9
Me encontraba en medio de una multitud bulliciosa, rodeada de luces parpadeantes que creaban un caleidoscopio de colores sobre las paredes y el techo, mientras las risas estruendosas y las conversaciones animadas llenaban el aire, reverberando en la enorme suite de Niragi. Era una fiesta privada organizada Exclusivamente por Los Militares, y aunque había decidido asistir por mi propia voluntad, no podía evitar sentirme más fuera de lugar que nunca. La música pulsaba en el fondo, creando un ambiente festivo que contrastaba fuertemente con el torbellino de emociones que intentaba contener dentro de mí.
La suite era deslumbrante y espaciosa, decorada con una opulencia que contrastaba marcadamente con mi propio alojamiento. A mi alrededor, la gente se movía con una confianza que yo no sentía. La mayoría de los asistentes eran miembros del grupo de Aguni, pero entre ellos, había algunas chicas que no reconocía, jóvenes de miradas sensuales y sonrisas enigmáticas, ajenas a mi presencia y, probablemente, a mi incomodidad, que se paseaban semidesnudas por toda la habitacion.
Desde que había entrado, mis ojos buscaban involuntariamente a Niragi entre la multitud, antes de encontrarlo al otro lado del lugar, rodeado de personas que lo admiraban y seguían con la devoción que siempre parecía inspirar. Estaba hablando con una chica que estaba sentada en su regazo, su figura imponente y su sonrisa encantadora haciéndola destacar entre las demás.
Yo no me parecía en nada a ella.
Me mordí el labio inferior, sintiendo un nudo en la garganta al ver cómo Niragi se inclinaba hacia la chica y le susurraba algo al oído. Ella rió, y él también, pero su mirada se desviaba una y otra vez hacia donde yo estaba parada, sintiendo sus ojos sobre mí incluso a través de la abrumadora distancia que nos separaba.
Traté de apartar la mirada, de concentrarme en cualquier otra cosa que no fuera él, pero era como si estuviera imantada hacia su presencia. La sensación de tenerlo tan cerca y tan lejos al mismo tiempo me cortaba la respiración. Había aceptado la invitación a regañadientes, sabiendo que estaría en territorio hostil, rodeada de personas que podrían considerarme incluso una intrusa. Pero la necesidad de entenderlo, de ver por mí misma cómo se desenvolvía en su propio entorno, me había llevado a dar ese paso.
Cada risa compartida, cada gesto de afecto que presenciaba de Niragi hacia la chica, me golpeaba como un puñal en el corazón. Era consciente de que lo que había entre ellos ya no era mío, que algo había cambiado irrevocablemente desde aquella noche en la que todo se desmoronó. Pero verlo en acción, verlo disfrutar de la compañía de otra persona de esa manera tan íntima, era un recordatorio brutal de mi dolor y mi soledad.
Intenté mezclarme con los demás, esforzándome por integrarme en las conversaciones que surgían a mi alrededor. Me acerqué a aquellos que conocía de vista, esbozando sonrisas y soltando comentarios triviales que sonaban extrañamente mecánicos. Cada palabra que pronunciaba se sentía vacía, como si mi voz estuviera desconectada de mi verdadero ser. Mientras intercambiaba saludos y frases corteses, mi mente, una y otra vez, regresaba inexorablemente a Niragi.
Él se movía por la suite con una seguridad inquietante, su presencia dominando el ambiente sin necesidad de decir una sola palabra. Cada vez que nuestras miradas se cruzaban, sentía una sacudida que me recorría todo el cuerpo. Había algo en sus ojos, una mezcla de intensidad y oscuridad, que me hacía temblar por dentro. Esa mirada suya, penetrante y enigmática, parecía desnudarme emocionalmente, dejando al descubierto mi vulnerabilidad más profunda.
Hasta que decidí tomar un respiro, escapar por un momento del tumulto y del dolor que me envolvía. Me dirigí hacia el balcón, donde la brisa nocturna me acarició el rostro y el murmullo distante del mar ofreció un consuelo momentáneo. Apoyé las manos en la barandilla y cerré los ojos, tratando de encontrar algo de paz en medio del caos emocional que me atormentaba.
