030 | Luciérnaga

KANSAS

La oscuridad se extiende a lo largo de las varias hectáreas y del bosque, al igual que lo hace en el cielo. Sin embargo, no puedo decir que estoy totalmente sumergida en ella.

La pequeña y solitaria luciérnaga que vagaba entre las masas de aire ahora se encuentra en compañía, otro punto brillante y minúsculo se eleva en el aire. Otro le sigue, y poco a poco hay decenas de puntos brillantes que surcan la noche.

El motor del auto está en silencio, yo misma me encuentro muda y debo contener la respiración al ver cómo las luciérnagas nos rodean y comienzan a montar un espectáculo de luces a nuestro alrededor. No hay sonido aquí dentro, únicamente la pesada respiración de dos personas y media que están cautivadas por la refulgencia de los destellos que aparecen y desaparecen en la noche. No puedo evitar pensar en que, si las estrellas danzaran, sería muy parecido a esto.

Las luciérnagas bailan en el abismo y llevan luz a los lugares que perdieron su brillo; como las estrellas decoran el cielo, estos pequeños seres decoran la tierra.

—Son muy hermosas —susurra la niña, como si hablar en voz alta pudiera espantarlas. Ella se recuesta contra mi pecho y observa el juego de luces con ojos abiertos y rutilantes—. ¿Algún día podré brillar como ellas? —pregunta.

—No necesitas ser una luciérnaga para brillar, Zoe —respondo dejando caer mi cabeza contra el asiento—. Hay ciertas personas que brillan por sí mismas, es solo que no somos capaces de ver su luz.

Ella asiente como si en verdad me entendiera y luego regresa su atención al desfile de luces. Sin embargo, hay alguien que sigue observándome.

—¿Este es el momento en el que me corriges y dices que los humanos somos incapaces de tener luz propia? —pregunto en voz baja a mi copiloto.

Las sombras de la noche y la tenue luz de las luciérnagas juegan con el rostro de Malcom, hacen que en sus ojos aparezcan destellos de claridad y luego completa oscuridad. Su cabello, desordenado de forma intencional, parece haberse oscurecido varios tonos y, tras él, los pequeños insectos que surcan el aire forman un fondo en constante y suave movimiento.

—Por más inverosímil que parezca —su voz suena tan baja como ronca—, creo que tienes razón. Hay personas que brillan por sí solas.

Su mirada es tan intensa que por un momento siento que tiene el poder de atravesarme, de ver a través de mí, y eso me estremece.

—No sabía que pensabas así —me sincero.

—Yo tampoco —dice con cautela, contemplándome con una expresión indescifrable—. Acabo de darme cuenta.

***

Kansas:

Te entiendo, entiendo tu decisión de faltar a la cena. No estoy enojado ni, mucho menos, triste, solo algo decepcionado.

Sé que las cosas no han marchado precisamente bien y que la noticia de Anneley es difícil de tragar, pero espero que en estos días puedas perdonarme. Mentir no es la decisión correcta, pero es la más fácil, y lo lamento, pero debes entender que me preocupaba tu reacción al enterarte de nuestra relación.

Soy consciente de que la partida de tu madre ha dejado un vacío en la casa, en ti y en mí también, y no creas que intento llenarlo con la presencia de Anne. Las personas no se reemplazan, pero pueden llegar otras dispuestas a ayudarte a sobrellevar el vacío.

Estar por un tiempo lejos —gracias a tu sospechosa oferta—, te dará algo de espacio para pensar. Espero que lo hagas, y también espero regresar y que la casa esté intacta.

Recuerda alimentar a Zoe y sacarla a dar algunas vueltas por el parque, haz las compras y ve a recoger la docena de galletas que le encargué a la señora Hyland.

Y por último, debo reiterar que no estoy enojado contigo. Tus actos están justificados, pero los de Malcom no. Dile que se prepare para tener una larga charla. Beasley me debe unas cuantas explicaciones y varias millas.

-Bill

Guardo la carta en el maletero del Jeep y tomo mis libros antes de bajar.

Fue toda una sorpresa haber amanecido sin llamadas perdidas, sin mi buzón de voz al borde del colapso, con la carencia de algunos mensajes de texto con emoticones furiosos y, obviamente, sin mi padre despertándome a las cuatro de la mañana y exigiendo saber dónde había estado.

Su vuelo salía a las siete, así que supuse que había partido al aeropuerto alrededor de las cinco y media. Alguien lo vino a recoger, y todas mis sospechas se centran en la entrenadora del equipo de natación. Esto lo sé dado que él entró a hurtadillas a mi cuarto y depositó un beso en mi frente antes de marcharse, despertándome en el proceso. Bill no es la clase de padre que dan demostraciones de afecto a menudo, ¿pero qué mejor que darlas cuando no hay nadie cerca? YY sobre todo cuando tu hija está dormida y es incapaz de gritarte todas las palabras que las madres se aterrorizan de oír en boca de sus hijos. Lo único que hizo fue dejar una carta en el parabrisas del coche, y creo que eso se debe a que sabe que no la hubiera leído si la ponía en el refrigerador o en mi mesa de luz.

