LIENZO 9
Aún me encontraba abrazada a él contra su frío pecho mientras que mi respiración era tan agitada como un mar embravecido. Casi podía sentir las olas golpeándome, zarandeándome hasta hacerme cerrar los ojos.
No podía controlar el llanto; aquella aparición pudo más que yo y su historia me había afectado en demasía. Pero era una mezcla extraña ya que tamaña atracción que sentía en aquel momento, se entremezclaba con una ternura suave y acogedora. Me sentía completamente a salvo.
Las médiums son una rara condición que casi nunca se da. El número que quedaba era extremadamente reducido, ya que la mayoría no soportaba vivir con esa condición y se suicidaban al cabo de unos años. Tampoco encontraban personas que las entendieran y les hiciera más sencilla una vida ya de por sí difícil, por lo que quedaban en absoluta soledad incluso por su propia familia.
Yo ya lo intenté en el pasado, tenía muchas marcas escondidas con maquillaje para que nadie las pueda ver; me avergonzaba de ellas y de mis momentos de debilidad cuando la vida me parecía más un peso que una oportunidad.
Pero los espectros que rondaban a mi alrededor no permitían que muriese así como así, por lo que cada vez que tomaba una cuchilla en la bañera, ellos me la arrebataban o bien curaban milagrosamente mis heridas. Si deseaba descansar por la eternidad, no se me daba esa opción.
En más de una ocasión, mi madre me pilló con las venas cortadas y a punto de desangrarme, pero mágicamente siempre me curaba y me salvaba ante la mirada atónita de los médicos. Ella intentó sonsacarme las razones por las que hacía tales cosas, a lo que me inventé que estaba sufriendo acoso escolar bastante grave y me encontraba saturada por ciertas cosas.
Mi madre desgraciadamente murió mucho antes de lo esperado, sin saber lo que yo era; me negaba que me tratara diferente por esa razón. Mi hermano, con el que compartía mis problemas y confidencias, tampoco sabía de mí a un nivel tan personal.
No supe nada acerca de mis padres biológicos y mi madre adoptiva se negaba a decirme lo que le había pasado a mi madre o a mi padre. Y si investigaba acerca de mi apellido tampoco encontraba nada; era como si la tierra se los hubiera tragado. Permanecí muchos años investigando a la sombra porque nunca mi madre adoptiva permitiría que husmeara en mi pasado, pero consideraba que eso era algo que yo misma debía elegir.
A día de hoy, apenas tenía respuestas.
Peter me tomó de la cara con ambas manos, interrumpiendo mis pensamientos más oscuros diciéndome con una voz desgarradora:
—Háblame Alice...dime que te pasó.
—No Peter, no puedo...vete y déjame sola por favor.
Pero él no parecía con intenciones de abandonarme sino más bien se acomodaba como para quedarse conmigo toda la noche si era necesario. Me tomó del brazo y me dijo suavemente.
—No me iría por nada del mundo; ven, voy a llevarte a casa.
—¡¡¡¡NO, NO, NO!!!!—Comencé a gritar como si me hubiera vuelto loca. Peter me miraba aún más alarmado que antes pero no veía que tuviera intenciones de huir de mi lado. Eso me hacía sentir halagada e importante como nunca antes en mi vida porque, cuando un espectro aparecía ante mí, tenía que lidiarlo sola.
—¿Que hay en tu casa que te asusta tanto? —Siguió insistiendo sin perder la paciencia.
—Nada...nada...vete Peter—Le imploré entre lágrimas y resoplando por la falta de aire. Quise hacerle creer que me encontraba mejor y que no era necesaria más ayuda de su parte. Pero de nuevo su vena protectora salió a la luz, negando con la cabeza
—Esta noche me quedaré contigo—Dijo con tranquilidad sin considerar lo que yo quería o necesitaba. Con ese tono de voz dejaba claro quién pretendía mandar en aquel preciso momento; el orgullo de los vampiros tan conocido en los libros.
Pero él no era el único orgulloso en la ecuación.
—No Peter, márchate, ¡Ahora!
Él me sujetó con más fuerza y me tomó más cerca de su cara; su mirada era intimidante y no aceptaba un no por respuesta. Quedé muda, con la respiración agitada y el cuerpo tembloroso, no por el miedo sino por el puro deseo que me envolvía con sábana de seda.
Pero debía de ser fuerte mostrando que no me fundía al contacto de sus ojos con los míos. No quería aparentar ser una desesperada o estar bajo su sexy influjo. De nuevo, el continuó con su cantinela.
-Mira Alice, tú eliges; o me quedo esta noche en tu casa o bien vienes a la mansión conmigo; tú decides, no me obligues a decidir a mí por ti.
