🎄 ESPECIAL NAVIDEÑO 🎄
KANSAS
—¿Qué le regalarías al diablo para Navidad? —inquiero inclinándome hacia un estante y hundiendo un dedo con desagrado en la panza de un oso de peluche.
El muñeco comienza a cantar una horrible canción navideña.
—¿Por qué si quiera pensarías en obsequiarle algo al diablo? —replica Beasley recorriendo el pasillo del mercado con un carro de compras a punto de rebalsar—. ¿Sabes lo que costaría el envío hasta el centro de la Tierra? Son alrededor de6.300 millas y se encuentra a una temperatura mayor a los 6.000 grados contando que...
Lo interrumpo.
—Ya entendí, cierra la boca o ayúdame a decidir qué voy a regalarle a Sierra, Einstein. —Él arquea una ceja en mi dirección y esos intensos ojos oceánicos brillan con diversión—. ¿Por favor? —añado.
—Te ayudaré si tú me ayudas a encontrar algo para Jamie —negocia—. No estoy seguro de qué se le regala a un animal para Navidad.
—¿Un hueso de hule? ¿Una correa?
—No es un perro —dice indignado.
—¿Máscara?
—¿Para que lleve su aspecto de mapache rabioso a otro nivel? —pregunta—. No, nada de cosméticos derivados del petróleo.
—¿Un terrario? —Reprimo una sonrisa y él enarca ambas cejas con seriedad recordando el incidente con el arácnido.
—No eres de gran ayu... ¡¿De dónde sacaste eso?! —chilla de repente, mirando espantado a algo detrás de mí.
—¿Te gusta? —dice la niña levantando entre sus pequeñas manos a un cachorro Beagle—. Le puse Timberg, ¿puedo quedármelo? —suplica antes de estrechar al can entre sus brazos y que él le lama la mejilla.
—En realidad, tu amigo ya tiene nombre. —Me pongo en cuclillas y escudriño la placa que hay en el collar—. Se llama...—Comienzo a reírme ante la ironía del nombre.
—¿De dónde sacaste esta bola de pelo? —exige saber Beasley—. Quien sea que lo trajo a un centro comercial violó las políticas del establecimiento, y si lo robaste irás a la correcional de menores, o sea a la cárcel de...
Me pongo de pie y lo golpeo con fuerza en el brazo al ser testigo de cómo la mirada de la niña se cristaliza asustada y su labio inferior comienza a temblar.
—¡Mira lo que hiciste! —lo acuso haciendo un ademán a la infante.
—No quiero que mi hermana sea una delincuente canina —se defiende con el ceño fruncido, pero entonces sus ojos se dirigen hacia Zoe y su mirada y expresión se tornan más suaves. Suspira y se arrodilla frente a ella, aún guardando distancia con el Beagle—. Lo lamento, pero creo que esta pequeña cachorrita echa de menos a su dueño —dice tomando con las puntas de sus dedos las patas traseras del animal y asegurándose de que es una hembra. Mira ahí abajo como si fuera una partera observando la cabeza de un bebé salir por la vagina por primera vez en su carrera—. Ahora vamos a buscarlo para que no termines en prisión —añade antes de ponerse de pie y sacar el pequeño alcohol en gel que comenzó a cargar consigo siempre que Zoe está cerca.
Lo golpeo por eso.
Otra vez.
—No es una nena, es un varón y se llama Timberg —lo corrige la niña—. T-y-m-v-e-r-g —deletrea para mi diversión yel completo horror de Malcom.
—Necesitas prestar más atención en tus clases de Lengua —añade mi frustrado y espantado novio pasando una mano a través de su cabello—. ¿Si quiera sabes deletrear algo bien?
—H-a-l-g-o b-i-e... —comienza, pero la interrumpo antes de que el chico a mi lado se desmaye por oírla. Internament eMalcom debe estar rezándoles a los Santos de la Ortografía.
—Zoe, ¿con quién estaba Timberg la última vez que lo viste? —inquiero mientras Malcom desaparece por uno de lospasillos llevándose el carrito de compras.
—Con Bill, y él le estaba diciendo que le iba a meter su silbato por...
—No ese Timberg, el perro —señalo.
—Con una mujer embarazada y un niño que comió mucho chocolate, como Joe.