Mientras trazo mi camino a la cafetería siento cómo cierto alivio se propaga a cada neurona de mi ser. Mi padre pensó que estar lejos de él podría ayudarme a pensar, pero creo que he estado pensando demasiado en las últimas dos horas. Sé que estoy dispuesta a perdonarlo por ocultarme su relación con Anneley, pero eso no implica que mi enojo se disipe de un día para el otro. El tema es que cuando hablamos de casamiento es una historia completamente diferente.

Es otro nivel del Mario Bros.

¿Discutiremos cuando vuelva? La respuesta es afirmativa, pero mientras tanto voy a intentar aceptar los hechos y centrarme en lo que se acerca: el lavado de autos.

—Buenos días —saludo a Harriet en cuanto llego a la mesa—. O malos —recapacito observando a Jamie, quien lanza con furia un ramo de flores a la basura—. ¿Qué diablos? —inquiero.

—No hables —se apresura a decir la rubia, con sus libros y resaltadores aferrados a su pecho—. Es como un oso que recién sale de su hibernación —explica observando a la pelirroja atravesar la cafetería con cara de pocos amigos—. Tiene hambre y comerá cualquier cosa. Incluso a sus amigos —advierte en un susurro.

Creo que hoy no me traerá el desayuno.

—¿Pero por qué está tan enojada? —interrogo en el segundo exacto en que Jamie se deja caer en su silla.

—¡Esto es increíble! —escupe enterrando su rostro en sus manos—. Lo único que quería era tener sexo y olvidarme de mis problemas amorosos, ¿y qué gano con eso? —se pregunta a sí misma—. A Timberg detrás de mi trasero los siete días de la semana.

—Tranquilízate, loca —pido. Me siento frente a ella y contemplo la frustración y el cansancio que decoran sus facciones—. Pensé que lo tuyo con Timberg era cosa de una vez.

—Yo también creí eso —replica—. Pero desde la fiesta ha estado acosándome con mensajes de buenos días, emoticones con corazones y hasta con margaritas —dice haciendo un ademán al cesto de basura—. Y odio las margaritas, porque esa es la bebida favorita del innombrable —añade haciendo referencia a Derek.

—En resumen —interrumpe Harriet—, Chase tiene un flechazo contigo.

—No salí de una relación para meterme en otra —aclara Jamie—. Además, nunca podría salir con alguien como Timberg. Es como un caramelo de miel —ejemplifica—. Y no me gusta la miel.

—¿Intentaste decirle que no buscas una relación? —inquiero.

—¿Decirle? —escupe con incredulidad—. Prácticamente se lo he gritado, pero el muy imbécil o hace oídos sordos o está demasiado obsesionado conmigo. —Deja salir el aire contenido con una exhalación—. Sé que suena cruel, pero en verdad no quiero estar atada a ningún chico. Chase es dulce, pero no es mi tipo, y parece que él se niega a aceptarlo. Además, es imposible enamorarse de alguien en cinco días.

—Tal vez Kansas pueda hablar con él —apunta la rubia, y en cuanto ve cómo mis ojos taladran su cráneo se encoje de hombros—. ¿Qué? Tal vez funcione. Es obvio que él no escuchará a Jamie, Cupido le ha dado fuerte. Pero tú eres su amiga, y probablemente te haga caso.

—Sé lo que se siente que te rompan el corazón —les recuerdo—, y no le diré a Timberg que sus oportunidades con Jamie son nulas.

—Timberg no está enamorado, por lo tanto no puedes romper su corazón —argumenta Harriet—. Él solo está ilusionado.

—¿Y quieres que rompa sus ilusiones? —pregunto con escepticismo—. No, no lo haré —me niego.

—Es preferible romper las ilusiones ahora que dejar pasar el tiempo y tener que romper el corazón —reflexiona, y sé que en cierto punto tiene razón—. Piénsalo así: es como si tú, a una semana y dos días de haber conocido a Malcom, comenzaras a ilusionarte con él. ¿No preferirías que derrumbe tus ilusiones a que te dé esperanzas y luego deba romperte el corazón?

Las palabras penden de la punta de mi lengua, pero me encuentro incapaz de decirlas en voz alta. Miro a los ojos de ambas chicas en silencio, dejando que el sonar de la multitud y los cubiertos llene la carencia de sonido de mi parte, la carencia de una respuesta.

—¿Kansas? —llama Jamie en voz baja, con el ceño fruncido.

Ellas parecen percatarse de algo que yo no, y me obligo a abrir la boca antes que alguna de las dos lo haga.

—Supongo que sí.

MALCOM

Ocho llamadas perdidas, cinco mensajes de voz, quince notificaciones de Facebook y una amenazante nota en el refrigerador. Eso fue lo que me encontré esta mañana al levantarme.

Creo que Bill dedujo que Kansas estaba conmigo anoche, y por tal motivo ha dejado una serie de tenebrosos mensajes que no estoy dispuesto a leer. Sus audios, sin embargo, son lo más preocupante. No abro ninguno de sus escritos porque sé que no sabré qué decir al respecto, y es obvio que clavarle el visto al entrenador no es una opción. O por lo menos no es una que me asegure permanecer con vida hasta el juego del sábado.

