14.

[Jimin]

Sujeté la puerta al mayor y salí tras él con la montaña de papeles balanceándose sobre mis manos. Jin, en cambio, parecía que se pondría a bailar ballet de un momento a otro y cada ficha seguiría perfectamente colocada en el montón.

- Gracias por quedarte –con 'quedarme' se refería a 'ayudarle con todo el papeleo que en realidad le correspondía a Namjoon'. Le ayudaba porque tenían una cita esta noche y si no lo terminaba, se quedaría sin pareja para la película. Y porque me había insistido tanto que prefería hacerlo a seguir aguantando sus súplicas. – Aún no entiendo como pueden dejar tanta responsabilidad en ese simio.

- Aún no entiendo como puede gustarte si hablas así de él.

- ¡Mírale! –seguramente ni siquiera me escuchó. Su voz tapó cualquier atisbo de la mía, y cuando alcé la vista en la dirección que señalaba con su pie, entendí el motivo. – ¡Ya está hablando otra vez con la perra de conserjería!

- Solo están hablando, Jin.

- ¡Siempre están hablando!

- Namjoon es el vicepresidente del comité estudiantil. Es totalmente coherente que tenga que habla-

- ¡Me da igual, se va a enterar ahora mismo!

Quise impedírselo. No porque me incomodara ver como se dirigía a plantarle un beso a su novio frente a la mujer de treinta y cuatro años que además tenía esposa y ningún interés en el rubio de metro ochenta más torpe que había encontrado en mi vida. No. Quise impedírselo porque para despejarse las manos, dejó toda su montaña de papeles sobre la mía. Es decir, que terminé con el doble de fichas balanceándose en mis brazos.

Ni me molesté en perseguir al mayor, ni siquiera quise acercarme. Decidí pasar de largo como si nada, como si esa escena a mi izquierda fuera completamente ajena a mí. La de conserjería debió pensar igual que yo, porque al minuto me la encontré a mi espalda, caminando tan rápido que no tardó ni un instante en adelantarme y desaparecer por los pasillos. Yo, debido a las malditas hojas, no podía dar un paso sin ver mi muerte enterrado en folios.

Al cabo de un rato, varios pasillos y tres personas que casi me hacen caer al suelo, llegué a la oficina del director. Llamé con un pie. Luego mucho más difícilmente, con la mano. Esperé lo que parecieron eternidades, y finalmente, me decidí a otorgarme el permiso de entrada, estuviera quien estuviera dentro. Me era indiferente y mis brazos comenzaban a apoyarme en esta elección.

Entré, y tal y como temía, no encontré a nadie. Era la oficina del director, vacía, sin ninguna vigilancia. Y me daba exactamente igual, tan solo quería marcharme a mi casa. Me apresuré a dejar los papeles en la mesa y entonces, cuando me giré para marcharme, unos ojos redondos y azabache me sorprendieron.

- ¡JODER! –del susto retrocedí varios pasos, los justos como para chocar contra la mesa del director y provocar que todos los papeles cayeran al suelo. – Joder joder joder joder... –inspiré hondo y di un controlado golpe a la mesa. Seguidamente solté el aire y miré al pelinegro con más calma, quien estaba de piedra mirando lo sucedido. – ¿Qué haces aquí, Jungkook?

- Te vi por los pasillos... y-y... y pensé en darte... un.. susto...

- Oh, que bien – rodé los ojos y me froté la nuca, antes de relajarme por completo y agacharme para comenzar a recoger las fichas. No hizo falta ni que le ordenara que me ayudara. En cero coma un segundo ya estaba a mi lado, organizándolas incluso más rápido que yo. – ¿Y entonces?

- ¿Entonces qué? –me miró desconcertado un par de segundos, e inmediatamente, cambió su expresión, dejó el par de hojas que tenía en sus manos sobre le montón de la mesa, y se inclinó a darme un beso en la mejilla. – Cierto. Perdón.

- No es eso –suspiré pero no pude evitar esbozar una pequeña sonrisa. Dejé mis papeles también sobre el montón y me acerqué a él, apoyando mi mano en su muslo. – Te preguntaba que qué hacías aquí. Deberías estar en casa.

- Todos los del comité debemos quedarnos esta semana.

- Oh cierto –chasqueé la lengua y me froté la frente. – Había olvidado que tú también estabas dentro. – Frunció el ceño, abultando sus labios, y yo le agarré de las mejillas, exagerando aún más la expresión. Estaba adorable con esos morros de pez. – No entiendo porque la gente de vuestra edad necesita esas cosas.

- Zolo tengoh doz años benoz que dú –se quejó entre balbuceos. Reí y besé esos labios de pato que tanto me atraían, antes de soltarle. Él fingió enfado, pero no se apartó ni medio centímetro de mí. – Además, da igual. Los estudiantes necesitan estar representados tengan la edad que tengan.

- ¿Por ti?

- Y por Yugyeom. Y Jihyo. Y Eunh-

- Vale, vale, lo he pillado.

Dejé el tema de lado y seguí recogiendo los papeles. Ni siquiera me preocupaba por que entrara algún profesor, pues la tarea me tenía lo suficientemente entretenido. Y sin añadir los triviales temas que Jungkook colocaba de fondo, ignorando si me interesaban o no. Casi no le escuchaba, pero era agradable oírle.

