12.

La camisa del caballero,
el vestido de la dama,
arranca almas, acaricia pieles,
se pierde el tacto entre el oscuro
y se descubre
en los rincones iluminados de mi ser.
Luz candente que me toca,
más suave que tus dedos callosos,
dejaste de ser violeta
y pasaste a ser azulado,
más oscuro,
más apagado.
Más violento, más desesperado.
Arrancando entre los caños
la camisa de la dama,
el vestido del caballero,
cayendo todo al suelo
en una orgía sin ruido,
oculta, en la oscuridad de las luces
que iluminan
solo los bordes de mi cuerpo.

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