—Parece que te sientes como en casa aquí —dijo una voz irónica a mis espaldas.
Lo escuché antes de verlo. La voz resonó con una ironía tranquila que hizo que me girara automáticamente. Allí estaba él, con su cabello castaño muy oscuro y una sonrisa ligeramente torcida que me recordaba tanto a Niragi. Era como si el universo se estuviera burlando de mí al poner a alguien tan parecido a él justo en mi camino.
El chico frente a mí tenía una presencia magnética, sus ojos chispeaban con una mezcla de diversión y una astuta inteligencia. Su semblante, aunque no idéntico, tenía ciertos rasgos que evocaban la misma sensación de peligro controlado que el azabache irradiaba sin esfuerzo.
Vestía con estilo, con una camisa abierta floreada que resaltaba sus hombros anchos y un par de pantalones negros ajustados que complementaban su figura.
Decidí jugar su juego, usando la misma ironía que él había empleado.
—Oh, claro. Me he mudado recientemente, es que esta suite parece mucho más acogedora que la mía propia —respondí, arqueando una ceja con una sonrisa sarcástica.
Él rio, una risa suave y melodiosa que parecía hacer eco en el balcón vacío a nuestro alrededor.
—Bueno, al menos alguien más tiene sentido del humor aquí —comentó, todavía con esa sonrisa traviesa en los labios. El chico se acercó un poco más, con una confianza que me recordó a Niragi en sus mejores días. —Soy Daichi —se presentó, mientras tomaba un lugar a mi lado sobre la barandilla de piedra del balcón.
—Nanami —respondí, estrechando su mano con una mezcla de nerviosismo y curiosidad.
Daichi me miró con interés, como evaluando algo en mi expresión.
—Ah, la famosa Nanami de quien todos hablan —dijo con un guiño, soltando mi mano después de un momento—. No eres exactamente lo que esperaba.
Lo miré con una ceja alzada, sorprendida por su comentario inesperado pero también divertida por su franqueza.
—¿Oh, no soy lo que esperabas? ¿Decepción? —pregunté, dejando que mi propia ironía se filtrara en mis palabras mientras arqueaba una ceja con diversión.
Daichi se recostó un poco más contra la barandilla, sus ojos centelleando con una chispa juguetona.
—Todo lo contrario —respondió con un brillo travieso en sus ojos mientras me miraba de reojo.
—Supongo que eso es mejor que ser completamente predecible —comenté, dejando de lado por un momento la pesada carga emocional que había estado llevando desde que llegué a la fiesta.
El chico asintió con complicidad antes de que yo continuara hablando. —¿Y tú? ¿Quién eres? ¿Qué te trae aquí? —pregunté, jugando con la misma curiosidad que él había mostrado hacia mí.
Él inclinó la cabeza ligeramente, como si estuviera considerando cómo responder a mi pregunta.
—Soy parte de Los Militares, al igual que tu, aunque no suelo frecuentar el hotel. Mis misiones tienden a llevarme fuera de La Playa con frecuencia —explicó con una sinceridad tranquila, como si estuviera acostumbrado a revelar solo lo necesario. —Aunque cuando estoy aquí me gusta observar los dramas humanos de los menos ocupados, y las fiestas de Niragi siempre ofrecen un buen espectáculo.
Me reí, aunque la pregunta que había surgido en mi mente no dejaba de causarme una profunda curiosidad. ¿Niragi había organizado este tipo de fiestas antes? Esa idea implicaba que llevaba más tiempo en este mundo caótico que yo, y eso era, en sí mismo, profundamente inquietante. Pero empezaba a comprenderlo de a poco: algunas personas si que parecían haber entrado mucho antes que otras.
Me quedé mirando a Daichi, captando la ligera sombra de ironía en sus palabras.
—Entonces, ¿eres de los que prefieren mantenerse en las sombras? —pregunté, desviando la mirada hacia el tumulto de la fiesta detrás de nosotros, como si buscara confirmar si realmente era así como actuaba él.
