No soportaría las quejas de Sebastian, por lo que prefiero estar aquí —le hablo como si él lo conociera, qué tonto soy.
—Pues ponte cómodo. Vamos a dormir. Ha sido una larga noche.
Empieza a desabrochar su camisa y sus vaqueros. Ver el gesto y los movimientos con lo que lo hace me excita.
Mi jefe es tan caliente... ¿Por qué he tenido tanta suerte?
Me quito la camisa, dejando parte de mi cuerpo al descubierto ante el primer compañero de trabajo. Más concreto, delante de mi jefe. Sus ojos se pegan en mí, noto las cuchillas fijas en mi piel.
—Liam, si no quieres probar esta carne, no me mires.
—¿Y tú sí puedes mirarme? —se va acercando.
—Tú estás acostumbrado. Yo no —me sonrojo—. Además, tú eres sexy, yo no tanto.
—Si no lo fueras, los actores no te mirarían con deseo.
—¿Y tú me ves así? —mi voz pícaro le saca un leve sonrojo.
—Interesante pregunta —empuja mi cuerpo a la cama, cayendo de espaldas sin camisa—. Ahora me excitas —las vistas desde aquí son increíbles, un monumento digno de un premio—. Pero no lo hago con borrachos, por lo que estate tranquilo.
—Ay, no —me levanto y me acerco a él—. Venga, jefe. Ya sabes mi debilidad desde lo que ocurrió en el ascensor. ¿No te gustaría profundizar? —mi mirada le saca una sonrisa pervertida.
—Te advierto, no doy flojo —su voz acaricia mi piel.
—Placentero.
—Tal vez te dé en las nalgas bien fuerte.
—Una marca que estoy dispuesto a sufrir.
—Te morderé en tus puntos débiles y te follaré tan duro hasta que grites mi nombre a los cuatro vientos.
—¿Si ni grito seguirás? Porque me gustaría.
—¿Insaciable? —pega nuestras frentes.
—Descubre cuál es mi límite —dicho eso, sus labios me atacan y sus manos se posan en mi trasero, apretando con fuerza.
Mientras me besa, me pega en la pared y aparta mis manos de su cuerpo para aprisionarlas encima de mi cabeza. Con una mirada fija en su presa, ataca mi piel con lengua y dientes, sin importarle si me deja marca o no.
Mi pantalón va cediendo ante el empuje de su mano y mis gemidos por disfrutar su lengua por todo mi cuerpo son potentes. No tenía idea que podía gemir tan fuerte.
—Gemido tras gemido, me pones bien duro, joder —ahora la mano libre posa en su paquete.
Agarra mi trasero de nuevo, me levanta y rodeo las piernas sobre su cintura para seguir besando esos labios carnosos de un hombre maduro y experimentado sobre la vida sexual.
Sin saber cuánto tiempo pasa, noto el colchón en mi espalda. Veo a Liam levantado y apartando la camisa para dejar ver su cuerpo trabajado y sin depilar por lo menos dos semanas. Ese rastro de vello baja, baja y baja hasta acabar en el límite de su pantalón.
—Veo que sufres —me ha leído la mente—. Dejaré que se libere un poco más de la presión.
Se quita los vaqueros y... ¡Su bóxer va a explotar! ¿Tiene el tamaño de Rocco? Si es así, lo voy a pasar muy bien esta noche.
—Ahora veamos lo que escondes —se deshace de mis pantalones y, sin querer, me quita el bóxer también, dejando ver mi polla erecta—. Unas vistas que disfrutaré toda la noche.
Se acuesta en la cama boca arriba y, con el dedo, me hace señal de que me ponga encima. Pongo mis pies a los lados y me siento en su cintura. Noto su miembro palpitar cuando muevo las caderas.
—Sabes cómo provocar —golpea mis nalgas con fuerza—. Me gusta, tengo dónde agarrar.
—No te prives —rodeo su cabeza con mis brazos—, haz lo que tanto desees en estos momentos.
Y tomo la iniciativa de besarle. Su piel caliente junto la mía fría. Me excita tanto este hombre que podría correrme nada más imaginarle. Tengo la suerte de estar tocando su cuerpo trabajado.
Después de un minuto de besos, siento algo rozar mi trasero.
