7.
[Jimin]
Me senté en el banquillo de los vestuarios y comencé a masajearme la pierna mientras Hoseok y los demás terminaban de ducharse. Tenía el músculo completamente montado, y cuando empecé a presionarlo, se sintió como el mismísimo cielo.
- ¿Necesitas ayuda con eso? –alcé la vista hacia la persona que me observaba con una toalla rosa envuelta en su cabeza. No lo pensé dos veces y dejé mi pierna en sus manos, recostándome en el respaldo de los asientos mientras Jin se agachaba para seguir destensándome el músculo. – El entrenador recae demasiado en ti. No debería exigirte tanto, y menos en los entrenamientos. –hablaba con un aire materno, con preocupación. Era algo a lo que todos los del equipo nos habíamos terminado acostumbrando. – Por cierto, me he fijado en el niño que había en las gradas.
- ¿Jungkook?
- ¿Así se llama? –asentí, aprovechando que Jin seguía con el masaje, para agarrar una toalla y comenzar a secarme el torso. Quizás debería haber tomado ejemplo y colocarme un turbante, porque cuanto más secaba, más gotas parecían caer de mi cabello. – Era adorable. Te seguía con la vista a todos lados.
- Lo es –cercioré con total sinceridad.
- ¿Estáis saliendo? –asentí, incapaz de no esbozar una pequeñísima y ridícula sonrisa, de la cual, por suerte, el mayor no se percató. Echó la vista al techo, con actitud melancólica y suspiró. – Ah, aún recuerdo cuando empecé a salir con Namjoon. Era precioso. Incluso me llevó flores a clase una vez.
- ¿Flores? –no me imaginaba en absoluto al novio de Jin, el desastre a dos patas que pertenecía al colegio estudiantil, con algo que no fueran libretas o papeles sueltos entre sus manos.
- Bueno –Jin puso una mueca y volvió a centrarse en el trabajo con mi pierna, la cual comenzaba a sentirse muchísimo mejor. – en realidad fue un ramo de tréboles. Y lo hizo aprovechando que tenía que dar un discurso en nuestra clase. –por el tono de su voz podías notar a la perfección como iba decepcionándose más y más a medida que hablaba. – De igual forma, no importa. No me gustan las flores.
- A Jungkook tampoco. Le dan aler-
- ¡Eh! –una toalla húmeda impactó de lleno en mi cara. Jin soltó mi pierna y agarró la prenda, girándose en busca del culpable. Yo rodé los ojos y seguí secándome, sabiendo de sobra quien la había lanzado. – Hay un niño esperándote en la entrada.
- ¡Jiho, podrías habernos hecho daño! –exclamó el mayor de todos con indignación, apuntándole con la toalla y tambaleando su turbante rosa cada vez que movía la cabeza. – ¡Por este tipo de cosas me da pavor jugar un partido cerca de ti!
Ignoré la discusión que iba a comenzar a mi lado, y sin que nadie recayera en mí, me puse en pie y dirigí hacia la puerta, en la cual podía divisar al pelinegro al otro lado mordiéndose el labio con nerviosismo. Me colgué la toalla al hombro y la abrí, llamando su atención, quien casi se lanzó a mis brazos al verme. Casi.
- ¿Estás bien? –preguntó manteniendo a duras penas la compostura, alejándose unos pasos y mirándome con preocupación. Tal y como Jin había dicho, era adorable. – Vi cómo te caíste en el entrenamiento.
- ¿Tú no tenías clases de matemáticas? –pregunté frunciendo el ceño. Sabía de sobra que se las había saltado para poderme ver, pero quería que él me lo dijera. Me gustara o no, eso tan solo le perjudicaría en sus estudios. Y él lo sabía, por eso asintió levemente y bajó la cabeza. – Si te saltas otra clase más, me saldré del equipo.
- ¡NO! –exclamó de inmediato, mirándome con los ojos abiertos de par en par, con el miedo recorriendo cada vena de estos. – Está bien, está bien, lo prometo. No te salgas, prometo que iré.
Sonreí y salí un momento al pasillo, envolviéndome la toalla que tenía colgada del hombro, alrededor de la cintura. Llevaba puestos mis bóxers, pero seguramente resultaba más decente ser visto de la otra forma. Cuando hube terminado, cerré la puerta a mi espalda y me apoyé en esta, indicándole a Jungkook que se acercara. No tardó ni medio segundo en pegarse a mí.
- ¿Me esperas a que termine de vestirme y te llevo a tomar algo? –asintió emocionado, arrimándose más a mí. Sonreí, sujetándole con una mano de la cintura, y dejé un beso en su mejilla. – En lo que tardo, mírate matemáticas. Aunque sea repasar lo que hoy habéis dado en clase. – volvió a asentir, aunque con menos fervor. Dejé un breve beso en sus labios y me separé para entrar de nuevo en la sala, observándole una última vez como se sentaba en el suelo del pasillo y abría su mochila.
Entré de nuevo y fui rápidamente a terminar de guardar mis cosas y vestirme, pasando de lado por la escena que protagonizaban Jin y Jiho. Este primero estaba intentando ahogar al segundo con el turbante rosa, subido a su espalda, mientras el rubio huía chocándose contra casi todas las taquillas de metal.
En medio del grupo que les rodeaba, estaba Hoseok y sus carcajadas a todo pulmón destacando entre el público. Cuando me vio, alzó una mano pidiéndome un par de minutos, como si yo le hubiera pedido que se acercase. Con completa despreocupación seguí guardando la ropa sucia en mi bolsa de deporte.
