LIENZO 30
El coche de la foto es el de Peter
Mi pequeña Lorie bajaba los escalones de la mano de Nicolae, iluminándose su carita cuando me vio. Corrió hasta mis brazos dando gritos de alegría y yo la sujeté con fuerza; parecía haber pasado una eternidad desde que la vi.
La tarta de la mesa le llamó la atención, mirándome interrogante.
- ¿Qué se celebra? ¿Es tu cumpleaños?
Peter la miró con ternura y se acercó a darle un beso.
-No mi princesa, celebramos que alguien nuevo va a venir pronto a vivir con nosotros.
Los ojos de Lorie se abrieron como platos dando palmadas de impaciencia.
- ¡¿Quién viene, quien viene?!
Yo le sonreí con las lágrimas a punto de salir.
-Peter y yo vamos a tener un bebé, vas a poder tener a alguien con quien jugar.
Lorie gritó como una loca y se abrazó aún más a mí; no podía ser más feliz. No pude evitar comenzar a llorar y Lorie me miró con preocupación, secándome las lágrimas con sus manitas.
-No llores Alice, el bebé se pondrá triste-Entonces me acarició la barriga para intentar calmarlo.
Nicolae se le caía la baba viendo nuestra complicidad y tomó a la niña en brazos.
-No te preocupes Lorie, Alice llora porque está feliz. El bebé no sufre, está contento como todos nosotros.
-Nicolae tenemos que hacer sitio para los juguetes del bebé; quiero prestarle un trozo de mi cuarto-Dijo la niña con entusiasmo.
-No es necesario cielo, el bebé tendrá su cuarto.
- ¡Pero, aun así, le haré un hueco en mis estantes de peluches!
Todos mirábamos a aquella niña con el corazón enternecido, hasta el duro de Jack estaba mirándola con la mirada llena de cariño.
Él se acercó a Lorie y le dijo:
- ¿Qué te parece si vamos a jugar todos al jardín mientras Alice descansa?
-¡¡¡¡¡SIIII!!!
La niña se puso de pie y arrastró a todos al jardín excepto a Peter y a mí.
-Bueno cielo, voy a llevarte a la cama para que descanses; no quiero que se te salten los puntos.
Él me tomó en brazos y escondí mi rostro en su cuello, aspirando su aroma. El calor comenzó a desbordar mi piel, sintiendo con más intensidad su piel contra la mía.
No se si eran las hormonas del embarazo o el hecho de haber estado sin él, quizás era una combinación de ambas cosas, pero lo necesitaba dentro de mí, necesitaba sentirlo conmigo.
Me posó sobre la cama con cuidado y comenzó a desvestirme con cuidado.
-Voy a lavarte para que la herida no se infecte.
Sus manos se deslizaban con cuidado por los botones de mi camisa, dejándome poco a poco en sujetador. Podía ver como la mirada de Peter se oscurecía conforme iba quedándome más expuesta a él.
Llegó el turno de mis pantalones; sus manos rozaban mis muslos desnudos y comencé a gemir suavemente, dios como le necesitaba.
-Bésame Peter...
Él me dio un tierno beso, notando como él se contenía contra su deseo; eso no me estaba gustando.
-¿Por qué te controlas?
-No podemos hermosa, puedo hacerte daño y no quiero. Pero voy a compensarte para que no te quedes con las ganas.
Comenzó a tocar mi húmedo interior con lentitud, agarrándome con fuerza a la almohada. Sus caricias estaban amplificadas respecto la última vez; estaba realmente ansiosa de él.
-Ponte encima Peter...
-No puedo cielo, te juro que es lo que más deseo...pero no quiero hacerte daño.
-Las embarazadas podemos hacer el amor perfectamente; es bueno para mí y el bebé-Le dije seductora.
No le di tiempo a replicar, tiré de su camiseta haciendo que quedara sobre mí y me enganché a su cuello. Comencé a besarlo con fervor y poco a poco Peter me seguía el juego, acariciándome suavemente por mis temblorosas piernas. Su boca fue directamente a mi cuello y sorbió un poco de mi sangre mientras acariciaba los pliegues de mi húmedo sexo.
-Cómo te eché de menos...-Dijo Peter excitado.
-Te necesito Peter...
Él se desvistió deprisa y me quitó con avidez lo que quedaba de mi ropa interior sin romperla.
-Quiero conservar estos trozos de tela, te hace ser aún más sexy.
Comencé a reír con complicidad; aquellos momentos de intimidad que compartíamos eran tan bellos y excitantes.
Él me colocó encima para no hacerme daño y me penetró con suavidad. Poco a poco comencé a moverme mientras él sujetaba mis manos para equilibrarme y no caerme.
Sus ojos reflejaban todo el amor del mundo y era solo para mí. Me sentía completa en aquel momento, tan feliz y llena de vida y sentía que Peter también lo estaba. Sus manos ya no eran frías y cuando coloqué la palma de mi mano sobre su pecho noté un latido.
Yo me sorprendí y me llevé una mano a la boca, ¿Cómo era posible?
-Peter...tu corazón funciona...
Él se llevó la mano a su cuello para tomarse el pulso y me dirigió una mirada llena de sentimientos.
-Tú me haces sentir vivo; me diste la vida Alice.
Entonces recordé lo que me contó Sarah,"las médium damos una parte de nuestra parte viva a nuestra pareja si éste es un vampiro, creando la vida común; una vida eterna compartida"
Una eternidad con Peter me parecía tan perfecto...
CHRISTOPHER
Sarah y yo estábamos charlando pegados a la chimenea hablando de cosas sin importancia para ayudarla a hacerla sentir mejor. Sus bellos ojos marrones brillaban ante el reflejo de las llamas haciéndome sentir en más afortunado de los hombres viendo aquel espectáculo. A pesar de las circunstancias, yo era feliz a su lado y sentía como una parte de mí vacía se había completado. Nunca me acerqué a una mujer; solo Alina era la única con la que hablaba. Aunque en multitud de viajes muchas mujeres intentaron algo conmigo, yo ni siquiera les hablaba.
- ¿Quieres un poco de refresco? -Me preguntó Sarah.
-Me encantaría-Le dije con una sonrisa.
Verla caminar con aquella elegancia me hacía estar embelesado. La paz de un hogar y una mujer que esté contigo y te dé compañía es lo que todo hombre puede desear.
Ella volvió con dos tazas en sus manos y se arrodilló a mi lado en la alfombra para tenderme la taza. Yo la tomé con mis manos, cubriendo las suyas de forma intencional. El pulso de ella se aceleró peligrosamente y si yo lo tuviera, también lo habría hecho.
Nos quedamos mirándonos con las manos sobre aquella taza fría con miedo a despegarnos el uno del otro, atrayéndome aquellos carnosos labios como si de un canto de sirena se tratara.
Tomé la taza y no pude evitar tomar su rostro y besarla. No sabía como iba a tomárselo, pero necesitaba arriesgarme. Pero, a diferencia de lo que pensaba que iba a pasar, sus brazos enlazaron mi cuello.
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