Sopesé la decisión, dándome cuenta que sería más seguro que Peter se quedara conmigo, ya que era más peligroso quedarse en una mansión llena de vampiros donde uno es adicto a tu sangre. Ya que apenas tenía opción, elegí la menos mala.
Él me levantó y me ayudó a caminar hasta casa. Cuando Peter llegó al comedor, se percató de la botella de cristal en el suelo y la música del tocadiscos sonando a todo volumen.
Su cara de sorpresa era mayúscula y no le culpaba de ello. Casi parecía que una batalla se había librado allá y que el vino representaba la sangre de los que cayeron. Una leve sonrisa divertida se dibujó en mi rostro visualizando en mi mente a varios vikingos luchando en mi salón. La pregunta de Peter no se hizo esperar.
—¿Qué ha pasado?
—Solo estaba borracha y me resbale mientras bebía de la botella; nada grave—Le dije con la mayor normalidad posible para que no se preocupara demasiado. Temía que aquel hombre apartase de mí todo aquello que contuviera alcohol en mi casa, incluyendo los perfumes por si tenía la necesidad de sentir esa nube de relajación que provocaba la ebriedad.
Pero no, no tenía problemas con la bebida y con la fulminante mirada que le eché, no le quedó duda alguna.
La mirada de Peter viajó hasta el tocadiscos y comenzó a sonreír. Tomó un cable y conectó su teléfono al aparato; tenía intención de poner música. Eso fue una total sorpresa para mí.
¿Qué música podría?¿Música clásica?
Pero no, una música sensual comenzó a inundar el salón y eso sí que me descolocó de sobremanera.
Sin apartar la vista de mí, alargó su mano en mi dirección, dando a entender sus intenciones de hacerme bailar bajo el poder de sus manos. El nerviosismo ascendió en una miríada de hormigas que caminaban por mi espalda hasta llegar a la punta de mis dedos.
Para mi sorpresa, a pesar de lo que yo sabía de él, tomé su mano y comenzamos a bailar por todo el salón. Su cuerpo y el mío estaban pegados completamente; no había espacio entre nosotros sin llenar. Nuestros dedos, enlazados, combatiendo su frío contra mi calor, mientras que nuestras miradas ardían con cada paso que dábamos.
Comencé a cubrirme de sudor por la excitación de estar tan cerca de él. Sus manos comenzaron a descender hasta apretar mis caderas contra las suyas, su mirada era cada vez más profunda y sus tonalidades se entremezclaban con el reflejo de las mías, creando una paleta de colores increíble.
Suspirábamos, el vapor de nuestras respiraciones se mezclaba creando puentes entre nuestros labios. Sentía sus besos a pesar de que él nunca me había dado uno, tan solo en mis sueños aventurados que tanto me hacían volar. Tan solo con la brisa de su pecho, podía sentir el ardor que guardaba dentro de él a pesar de la templanza de su piel.
Mientras que sus manos me acariciaban la espalda y los brazos con deliciosa lentitud, me permití el lujo de acariciar su torso; era embriagador y tan, tan sensual.
Sus músculos se tensaban a mi contacto y nuestro baile iba subiendo cada vez más de tono, ondulándonos, golpeándonos sin provocar una brizna de dolor sino una placentera anticipación de lo que nos deseábamos hacer el uno al otro.
Entonces, sin esperarlo, él me puso de espaldas a su torso, pegándome contra él mientras sus manos me seguían sujetando las caderas. Su fuerza animal sumado a lo que sentía tras mi trasero, provocó más de un gemido que salió de mi garganta, mientras que el me golpeaba lascivamente con lo que ocultaba bajo esos pantalones.
Su respiración agitada golpeaba contra mi cuello perlado de sudor, robándome escalofríos y más gemidos. Moví ligeramente mis caderas contra las suyas, lo que provocó que Peter se estremeciera y gruñera, acelerando sus movimientos contra los míos.
Nuestra ropa sobraba, nuestros cuerpos gritaban e imploraban que nos deshiciéramos de esas barreras.
Peter me tomó en brazos con violencia, pero necesidad y me hizo enroscar mis piernas alrededor de sus caderas. No cesaba de relamerse mirando mis labios entreabiertos. Y yo me los mordía sin dejar de estar sumergida en sus ojos esmeralda.
Él me llevó al sofá y besó mi mejilla, apartándose de mí. Mi temperatura bajó tan de golpe al igual que mi decepción se incrementó drásticamente. Tantas preguntas surgieron de mi mente recalentada, pero apenas la respiración me daba para mantenerme viva y cuerda, intentando reanimarme de aquella bajada tan estrepitosa como misteriosa.