—Parece que se ha liberado —en efecto, su bóxer no ha aguantado la presión y ha cedido—. Te está esperando.
Sin esperar un segundo más, bajo y acarico la polla gruesa y larga de mi jefe con cuidado. Tan caliente, tan delicioso de ver... Acerco mi boca a la cabeza, la lengua ya saborea la piel, haciendo que Liam suelte un suspiro.
—Uf, que bueno sentirlo después de tanto tiempo.
No hago ningún comentario y sigo con mi tarea.
La meto en mi boca y empiezo un vaivén con la cabeza para hacerle sentir más placer. Parece que le gusta. Su mano se posa en mi cabeza y pide profundizar más en mi garganta. ¡No puedo con todo! Si lo intento me voy a atragantar.
Aprieta, invade mi garganta y la saca rápido. Toso, casi vomito.
—Mira qué bien está —tanta saliva que parece haberse lubricado entera—. Veamos qué tan bien lubricado está —se levanta, me pone la cara contra la pared y posiciona mi trasero para entrar—. Un agujero tan pequeño... Deja que lo saboree —su lengua explora mi ano y lo lubrica.
Aprieto mis puños. Esto Sebastian no lo hace, le da asco. ¡Pero Liam tiene agallas! Y esas agallas me ponen.
Se levanta, posa la cabeza en mi ano y me susurra.
—¿Estás listo para lo que viene?
—¿Dolerá mucho?
—No eres virgen, pero tal vez un poco al principio.
—¿Al princi...? —no me deja terminar.
Su cabeza ya reclama entrar con urgencia. Se abre paso por mi cavidad, creando dolor en mí. Grito de dolor, pone su mano en mi boca y la muerdo.
—Eso es. Muerde.
Conforme va entrando, su palma recibe mis colmillos con fuerza. ¿Le voy a crear sangre? Da igual, ¡él me va a partir en dos! ¡Este tamaño es demasiado! ¡Sebastian no la tiene tan grande! ¡Esto me ha pillado por sorpresa! Un último empujón acaba rozando mi límite, pero ya está toda dentro.
Jadea, ¿por placer? Es la única explicación. Un último grito suelta su mano. Mi cuerpo se relaja, su polla me dilata hasta que ya no siento nada. ¿Podré mover mis piernas?
—Ahora llega lo divertido —no quiero hablar, ¡quiero acción!
Sale un poquito, pero entra con fuerza. Suelto un gruñido.
—Te dije que no iba a dar flojo —otro golpe en las nalgas seguido de otra perforación de ano.
Mis gruñidos se convierten en gemidos bien fuertes. Eso lo advierte de que estoy preparado y crea una marcha lenta, pero fuerte. Cada golpe que da es un torrente de placer sin igual. Mis piernas tiemblan demasiado. Intento mantenerme en pie, pero lo nota y me lleva a la cama para ponerme a cuatro.
En esta pose, la perforación llega a más, por lo que siento mi próstata en peligro. Cada golpe me hace sentir como si tuviera ganas de ir al baño. ¡Tengo que ir al baño!
—No temas, golpear la próstata es lo que tiene. Quieres mear, pero no lo haces.
Agarro las sábanas con fuerza. Mi boca está en todo momento abierta, dejando que la saliva salga sin permiso. Mis ojos se ponen en blanco al notar cada movimiento de su pene en el fondo.
Su mano vuelve a atrapar mi boca y pega mi espalda en su pecho, sin parar de entrar y salir.
—Grita mi nombre —susurra en mi oído—. Grita mi nombre, joder.
—Ja... ¡Jamás! —logro exclamar.
—No me dejas otra alternativa —la saca y me da la vuelta, posando mis rodillas en mis hombros—. Haré que lo grites, sea de una forma u otra.
No, en esta posición no. ¡Todo menos eso! Si en las otras ya tocó mi límite, en esta lo romperá. ¡Si lo hace me deja sin piernas!
Entra poco a poco, hasta que el resto del camino usa la fuerza. ¡Mi límite! Se rompe por cada estocada, mis piernas fallan y mis gritos son placer y dolor a la vez.
—Grita mi nombre —es como si me lo suplicara.
—No... ¡No! —más fuerza, noto mi pene palpitar, me voy a correr muy pronto.
