17.
[Jimin]
Fue la primera pelea que tuvimos. No sé si la más grande de todas, pero puedo asegurar que es la que mejor recuerdo. A partir de ese día, lamenté cada noche haber abierto la boca. Lamenté no haberme atado y encerrado en un armario hasta que todo pasara.
- Te he dicho que no puedes sa-
- Aissssssh... –un par de cuadernos cayeron en mi regazo. Suspiré internamente por sus modales, pero decidí mantener la calma. Hasta yo sabía que no era buen momento para una pelea. – Ya he terminado los primeros tres esquemas.
- ¿Y los siete que te faltan? – apartó la vista, sabiendo que de esa no podía escapar.
Las notas de Jungkook habían decaído tanto en los últimos meses que estaban abriéndose paso en el subsuelo. Literalmente, su última nota en un examen tipo test había sido negativa. Esto había desencadenado un ambiente en casa que no beneficiaba a nadie, y por consecuencia, cuando en una de sus peleas -causada por haber pasado la tarde conmigo en lugar de estudiar- sus padres soltaron la idea de que se marchara de casa, pensando que su coherente hijo cambiaría su actitud y no la vivienda, cometieron el mayor fallo que podían haber imaginado.
Y por esa razón el último trimestre Jungkook lo pasaba conmigo.
Y por esa razón yo me sentía en el deber de mejorar sus estudios para defender mis capacidades como novio y mostrar que no le distraía de sus estudios. Pero a Jungkook parecía darle igual.
Cuanto más tiempo pasábamos juntos, mejor aprendía a manejarme. Todo terminaba derivando al sexo, y en el caso contrario, a algún pervertido castigo, es decir, sexo. Nadie le ponía límites, y eso no le beneficiaba.
La cuestión es que yo usé el peor momento para comenzar a ponerlos. Y el peor motivo. Y como excusa podría decir que también estaba a finales de trimestre, a medias de un trabajo global y con Jungkook provocándome inconscientemente con cada paso que daba por mi casa.
- No voy a volver muy tarde, te lo prometo.
- Siete.
- ¡Jimi-
- A las siete aquí de vuelta –expliqué. Era razonable. Era mi casa. Eran mis normas. Y sobretodo, eran los esquemas que a Jungkook le quedaban por hacer y estudiar. Volviendo a esa hora, le daría tiempo a estudiar todo.
- ¡Pero la película empieza a las seis! ¡No me va a dar tiempo!
- Siete.
- ¡Jimin! –exclamó indignado. Cuando vio que surtía efecto, cambió radicalmente su método. Se acercó al sofá y apartó los cuadernos de encima, inclinándose sobre mi cuerpo con una actitud adorable. Realmente sabía como manejarme. – Jimin...
- Siete.
- Hyung... –tragué saliva e intenté mantenerme impasible, pero ya podía sentir su mano acariciando mi cabeza. Literalmente el tema del trabajo global que estaba escribiendo hacía unos minutos ya no existía en mi mente. – te prometo que cuando salga del cine vendré directo hacia aquí.
- ...
- Yugyeom me traerá con su coche, no tardaré ni cinco minutos.
- No – fue un momento clave para que cualquier avance para mi convencimiento se hubiera ido al traste. Agarré mi ordenador e ignorando, o intentándolo al menos, sus caricias, seguí con mi trabajo, clavando mis ojos en la pantalla. – A las siete aquí y punto.
- Porfa...
- No.
- Hyung, porfavor, te prometo que luego haré todos los esquemas.
- He dicho que no.
- Y me portaré muy muy muy bien como agradecimiento...
- A las seis y media.
- ¡Hyung! –Se quejó indignado. Sus palabras no iban a surtir efecto, y ambos lo sabíamos, porque yo me estaba esforzando horrores para que no funcionaran. Ni siquiera la idea de Jungkook atado a la cama conseguiría tirar mi negativa por la borda. – ¡No puedes ponerme normas, no eres mi padre!
- Soy tu novio, soy mayor que tú y estás viviendo en mi piso.
- No puedes tratarme como un niño pequeño –casi me pareció que disminuyó tres años al decir esa frase. Pude hasta vislumbrar un chupete entre sus labios por un segundo. – Te repito que no eres mi padre.
- Y yo te repito que soy tu novio –dejé el ordenador a un lado, en el posabrazos del sofá, y me ajusté las gafas que llevaba puestas antes de cruzarme de brazos. No iba a ceder. – Y si no quieres que te trate como a un niño, te he dicho mil veces que dejes de comportarte como tal. Tienes que entregarlos dentro de dos días y no llevas hechos ni la mitad, Jungkook.