Me cubro el rostro con las manos aloírla, eso suena algo racista. Maldigo a Malcom por enseñarle que los flamencos son rosados por lo que comen.Antes de que pueda reprochar y corregirla, Beasley aparece con una pecera en manos. ¿Qué diablos?
—No tenían una jaula, pero esto servirá. —Deja el objeto frente a Zoe y ella, encantada, mete al perro dentro. Es tanpequeño que hasta le sobra lugar—. Le dije a la cajera que vendríamos a buscar y pagar todo lo que escogimos más tarde,ahora vamos a encontrar al dueño de la hembra.
—Macho —corregimos la niña y yo al unísono.
No importa que no lo sea, ¿cuándo aprenderá que para que los niños mantengan la boca cerrada hay que darles la razón? Sobre todo a su hermana, es tan terca como él.
Salimos de una de las cientos de tiendas que hay en el centro comercial de Betland y nos encontramos en medio de un gigantesco edificio de cuatro pisos decorado en color rojo, verde, blanco y dorado: hay guirnaldas, personas disfrazadas de duendes, renos de cartón, un sinfín de luces, miles de personas y un Santa Claus cada medio pie.Rayos.
—¿Qué haces? —inquiere Malcom al ver que saco mi celular del bolsillo de mi chaqueta y voy directo a los contactos de emergencia.
—Es misión imposible, necesitamos refuerzos —replico antes de que Jamie atienda al segundo timbrazo y me vea obligada a explicar con rapidez—. Centro comercial y dueño de can desaparecido, necesito ayuda. —Mis ojos se desvían al Beagle que da vueltas en círculos dentro de la pecera que sostiene Zoe en brazos—. Y la necesito ahora.
Diez minutos bastan para que veamos a la pelirroja aparecer con una dona a medio comer en una mano y un batido en la otra. Harriet habría llegado en menos tiempo y con un plan de búsqueda perfectamente diseñado y listo para poner enacción, pero dado que hoy es Nochebuena ella ha ido con sus padres al pequeño pueblo de Shinefalls lista para presentarse a la numerosa y escandalosa familia de Ben.
Es su primera Navidad juntos y estoy ansiosa por saber cómo le estará yendo a la futura abogada dado que tiene que lidiar con media decena de tías empalagosas y las cuatro menores y celosas hermanas de Hamilton, por no mencionar a su nueva suegra.
—¿Qué haces tú aquí? —demanda saber con la boca llena mi amiga en cuanto Timberg se nos acerca, y no el perro, me refiero al Chase humano—. Tengo esto cubierto, puedes volver con tu preciosa Ava —ladra Jamie al chico con cierto recelo en su voz—. Tú ni siquiera sabes dónde está tu masculinidad, mucho menos dónde estará el dueño de ese perro.
Creo que Malcom también llamó por refuerzos.
—Ya veremos quién lo encuentra. —Sonríe con cierta suficiencia Chase—. Y sé dónde está mi masculinidad, pero claro que tú también sabes dónde se ubica con exactitud. Tienes hasta las coordenadas, latitud y longi...
—Esta ya no es una conversación apta para todo público —los interrumpo haciendo un ademán a Zoe—. Ahora todos a trabajar, tenemos una embarazada que encontrar.
—Y si no cooperan le diré a Bill que tú te comiste las galletas de Navidad que le preparó la señora Hyland —advierte Beasley mirando a su amigo, quien acaba de palidecer ante la idea—. Y llamaré a control animal —añade volviéndose hacia la pelirroja—. Así que, por favor, evitemos que mi hermana termine en prisión por robo de mascotas —finaliza.
Lo aplaudo mentalmente.
Lo estoy entrenando bastante bien con esto de dar amenazas, ¿así que por qué estoy aplaudiéndolo a él de todos modos?
Me tengo que aplaudir a mí.
Lo que sigue son cuatro universitarios, una niña y un perro encerrado en una pecera recorriendo piso por piso del edificio.Nos acercamos a las mujeres que se adecuan a la insuficiente descripción de Zoe y a todos los niños con rizos negros en sus cabezas y esos singularmente hermosos dientes de leche que contrastan con el color de su piel. Son uno más adorable que el otro, y Malcom y Jamie se ven obligados a alejarnos a Chase y a mí de ellos cuando nos embelesamos viéndolos.Malcom tira de mi codo con delicadeza, la pelirroja toma al chico del cuello de la camisa y lo lanza a través del piso y estampa contra las vidrieras.