Su polla también palpita, pero lo disimula con sus movimientos. La fuerza que usa hace que mi garganta se destroce a gritos.
—¡Grita mi nombre! —¡me voy a correr!
—¡Liam! —grito de una vez—. ¡Dame, Liam!
Un grito ensordecedor sale de su garganta como si fuera una bestia. Su mano acaba en mi boca, no sabía el porqué, pero de pronto lo supe.
Su leche salía disparada con fuerza, por lo que mordí su mano con fuerza mientras yo también me corría. ¡Demasiado placer!
Jadeamos. Estamos exhaustos. Ya no saca más leche, yo tampoco. Mis ojos están cerrados, esto ha sido demasiado, pero muy placentero. Acabo de presenciar el mejor polvo de mi vida y lo olvidaré por la resaca. ¡¿Por qué tuve que beber?!
—Ahora la tarea difícil —sé a lo que se refiere.
Lentamente, desliza su polla hacia fuera. Muerdo más su mano.
—Muerde, lo vas a necesitar.
Poco a poco, va saliendo. Cuando va a salir la punta, lo peor de todo, me preparó para el dolor. Al salir, arqueo mi espalda y muerdo demasiado fuerte su mano.
—Vaya, no me esperaba que un agujero tan pequeño acabara siendo grande. Me sorprende la cantidad de leche que sale.
Libero su mano. Va a por sus pantalones y saca un pequeño paquete de pañuelos.
—No te preocupes, estoy limpio.
—Y... Y yo.
—Lo sé. Lo ponía en tu parte médico.
No puedo soltar bromas, esto me ha dejado muy cansado.
—No te muevas —tras limpiar su miembro, se acerca y pasa un par de pañuelos por mi trasero—. Sí que tenía mucha carga —tras esa broma, limpia mi abdomen—. Tal vez por tu cabeza te preguntes el porqué no dejo que te limpies tú. Me da igual, esto me recuerda a cuando tenía pareja.
Deja los pañuelos a un lado y me levanta. Tiene que mover mis piernas para rodear su cintura, yo no las siento.
—No eres para nada él, y me gusta. Le he pillado el gusto a acosar a un chaval como tú, pero como ya tengo uno contratado, no me hace falta buscar.
—Así que soy una puta para ti —río por fin.
—¡No! No te llames jamás así. Eres un empleado, un amigo, ahora un confidente... Sé que no te acordarás de nada mañana, pero me gustaría una cita algún día que dejes la timidez y rudeza a un lado para pedirlo.
—Eso va a ser difícil. Con un tío tan sexy y con un corazón de oro, sin nombrar la anaconda que escondías, es imposible que pueda hacer tal cosa.
—No me importa que te emborraches, siempre y cuando muestres ese lado abierto. Estos momentos serían mejores si estuvieras consciente de tus actos.
—Estoy despierto —lamo su nariz—. ¿Demasiada confianza?
—¿Me preguntas? —ataca mi cuello otra vez, pero clava sus dientes bien fuerte y absorbe mi piel, un grito ahogado sale de mi boca. Al separarse, me mira cómplice—. Supongo que te he respondido.
—¡Me has dejado marca!
—Ahora eres mío. No me importa que te acuestes con otros, siempre y cuando no sea el mismo día que conmigo.
—Qué bonito eres. Tal vez te complazca algún día más.
—Lo esperaré, por el momento vamos a dormir.
Me carga hasta llevarme al lado de la cama que no quiere. La izquierda no parece ser su gusto. Antes de que se acueste, agarro mi móvil y apunto un par de cosas.
—¿Qué haces? —susurra en mi cuello, con su mano en mi abdomen.
—Mirando una cosa —lo dejo y me apoyo en él.
Su pecho robusto es mi almohada y el resto de su cuerpo es mi calefacción. Las mantas nos ocultan, sus brazos me rodean y su respiración choca con la mía de forma suave. Su mano en mi espalda me tranquiliza y me insta al sueño.
—Buenas noches, Jake. Espero mañana te sorprendas verme desnudo.
—Créeme, lo estaré —y cierro los ojos.
Sin esperar otra palabra, dejo que el cuerpo sea consumido por la oscuridad y los brazos de una melodía lejana me abracen con ternura.
Esa melodía... Me suena, me es muy familiar.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top