21.


[Jimin]

Esta copa era más rosa. Estaba casi seguro de que era más rosa que la que recordaba haber agarrado hacía unos minutos. Cuanto más la miraba, cuanto más pegaba los ojos al cristal del vaso, más convencido estaba de que esa no era mi copa.

- Eh, tú –agarré al primero que encontré, por el hombro, y le giré hacia mí. – Esta no es mi copa. La mía era menos rosa.

- ¡HOSEOK, TU AMIGO!

Eso fue lo que gritaron antes de que Hoseok apareciera a mi lado, rodeándome con un brazo y alejándome de aquel chico con la voz demasiado aguda como para que fuera legal que gritara cerca de mí.

- Me han cambiado la copa, tío –le expliqué a mi nueva compañía mientras caminábamos a dónde sabe quién.

- Te la has cambiado tú veinte veces en lo que va de hora – respondió él. Seguidamente agarró por unos segundos el vaso y le dio un trago. Solo ese gesto me transmitió confianza para poder seguir bebiendo yo mismo. – Vas fatal. Quizá debería pedir un taxi.

- ¡Jungkook! –lo solté sin pensar. Sin motivo aparente. Sonreí al recordarle y di un trago con la satisfacción de solo pensar en él.

- ¿Otra vez con eso? –para mi desgracia, la palabra desencadenó una reacción en Hoseok. Una mirada cansada y nada aprobativa. Entrecerré los ojos, desconcertado, sin dejar de dar pequeños sorbos al mejunje rosa, que, por cierto, estaba exquisito. – Solo son clases de apoyo, Jimin. La mitad de la clase estaba. ¡Hace horas que han debido terminar!

Y con ese pequeño discurso, recordé como había terminado medio borracho en un pub con algunos compañeros de clase y bebidas de diferentes tonos rosas cruzando mis manos. Por Jungkook.

Todo había sido por el pelinegro y su manía de hacer siempre lo que le daba la gana, de no estar cuando yo lo necesitaba. O requería. ¡No importaba, el caso era que me había abandonado por su clase! ¡Por sus compañeros! ¡Por ese Yugyeom que cada día parecía estar más alto! Era inaceptable que después de todos mis esfuerzos por hacer posible que se quedara, me confirmara con un mensaje que ese no sería el plan de la tarde. Que preferiría pasarlo con sus compañeros reales en vez de conmigo y profesores contratados por internet.

- Estás exagerando, amigo. Reconócelo. –negué y me terminé de un trago lo que quedaba de bebida. Pegué un grito y me limpié la boca con la manga. Nadie estaba exagerando. Yo estaba actuando completamente normal. No me importaba lo más mínimo ser rechazado. – Y te estas emborrachando.

- Te equivocas, Hoseok –coloqué un dedo en su pecho, con superioridad, y le tendí el vaso vacío que agarró desconcertado. – Ya estoy borracho.

Poco más recuerdo después de eso. Las bebidas siguieron rulando, y con ellas se sumó la gente. Más alcohol, más contacto. Música y gritos. Agradecía al cielo que el local estuviera tan abarrotado de personas, porque nadie se fijaba en los detalles. Nadie se fijaba en nada. Nadie leía mi rostro, nadie me preguntaba si estaba enfadado o triste. Solo me veían bailar entre luces, y eso era lo que yo también veía en ellos.

Todo lo demás sobraba, al igual que terminó sobrando mi camisa, el sombrero de hoseok y la bufanda de Jin. Tras lanzar esto último por los aires, decidí mientras Jin me gritaba e intentaba medio estrangular, que quizás estaba empezando a desfasar demasiado. Me hice una bola, sobre uno de los sofás, y cerré los ojos, pulsando el botón de 'off' por un rato.

- ¿Estás llorando?

- Mmmmhm –fue mi respuesta a aquella dulce voz y el dedo anónimo que empezaba a hundir mi mejilla. – Déjame, Jungkook...

- Pero yo no soy...

- Ya sé que no me necesitas, déjame solo...

- ...

- Vete con ellos. En serio. Yo tampoco te necesito. –a pesar de mis palabras, lo que yo sentía no era exactamente abrumación o nerviosismo. Al contrario. El que los dedos de quien yo pensaba que era Jungkook, estuvieran acariciándome el pelo con tanta delicadeza, casi provocaba que me echara a ronronear ahí mismo. – No te necesito...

- Yo no soy ese Jungkook del que hablas, tío.

- Ya lo sé, Jungkook. Ninguno somos esos ingenuos niños que éramos el primer día. –cerré los ojos y me arrimé más a él. No olía a él, olía a cóctel de cereza. – Hemos crecido. Hemos cambiado. Quizás tu amor por mí haya cambiado y no me he dado cuenta.

- ...

- Quizás no estoy haciendo las cosas bien contigo.

- Creo que te estás equivocando...

- Quizás el raro del ponche tenía razón... uf... no sé, Jungkook...

- ¿Tienes el número de algún amigo tuyo? Podría llamarles para que vengan a buscarte.

- Hablo en serio, bebé. Esto no está yendo en buen camino. Y lo peor es que cada día te quiero más.

- Esto empieza a ponerse raro.

- Exacto.

- Creo que debería irme...

- Sí, quizás sea lo mejor. Quizás deberíamos darnos un tiempo... quizás deberíamos alejarnos el uno del otr-

- ¡EH, TÚ! – abrí los ojos, reconociendo esa voz de inmediato. – ¡Aparta tus sucias manos de mi novio!

Lo siguiente fueron golpes y una absoluta oscuridad en la que me volví a sumir hasta la mañana siguiente, acompañado de las peores resacas de mi vida y la decepción, pero fingida indiferencia del pelinegro en su rostro durante las dos semanas siguientes.

No valió la pena, pero se volvió a repetir. Una y otra vez. Y en jamás se hablaba del tema una vez yo despertaba. Quizás, porque antes de hacerlo, ya había hablado demasiado. Y lo último que recordaba haber dicho esa noche, había sido una simple frase.

- Jungkook­ –le agarré del brazo, inspeccionándole. Era él. De verdad. De pie frente a mí con el puño completamente tensado. ¿Acababa de pegar a alguien? Bah. Qué más daba. Eso no importaba. Lo que importaba es que estaba a mi lado. – No me dejes. No me dejes nunca. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top