Capítulo 11



 Cuando abrí mis ojos estaba confinada en un espacio oscuro en el que apenas podía ver mi silueta. Las voces de Alexandra y los engendros resonaban a mi alrededor. Estaba flotando. Tenía miedo, estaba aterrada de experimentar aquel sufrimiento y dolor de nuevo, pero a la vez, estaba furiosa. Y el odio y la ira que crecía dentro de mí me habló.

—Relájate, perra. Cuando ya no aguantes el dolor estaré allí para salvarte el trasero —me dijo una voz muy carrasposa en la negrura—. Y cuando eso suceda.

—Cuando eso suceda, ¿qué sucederá? —pregunté con incomodidad.

—No volverás a sentir dolor jamás.

Me desperté sobresaltada, sudando y emitiendo vapor con mi cuerpo como consecuencia. Respiraba con dificultad y el corazón me latía con rapidez. No entendí lo que me pasaba en ese momento. Y estaba por olvidarlo, cuando noté a Dash sentada a un lado de mí, mirándome sin emitir sonido alguno.

—¿Estabas mirándome? —pregunté desconcertada.

—¿Pensaste que eras la única que estaba observando a alguien en todo este tiempo? —respondió aventándome un objeto pesado al estómago.

La textura de cuero entre mis manos me hizo saber de qué se trataba.

—Mientras más temprano salgamos, más pronto regresaremos —Me recordó ella esperando que yo agarrara la mochila, la cual yo estaba mirando con una interrogante en mi rostro—. No preguntes, solo vístete con lo que hay adentro y vámonos —ordenó para luego salir de la habitación.

»Te estaré esperando en la puerta de entrada. —avisó antes de irse.

No lo noté hasta que ella se fue, pero seguía sudando y mi cuerpo se sentía caliente. Emitiendo así el sudor en forma de vapor por mi cuerpo.

—Solo fue un mal sueño. —me dije a mi misma en voz alta.

Abrí la mochila y saqué la indumentaria del interior, para vestirme lo más rápido posible e ir al encuentro con Dash. La ropa era bastante gruesa, aunque no lo suficiente para los climas fríos. Salí por primera vez luego de una semana de aquel invernadero, temerosa, pero a la vez decida a plantar cara a lo que me esperaba. Pero todo estaba silencioso. No había nadie más en aquella gran estancia, salvo Dash y yo. Me sentía incomoda, y cuando estaba incomoda solía hacer muchas preguntas, para liberarme de la tensión.

­—¿No es ropa muy poco abrigada para el clima de afuera?

—Comenzaras de forma inconsciente a regular tu temperatura —me respondió.

—Si a nosotros no nos afecta el ambiente de la superficie, ¿significa que somos la raza dominante? —pregunté.

Ella soltó un cansado suspiro, como resignada a tener que responder por cortesía.

—Nunca dejas de preguntar, ¿cierto? El ambiente tóxico de afuera no nos afecta, al contrario, nos hace más poderosos, pero también hay animales que durante nueve años se han adaptado a esta atmósfera y se mueven por ella como si fuera un patio de juegos, siendo mucho mejores que nosotros en este ambiente. Cada ser vivo ha evolucionado y se ha adaptado —el tono suave y sereno con el que decía las cosas era algo de otro mundo.

Ese día el lugar estaba extrañamente solitario. No había rastro de engendros por ningún lado. Ni siquiera estaban los que custodiaban la entrada.

—¿Dónde están esas cosas?

—A veces desaparecen por días, lo cual suele ser complicado. Porque si no hay nadie aquí cuando se van es muy difícil entrar. —respondió ella.

La enorme puerta de concreto y metal de la estancia principal se abría mediante un mecanismo de poleas, que accionabas al bajar una palanca. Al llegar, ella accionó dicha palanca y el mecanismo comenzó a funcionar ocasionando un sonido mecánico. Al terminar de accionarse la gran puerta de unos trece metros de alto, se abrió dejando pasar un torrente enorme de aire tóxico. Este llegó a nosotras como una ventisca. El lugar estaba tan presurizado que la fuerza del viento casi me hace caer. Cuando la ventisca se calmó comenzamos a caminar hacia las afueras.

Sentí el cambio de temperatura, pero instantáneamente la nieve alrededor de mí se fundió por el calor que emitía mi cuerpo.

—Tu cuerpo la regulará por si sola, deja de pensar en ello. —me sugirió Dash.