Buscamos por cada rincón del lugar, y al no encontrar a los dueños y con el centro comercial a punto de cerrar al tocar las nueve en punto, nos vemos obligados a marcharnos.
Ya es Navidad y nos quedamos sin regalos porque la tienda estaba cerrada en cuanto regresamos a buscar lo que habíamos elegido, Bill acaba de mandarme veinticuatro mensajes de con emoticones enojados por hacerlo esperar a él, a los Jaguars, a las Montgomery, a la señora Murphy y a los Hyland para la cena y, para rematar, Zoe abre la boca mientras atravesamos el inmenso estacionamiento.
—Creo que se hizo pis —dice levantando la pecera sobre su cabeza y viendo el líquido acumularse bajo el cachorro con emoción—. Y popó.
—Creo que tendremos que llevarnos a Timberg a casa después de todo —suspiro.
—¿No iban a invitarme a pasar la Navidad con ustedes? —Chase frena en seco y nos mira con ojos brillantes y decepcionados—. Yo les había comprado regalos.
Reprimo una sonrisa al ver que su labio inferior tiembla.
—Entonces supongo que debes ir después de todo —añade Jamie jugando con sus sentimientos y dándole una palmada con demasiada fuerza en el hombro.
—No puedo creer que pasaré la Nochebuena con un roedor y un can —masculla Malcom acercándose e ignorando a Chase y a Jamie, quienes han empezado a discutir por algo relacionado con las nueces y las galletas de jengibre. Nadie entiende cómo funciona o, mejor dicho, disfunciona su relación—. El próximo año vayamos al zoológico directamente —exagera antes de meter su mano en el bolsillo trasero de mis jeans en busca de mis llaves.
—¿Quién te dio permiso para abrir los regalos antes de medianoche? —inquiero arqueando una ceja y alejándome de su toque.
Las comisuras de sus labios se curvan hacia arriba y un destello de diversión nace en sus ojos.
—No es un regalo si ya ha sido abierto antes —replica con descaro.
¿En qué lo convertí?
—¡¿Quién se atrevió a abrir un regalo sin mí?! —se entromete Zoe con el ceño fruncido y oyendo a medias—. ¡Eres un niño malo, Malcom! ¡Le diré a Santa que no tea
traiga nada! —amenaza a su hermano mayor, y el cachorro le ladra a través del cristal.
—Aleja esa cosa peluda y llena de bacterias de mí, Zo... —la advertencia de Beasley se desvanece en sus labios en cuanto se oye un grito cargado de felicidad a unos pocos pies de donde estamos.
—¡La encontraron! —chilla un niño corriendo hacia nosotros con sus rizos rebotando de un lado al otro—. ¡Mira, mamá, la encontraron! —le dice a la mujer que viene tras él sonriendo y frotando su barriga.
El pequeño llega hasta Zoe y extiende las manos hacia la pecera que ella estrecha contra su pecho.
—Si no quieres ir a la cár... —comienza Beasley, pero lo interrumpo.
—Es hora de devolver a Timberg, Zoe —murmuro acuclillándome a su lado—. Se nota que su dueño lo ha echado de menos, ¿y cómo te sentirías si otro niño se quedara con Ratatouille? —Sus ojos se cristalizan y luego asiente, comprendiendo que no puede robar perros ajenos y fugarse con ellos en vísperas de Navidad.
—Hemos estado buscando por horas —dice la mujer cuyos alborotados rizos son iguales a los de su hijo—. Gracias por... —Ella jadea como si le faltara el aire y se dobla en dos, apoyándose contra el capó de un auto. El corazón se me paraliza en cuanto un líquido comienza a deslizarse por sus piernas envueltas por una falda hasta las rodillas—. No, no, no... No puede estar... —Un grito de dolor trepa por las paredes de su garganta y Malcom junto a un lívido Timberg se precipitan a ayudarla—. ¡Rompí bolsa! ¡El bebé está en camino!
—Doble J y una N —susurra la pelirroja—. Jodidamente jodida Navidad.
MALCOM
—¡Villancicos! —chilla Timberg advirtiendo a nuestra conductora desde el asiento del copiloto.