- ¡Dale Jin, dale! –exclamó mi amigo antes de colocar un brazo sobre mi hombro y actuar como si no acabara de romperme el tímpano. – Estos dos un día van a terminar casándose. Te lo digo yo.
- Jin tiene pareja – respondí sin mirarle, más centrado ahora en terminar de subirme los vaqueros. Durante cada intentó me cercioré aún más de que debería dejar de llevar ropa tan ajustada. – Por cierto, ya me contó Taehyung que quedasteis para estudiar.
- ¿Taehyung? –se sostuvo la barbilla con ademán pensativo. Antes de que volviera a formular palabra, le mostré mi móvil con la foto de mi amigo destacando en la pantalla. Al verla, alzó las manos y retrocedió varios pasos asustado. – ¡Te prometo que no le puse una mano encima! ¡Lo juro por Mickey! –no hablaba del personaje de dibujos animados, sino de su perro, que también tenía ese mismo nombre. Era de los perros más horrorosos que mis ojos habían visto, y Hoseok seguía defendiendo que era el ser más precioso del mundo. Incluso le ponía pinzas cursis en el pelo y coronas de princesa. – Solo estudiamos, en serio. No levanté la cabeza de los libros en toda la tarde.
- Ya lo sé –respondí con un suspiro, terminando de abrocharme la zapatilla y cerrando la bolsa de deporte. – Taehyung aprobó el examen.
- ¿En serio? –parecía sorprendido, y era normal esa reacción. Las notas de Tae, como mucho llegaban al deficiente en la mayoría de los casos. – Cuando llegó, no sabía ni de qué asignatura se tenía que examinar.
Seguimos hablando de temas sin importancia, cosas como cuantos batidos de proteínas se estaba tomando a la semana, sobre si Jiho había vuelto a fumar a pesar de las advertencias del entrenador de echarle del equipo, o las animadoras que habían rechazado a Hoseok en lo que llevábamos de mes. Habían sido trece, incluyendo a su ex novia. Se enteró de que el pelinegro había estado insinuándosele a otras doce chicas. A mí aún me sorprendió todo lo que tardó en darse cuenta.
- ¿Entonces volverás a quedar con él? –pregunté mientras ambos nos dirigíamos a la puerta. Él me miró extrañado y tuve que señalarme las orejas para que se percatar de quien hablaba. – Si seguís así, podría hasta pasar limpio de curso.
- ¿No te importa? –preguntó extrañado.
- ¿Qué Taehyung apruebe?
- Que quede con él –explicó al tiempo que abría la puerta. Al otro lado, estaba Jungkook sentado en el suelo, mordiendo frustrado un lápiz y con los ojos casi atravesando su libro de matemáticas. Sonreí, absorto en la imagen, mientras negaba a la cuestión de Hoseok sin prestarle mucha importancia. – Oh, eso es genial. Pensé que te molestaría.
- Claro que no. Me es indiferente. –solté un silbido para llamar la atención del pelinegro, quien inmediatamente alzó la vista como un perrito buscando a su dueño. Sonreí y le saludé, quedándome de pie mientras él guardaba rápidamente sus cosas. Aproveché ese segundo para inclinarme sobre el oído de Hoseok. – Eso no quita que vaya a permitir que le trates como haces con todas tus parejas –el pelinegro me miró asustado, asintiendo lentamente. –si le eres infiel o dañas de cualquier manera, me encargaré de acabar con cada pedacito de lo que sea que lleves ahí abajo. –tiré del elástico de sus pantalones de chándal, y al soltarlo pegó un pequeño brinco asustado. Reí y di unas palmaditas en su hombro. – Espero que Tae siga aprobando.
Entre risas y asentimientos de mi amigo, me acerqué a Jungkook justo cuando este se iba a levantar, tendiéndole una mano y ayudándole. Me sonrió y revolví su cabello con cariño, antes de despedirme de Hoseok con la mano y colocar un brazo alrededor de los hombros de mi pareja, dirigiéndome a la salida con él.
– ¿Has conseguido aprender algo más? –negó sin vergüenza alguna, tan esporádicamente que no pude menos que reír y dejar un beso en su mano. – ¿Tienes hambre? –esta vez asintió.
- ¡Quiero las tortitas esa de la otra vez que tenían un perrito dibujado con chocolate! –exclamó con emoción, casi dando saltos al pensarlo. Reí de nuevo y asentí. Si era lo que quería, se lo daría. – ¿Y luego podemos ir a tu casa? –alcé una ceja, pero antes de poder preguntarle, él ya estaba respondiéndome. – Le he preguntado a mis padres y me han dicho que si no tengo nada que estudiar, puedo.
- Tienes que estudiar matemáticas –declaré serio. Él puso un puchero, y no supe si era por el ambiente o que en ese momento estaba extremadamente adorable, pero no pude resistirme. Suspiré y aparté la vista derrotado. – Está bien, vamos a mi casa.
- ¡SÍ! –dio un salto y se colgó de mi cuello, comenzando a dejar un montón de besitos por toda mi cara. Yo, con la bolsa de deporte en mano, le agarré con cuidado, intentando que no cayera, y sonreí. – Te quiero mucho mucho mucho, eres el mejor...
- De cualquier manera, esta noche vas a pasarla aprendiéndote lo que hoy deberías haber visto en tu academia. –Jungkook no me respondió, siguió dejando besos por mis mejillas y cuello, consiguiendo distraerme. – ¿Me has escuchado? –asintió sin darme ninguna confianza, pero de nuevo, decidí dejarlo a un lado. Le agarré con fuerza y besé sin pararme a comprobar quien nos rodeaba.
Esa noche, a pesar de lo prometido, los libros de Jungkook no salieron de su mochila ni un solo segundo.
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