La base era un bunker escondido en un viejo complejo, por ende, estaba bastante oculta de toda criatura o ser que vagara por esa desolada tierra. La puerta tras nosotras se cerraba como por arte de magia al salir, estaba por preguntar a Dash el porqué de eso, cuando ella se me adelantó y colocándome un dedo en la boca me dio un ultimátum.

»Te quedan solo dos preguntas más, así que si yo fuera tú pensaría bien cuando formularlas, que sean de importancia y no cosas estúpidas. —Me advirtió para luego alejar su dedo de mi boca.

Me limité en ese momento y me quedé en silencio durante unos minutos a la vez que caminábamos. No sabía que rumbo tomaríamos y lo único que veía era una ciudad bañada en nieve y hecha añicos, devastada después de La Expansión. Por alguna razón mi cuerpo se sentía más ligero que antes y el respirar ese aire rico en toxinas, era gratificante. Aunque el frío era demasiado intenso, incluso con mi indumentaria me era difícil mantener mi calor corporal.

—La mejor forma de moverse aquí arriba para nosotros es correr. Evitaremos el camino principal, el viaje será más largo, pero si vamos entre los callejones será más seguro. No hagas mucho ruido.

Los estiramientos que comenzó a hacer me confundieron. Y olvidando lo que ella me había dicho, pregunté sin pensarlo.

—¿Vamos a correr en la nieve?

Pero ella no respondió. Después de un pequeño impulso solo pude ver a Dash que desaparecía con rapidez en la lejanía. Era como ver a un atleta olímpico esprintar, no, mejor que eso, era como si se deslizara sobre la superficie sin dificultad alguna. La perseguí con todo lo que tenía, para no quedarme atrás. Pero no pasó mucho tiempo hasta que comenzara a experimentar el agotamiento.

Por otro lado, ese sitio en el que nos encontrábamos se había convertido en un lugar horrible. Las calles estaban vacías, excepto por unas pocas criaturas comiendo algunos cadáveres congelados en la carretera. Gracias a los agudos sentidos de Dash, pudimos sortearlas antes de toparnos con ellas. Pero había que tener cuidado, los aburridos gruñidos de las bestias podían oírse lejos en la distancia. Después de un tramo bastante largo y habiendo entrado en otra zona, una más residencial, yo estaba exhausta.

—N-no puedo, d-debo descansar, un minuto. —Le rogué lanzándome de lleno contra la nieve.

Sentía que mis pulmones se saldrían por mi boca y la respiración me quemaba.

—Solo fueron quince minutos, aún nos queda camino por recorrer, así que levántate. —ordenó.

Aquí es cuando yo de estúpida utilicé mi última pregunta.

—¿Qué no se supone que nosotros no nos cansábamos? Que la energía que obteníamos era de las toxinas. Estoy rodeada de ellas, entonces ¿qué pasa? —pregunté jadeando como perro.

—No absorbemos las toxinas del ambiente con la misma velocidad a la que las quemamos, tu cuerpo necesita asimilarlo. Así que levántate o te arrastrare por todo el camino rumbo a encontrarnos con el viejo. —amenazó señalando en la dirección a la que nos dirigíamos.

En ese momento mencionó al viejo y quería preguntar a quién se refería, pero esta me frenó en seco cuando intente abrir mi boca.

»Se te acabaron las preguntas, si haces una pregunta más meteré mi pie tan profundo en tu trasero que vas a quedar excretando hacia adentro.

Mi cuerpo se estremeció, así que solo me levanté lo más rápido que pude, no quería quedar cagando hacia adentro. Y sin decir nada levanté mi pulgar en señal de aprobación, que podíamos continuar, aunque yo tenía mis pulmones casi que en mi garganta.

»Otra cosa. Vamos por un lugar peligroso —aclaró mirando hacia adelante—. Habría evitado esta ruta si tuviera otra opción, pero el territorio de la bestia dominante aquí es demasiado grande. Si queremos evitar esta zona, tendríamos que atravesar por una ruta mucho más sinuosa.

—Entonces, supongo que no hay de otra.

—Todas las bestias tienen sus propios territorios. Esta puede ser el área más peligrosa, pero también es la ruta más segura. —respondió.

—El área de matanza la ruta más segura. Cuanta ironía.

—Escucha —agregó ella enseriando su expresión al ver que yo vacilaba—. Las demás criaturas se mantienen alejadas debido a la presencia del depredador dominante en esta zona. Si tenemos suerte, tal vez ni siquiera atraeremos su atención.

