10.

En el claroscuro de mi alma,
el cuerpo se sorprende,
que, por primera vez,
aquella oscuridad
no está dentro suyo
pudriendo su ser,
sino fuera, por momentos,
acariciando el canela de mi piel
y despertando mi corazón,
a espera
de volver a hacer de mi vida
un completo desastre.

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