5.
[Jimin]
Aún le recordaba entrando por la puerta. Traje negro, ajustado perfectamente a cada esquina y curva de su cuerpo. La piel, casi tan blanca como su camisa, perfectamente alisada, parecía brillar pero sin resultar desagradable o sucio. La pajarita adornando su cuello, digno de un regalo de su talla, un bonito regalo envuelto de la mejor forma posible.
- He hecho una pregunta, Jungkook. –el pelinegro apartó la vista, reprimiendo su enfado. Porque estaba enfadado, enfurecido como nunca, pero no rabioso. Tan solo apretaba con fuerza la mandíbula antes de hablar y repetía que quería irse. – Dime quienes han sido.
- Quiero irme, Jimin.
- Dime quienes te han hecho esto y luego nos vamos.
- Nadie. Vámonos.
- Jungkook...
Inspiré hondo, controlando mis emociones. Uno de nosotros ya estaba enfadado, y por el bien de ambos, al menos el otro debía mantener la calma. Perder los nervios terminaría en problemas, y yo no buscaba eso. Yo buscaba saber quién cojones había mojado con ponche hasta el último centímetro de piel y tela que cubrían a mi pelinegro.
¿Qué en qué lugar estábamos para que hubiera ponche? Ni más ni menos que en el colegio. Literalmente, a unos pasos del gran portón de la entrada. A varios pasos más del gimnasio, donde tanto alumnos como profesores celebraban el que hubiéramos quedado con la segunda mejor media académica del país. Tampoco era un gran acontecimiento, pues no era el primer año que el colegio se clasificaba o llegaba a ganar, pero en cada una de esas ocasiones se cancelaban las clases un día y los profesores organizaban una especie de merienda cena, con pastas, aperitivos simples y complejos, y como no, ponche.
El cual, al parecer, había terminado todo sobre Jungkook.
- Hazle caso –me giré inmediatamente hacia aquella desconocida voz. Siguió siéndome igual de indiferente cuando la adjunté al pálido rostro que se encontraba a mi espalda. No me resultó amigable a pesar de la pequeña sonrisa que mantenía todo el rato en su rostro. Curiosidad y desconfianza fue lo que me transmitió ese chico. – No ha necesitado ninguna ayuda para estropearlo, sabe hacerlo muy bien solito.
- Jimin, si no nos vamos ya, voy a pegarle. –sabía que no era una amenaza, sino una advertencia. El menor estaba controlándose, estaba poniendo tanto empeño en ello que las mangas de la chaqueta que apretaba con fuerza probablemente nunca volverían a alisarse. – Por favor.
- ¿Han sido ellos quienes te han hecho esto? –pregunté señalando al pequeño grupo de desconocidos. Ni siquiera eran un grupo, tan solo tres chicos. Uno alto que no prestaba atención a otra cosa que no fuera su móvil, otro igual de alto y rubio, prestando atención al primero como si de un móvil se tratara. Y finalmente el que me había hablado. El pálido que me transmitía la misma confianza que una navaja.
- ¡Que no ha sido nadie, ya te lo he dicho! –Jungkook estalló. Se acercó rápidamente al más bajo de los tres y le dio un golpe en el pecho, empujándole con rabia antes de que yo me interpusiera entre ellos. El pálido seguía sonriendo. – ¡Y tú piérdete! ¡Nadie te ha llamado!
- Tu novio cree que yo soy el responsable de que seas un torpe.
- Yo no he dicho eso –declaré serio, agarrando a Jungkook por el antebrazo, pendiente de que no hiciera nada de lo que luego pudiera lamentarse. Seguíamos en el centro escolar después de todo.
- Mejor, porque estarías equivocado. –echó un vistazo a Jungkook y volvió a apartar la vista con desprecio. Comenzaba a irritarme. – Yo solo tengo culpa de decir la verdad, el niño se encargó de tirarse el ponche encima sin mi ayuda. Se la habría dado encantado si me la hubiera pedido.
- ¿Eso es cierto? –miré a Jungkook y asintió en silencio, girando la cabeza para que no viera su rostro. – En ese caso, vámonos. – volvió a asentir, pero cuando le tendí la mano para irnos juntos, me esquivó y avanzó por su cuenta, quitándose la chaqueta por el camino. Fruncí el ceño, pero no dije nada. En su lugar, me giré hacia el chico pálido, quien aún sonreía observando marchar a Jungkook. – Eh, mírame.
- ¿Qué pasa? –se cruzó de brazos, cambiando inmediatamente su expresión a una más indiferente y aburrida. Una completa fachada. – Ya te lo ha dicho. No le he tocado. –señaló a sus dos amigos por el fondo. – Y ellos tampoco.
- Ya lo sé, tan solo iba a preguntarte tu nombre.