Luego de la pequeña charla continuamos, solo que esta vez íbamos a paso ligero. Unos treinta minutos y todo iba bien. Hasta que ella se detuvo con brusquedad y se agachó a un costado, poniéndose a cubierto detrás de un automóvil. Hubiese seguido de largo de no ser porque ella me agarró por el cuello de mi gabardina y me estrelló contra el suelo, para detenerme.

—¿Qué...

Pero antes de que pudiera quejarme ella cubrió mi boca y me arrastró debajo del coche. Me libré de su agarre tratando de entender qué rayos estaba pasando, así que traté de susurrarle. Pero me cubrió con su mano la boca de nuevo antes de que pudiera hacerlo.

—Allí en el fondo. —expresó ella en susurros apenas audibles.

Esta miraba hacia un lugar a lo lejos. Y yo trataba de buscar con mi vista la dirección en la que ella veía, pero no lograba ver nada. Al parecer algo estaba allí, así que enfoqué mi visión para tratar de encontrar aquello a lo que Dash estaba viendo, y ahí, muy a lo lejos lo divisé.

Era una especie de cerdo, del tamaño de un oso. Que escarbaba con insistencia en el compartimiento trasero de un auto. A primera vista no parecía tan amenazante, y aunque era bastante corpulento no pude divisar en su cuerpo ningún tipo de extremidad diseñada para cazar. Lo cual me decía que era un herbívoro.

Dash notó que yo estaba mirando al cerdo y en silenció me corrigió.

»No eso. Arriba, en la cornisa.

Para mi impresión no era a la criatura a lo que ella se refería. Era a una persona en lo alto de un balcón. O al menos eso pude distinguir. El individuo usaba una especie de camuflaje, lo cual lo hacía casi invisible. Pero aún podía verse su silueta si prestabas mucha atención a los copos de nieve que se detenían sobre este.

Podía notarse la tensión que ejercía ese individuo sobre el ambiente. Haciéndolo pesado. Después de unos segundos perdí la orientación y ya no sabía si seguía allí o no. Pero por suerte para mí no pasó mucho tiempo hasta que Dash se levantara. Dándome a entender que el peligro había pasado.

—Bien, ya podemos continuar.

—¿Puedo preguntar qué fue eso?

—No, ahora camina. Este lugar no es muy seguro.

Tenía razón en lo que decía, el lugar en el que estábamos era muy abierto y con pocos sitios para esconderse. Así que asentí, para comenzar a andar de nuevo. Caminamos sin detenernos, alertas todo el tiempo. Por suerte nada nos atacó, el lugar solo estaba repleto de esos extraños cerdos. Al llegar a un edificio lo bastante grande ella se detuvo y mirándolo me advirtió.

—Aquí es. No hagas estupideces, te lo agradeceré.

Su seriedad era tan imponte que me reservé a asentir con la cabeza, esbozando una nerviosa sonrisa.

Entramos en el interior de aquel gigantesco, pero deteriorado edificio. Estaba muy dañada la estructura de aquella monumental construcción. Alerta en todo momento, pero sin poder defenderme en caso de ser atacadas. Dimos cerca de treinta y cinco pasos antes de subir por una escalera hasta el piso tres. Cuando abrimos la puerta principal hacia una de las habitaciones, una persona nos esperaba sentado en el suelo, tomando alguna especie de bebida mientras nos daba la espalda a nosotras.

—Dash, te vi desde la ventana.

Resonó por el eco del lugar una voz bastante familiar para mí. Al este girarse hacia nosotras me di cuenta de quién era aquel hombre, el líder de la corporación Tifón.

—¿Tú de nuevo? ¿Qué haces aquí? —pregunté algo desconcertada.

A lo que él respondió bebiendo con tranquilidad.

—Oh, me alegra saber que sigues con vida. ¿Pudiste encontrar tu ciudad?

El pesar cayó sobre mí, y mirando con desdén hacía el suelo moví mi cabeza lado a lado, dándole su respuesta.

»Lo siento. —respondió con tristeza en su voz.

—Carfchenco, Alexandra me envió a buscarte. —Le explicó Dash mientras se acercaba a él.

Dash ni siquiera se molestó en preguntar de dónde nos conocíamos el viejo y yo. Fue directo al punto.