Al cabo de un rato, terminamos. Él se inclinó a recoger la última hoja, bajo la maceta que adornaba una esquina del despacho y yo eché un último vistazo para que ninguna se nos pasara por alto.

- Creo que te mereces un premio por ayudarme –declaré acercándome al pelinegro por la espalda. Le quité la última hoja de entre sus manos, me giré para dejarla en la mesa, y cuando volví a mirarle, lo encontré frente a frente, mirándome ilusionadísimo. Sonreí con satisfacción y le coloqué entre la mesa y mi cuerpo segundos antes de comenzar a besar su cuello. Estar en la oficina del director daba más morbo a la situación, para qué negarlo.

- ¿Vas a darme ya la sudadera de Iron Man? –preguntó casi en un susurro. Y entonces me quedé helado. Dejé de besarle y me aparté unos segundos, mirándole completamente sorprendido. Jamás le había mencionado esa sudadera por el hecho de que terminé tirándola en un contenedor de ropa. – ¿Jimin?

- ¿Qué sudadera?

- Hoseok me dijo que me habías comprado una.

- ...

- ¿Y bien? – me miraba curioso, abriendo muchísimo los ojos de esa forma que tan adorable me resultaba. Mordí el interior de mi mejilla con frustración y me odié enormemente a mí mismo. – ¿Qué pasa?

- Que Hoseok es idiota, eso pasa.

- ¿No era para mí la sudadera? –sus cejas se hundieron con decepción. Le sujeté de la cintura y negué apresuradamente, comenzando a apartar con delicadeza mechones de su frente.

- No es eso, bebé.

- ¿Entonces? ¿Vas a dármela?

- No creo –seguía acariciándole, como su ese gesto fuera a disminuir el impacto. Cogí aire y aparté la vista con vergüenza. – La tiré después de verte con el idiota ese en el supermercado.

Uno.

Dos.

Tres...

- ¡¿QUÉ?! ¡¿LA TIRASTE?! – Cubrí su boca con mi mano y miré a nuestras espaldas. Después de todo, seguíamos en la oficina del director, y no nos convenía a ninguno que nos pillaran discutiendo. Tampoco nos convenía que nos pillaran teniendo sexo, pero eso al menos se sentía compensable.

- Estaba muy enfadado, Jungkook.

- ...

- Y antes de que hables, quiero que sepas que esto solo demuestra el miedo que tengo de perderte. –aún seguía cubriendo su boca. Él estaba cruzado de brazos, diciendo más con la mirada que con simples palabras. – Ahora, te pido que no grites.

- ¡Te dije que era mi vecino! ¡Me lo encontré por casualidad mientras esperaba a que mi madre saliera! –esta vez fui yo quien le miré con reprimenda. Él rodó los ojos, pero bajó el tono. Sonreí internamente por su comportamiento. – Te lo dije. Te dije que no estaba ligando conmigo ni nada.

- Ya lo sé. La cuestión es que tiré la sudadera antes de que me lo dijeras...

- Mi sudadera... –se arrastró hasta el suelo dramáticamente, apoyando su espalda en la enorme mesa de madera. Suspiré y me agaché para estar a su altura. Cuando fui a acariciar su mejilla, apartó la cara. Estaba realmente enfadado. – Vete.

- Ya te he dicho que lo siento. No se supone que debías enterarte.

- Oh, claro. Ahora será culpa de Hoseok.

- Yo no he dicho eso.

- Has tirado mi sudadera de Iron Man –se quejó como un niño pequeño, retándome con la mirada, clavándola en la mía hasta que quemó. – Eres un idiota y te odio.

- No me odias.

- Sí lo hago.

- No me odias. Y te compraré otra sudadera exactamente igual. –alzó tímidamente la vista, aún sin hacer desaparecer esa infantil expresión de enfado. Esta vez, cuando rocé su mejilla, no me esquivó. Sonreí y dejé un beso en su frente. – ¿Arreglado?

- También te comprarás otra para ti. Y la llevaremos juntos.

- Oy-

- ...

- Está bien, está bien. Como tú digas.

Puso una mueca pero poco a poco, se fue acercando más a mí, hasta terminar por darme un abrazo, haciendo que cayera de espaldas y él terminara encima de mí. Le sonreí y él dejó un breve beso en mis labios.

Y yo se lo devolví.

Y entre besos, cuando pensé que la situación comenzaba a ponerse interesante, cuando creí que la pelea había valido la pena por tener una reconciliación sobre la mesa del director, alguien llamó a la puerta. Jungkook se asustó, golpeó la mesa, y de nuevo todas las hojas cayeron, aunque esta vez encima de mí.

- ¿Hay alguien ahí? –apreté los puños con frustración e intenté calmarme al reconocer la voz que nos había interrumpido.

- Yo –Jungkook se apresuró a abrocharse rápidamente la camiseta que yo me había encargado segundos antes de abrir. Yo me puse en pie y fui a abrir la puerta. – A buenas horas apareces, Jin. 

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Los gifs los estoy haciendo yo misma con una aplicación online. La página se llama 'Gyphy' y sirve para hacer gifs. #ThanksMissObviusly 

Por si os interesaba. Yo que cé. 

Os quiero con patatas. 

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