Jamie gira el volante con fuerza y el Jeep se sacude con brusquedad antes de que la pelirroja comience a hacer zigzag porlas calles repletas de personas. Zoe y el niño que ahora sabemos que se llama Shane rebotan en el regazo de Chase, quien los sostiene con fuerza contra su pecho junto al perro dentro de la pecera. La señora embarazada, que está recostada en el asiento trasero con las piernas en el aire, nos da a Kansas y a mí una vista perfecta de su ropa interior rosada mientras me horrorizo y me presiono contra la puerta con seguro y la castaña observa la escena arrodillada desde el piso, sosteniendo uno de los tobillos de la denominada Stella.
—¡Me voy a desmayar, no llega oxígeno a mi cerebro! ¡El bebé está en camino! —grito con los ojos abiertos como platos mientras observo como algo parece estar estirando el material de las bragas de la mujer hacia afuera.
Estoy hiperventilando.
—¡Dile que reduzca la velocidad, hay que llegar al hospital primero! —exclama la pelirroja antes de que un estruendo se oiga y los gritos llenen el coche en cuanto Jamie atropella algo.
Una gran bola roja y blanca rebota contra el parabrisas yel rostro de Santa se estampa contra el vidrio.
—¡Matamos a Santa! —chilla horrorizado Timberg antes de que los niños se larguen a llorar.
Me quedo perplejo observando la manera en que mapache rabioso se baja del auto y sacude al hombre cuya cara se desliza ruidosamente contra el cristal. La señora Wasaik grita y la miro con desesperación.
—¡Beasley! —Kansas estrella su palma contra mi mejilla y me obliga a mirarla a los ojos—. ¡Reacciona! —Me vuelve a golpear con el reverso de la mano y mi piel arde—. Saldré a ayudar a Jamie y tú vas a buscar e implementar todos tus conocimientos básicos de medicina para hacer posible que este bebé nazca, ¿entendido? —inquiere tomándome de las mejillas. Sus ojos verdes y cafés brillan con dureza y emoción—. ¡Y tienes prohibido desmayarte!, ¡¿entendido?! —repite y asiento con rapidez antes de que ella se pase al asiento del conductor para salir por la puerta abierta, dándome una rápidavista de sus familiares nalgas.
Inhalo y exhalo lentamente una y otra vez mientras la señora Wasaik grita y se revuelve en el asiento. Imagino que tengo mi biblioteca frente a mí y repaso mentalmente el nombre de los libros de anatomía, escojo el más apropiado y cierro los ojos para concentrarme en el contenido.
—Ya sé qué hacer —digo casi sin aliento volviéndome hacia Stella—. Señora, rompió fuente y perdió alrededor de unlitro de líquido amniótico, el bebé está en camino y no creo que seamos capaces de llegar al hospital a tiempo. —Ella me mira con una expresión temerosa en el rostro cubierto de sudor—. Voy a traer a su bebé al mundo, y necesito que hagaexactamente lo que le di... —La cajuela del Jeep se abre y un Santa rueda hacia dentro. Kansas y Jamie se limpian lasmanos y cierran para volver a sus lugares.
—¿Qué...? —El hombre se incorpora confundido y sus globos oculares parecen salirse de órbita al ver la imagen—. ¡Jesús! —chilla antes de que Stella clave sus uñas en su antebrazo y grite—. ¡Déjenme salir, por amor al niño Jesús, dejen a Santa salir! —El auto se pone en movimiento y Kansas vuelve a estar atrapada entre el asiento del copiloto y yo.
—¿Qué es lo más limpio que hay aquí? —inquiero escudriñando los alrededores.
Ella hace lo mismo antes de encontrarse con mis ojos nuevamente.
—Tú.
—Sácale la ropa interior a Stella —ordeno antes de tirar del dobladillo de mi camiseta y acomodarla en el asiento.
Comienzo a desabotonarme los pantalones cuando Timberg chilla y les tapa los ojos a los niños.
—¡No miren! —advierte mientras Jamie sonríe y nos echa una mirada sobre su hombro.
—Yo sí pienso mirar —dice acomodando el espejo retrovisor.
—¡Ojos al frente, amiga! —advierte Kansas, y no sé si lo dice porque de otra forma atropellaríamos a otro Santa y unadocena de renos o porque está mínimamente celosa—. No hay más espacio para gente aquí, así que no arrolles a nadie.
Bueno, ahí está mi respuesta.—¡Podríamos atar a alguien al techo! —sugiere Zoe emocionada antes de que el antihigiénico can comience a ladrar.
—Inhala y exhala, otra vez... así, muy bien, lo estás haciendo genial. —Santa toma con fuerza la mano de la señora Wasaik y le indica cómo respirar. Es una imagen tan tétrica como extraña y adorable.