—No gracias —respondió él—, estoy bien aquí. La última vez me acerqué a Alexandra terminé sangrando por el trasero durante semanas.

Dash se agachó a su lado.

—No me vengas con esto ahora. Sabes que debes ir con ella.

El hombre la miró con recelo y le preguntó.

—¿Qué me garantiza que cuando llegue ella no intentará arrancarme la cabeza?

A lo que Dash respondió en completa serenidad, al colocar una de sus manos en el hombro del viejo.

—Si ella quisiera matarte, en este momento no estuviéramos teniendo esta conversación y lo sabes.

Su mirada en ese momento era tan vacía que podía afirmar ver algo de temblor en las manos de aquel hombre. El cual luego de tragar hondo, se levantó, tiró el vaso con la bebida y dijo.

—Está bien. Vamos entonces.

—No iremos por la superficie, la vi de nuevo Carfchenco. —le comentó Dash.

La piel del hombre se tornó pálida, sus labios perdieron su color natural y su expresión pasiva cambió por completo.

—Eso no es bueno. Nada bueno. Supongo que lo mejor será que utilicemos el tren subterráneo, ya que también está por llover.

Al decir aquel hombre eso, algo me confundió, así que pregunté para aclarar mi duda.

—¿Pero de qué hablan? Solo es lluvia.

El viejo soltó una gran carcajada nerviosa, casi atragantándose con su propia saliva de la gracia que le causó mi pregunta, lo cual me irritó.

—Como se nota que no eres de la superficie. Pequeña, ninguna criatura o persona sale cuando la lluvia negra se avecina. Cuando las grises se alzan conquistando el cielo, se viene la oscuridad. Y créeme, no querrás estar afuera cuando eso pase. Mucho menos si esa cosa está patrullando por allá afuera.

Explicó el viejo mientras se sacudía el polvo de su ropa y comenzaba a caminar hacia las escaleras.

No entendía lo que estaba pasando, pero algo me decía que no aclararían mucho mis dudas.

En silencio lo seguimos y comenzábamos a bajar. En eso un fuerte golpe me hizo descender por las escaleras hasta quedar estampada contra una pared, seguido de un fuerte dolor en mi trasero. Me agarré allí atrás con dolor y volteé a mirar quien me había golpeado, encontrando a Dash con su pie levantado.

—Te dije que te haría cagar hacia adentro si volvías a preguntar, no creas que se me había olvidado.

—Pero no tenías que haberme pegado tan fuerte, eso realmente duele. —Me quejé agarrándome el trasero debido al dolor que sentía.

Luego de la pequeña escena descendimos hasta el nivel subterráneo del edificio, en el cual pasaban las vías del viejo tren.

—Hace años que el subterráneo dejó de funcionar, pero los canales siguen conectados con cada ciudad del país, llegaremos más rápido y un poco más seguros. —Nos explicó el viejo sacando de su abrigo una pequeña linterna.

—¿Un poco más seguros? —pregunté.

—Hija, en la superficie abundan los carroñeros. Tendríamos mucha suerte si no nos topamos con ninguno. —respondió el vejestorio.

La oscuridad del túnel no era tanta, quizás por lo aguda que era mi vista ahora. Pero aun así no se podía ver más allá de unos quince metros.

—Momento —dije deteniendo mi marcha—. No pienso seguir moviéndome por este mundo desprotegida como hasta ahora. Bestias, carroñeros, "esa cosa". Quiero un arma.

Ambos se quedaron mirándome en silencio durante algunos segundos. Luego Dash metió la mano en su chaqueta y sacó un pequeño cuchillo que me aventó de inmediato. Por suerte, pude atraparlo por el mango.

—¿Qué es esto?

—Tú arma. —respondió.

—¿Esto?

Debido al asombro en mi expresión, Dash agregó.

—Antes de que empieces a quejarte, te diré que ese cuchillo tiene una hoja de 20cm, no es tan pequeño. Y dicha hoja está conectada a una batería interna dentro del mango, que conduce la suficiente electricidad para aturdir a una criatura grande cuando tocas el pequeño botón en la empuñadora. Aunque claro, es de uso único. Luego solo tendrás un cuchillo.

—No es que me queje, pero ¿no tienes algo mejor?

—Eso es quejarte. Y de momento no tengo nada más —respondió ella comenzando a caminar de nuevo.

No me agradaba mucho el pequeño mondadientes que me habían dado, pero al menos podría defenderme llegado el momento.