Peter estaba tan excitado como yo, pero intentaba ponerse de nuevo su máscara para evitar ver su lado pasional o romántico. Quizás se asustó de la intensidad de lo que había sucedido, ¿Cuánto tiempo haría que él no estaba con una mujer? ¿Y si era el miedo lo que hizo que parásemos?
Quizás sentía miedo de encariñarse de mí o porque en el pasado sufrió por amor. Al ser un vampiro, de seguro guardaba muchas vivencias que le habían afectado. Por todo eso, intenté tranquilizarme y seguirle el juego.
—¿Quieres algo de beber? —Me preguntó con un tono más frío que el anterior. Le sonreí ligeramente para amainar la gélida temperatura que se había instalado entre los dos.
—Ehm no, solo quiero mi tarrina de helado.
—Yo iré a por ella, tú quédate sentada—Me dijo levantándose rápidamente pero ligeramente tembloroso. Por mucho que fingiera, bien sabía que dentro de sí mismo se encontraba en el mismo estado que yo y eso me hizo sonreír.
Peter y yo permanecimos durante horas sentados en aquel sofá mirando la televisión en un extraño silencio. La tensión se palpaba en el ambiente, pero al menos ahora parecía menos frío que antes y más relajado. Quizás paulatinamente se acostumbraba a mi presencia.
Ya era tarde y necesitaba dormir, pero estaba nerviosa por la presencia de Peter en mi casa en mi momento más vulnerable. Aunque por mucho que me quejase, dejó bien claras sus intenciones de no moverse del lugar.
—Tu duerme arriba, yo me quedaré en el sofá—Me dijo Peter casi como me leyese la mente. Me ruboricé, aunque intenté ocultarlo con mis manos sin no mucho éxito.
Me daba vergüenza decirlo, pero no podía dormir arriba; me daba terror después de lo que había visto hacía no demasiado tiempo.
—Si no puedes dormir sola, quédate en el salón si quieres, hay un sofá para cada uno.
Agradecí que lo comprendiese y le tomé la palabra por el bien de mi salud mental. No necesitaba más sobresaltos por el momento.
—Me gustaría, si no te molesta...
—No tranquila, hay sitio de sobra para ambos.
Entonces le sonreí aliviada. Daba gracias a que Peter me hubiera cuidado así; ahora tenía la certeza que no me haría daño. Y parecía hablar en serio cuando decía que no le importaba que durmiese cerca de él y eso me daba una paz aún mayor.
Tomé una manta para cada uno y le ofrecí a Peter un pijama cómodo para dormir, aceptándolo con una sonrisa de agradecimiento; era lo menos que podía hacer.
—Que descanses Alice, si me necesitas llámame.
—Muchas gracias por quedarte y no preguntar sobre el tema. Adoro tu sentido de la discreción.
Ante mi respuesta, soltó una pequeña carcajada divertida sobresaltando el brillo de sus hermosos ojos. Era tan hermoso cuando sonreía que mi corazón se ponía a saltar.
—Entiendo que cada uno tenemos nuestros secretos; solo el tiempo decide cuando contarlos.
Nos despedimos deseándonos buenas noches,mirándonos con cariño y cerramos los ojos. Pronto quedé dormida, más rápidamente que de costumbre; era la magia de estar con alguien por quien sentía más que simples mariposas.
Aquel sueño recurrente, aquella pesadilla del pasado, volvió de nuevo a mis sueños de paz y armonía. No contenta con el día que había pasado, aquellas sombras tétricas que no veía desde que había llegado a Mistery Spell, habían vuelto y eso me aterraba.
Aquellos malos sueños se empeñaban en hacerme recordar retazos del pasado que quería tener olvidados, enterrados en mi subconsciente, pero el pasado siempre volvía a pesar de mis titánicos esfuerzos por mantenerlos bajo tierra.
Un alarido acompañado de un llanto desconsolado me hizo despertarme completamente sobresaltada y cubierta de sudor. Peter saltó a mis brazos y comenzó a acariciar mi pelo para intentar calmarme sin siquiera preguntarme lo que me había asaltado en sueños. Yo me agarraba a él como si fuera mi salvavidas, era tan reconfortante sentir sus brazos enrollados a mi alrededor de mi cuerpo tembloroso.
Fue tremendamente paciente, amoroso y pacífico. Gracias a ello, volví de nuevo a mi remanso de paz, estabilizándose mi respiración. Pero esta vez, él no dejaría el tema atrás.
—Alice, ya es hora de que me cuentes que te ocurre. No quiero presionarte pero sé que necesitas ayuda.
Cerré los ojos con fuerza y asentí débilmente. Era hora de abrir mi parte más dolorosa del pasado y eso...eso no me gustaba en absoluto.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top