Se rio suavemente, una risa que parecía vibrar en el aire nocturno entre nosotros.
—Algunas veces es mejor observar desde afuera, ¿no crees? —respondió con una sonrisa torcida, sus ojos oscuros brillando con complicidad. —¿Y tú? Si la fiesta no es exactamente tu entorno favorito ¿Qué es lo que haces aquí? —observó, cambiando el enfoque hacia mí de manera amable pero directa.
Me encogí de hombros, sintiendo la brisa nocturna acariciando mi piel mientras buscaba las palabras adecuadas.
—No, no exactamente —respondí, desviando la mirada hacia el horizonte oscuro más allá del balcón.
Daichi se quedó en silencio por un momento, como si estuviera evaluando mis palabras. Luego, se movió ligeramente más cerca, casi imperceptiblemente, pero suficiente para que nuestros hombros casi se tocaran. El estaba de espaldas apoyado contra la barandilla, mientras que yo observaba hacia el horizonte negro.
—Quizás las fiestas no son tan malas cuando encuentras la compañía adecuada —comentó en un tono más bajo, con una intensidad subyacente en sus palabras que hizo que mi corazón latiera un poco más rápido.
—Supongo si —respondí en un susurro, permitiendo que la distancia entre nosotros se redujera aún más, consciente de cada pequeño movimiento que hacía.
Daichi inclinó ligeramente la cabeza, sus ojos oscuros fijos en los míos con una intensidad que me hizo contener la respiración. La brisa nocturna jugaba con mechones sueltos de su cabello oscuro, creando un halo casi místico a su alrededor.
—Parece que la noche tiene más para ofrecer de lo que pensaba —comentó en voz baja, sus ojos oscuros brillando con una mezcla de curiosidad y una intensidad que me hizo estremecer. —¿Quieres un trago?
Me encontré sonriendo ligeramente, una sonrisa que no podía evitar aunque parte de mí quisiera mantenerse distante y protegida.
—Ni lo sueñes —respondió por mí una voz cargada de autoridad y desdén.
Allí, en el umbral, estaba Niragi. Su presencia parecía llenar la habitación con una intensidad palpable, y su mirada, intensa y penetrante, me atravesaba como una daga. Sus ojos oscuros, cargados de una mezcla de furia y posesividad, se posaron primero en Daichi y luego en mí, evaluándonos con una frialdad que me hizo estremecer. No hizo falta que dijera una palabra para que el ambiente cambiara drásticamente. Una especie de electricidad estática se acumuló en el aire, vibrando entre nosotros tres, cargando la atmósfera de una tensión casi insoportable.
—Búscate otra puta, Daichi. Esta es mía —comentó Niragi, arrastrando las palabras con la pronunciación arrastrada de alguien notablemente ebrio mientras se acercaba con pasos lentos pero decididos.
Daichi, sin embargo, no pareció inmutarse ante la llegada de Niragi. Se giró con calma para enfrentarlo, sus ojos centelleando con una mezcla de desafío y respeto contenidos. Y solo entonces me di cuenta de lo muy iguales que eran ambos.
—No soy una pertenencia, Niragi, no... —intenté intervenir, mi voz apenas un susurro en el aire tenso entre nosotros.
—Tu cállate —me corto, su voz grave resonando en el aire nocturno—. Parece que necesitas un recordatorio de dónde perteneces.
Daichi alzó una mano, interrumpiendo a Niragi antes de que pudiera decir más.
—Es fascinante cómo crees que las personas son posesiones tuyas solo porque has bebido un poco de más. —comentó con una sonrisa irónica, su tono cargado de burla. Yo me lleve una mano a la cara, evitando reírme.
Niragi se detuvo, su mirada furiosa clavada en Daichi. El ambiente se volvió aún más tenso, pero el chico a mi izquierda mantuvo la calma. —Ella no es tuya, y este no es el momento ni el lugar para tus escenas de macho alfa. Quizás deberías preocuparte más por mantener tu dignidad en lugar de perderla cada vez que tomas un trago de más —añadió, su voz firme y segura.
