Capítulo 10

Espero no tener que arrepentirme de lo que voy a hacer. Podría haberme callado la boca y no decir nada de lo que pasó hace un momento, así no estaría llamando a la puerta de Rocco para pedir disculpas.

Vuelvo a llamar, creo que sabe que soy yo. Sino, seguro que habría abierto en cuanto rocé el timbre.

La puerta recibe un leve golpe. Está mirando por la mirilla.

—Abre —le ordeno, otro leve golpe—. Te he descubierto, hombretón —toda esta situación me hace gracia.

—¿No me vas a pegar? —huelo el miedo a mi persona traspasando la puerta.

—¿Por qué debería hacerlo?

—Huí de la conversación —la puerta le hace un tono extraño. Eso o que de verdad está hablando así—. En cuanto me dijeron que eras tú, huí de inmediato.

—Pero esa no es excusa de querer pegarte. Venga, abre, no vaya a cambiar de opinión y me largue sin pedir disculpas.

En cuanto escucha la palabra "disculpa", la puerta se abre lo suficiente para ver la mitad de su rostro.

—¿Disculparte? —¿por qué su rostro apenado me parece tierno?

—Sí. Les conté lo que pasó y me hicieron venir a base de órdenes. Pero bueno, somos vecinos y no quiero a un cachorro lloriqueando en el pasillo.

—¿Así es como te disculpas siempre? —le ha molestado.

—No. Aveces soy más realista y duro. Tienes suerte de que esta vez esté un poco más suave.

—No entiendo porqué Sebastian se ha enamorado de ti.

—¡Ya te he contado que vengo de una infancia de mierda! Así me criaron y así me comporto por lo que me han pegado.

—Te creía mejor —desvía su mirada al suelo—. Les diré que tienes mis disculpas, pero sabes que no será cierto —va cerrando la puerta, pero le detengo.

—¡Espera! —mi pie detiene el curso de la puerta—. Yo... Lo siento. Yo no soy así, de verdad. Es tan solo un mecanismo de defensa ante vosotros.

—¿Por qué?

—¿Por qué será, don estrella porno gay?

—Ya veo —suspira, se pone a pensar y al final abre la puerta—. Pasa. Tómate un café conmigo y hablemos de "tus disculpas" —hace comillas con los dedos.

—Que no se te ocurra hacer nada indebido —aunque ya parece que lo va a hacer recibiéndome en toalla.

Entro a su piso y veo que todo está un poco oscuro. Las persianas no están subidas y la luz natural se desaprovecha por no dejarla entrar. Está bien decorado, pero se vería bien si hubiera algo más de luz.

Entro a la cocina, ya que nuestros pisos son de la misma estructura, y me siento en una silla mientras él enciende la cafetera.

—Está todo muy oscuro —enciende la luz—, ¿es que no te gusta la luz solar?

—No es eso. Cuando no estoy, me gusta que todo esté fresco. Así, cuando llego, noto el frescor que la oscuridad ha creado.

—En verano es al revés, pienso yo.

—El como lo piense cada uno es muy distinto —echa café en dos tazas y me pasa una.

—Gracias —le doy un sorbo, no es mejor que el que prepara Sebastian, pero al menos está bueno.

—Con que los demás te han ordenado que vengas a disculparte.

—Misión fallida, supongo.

—Lo estás intentando. Por cierto, no me esperaba que me dejaras temblando tan fácilmente.

—Tener una puta arpía como madrastra tiene sus cosas. Como que sabes defenderte de todas las amenazas con más amenazas.

—¿Lo que yo hice era una amenaza?

 —"No te gustará lo que te haré", dijiste. Para mí, eso era una amenaza.

—Entonces yo también lo siento. Supongo que los dos hemos hecho cosas que no gustan al otro.

—Y yo pensaba que tu posición de maduro era solo pornográfico.

—También tengo mi vena madura. No soy tan tonto como crees.

—¿Y por qué trabajo para manteneros a raya?

—No lo sé. Cosas del jefe, supongo. Es un cachondo mental. 

—No sé cómo tomarme eso, pero supongo que es un bromista.

—En realidad es un gran jefe, pero aveces se pasa un poco en lo que nos manda. Por ejemplo, en hacer caso al canguro que contrata, tú. No es que nos haga gracia, nos molesta. Es como si dijera que no somos para nada adultos.

—Lo sois —es cierto que yo tampoco entiendo lo que quiere hacer Liam con todo esto del canguro.

Voy a dar otro sorbo de café, pero noto que se me ha acabado.

—Tranquilo, voy a por más —agarra mi taza y se acerca a la cafetera de nuevo.

Lo rellena y se da la vuelta a mí, pero esta vez con la toalla en el suelo y su miembro gordo y largo al aire libre.

—¿Quieres más café? —mete su miembro en la taza y la moja de café, dejando que el líquido caiga al suelo y gotee de la punta de su miembro—. Toma más café.

Este tío no tiene remedio. Me levanto, me acerco a él y me agacho para meter su miembro en mi boca y llevarme todo el café que alberga en la piel. Al absorberla, me la trago y me levanto para irme a la puerta con su rostro sorprendido de lo que he hecho.

—Cuando me lo propongo, querido Rocco, no tengo límites. Ahora, si me disculpas, me voy a mi casa. Tengo que hacer un par de cosas.

Con el maduro petrificado de mi acto, paso el marco de la puerta para volver a entrar en mi casa e ir a por Sebastian, quien está en el sofá sin la camisa puesta por el calor que hace. Me siento encima de sus piernas con una sonrisa y le acaricio el rostro.

—Vaya, vaya... ¿Está usted bien, señor Jake?

—Bastante bien, señor Sebastian. ¿Le gustaría un momento íntimo y duro en la cama con este culo que usted dice que le vicia?

Se levanta conmigo en brazos y se acerca a mi rostro para besarme con lujuria.

—Será todo un placer, mi amor —y nos vamos a la habitación entre besos, con nuestras hormonas por los aires gracias al calor y lo cachondo que estamos.

Bueno, Rocco. Ya me he disculpado como querías, o eso espero.

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