Mientras caminábamos por los túneles el viejo no dejaba de tratar de sacarle conversación a Dash. Esta se veía reacia a contestarle, pero igualmente lo hacía.

—Y dime Dash, ¿cómo sigue tu cuerpo?

—Mejor que antes y no gracias a ti. —respondió sin siquiera mirarlo.

Podía notar la tensión entre ellos, como si algo pasara. Pero yo para tratar de conseguir información y a la vez saber algo sobre ellos, empecé mi tanda de preguntas.

—Dash ¿por qué eres tan fría con él? —pregunté tratando de alinearme con su caminata.

—No soy fría. Él solo busca molestar. —respondió con seriedad.

—Vamos Dash, sabias a lo que enfrentabas al momento de aceptar ser uno de nuestros sujetos de prueba. Además, tú y yo hicimos un trato. Y hasta ahora ese trato sigue en pie. —reveló el viejo.

—Lo sé, no es necesario que sigas hablando del tema.

Su respuesta fue rápida. Como si no quisiera que yo supiera de que hablaban. Había un secreto entre ambos. Y yo debía conocerlo, pues conocer sus secretos me daba acceso a sus debilidades, transformándose en un arma. La cual podría utilizar en su contra llegado el momento.

—No te desquites conmigo —continuó agregando él—. Ustedes querían poder y eso fue lo que les dimos.

—Y gracias a eso destruyeron al mundo. —respondí uniéndome a la conversación.

—Era eso o dejar que Kaiser y el imperio Bloom nos exterminara. Al menos nosotros le dimos una oportunidad al mundo de salvarse, que, aunque muy pequeña es mejor que nada. ¿O crees que con un ser como Kaiser vivo habría al menos una pequeña posibilidad de salvación?

—Oh, ¿entonces debo agradecerles? Agradecerles por vivir bajo tierra durante toda mi vida, experimentando la miseria para luego ver a mi equipo y familia morir. Así como contemplar como el único hogar que tuve alguna vez fue destruido, para después ser torturada por esa maldita loca de Alexandra. ¡A la mierda con tu salvación! ¡Quiero justicia!

Me detuve haciendo que mi grito hiciera eco por todo túnel. Ambos se detuvieron. Dash mantenía la misma expresión de siempre, pero el hombre estaba algo sorprendido.

—Lo siento —mostró de nuevo tristeza en su mirada—, yo no sabía eso. Y sé cómo te sientes, pero era la única solución. Solo déjame aclararte algo, ese tipo de "justicia" que buscas no es la solución. Estás disfrazando la venganza. Suelta ese rencor, debes dejarlo ir. —me sugirió con mucha fuerza en su voz.

—¿Qué?

Pregunté llena de incredulidad.

Antes de darme cuenta ya lo tenía agarrado por la camisa y lo había levantado del suelo, estrellando su cuerpo con furia contra la pared detrás de él. Haciéndolo soltar un pequeño quejido de dolor.

»La venganza, es lo único que tengo ahora.

—Eso no es cierto —comentó Dash—. Habrá cosas que te fortalecerán por estar en este lugar, aquí se reúne gente con distintos pasados e historias, al interactuar con ellos y conocerlos adquirimos experiencia que no se puede conseguir en soledad. Las nuevas experiencias te llevan a la autorreflexión y al conocerte a ti mismo, puede que se te abran nuevos caminos.

Dash se acercó más hacía mí.

»Yo he vivido más tiempo que tú y he tenido también mis propios problemas, tú no eres la única que sabe lo que es perder a alguien.

Inmediatamente después que dijo esas palabras fue que pude soltar la fuerza con la que comprimía aún al pobre hombre contra la pared. Había olvidado que yo no era la única que había sufrido. Me había estado enfocando tanto en mí, en las cosas malas, en la desesperanza, que había olvidado los pequeños detalles que aún podían motivarme a continuar.

»Recuerda esto, tanto entre los monstruos como entre los humanos existen dos tipos. Aquellos que experimentan el sufrimiento y lo extienden hacia los demás. Y los que lo experimentan también, pero evitan esparcirlo hacia el resto. Sigues con vida, encuentra un motivo para continuar.

Luego sentí su mano en mi hombro, la cual me apretaba con suavidad. Fue reconfortante.

Seguida de esas palabras continuó caminando por el túnel, mientras el viejo a mi lado me decía en susurros.

—Sigamos caminando. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top