Y entonces, por un instante eterno, creí firmemente que Niragi iba a golpearlo. Pude ver la tensión acumulándose en sus músculos, el ligero temblor de sus manos mientras sus puños se cerraban lentamente. Cada fibra de su ser irradiaba violencia, y su mandíbula apretada y sus labios curvados en una mueca de desdén dejaban claro que estaba peligrosamente cerca del límite.
Sus ojos ardían con una mezcla de furia y humillación mientras su mirada se alternaba entre el chico y yo.
—No sabes con quién te estás metiendo —gruñó, dando un paso hacia adelante, acortando la distancia entre ellos.
Daichi no retrocedió, su expresión permaneciendo tranquila y serena. Con un aire de autoridad natural, alzó una mano en señal de detenerse, lo que parecía irritar aún más a Niragi.
—Sé exactamente con quién me estoy metiendo.
Hubo un momento de tenso silencio, la brisa nocturna soplando entre nosotros como un susurro de advertencia. Niragi finalmente rompió el contacto visual, girándose bruscamente y dirigiéndose hacia el interior de la suite, sus pasos resonando pesadamente en el suelo.
Y por un momento, sentí lástima por él. Una sensación inesperada se abrió paso en mi interior, una pequeña picazón en el pecho que era difícil de ignorar. Era una mezcla de compasión y empatía, una punzada de humanidad que me hizo desear acercarme ir tras él.
Me mordí el labio con fuerza, tratando de ahogar el remolino de emociones que se desataba en mi interior. La herida se abrió, el sabor metálico de la sangre llenando mi boca, pero el dolor físico era insignificante comparado con el tormento emocional que me consumía. Observé cómo Niragi desaparecía entre la multitud, su figura alta y delgada desvaneciéndose entre las luces parpadeantes y los cuerpos en movimiento.
Y quise largarme a llorar. El Niragi que conocí, el Niragi que amaba, no era este hombre cruel y distante. Recordé los momentos en que su risa era sincera. Recordé sus caricias tiernas, el roce de sus dedos en mi piel, suaves y reconfortantes, llenos de una calidez que ahora parecía un sueño distante. Y su mirada, cargada de promesas, de futuros compartidos y secretos susurrados en la intimidad de la noche. ¿Dónde había quedado enterrado todo eso? ¿O es que eso jamás había existido realmente?
Entonces, me di cuenta de algo, algo que no quería creer, que no quería aceptar. Nuestro amor... nuestro amor no había sido amor. Había sido posesión, control y manipulación disfrazados de cariño y afecto. Había confundido su atención intensa y su manera de querer dominar cada aspecto de mi vida con amor verdadero. Pero ahora, vi claramente que lo que Niragi sentía por mí no era amor, sino una necesidad insaciable de controlarme, de poseerme como si fuera un objeto en su colección.
La realización fue devastadora. Me mordí el labio una vez más, sintiendo el sabor metálico de la sangre en mi boca, el dolor físico ayudándome a mantenerme anclada en el presente mientras mis pensamientos se aclaraban.
—Nanami —dijo Daichi suavemente, su voz una brisa en la tormenta de mis pensamientos.
Lo miré, encontrando en sus ojos una comprensión que no esperaba. Quizás él también había visto más de lo que quería admitir, o tal vez simplemente entendía la complejidad de las emociones humanas en este mundo retorcido.
—¿Estás bien? —preguntó, con una preocupación genuina en su voz.
Asentí lentamente, aunque la verdad era que no estaba bien en absoluto. La presión en mi pecho se hacía cada vez más insoportable, y la necesidad de escapar de la fiesta, de escapar de todo, se volvía más apremiante con cada segundo que pasaba.
—Necesito... un momento —dije, mi voz apenas un susurro.
Sin pensarlo demasiado, me giré y corrí, atravesando a las personas que bailaban dentro de la habitación con pasos rápidos y decididos.
Nunca fue amor. Volví a repetir para mi misma.
