Capítulo 12
No me acuerdo ni de la última vez que estuve tomando un paseo por el parque, donde todo me relaja si estoy en solitario para escuchar el canto de los pájaros y el viento rozar las hojas con cuidado y ternura.
¿Cuánto tiempo hace? Supongo que no vine desde que mi madrastra se mudó con mi padre. Desde ese día, esa zorra me ha estado amargando demasiado la vida que ni el parque pudo ayudar.
Suspiro, esto es algo que debí volver a hacer. Ya no estoy con esa zorra, sino con Sebastian, quien me cuida y me acepta sin ninguna amenaza de por medio. Me alegro de haberla dejado atrás, y mi padre ya debería pensar en si mismo y divorciarse.
Puede que no sea lo mejor por su trabajo, pero es lo mejor para él y su bienestar.
Cierro los ojos. Estoy tumbado en la hierba fresca de la mañana, hoy no hay trabajo y puedo descansar haciendo lo que quiera. Pero... ¿Hacer qué? La mayoría de mis amigos se mudaron a otras ciudades y solo tengo a mi compañero de piso como distracción.
Respiro hondo, esto no es lo que me esperaba en mi vida, pero los cambios suceden porque sí.
Me quedaría dormido ahora mismo en la hierba, con la sombra del árbol resguardando mi cuerpo y los pies del tronco como mi almohada.
Lo haría, si no fuera porque una voz chillona me molesta. ¿Por qué tengo tanta suerte?
—Mira a quién tenemos aquí —abro los ojos para confirmar que es la mujer que arruinó la vida de mi padre—. ¿Durmiendo bajo un árbol porque no tienes a nadie que te dé un hogar? Siempre puedes suplicar perdón y volver —esa risa me dan ganas de estamparle mi puño en su rostro operado.
—No te equivoques, estoy mejor que con ustedes. Por cierto, ¿qué tal te va la misión de joderle la vida a mi padre a cambio de dinero?
—¿Qué? ¿No quieres que te perdone? —niego con la cabeza—. Ojalá te pudras en la calle.
—Mientras no sea contigo...
—¿Cómo te atreves? —se acerca, me pongo en pie mientras ella levanta la mano para darme una cachetada en la mejilla, pero una mano la detiene—. ¿Pero qué...?
Con la mirada, sigo el borde del brazo hasta llegar al rostro de quien la ha detenido. Si soy sincero, no me esperaba a ninguno de estos dos aquí. Ella no es de parques y a él no lo conozco lo suficiente como para decir algo, pero igualmente no me lo esperaba.
—Señora, ¿ya intentando golpear a chavales? —su voz no contiene seriedad, al igual que su sonrisa no demuestra autoridad.
—Métete en tus asuntos. Esto es cosa de familia —se libera de su agarre y me intenta dar, pero la esquivo sin mucho esfuerzo, se muy lenta.
—¿Acaso tenemos la misma sangre? —pregunto, acercándome a ella con una mirada oscura.
—Estoy casada con tu padre, por lo que me convierte en familia.
—Pero tú no eres nadie para mí. Siquiera intentaste ganar mi aprobación. Vuestra boda fue solo para mantener el trabajo adinerado de mi padre y así aprovecharte de su esfuerzo. Dime, ¿acaso algo de tu cuerpo no es operado? En casa, antes de irme de tu prisión, ya dejé en claro que eres una zorra a la que hay que exterminar. No digo que te vaya a matar, soy incapaz de ello, pero sí te echaría a patadas de mi vista —me da con la mano abierta en la mejilla, pero no duele—. Eres demasiado floja como para hacerme daño ahora.
—Algún día te arrepentirás de lo que dices y volverás a casa suplicando por un techo y comida.
—Sigue soñando, puta. ¿A cuántos hombres te has tirado en la última semana? Porque dudo que mi padre te guste lo suficiente como para llegar tan lejos.
—Me debería de ir. Tengo cosas que hacer, no como tú, mocoso insolente y maleducado.
Sonrío, toda esta situación me hace gracia.
—Hay algo que se me olvidó hacer antes de irme de casa —me acerco a ella más y levanto el brazo para dejarlo caer y golpear su rostro sin ningún sentimiento en mi mirada.
Se echa unos pasos atrás al recibir el golpe y se lleva la mano a la mejilla. La zona se sonroja por el picor en la piel y sus ojos denotan más rabia de la normal.
—Has creado una guerra, niñato —se recompone y se gira para irse, no sin antes escuchar unas últimas palabras de mí.
—Una en la que no ganarás ni una, zorra.
Al irse lo suficientemente lejos, el hombre que nos ha estado observando todo el tiempo por fin habla.
—Ha sido... interesante de ver.
—No sé porqué interfieres, Vladimir. A esta mujer la tengo controlada, aunque solo le haya hablado así un par de veces.
—¿Quién era? Por cómo hablaba, parecía tu madrastra.
—Y eso es lo que es. La mujer que arruinó mi infancia y la vida de mi padre.
—Así que es ella de la que hablaste en la comida —me acuerdo que les resumí mi vida en aquella comida que Mickey me "obligó" a ir—. Le pega el papel de zorra.
—Ya ves que sí. A todo esto, no sabía que te gustaba caminar por el parque.
—En realidad, hago una ruta para correr y el parque es una de ellas.
—Así que es casualidad que hoy nos encontremos.
—¿Te molesta? Si es así, puedo cambiar la ruta y dejarte en paz.
—No, para nada. Mientras no seas Hansel ni Rocco, estoy contento.
—Me alegro. Me gustaste mucho en el trabajo.
—Te aviso de primeras. Si vuelves a intentar irte de la mano, sufrirás las consecuencias —levanta las manos.
—Tranquilo, tigre. Ahora mismo no te estoy haciendo nada y tampoco he dado un paso a ti —una sonrisa neutra, ¿qué se le estará pasando por la cabeza?—. Si quieres, puedes correr conmigo todo lo que quieras. El ejercicio es importante y te deja la mente en blanco.
—Dudo que dejar la mente en blanco mientras corres sea buena idea. Pierdes capacidad de reacción y no puedes esquivar a tiempo. ¿Y si te va a atropellar un coche y no reaccionas a tiempo?
—Dicho así, correr suena una mala idea.
—Siento si te molesta mi comentario, es solo que no quiero hacer algo físico que implique las palabras "peligro", " tropezar" y "accidente".
—Te entiendo. Si no quieres, está bien —mira su reloj por un par de segundos—. Debería volver a mi rutina si quiero terminar a tiempo. Más tarde tengo una quedada y no puedo faltar.
—Vale. Nos vemos luego, Vladimir.
—¡Hasta luego! ¡La próxima vez que nos veamos fuera del trabajo, te invito a un café! —grita mientras se aleja meneando su brazo en señal de despedida.
Sonrío por su gesto típico de dibujos animados.
Es un buen hombre, pero cualquiera se puede aprovechar de esa gentileza. Dudo que Vladimir caiga en tal cosa, pero si algo le llegara a pasar, decaería y su trabajo sería inexistente.
Esperemos que nada malo le llegue a pasar. Por ejemplo, que ningún coche lo atropelle mientras corre.
Cruzaré los dedos.
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