—¡¿Eres una niña, Marcos?! —inquiere Hyland antes de hacer sonar otra vez su silbato. No sé de dónde lo ha sacado, pero pronto lo regresará a su lugar por las buenas o por las malas. Es irritante—. ¿88 libras? ¿Esto es una broma? ¡Quiero el doble! —ladra antes de llevarse otra papa a la boca, mientras se recuesta en una colchoneta.

—Tú ni siquiera puedes levantarte del piso —farfullo entre dientes, mientras repito la serie de pesas—. Así que sigue nutriendo incorrectamente a tu cuerpo y no hables.

Puede que el entrenador esté a millas de distancia, pero eso no le impidió dejar una serie de ejercicios para que hagamos a falta de la práctica de hoy.

—Ahogarse con una papa también funcionará —respalda Mercury haciendo una rutina de abdominales en la colchoneta siguiente a Gabe.

—Ustedes dos no se llevan muy bien —apunta el muchacho mirándonos mientras estrecha los ojos—. Sin embargo, se complementan bastante bien para criticar a mi fantástica y carismática persona.

—No voy a negarlo —replico depositando las pesas en el piso, con la respiración acelerada.

—Yo tampoco —murmura Logan.

—¿A qué se debe su enemistad? —pregunta antes de lanzar una papa al aire y atraparla entre los dientes—. ¿Ambos quieren el puesto de mariscal o esto es una competencia para ver quién le cae mejor a Billy? —Hyland no tiene consideración ni vergüenza en hablar, y parece tan intrigado como divertido.

El aire a nuestro alrededor parece llenarse con electrostática, y veo cómo varios muchachos del equipo giran sus cabezas en nuestra dirección.

—Esperen, creo que hay algo más —añade mirando entre el uno y otro, como si fuéramos partes de un rompecabezas que aún no sabe cómo encajar—. ¿Kansas está de por medio? —inquiere.

Ahora definitivamente todo el equipo presta atención. Mis ansias por atravesar la habitación y asfixiar a Gabe con la bolsa de papas se intensifican en cuestión de segundos.

—Eso es absurdo —replica Joe—. Mercury dejó de estar con Sunshine en cuanto se unió al equipo.

—Es verdad —concuerda el número siete mientras se pone de pie. Sin embargo, hay un destello de malicia en sus ojos—. Y no hace falta aclarar que Beasley no tiene posibilidades con Kansas —recalca acercándose—. ¿Verdad? —Parece que necesita que lo diga en voz alta, y por la forma en que me observa no solo lo necesita, él quiere que lo diga.

La tensión a nuestro alrededor se podría cortar con tijeras, y el silencio que abunda en el gimnasio se hace demasiado pesado.

—¿Malcom? —llama Ben, incitándome a que responda.

Estoy por replicar cuando la puerta principal se abre, revelando a una pelirroja que entra aplaudiendo animadamente.

—Aquí están los Linces, justo donde los quería encontrar.

—Somos los Jaguars —corrige Monroe desde la caminadora.

—Lo que sea, amigo —le contesta Jamie antes de llegar al centro de la sala haciendo resonar sus tacones.

Usar ese tipo de calzado en un gimnasio no es lo más adecuado ni tampoco lo más recomendable. Tras su aparición llega Harriet, con lo que creo que es el portapapeles de Bill y una calculadora. Ella camina entre las máquinas y los sudorosos muchachos con cautela, como si tocar a cualquiera de los dos pudiera contagiarle algo.

—Estábamos teniendo una charla interesante aquí, señoritas —se queja Gabe—. Más vale que vengan para hacer un strip dance o que traigan comida.

Ben está lo suficientemente cerca como para golpearlo con su toalla, y no hace falta aclarar que lo hace.

—En realidad —dice una voz de lo más familiar—, los únicos que harán algo muy similar a un strip dance serán ustedes.

Kansas atraviesa las puertas y recorre el gimnasio examinando los alrededores. Probablemente ellas no lo noten, pero su aparición hace que la tensión crezca a niveles previamente inalcanzables. Siento los ojos de Mercury quemando mi rostro, y los de Ben contemplándome con cierta sospecha.

—¿A qué te refieres, Sunshine? —pregunta Joe con sus facciones cubiertas por auténtica intriga, pero antes de que la castaña pueda responder, Timberg aparece desde el pasillo de los vestidores con una expresión de la más divertida.

—¡Oye, Malcom! —llama sosteniendo algo en su mano—. Esta maldita cosa no ha dejado de sonar —se queja observando la pantalla de un celular. Al teléfono le entra una llamada y me percato por aquel sonido que me pertenece—. Mala suerte la tuya, amigo —añade girando la pantalla en mi dirección, dejándola a la vista de todos—. Se ve que tus fanáticas de Londres te quieren de vuelta. —Ríe.

Solamente me basta con leer el nombre que figura allí para sentir la forma en que cada fibra de mi cuerpo se tensa.

Llamada entrante 📲

Nancy Brune.

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