El ruido de la fiesta se desvaneció rápidamente a medida que me alejaba. Mi corazón latía con fuerza, pero no era solo por la carrera, sino por la intensidad de las emociones que había estado reprimiendo.
Corría por los pasillos sin un destino claro, simplemente impulsada por el deseo de alejarme de todo lo que me había herido. Las habitaciones se deslizaban a mi lado, y el sonido de mis pasos resonaba en el suelo como un eco de mi agitación interna.
Mientras corría por los pasillos laberínticos del edificio, mis pasos resonaban en el eco del silencio nocturno. El latido frenético de mi corazón casi ahogaba todos los demás sonidos, pero no pude evitar escuchar otros pasos que se acercaban rápidamente. Al principio, un pánico irracional se apoderó de mí. Pensé que podría ser alguien de la fiesta, tal vez Niragi, persiguiéndome con su mirada implacable y su voluntad de hierro. Mi corazón se aceleró aún más, golpeando con fuerza contra mi pecho, pero me negué a detenerme. Sentía la urgencia de alejarme de todo, de encontrar un refugio donde pudiera permitirme sentir, donde pudiera procesar la tormenta emocional que me consumía.
Con cada giro y recodo del pasillo, la incertidumbre se apoderaba de mí. Las sombras parecían alargarse y moverse con vida propia, alimentando mi miedo y mi desesperación. La posibilidad de que Niragi estuviera detrás de mí me daba el impulso necesario para seguir corriendo, ignorando el ardor en mis pulmones y el temblor en mis piernas. Mi única meta era encontrar un momento de soledad, un respiro en el que pudiera enfrentar mis emociones sin la amenaza de su presencia opresiva.
Finalmente, después de varias vueltas sin sentido por los pasillos interminables, llegué a mi habitación. Abrí la puerta con manos temblorosas y, una vez dentro, me desplomé contra ella, cerrándola de golpe detrás de mí. El sonido de la madera al cerrarse fue un alivio, una barrera física entre el caos del mundo exterior y mi necesidad desesperada de aislamiento.
Apoyé la cabeza entre las manos, los dedos enredándose en mi cabello mientras las lágrimas comenzaban a fluir libremente.
Aquí, en la soledad, el dolor se sentía más real, pero también más manejable. La angustia se deslizaba por mi piel como una marea, llevándose con ella el peso del pasado y el sufrimiento que me había arrastrado hasta este punto.
—¿Qué hago ahora? —susurré para mí misma, con la voz rota por el llanto. La respuesta no era clara.
Me di cuenta de que había estado corriendo durante tanto tiempo, huyendo de la realidad que había creado a mi alrededor. Niragi había sido una parte fundamental de mi vida, y aceptar que lo que había entre nosotros no era amor, sino algo mucho más tóxico y destructivo, era una verdad difícil de enfrentar.
Me quedé allí, con la cabeza entre las manos y las lágrimas fluyendo sin control, intentando procesar la magnitud de lo que acababa de descubrir. Mi respiración era irregular, entrecortada por el sollozo y la angustia.
[...]
Me encontraba en medio de la fiesta, rodeado de risas y música a un volumen que parecía imposible de ignorar. Estaba sentado en uno de los sofás de la suite, intentando concentrarme en las conversaciones que se desarrollaban a mi alrededor, pero mi mente seguía desviándose hacia Nanami. La imagen de ella se repetía en mi mente, intensificando el vacío que sentía en el pecho.
Cada vez que mis ojos recorrían la habitación, buscaban su figura entre la multitud, deseando verla, hablar con ella, resolver lo que había roto entre nosotros. Mi confrontación con Daichi solo había servido para acentuar el dolor que sentía. Sentía una mezcla de furia y confusión que no lograba controlar.
Una chica se acercó a mí, riendo con una energía que, en ese momento, solo me irritaba más. Se sentó sin pudor a horcajadas sobre mis piernas, y comenzó a besarme el cuello, su actitud coqueta y su risa estridente sólo aumentaban mi desasosiego. En lugar de sentirme halagado, lo único que experimentaba era una presión dolorosa en el pecho.