—Stella, necesito que flexione las rodillas y abra las piernas tanto como pueda. Necesito ver qué tan dilatada está y si el bebé ya ha asomado más de un cuarto de su cabeza—. Indico antes de que Kansas me pase la linterna de su teléfono. Ella me mira de una forma que me da confianza, cierto coraje—. ¿Lista para ver las maravillas que hará tu cuerpo dentro de unos años? —pregunto.
—¿Ya estás pensando en tener mini Shepards y mini Beasleys? —Arquea una ceja.
—Serán todos Beasley, llevarán mi apellido —le recuerdo tomando una de las rodillas de la mujer abierta de piernas.
—Sobre mi cadáver, llevarán los dos —replica—. Y créeme que Bill Shepard te perseguirá por todos los continentes sino es así.
—¡¿Puede alguien sacar esta cosa de mi cuerpo!? —grita Stella desesperada, con la respiración acelerada—. ¡Maldita sea!—añade antes de que los huesos de la mano de Santa crujan mientras ella los oprime—. ¡Lo siento, niños! ¡Ignórenme, estoy en pleno parto! —se disculpa con dulzura, entre dientes.
Tomo una bocanada de aire antes de inclinarme y alumbrar la vagina. Palidezco y miro a Kansas, quien con una miradame advierte que si me desmayo me despertará a golpes.
La violencia es algo muy propio de ella.
—¡Veo la cabeza del bebé, así que cuando le pida que puje debe hacerlo! —explico sacando el alcohol en gel yaplicándolo en mis manos y en toda zona que crea necesaria.
—¡Apártense de mi camino villancicos del demonio! —chilla Jamie mientras conduce a través de las calles de Betland atoda velocidad—. ¡Los voy a atropellar a todos si no me dejan pasar, imbéciles discípulos de Santa! ¡De regalo de Navidad tendrán una fractura de hueso occipital y esfenoides! —dice estrellando su puño contra la bocina una y otra vez, como el mapache rabioso y desquiciado que es.
El automóvil queda en silencio mientras todos los pares de ojos se posan en ella.
—¿Qué? —espeta echando una mirada tras su hombro—. Es necesario para mi carrera.
—¡El bebé está viniendo, señora Wasaik! Necesito que puje con fuerza —murmuro frotando mis manos llenas de alcohol en gel.
—¡Si la hace pujar va a romperme el brazo! —se queja el falso Santa.
—Pagaremos su factura médica, ahora cierre la boca y ofrezca cada hueso de su brazo a la mujer para que pueda romperlo—gruñe Kansas.
—¡No le grites así a Santa, es mi ídolo! —la regaña el pequeño Shane desde el regazo de Timberg.
—¡No le grites a mi niñera, idiota! —Lo empuja mi parásito.
—¡Zoe! —la regañamos la castaña y yo al unísono.
Ambos niños comienzan a pelearse y tirarse del cabello sobre Chase quien, al intentar separarlos, se gana una cachetada y tres mordiscos de su parte.
—¡Puje, Stella, puje! —la aliento inclinándome entre sus piernas y observando como la pequeña y ensangrentada cabeza del bebé comienza a emerger entre los flujos. La mujer gruñe, chilla, grita y entorna los ojos como si estuviera poseída.
—Me parece que se va a cagar —acota Jamie contemplando la escena por el retrovisor antes de doblar abruptamente en una esquina, subiéndose a la vereda.
—Malcom... —susurra Kansas a mi lado.
Mis ojos se encuentran con aquella singular mirada que parece abundar en inquietud. Miro como la cabeza completa del bebé sale y me percato de lo que la chica a mi lado quería que notase. El cordón umbilical está rodeando el pequeño cuello de la criatura. Agradezco que no haya dicho nada a Stella dado que podría asustarla y, sabiendo exactamente qué hacer, extiendo ambas manos; con una tomo suavemente la cabeza y la otra la uso para desenroscar el cordón con cuidado, con un solo dedo, evitando que se estrangule.
—¡Vamos, linda! ¡Puja como si fueras a sacar la pizza entera que te comiste anoche! —alienta Kansas.
—¡No comí pizza anoche! —replica la señora antes de gritar de dolor y pujar.