- Te he dicho que los haré cuando vuelva.
- Genial. A las seis y media empezarás a hacerlos.
- ¡Habías dicho a las siete!
- Está bien, a las siete.
- ¡De ninguna manera! –Abrió la boca para decir algo más, pero el tono de llamada de su móvil le interrumpió, poniendo la pegadiza melodía de algún idol famoso en sus labios. Me lanzó una mirada fulminante antes de bajar la vista al móvil. – Es Yugyeom. Ya debe estar abajo esperándome.
- No vas a ir a ninguna parte –intenté mantener la calma, pero la situación comenzaba a tensarme de sobremanera. El cojín que había entre mis puños comenzaba a rasgarse bajo las uñas de estos. – Aprovecha y respóndele. Dile que tendrá que buscarse otro acompañante para el cine.
- ¿Yugyeom? –le miré desconfiado al ver como inmediatamente descolgó el móvil. Quizás con el Jungkook de hacía unos meses me creería que iba a seguir cada una de mis órdenes, pero a estas alturas y en esta pelea, me extrañaba de sobremanera. – Perfecto, ahora lo bajo. En cinco minutos. ¡Hasta ahora! –me miró fijamente mientras formulaba esas últimas palabras. Cuando bloqueó el móvil y lo guardó de nuevo en su bolsillo, ninguno había apartado la mirada. – Me ha pedido que baje una bufanda de sobra. Hace frío.
- Cuidado –le advertí.
- ¿Recuerdas donde dejé todas las bufandas de Harry Potter? –desapareció de mi vista, apareciendo a los pocos minutos con dos bufandas, una roja y otra amarilla. Se ató la primera al cuello y la otra la colgó de su brazo mientras empezaba a ponerse un enorme abrigo negro.
- Jungkook, que ni se te ocurra salir por esa puerta.
- Volveré cuando termine la película.
- Si sales por esa puerta ni te molestes en volver.
Me salió solo. No pensaba eso, y obviamente no lo habría cumplido. Jungkook podría entrar a mi piso cuando le diera la gana, pero por algún motivo, se creyó mis palabras, o como mínimo, le afectaron lo suficiente como para detener su mano a centímetros del manillar de la puerta. Se giró y me miró de una forma que jamás había visto.
- ¿Cómo?
- Lo has oído perfectamente.
- Jimin, esto se te está yendo de las manos.
- ¡No! –esta vez quien exploté fui yo. Me puse en pie y mi ordenador se volcó sobre el sofá. A ninguno nos importó. – ¡Eres un irresponsable, necesitas normas!
- ¡Esto no son normas, esto son órdenes! ¡Si quieres un jodido hijo al que ponerle hora de llegada, lo adoptas, pero a mí déjame en paz! –en un arrebato me lanzó la bufanda amarilla a la cara, lo cual, si no fuera por la intensidad de la situación, habría quedado hasta cómico. Rodé los ojos y la cogí antes de que cayera al suelo.
- No vas a salir por esa puerta.
- ... –decidió ignorarme y dirigirse a abrir de nuevo el pomo. En un acto desesperado, me lancé a agarrarle de la muñeca. Yo parecía firme en casa acto, pero por dentro tan solo sentía una impotencia enorme al sentir que por una vez no podía controlarlo. Jungkook se me iba de las manos. – Suéltame.
- Si sales por esa puerta, no vuelves, Jungkook.
- Suéltame.
- Te estoy avisando.
- ¡Que me sueltes de una maldita vez! – y entonces de un tirón se soltó, chocando su mano con uno de las fotos colgadas en la pared, haciendo añicos el cristal de esta. – ¡Joder! –me quedé blanco, de pie, pasmado mirando las pequeñas gotas de sangre que empezaban a descender por su palma.
Y entonces no hice nada. Cuando salió por la puerta, no volví a intentar impedírselo. Me quedé de pie, quieto, con la bufanda entre las manos un tiempo que no podría contar. Estaba simplemente en shock. Estuve en shock el tiempo suficiente para que al asomarme agobiado al rellano, intentando detenerle y pedir disculpas, ya fuera demasiado tarde. Demasiado tarde por segundos, por minutos, quizás por horas. No lo sabía, tan solo era demasiado tarde.
Jungkook volvió de madrugada. Tenía la mano llena de sangre seca y su cara estaba hecha un desastre. Se pasó toda la tarde llorando, a solas. Canceló su cita y desapareció entre los callejones hasta pasadas las cinco.
Fue la vez que más sinceramente le dije que le quería.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top