- Oh –alzó una ceja y me observó con más interés. – Yoongi. Y si vas a ligar conmigo, debería avisarte de que soy varios cursos mayor que tú.
- ¿Qué le dijiste? –pregunté ignorando sus palabras. Ahí volvió a sonreír con confianza. Ahora entendía porque no me transmitía ninguna, pues parecía guardársela toda para él mismo. No terminaba de desagradarme, al menos no en ese aspecto.
- La verdad, ya te lo he dich-
- Concreta.
Me miró desafiante un par de segundos, más serio de lo esperado, y entonces ensanchó su sonrisa el triple. Iba a decírmelo.
- Que no te quiere. –fruncí el ceño, imposible de mantener la compostura al escuchar tales palabras. Jamás las habría esperado, y creo que eso le gustó a Yoongi, porque siguió hablando. – Le he dicho que lo que siente por ti se asemeja más a lo que siente un perrito por su dueño que al amor de una pareja. Te necesita, no te quiere. Le he dicho que contigo nunca va a experimentar el amor.
- ...
- ¿Concreto más?
- No hace falta –respondí tras un par de segundos en silencio, recomponiéndome de sus palabras. Aún serio, alcé el rostro, buscando intimidarle. No creo que lo consiguiera. – Tampoco hace falta que vuelvas a hablarle.
- ¿Es eso una amenaza?
- Tómatelo como quieras. Tan solo soy un chico un par de cursos menor.
Y me marché. Me dirigí rápidamente a la puerta, luego a la acera, y luego seguí caminando por ella hasta que divisé a Jungkook, sentado en el bordillo junto a mi coche. Las palabras de Yoongi, que aún martilleaban mi cabeza, se vieron sustituidas por la imagen de Jungkook llorando, con las rodillas pegadas al pecho y su rostro escondido en ellas. Ahora parecía un regalo roto, uno destrozado.
- Jungkook –no alzó la vista. Debería sorprenderme, pero no lo hizo. Después de todo, estaba roto, lo normal era que no funcionara a la normalidad. – Levanta, vamos a casa. Llamaré luego a tu madre para decirle que duermes conmigo.
Asintió y se puso en pie, silencioso como si no estuviera. Hizo amago de quitarse las ropas, pero le ordené que entrara en el coche sin más. No me preocupaba un asiento manchado de ponche mientras junto a él estuviera el pelinegro con lágrimas añadidas.
El trayecto fue silencioso. No había más, tan solo silencio era lo que envolvía al menor. Lloraba en silencio, miraba al suelo en silencio y casi parecía no existir, si no fuera porque para mí, cada mínimo detalle del menor, era escuchado como el sonido más ruidoso del mundo. Simplemente no podía pasarlo por alto.
- ¿Vas a contarme qué ha pasado? –negó – ¿Es tu compañero de clase? –negó de nuevo. Ya me esperaba esa respuesta, pues Yoongi había dicho que era mayor que yo. Lo que buscaba era que Jungkook me dijera de qué le conocía. Claramente no iba a hacerlo. – ¿No piensas hablarme?
- Soy un torpe –suspiré disimuladamente. Al menos eso era mejor que nada. – Realmente tiré el ponche yo solo, Yoongi no mentía. –asentí, incitándole a seguir hablando. Al fin de cuentas, él era el copiloto. Yo debía tener parte centrada en el volante. – Lo curioso es que nadie se rio, al menos no de forma descarada como en las películas.
- Las películas son ficción.
- Tiré el ponche exactamente igual que en las películas. –rodé los ojos. Eso era un punto para él. – De cualquier forma, no me importa. Tan solo me preocupa haber manchado tu traje. Era bonito.
- Lo podemos lavar, no te preocupes.
- Las manchas no saldrán de la camisa.
- Compraré otra camisa.
- Perdona.
- No pidas perdón. – murmuré frustrado. Las palabras del pálido no dejaban de resonar en mi mente. – No pasa nada, todo está bien. –miré a Jungkook y aproveché un semáforo en rojo para inclinarme y lamer su mejilla. Cerré los ojos brevemente, disfrutando de su sabor, y sonreí divertido. – Delicioso. Justo como a mí me gusta.
- No sabía que te gustara el ponche... –a pesar de su bajo estado de ánimo, esbozó una pequeña sonrisa, la cual me alivió por completo.
- Sabes perfectamente que no me refería al ponche... –deje otro beso en su mejilla y volví a incorporarme, arrancando el coche cuando el semáforo se puso en verde. Aún con la vista fija en la carretera, añadí. – Jungkook, te quiero.
Si hubiera sabido lo acertado que estaba Yoongi, jamás hubiera dicho tales palabras.
latela se esvXd
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top