Sostengo firmemente pero con cuidado al pequeño hasta que, rápidamente, lo expulsa de su cuerpo. Limpio con mi impecable camiseta la boca y la nariz del niño yel coche se sume en silencio.Todos contienen el aliento.
Y el bebé llora.
—Felicidades —murmuro con el niño en brazos, observándolo maravillado antes de inclinarme y depositarlo contra el pecho de su madre—. Es un niño. ¡¿Oíste, Shane?! Tienes un hermanito. —El pequeño se arrodilla en el regazo de Chase al igual que Zoe y miran asombrados la escena, con sus rodillas clavándose en el órgano viril del número dieciséis, quien chilla adolorido.
—Eres... eres mi ídolo. —Sonríe Wasaik, su rostro iluminándose ante el nuevo miembro de su familia mientras busco algo con que cortar el cordón.
—El mío también —concuerda Kansas, quien sonríe observándome de esa forma tan peculiar suya, con esa mezcla de verde y café en sus ojos que abunda en orgullo, admiración y algo más.
🏈 🏈 🏈
—¡Ya estamos aquí! —anuncia Jamie abriendo la puerta de la casa de los Shepard sin siquiera tocar, como lo usualmente maleducada que es—. ¡No creerán lo que nos pasó!
—¡Faltan tres minutos para medianoche, será mejor que no haya sido por culpa de Timberg porque le regalaré una patada en el trasero de camino a la Antártida! —grita Bill repartiendo las copas.
Anneley, quien se estaba metiendo una pasa de uva a la boca, se la escupe en la cara a modo de regaño.
—¡Mamá! —se queja Sierra mirando con desaprobación la infantil conducta de la mujer.
—¡Llegó Marcos, es hora de sacar el champagne! —Hyland aparece vestido de duende con una botella en mano y la señora Hyland disfrazada de reno con un plato de galletas entre los dedos.
—Lo necesitarán si planean aguantar toda la velada oyéndolo hablar sobre la producción de pirotecnia o el proceso de fermentación del vino —dice una voz un poco distorsionada antes de que Joe aparezca con Ben y Harriet en pantalla mediante Skype—. Sin ofender, Tigre —añade rodeando a la rubia por los hombros.
—¿Dónde se habían metido? Me tenía preocupada que estuvieran haciendo algo ilegal sin mi asesoramiento. —Sonríe la futura abogada.
—¡Casi voy a la cárcel! —explica Zoe antes de correr a los brazos de Anne, quien la levanta en el aire para besarle la mejilla—. Y nos enteramos de que había un bebé en camino.
La casa entera se sume en silencio por parte de cada invitado, y todos los ojos caen en Kansas y en mí. Lo único que se oye es una canción de villancicos de fondo.
Miro inmediatamente a Bill y noto que se ha puesto casi bordo.Creo que no está respirando.
—¡Te juro que yo no fui! —Levanto las manos en el aire en señal de que no hice nada y palidezco al ver al hombre que piensa que me reproduje con su hija.
—Íbamos a guardar el secreto hasta año nuevo, pero... —Kansas reprime una sonrisa mientras la mentira se vierte de sus labios y lleva las manos a su estómago.
Es una mentira, ¿verdad?
¿Verdad?
—¡¿Qué...?! ¡Beasley! —Shepard grita con furia antes de lanzar a Logan a un lado y abalanzarse sobre mí.
El mariscal termina en los brazos de Ottis y el cuerpo del entrenador colapsa contra el mío y nos tambaleamos peligrosamente cerca del gigantesco árbol de Navidad, en el cual, inevitablemente, caemos y utilizamos como amortiguador.
Sé que Kansas dijo una mentira por la forma en que se está riendo mientras parte trozos de una galleta y se los lanza a la boca. Y, para ser honesto, la paliza Navideña vale la pena por ese sonido.
—¡¿Niño o niña?! ¡Las apuestas comienzan ahora y no hay reembolso, nos enteraremos del resultado dentro de nueve meses! —Hyland se quita el gorro navideño y comienza a pasarlo delante de cada invitado, quienes ya están sacando sus billeteras y gritando sus apuestas a los cuatro vientos.
Entonces, en medio del caos, las campanas suenan.
—Fe-feliz Navidad, co-coach —digo con las manos de Bill y las luces multicolores alrededor de mi cuello, casi sin aliento.
—Feliz navidad, estúpido Beasley —Shepard se detiene por un momento para pronunciar las palabras y sonreírme.
Luego vuelve a estrangularme.
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