—¿Te gusta esto? —preguntó, moviéndose de una manera que parecía querer llamar mi atención.
No pude soportarlo más. Sin decir una palabra, la empujé con brusquedad. Ella cayó al suelo con un golpe seco y, honestamente, ni siquiera me molesté en mirarla. Mi mente estaba demasiado ocupada con el caos interno que me atormentaba.
El dolor en mi pecho era casi físico, como si estuviera sufriendo por dentro y por fuera al mismo tiempo. Los recuerdos de Nanami llorando en repetidas ocasiones, el dolor en sus ojos que yo mismo había provocado, se repetían como una película que no podía detener. Me hundí aún más en el sofá, completamente desconectado de la fiesta que continuaba a mi alrededor.
Intenté enfocarme en las copas de licor sobre la mesa frente a mí, bebiendo sin siquiera saborear el contenido. La bebida no podía ocultar la verdad que había salido a la superficie, ni podía borrar la culpa y el arrepentimiento que sentía. Cada intento de distraerme solo parecía profundizar mi malestar.
La fiesta seguía su curso, la música pulsante llenaba el aire y las risas resonaban por toda la suite, pero para mí, todo eso se había convertido en un murmullo distante, un telón de fondo desdibujado y sin significado.
A pesar de todo, me estaba dando cuenta de algo dolorosamente claro: en los últimos tiempos, antes de entrar a este lugar, no había podido imaginar un solo día en el que ella no estuviese en mi vida. Era un pensamiento que había evitado confrontar, pero ahora no podía evitarlo. Demonios, la extrañaba. La extrañaba con una intensidad que me dolía físicamente, como si un vacío inmenso se hubiera abierto en mi pecho.
La sensación de pérdida me hacía retroceder en el tiempo, me hacía sentir como un niño de nuevo, vulnerable y desamparado. Recordé aquellos días oscuros de mi infancia, cuando la única constante era el dolor y la tristeza. Extrañaba a mi madre con una desesperación que me consumía, y cada lágrima que derramaba solo provocaba la ira de mi padre. Sus golpes eran despiadados, cada uno una reprimenda brutal por mostrar debilidad, por llorar demasiado.
Me levanté de golpe, el sofá sintiéndose como una prisión. No podía seguir aquí. Necesitaba encontrarla, aunque no sabía qué decirle o cómo actuar. Todo lo que sabía era que no podía quedarme aquí mientras ella estaba fuera, sufriendo.
Dejé la fiesta a un lado y salí al pasillo, buscando desesperadamente su figura entre las sombras. La multitud y el ruido quedaban atrás, reemplazados por el eco de mis propios pasos. Mi mente estaba completamente enfocada en Nanami, en su rostro, en las lágrimas que había visto en sus ojos.
Pasé por varias habitaciones, llamando su nombre en voz baja, esperando que al menos mi voz pudiera alcanzarla. Mi corazón latía con fuerza, una mezcla de ansiedad y esperanza que casi me resultaba dolorosa.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, llegué a una puerta cerrada. Sabía que esta debía ser su habitación, por que era la única que no tenia miedo a desobedecerme. Me quedé allí, parado frente a ella, con el estómago en un nudo y la respiración entrecortada. No sabía qué hacer, pero sentía que tenía que intentarlo.
Respiré hondo y toqué la puerta con suavidad, temiendo lo que pudiera encontrar al otro lado. Mi voz salió quebrada, cargada de emoción.
—Nanami...
Helloooooooooooooo ¿Qué tal están? Perdón, estuve un poco desaparecida pues por que comencé a trabajar y bueno, mi primera chambaaaaaa.
Pero en fin, este nuevo personaje a quien llamamos Daichi va a ser interpretado por... taataaan taaataan...
¡SUGA! or... AgustD or... Yoongi ♥♥♥.
Así que nada, arriba las Armys.
Pero bueno, espero que estén bien, no se olviden de votar y comentar, sobre todo comentar, que eso me da muchísima inspiración para seguir. Y no se olviden de ir a ver mis tiktoks, que siempre subo edits de esta novela.
L@s amoooooooo.
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